La proliferación de ejércitos de fanáticos fundamentalistas en Medio Oriente y África, desde Al Qaeda, Boko Haram o el Estado Islámico, todos con nombres llamativos al estilo de las centrales de inteligencia norteamericanas e israelíes, hacen parte de la nueva-vieja estrategia imperialista.
Nueva en cuanto al empleo en masa de fuerzas mercenarias, donde la presencia directa de las fuerzas invasoras norteamericanas se reduce, dado sus fracasos en Vietnam, Afganistán e Irak; y vieja en cuanto la creación de fuerza mercenaria, como estrategia contra gobiernos, ya se había instaurado desde la década de los 80 del siglo pasado en Afganistán, para combatir al gobierno comunista y a las fuerzas de la Unión Soviética.
Al respecto nos dice el Sociólogo peruano Enrique Muñoz Gamarra:
"Y, sin embargo hay pruebas suficientes que muestran que estos grupos criminales de paramilitarismo (Al Qaeda, Estado Islámico, etc.) son engranajes del ejército estadounidense que reciben en forma permanente armas, municiones y toda clase de avituallamiento militar, incluso, sus sueldos, desde helicópteros y aviones del Pentágono".
El imperialismo está acudiendo a la expansión de grupos fascistas y paramilitares no solo en Medio Oriente, sino también en África, Ucrania y América Latina, en el marco de la Guerra no convencional, que plantea la privatización de la guerra y la externalización de la inteligencia en búsqueda del control petrolero, de mercados, fuerza de trabajo y el posicionamiento geopolítico.
Una estrategia cuyos mentores son los carteles financieros y petroleros, los emporios mediáticos y el complejo militar industrial de EEUU; que son el poder real detrás de Obama. En esa dirección, es que el complejo militar industrial se plantea como la locomotora de la actividad productiva del imperialismo norteamericano.
A lo anterior se le suma que la guerra mediática, como punta de lanza de la Guerra no convencional, donde se manipulan las percepciones mediante noticias y rumores, con el empleo a gran escala de la prensa, la televisión y las redes sociales, creando grandes problemas psicológicos en las naciones, cuyo propósito en ultimas es la fascistización de la sociedad.
En el caso de América Latina la guerra convencional ha tenido momentos culmen como los años 70 con la Escuela de las Américas y los manuales del Pentágono y en la actualidad con el apoyo a grupos paramilitares en la región, siempre buscando fortalecer su control territorial y desestabilizar gobiernos.
Sin embargo Colombia es el ejemplo palpable que la implementación de la guerra no convencional, por parte del imperialismo, no se dirige solamente a los países con gobiernos progresistas o antiimperialistas, porque ha sido constante el apoyo a grupos paramilitares en defensa de intereses propios privados y extranjeros.
Métodos como el genocidio, el terror mediante el desmembramiento de cabezas y cuerpos, la quema vivas de personas, la esclavitud de mujeres, la persecución a homosexuales, no son hechos lejanos de nuestra sufrida patria, sino obra de una oligarquía rastrera, cipaya de un Estado forajido como los Estados Unidos.
Es tanto el profesionalismo alcanzado en la guerra sucia, que de Colombia salen mercenarios y paramilitares no solo hacia los países fronterizos y latinoamericanos, sino también a las lejanas tierras de la península arábiga.
Los paramilitares además de seguir siendo parte fundamental de la contrainsurgencia en Colombia, son punta de lanza en el plan de desestabilización de los gobiernos progresistas. Aquí se llaman Urabeños, Clan Úsuga, Rastrojos o Águilas Negras; en Oriente Medio y África son Al Qaeda, Estado Islámico, Boko Haram o al-Nusra. En Colombia también mutan y cambian de nombre como lo hacen allá.
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