Las mujeres kurdas, uno de los movimientos más fuertes y radicales del mundo, están siendo castigadas por el Estado turco con total impunidad.
“¡Vamos a resistir y resistir hasta ganar!”, grita Sebahat Tuncel antes de que su boca sea cerrada con fuerza por media docena de policías que la detienen y la arrastran por el piso a principios de noviembre.
Hace nueve años, una caravana con alegres consignas, flores y signos de victoria recibía a Tuncel cuando fue liberada de la cárcel para ingresar al parlamento, habiendo sido elegida mientras todavía estaba presa.
Tuncel, ahora en prisión, es una de las decenas de políticos kurdos del Partido Democrático de los Pueblos (HDP) o del Partido de las Regiones Democráticas (DBP) arrestados por las fuerzas de seguridad turcas desde finales de octubre bajo las operaciones “antiterroristas” del presidente turco Erdoğan contra quienes desafían su gobierno autoritario.
Esta represión seguida al intento de golpe de Estado en julio representa una re-escalada de la guerra entre el Estado y el movimiento kurdo desde el verano de 2015, poniendo fin a un proceso de paz de dos años y medio de duración.
Al igual que el consejo dado a la escuadra antiterrorista alemana en la década de 1980 (“Dispara primero a las mujeres”), la masculinidad tóxica del Estado se hizo evidente en su declaración de guerra contra las mujeres; la fuerza del movimiento militante de mujeres kurdas representa la mayor amenaza para el sistema. El caso de Sebahat Tuncel no es el único.
A finales de octubre, Gültan Kisanak fue detenida. Fue la primera mujer co-alcalde de la Municipalidad Metropolitana de Diyarbakir y ex parlamentaria, que pasó dos años en la famosa prisión de Diyarbakir en la década de 1980, donde sobrevivió a las más atroces formas de tortura, como tener que vivir durante meses en una choza para perros llena de excrementos porque se negó a decir “soy una turca”.
Su arresto fue inmediatamente seguido por la violenta detención de Ayla Akat Ata, ex parlamentaria y ahora portavoz del Congreso de Mujeres Libres (KJA), la organización paraguas más grande de mujeres en Kurdistán y Turquía, que está entre las 370 organizaciones de la sociedad civil prohibidas por el gobierno desde mediados de noviembre. Fue hospitalizada varias veces debido a la violencia policial durante su período parlamentario y sobrevivió a varios intentos de asesinato.
Selma Irmak es una de las diputadas elegidas desde la prisión, donde pasó más de 10 años bajo cargos de terrorismo y participó en huelgas de hambre.
Gülser Yildirim fue encarcelada durante cinco años antes de las elecciones. Otro diputada es Leyla Birlik, que se quedó junto a su pueblo bajo el fuego militar en Sirnak durante toda la duración del bloqueo militar, siendo testigo de los asesinatos brutales de innumerable cantidad de civiles por parte del ejército. Su cuñado, Haci Lokman Birlik, activista y cineasta, fue ejecutado por el ejército en octubre de 2015; su cadáver fue atado a un vehículo del ejército y arrastrado por las calles. Los soldados filmaron esto y enviaron el video a Leyla Birlik con el mensaje “Ven a recoger a tu cuñado”.
La lista continua. Elegimos a estas mujeres valientes como nuestras representantes. Ahora son presas políticas a pesar de haber sido elegidas por más de cinco millones de personas.
Las políticas ultraconservadoras del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) bajo Erdoğan han llevado al aumento de la violencia contra las mujeres en Turquía durante la última década y media. No sólo miembros de alto perfil de la administración, incluido el propio Erdoğan, rechazan a menudo la igualdad entre mujeres y hombres en favor de actitudes que normalizan la cultura de la violación, la violencia de género y la misoginia, sino que el AKP también lanza ataques físicos explícitos a mujeres y personas de la comunidad LGBTI. El Estado hiper-masculinizado no sólo castiga colectivamente a la comunidad kurda acusándolos de separatistas, terroristas o conspiradores contra el Estado, sino que retrata a las activistas kurdas como “malas mujeres”, putas vergonzosas y violadoras del núcleo de la familia.
Históricamente, el Estado turco ha utilizado la violación y la tortura sexual, incluidas las “pruebas de virginidad” post-mortem, para disciplinar y castigar los cuerpos de las mujeres, tal como lo señaló Anja Flach en su libro Frauen in der Kurdischen Guerrilla, que aún no ha sido traducido del alemán. En las cárceles, las mujeres son sometidas a requisas íntimas para humillarlas sexualmente. Recientemente, los soldados desnudaron los cadáveres de militantes kurdas y compartieron estas imágenes en las redes sociales. Otro video brutal mostraba cómo el ejército turco disparaba en la cabeza a mujeres guerrilleras y las arrojaba por los acantilados de las montañas. Los rifles GermanG3 que fueron utilizados en el video ilustran la complicidad occidental en estos crímenes de guerra.
Si bien estas atrocidades a menudo se cometieron en secreto en los años noventa, compartir imágenes en las redes sociales es un nuevo intento de desmoralizar la resistencia de las mujeres y demostrar el poder del Estado. Estos métodos se asemejan a los que ISIS comete al otro lado de la frontera y violan todas las convenciones de guerra. El abuso sexual de una mujer activista, que se atreve a desafiar la hegemonía masculina, tiene como objetivo romper su fuerza de voluntad y disuadir al activismo. Los ataques contra las mujeres políticas deben ser leídos en este contexto.
