Un influyente clérigo conservador iraní aseguró recientemente que si las mujeres en Irán no llevan el velo como es debido, cubriendo toda la cabellera, los cimientos de la República Islámica están en peligro. De ellas y de su sumisión depende, según parece, la continuidad del sistema.
Frente a semejantes atribuciones, el presidente del Gobierno, Hasan Rohani, no se cansa de decir que a las mujeres hay que dejarlas en paz y que el poder no tiene que interferir en los asuntos privados de los iraníes. Ambos lideran dos itinerarios políticos opuestos. El primero, sumamente conservador. El segundo, favorable a la apertura. Sus posturas antagónicas reflejan las contradicciones que existen en una sociedad con serios problemas de identidad.
La Revolución de 1979 dio paso a un régimen que rompió radicalmente con cualquier seña occidental y estableció un sistema en base a rígidos principios islámicos que hoy conviven, no sin dificultad, con los aires de apertura que soplan en Irán. Cómo integrar los anhelos de una mayoría joven, educada y moderna en una sociedad con fuertes valores conservadores y religiosos, no es una pregunta fácil de responder.
Sarah, arquitecta de 26 años, comparte los valores de la Revolución y cree que el Gobierno «debería esforzarse por respetarlos». Pero añade: «Si no hay trabajo para los jóvenes, ¿cómo pueden convivir unos principios que hablan de un renacimiento del islam, en el que la sociedad vivirá feliz en armonía, si luego no tenemos empleo?».
La pregunta refleja el malestar que tanto jóvenes modernos como conservadores padecen desde hace años y que el levantamiento de las sanciones podría ayudar a mitigar. «La identidad islámica es muy sólida y no creo que la libertad, la igualdad y el progreso sean incompatibles con los fundamentos de este país», concluye.
Tarone, traductora de inglés, cree, por el contrario, que la coexistencia es «muy difícil» porque las nuevas generaciones tienden a un comportamiento cada vez más alejado de los principios revolucionarios. «Hace unos años era imposible ver a una pareja cogida en público. Hoy es muy habitual. Estas parejas no se ocultan y los jóvenes cada vez tienen relaciones sexuales más pronto». Considera una evolución natural esta conducta y no cree que nada pueda frenarla.
Sentado a su lado, en un arbolado parque de Teherán, Reza estima que serán los nietos de los que agitaron pancartas en contra del Sha hace 35 anos los que protagonicen el salto definitivo hacia una sociedad mucho más ocupada en ser independiente económicamente y llevar un estilo de vida propio, sin imposiciones, que en la preservación de los valores revolucionarios.
La legislación en Irán, que prohíbe el alcohol, el juego y la pornografía, encuentra en internet un coladero por el que se escurren sus preceptos. «No veo bien el uso de internet para determinados divertimentos», afirma Mustafá, arquitecto también y muy religioso, sin entrar en detalles. Luego se suelta: «Creo que las páginas pornográficas atentan contra la moral del país y contra los valores de la Revolución», aunque no cree que el sistema esté en peligro. En su opinión, las nuevas generaciones no albergan un sentimiento religioso auténtico, e «internet no ayuda a promoverlo».
Pero, si bien existe la creencia de que las redes sociales y el desarrollo económico en la época post sanciones intensificarán la apertura del país, también hay quien discrepa. «Internet no cambia nada, es una diversión y una necesidad para la gente, pero no hace tambalear de ninguna manera los principios que sustentan el régimen», aquéllos que la Guardia Revolucionaria tiene el deber de preservar. «Con el Gobierno de Hasan Rohani, no es que la Guardia Revolucionaria sea menos poderosa, simplemente ha estado en la sombra. Pero sus éxitos en Irak combatiendo al Estado Islámico han mejorado su imagen en el interior de Irán. No permitirán nunca perder sus cotas de poder y esto es incompatible con una apertura significativa del país», precisa un veterano periodista.
Por otro lado, hay quien cree que si el régimen es capaz de mantener viva la Revolución Islámica es gracias al discurso incendiario contra Irán que ha mantenido Occidente, sobre todo Estados Unidos, desde la implantación de la República Islámica. Estas voces opinan que el día que terminen las hostilidades del exterior hacia Irán, será mucho más difícil preservar los fundamentos del sistema. De hecho, las negociaciones que mantiene el Gobierno irani con Occidente para alcanzar un acuerdo nuclear antes del 30 de junio -este mismo sábado, Kerry y Zarif se vieron en Ginebra- también levantan ampollas entre los sectores ultraconservadores, a los que favorece el actual statu quo.
Me dispongo a terminar las entrevistas en este parque de la capital cuando dos agentes de Policía me interrumpen y nos piden la documentación a mí y al traductor que me acompaña. Tras mostrar mi carné de prensa, nos piden que nos vayamos, sin mayores consecuencias. Finalizo aquí mi trabajo y mientras nos marchamos, dos jóvenes con las que había hablado antes gritan desde lejos: «No olvides poner que amamos Irán».
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