El asalto este miércoles al parlamento tunecino es un dramático recordatorio de la amenaza yihadista llamada a poner en jaque la primera transición política nacida al calor de la primavera árabe y la única que ha logrado hasta ahora sortear el fiasco. La numerosa presencia de tunecinos entre los extranjeros que viajaron a Siria para enrolarse en el autodenominado Estado Islámico (IS, pos sus siglas en inglés), el destacado papel de algunos de sus compatriotas en el caos de la vecina Libia y la actividad creciente de la rama local de Al Qaeda y otras milicias yihadistas son algunas de las claves delfantasma que acecha la mudanza democrática de Túnez.
1. Miles de tunecinos en las filas del califato
La tunecina es una de las nacionalidades mejor representadas en el entramado de combatientes extranjeros que nutre las filas del califato proclamado a caballo de Siria e Irak. Según un informe del Centro Internacional para el Estudio de la Radicalización, entre 1.500 y 3.000 tunecinos se han sumado a la yihad en el territorio que controla el IS en ambos países. Es la cifra más alta de los llegados de la región, por encima de Arabia Saudí (entre 1.500 y 2.500); Marruecos (1.500); Jordania (1.500); Egipto (900) o Turquía (600).
2. Notable presencia en el IS libio
Los tres grupos que -reconocidos como provincias del IS- operan en la vecina Libia también cuentan con una significativa presencia de tunecinos. Expertos en seguridad estiman que la cifra de esa participación en el laberinto que la caída de Muamar Gadafi ha generado ascendería a las 4.000 personas. Precisamente el pasado lunes una información distribuida por foros yihadistas anunció la muerte en la ciudad de Sirte de uno de los tunecinos más buscados en su país. Estaba adscrito a Provincia de Trípoli, uno de los grupos del IS en Libia. Según el obituario publicado por sus camaradas, Ahmed Ruisi -Abu Zakariya al Tunisi, por su nombre de guerra- falleció en el campo de batalla. Con anterioridad había participado activamente en la yihad financiando sus actividades y reclutando a nuevos acólitos. Además, había estado involucrado en el asesinato de los líderes opositores tunecinos Chokri Beliad y Mohamed Brahmi en 2013, unos incidentes que desataron una grave crisis política.