Mucho antes de que los principales medios de comunicación estuvieran bajo fuego en Turquía, las reporteras de JINHA, la primera agencia de noticias exclusivamente de mujeres de Oriente Medio, eran atacadas. Comprometidas con un objetivo explícitamente feminista en su trabajo, las trabajadoras de JINHA expusieron los crímenes del Estado desde una perspectiva de género. Ahora JINHA está prohibida y varias de sus integrantes están en la cárcel.
El HDP es el único partido de oposición progresista de izquierda que queda en Turquía con una agenda basada en la protección de los derechos seculares, de diversidad, pro-minorías, pro-mujeres, pro-LGBT y ecológicos. Tiene, por lejos, un mayor porcentaje de mujeres en sus filas. Incluso sin el sistema de copresidencias, una política del movimiento de liberación kurdo que asegura el liderazgo compartido entre una mujer y un hombre, la gran mayoría de las alcaldesas están en las regiones kurdas. A través de una lucha de décadas, especialmente alentada por el encarcelado líder kurdo Abdullah Öcalan, el papel activo de las mujeres en la política es parte de lo habitual de la vida en el Kurdistán de hoy.
Las mujeres de la HDP y el DBP no encarnan las ideas burguesas de la política representativa y el feminismo corporativo. Casi todas las políticas mujeres que están bajo ataque actualmente han pasado largo tiempo en prisión, han sido objeto de la brutalidad policial, la tortura sexualizada, intentos de asesinato o algún tipo de tratamiento violento por parte del Estado. Están siempre a la vanguardia en las protestas contra el Estado y el ejército.
Las mujeres también fueron protagonistas importantes en el proceso de paz iniciado por Abdullah Öcalan con el Estado turco en marzo de 2013. Todas las reuniones en la isla-prisión de Imrali incluían a mujeres. En 2014, Öcalan recomendó que las mujeres estuvieran representadas en las reuniones como una fuerza organizada, y no sólo individualmente. Así, Ceylan Bagriyanik se unió a las reuniones como representante del Movimiento de Mujeres. La Declaración de Dolmabahce, la primera declaración conjunta entre las partes en conflicto, incluyó la liberación de las mujeres como uno de los diez puntos para la justicia y la paz duradera. El Estado y los medios de comunicación no fueron capaces de dar cuenta de la insistencia del movimiento kurdo en torno a la centralidad de la liberación de las mujeres en el proceso de paz.
Nos enfrentamos a un castigo colectivo por superar el umbral electoral impuesto más alto del mundo, que requiere que un partido político gane al menos el 10 por ciento de la votación nacional para entrar al parlamento. Nuestras ciudades están arrasadas, nuestros seres queridos asesinados, quemados vivos, bombardeados, fusilados o golpeados hasta la muerte. Nuestra herencia cultural y el medio ambiente han sido borrados para siempre, nuestros diputados arrastrados por las calles, nuestros alcaldes reemplazados por los administradores gubernamentales contra nuestra voluntad, nuestros medios de comunicación censurados, nuestras redes sociales, bloqueadas.
Al destruir la posibilidad de una política pacífica y legal dentro de marcos democráticos, Turquía ha dejado a los kurdos sin otra opción que la legítima defensa. Las instituciones internacionales, sobre todo la Unión Europea, le han fallado al pueblo kurdo para apaciguar a Erdoğan. En otras palabras, los gobiernos occidentales apoyan la eliminación sistemática de uno de los movimientos de mujeres más fuertes y más radicales del mundo.
La filosofía del movimiento de mujeres kurdas propone que todo organismo vivo tiene sus mecanismos de autodefensa, del mismo modo que las rosas con sus espinas. Este concepto no se define en un estricto sentido físico, sino que incluye la creación de estructuras autónomas de autogobierno para organizar la vida social y política. La protección de la propia identidad contra el Estado a través de la autodefensa es en parte permitida por la creación de instituciones políticas autosuficientes.
En una época en que los cadáveres desnudos de las mujeres son expuestos en las redes sociales por el ejército y los candidatos electos están sujetos a torturas por parte del Estado capitalista-patriarcal, las mujeres están luchando para demostrar que su honor no está para ser definido por los hombres, porque el honor no se encuentra entre las piernas de las mujeres; reside en nuestra resistencia, la cultura de resistencia establecida por las pioneras de nuestro movimiento. Nuestras políticas encarceladas son las que defienden este honor.
Desde la cárcel, la copresidenta del HDP Figen Yüksekdag envió este mensaje: “A pesar de todo, no pueden consumir nuestra esperanza, ni romper nuestra resistencia. Estando o no en prisión, nosotras y el HDP, todavía somos la única opción de Turquía para la libertad y la democracia. Y por eso nos tienen tanto miedo. No, ni uno sólo de ustedes, se deje desmoralizar, no dejen caer su guardia, no debiliten su resistencia. No olviden que este odio y esta agresión están arraigados en el miedo. El amor y el coraje definitivamente ganarán”.
FUENTE: Dilar Dirik/ www.opendemocracy.net / Traducido por el Comité de Mujeres en Solidaridad con Kurdistán-Argentina-Latinoamérica