lunes, 15 de abril de 2019

Transición en Argelia: bajo la lupa de las potencias internacionales


Los ojos de las principales potencias mundiales están sobre Argelia, país clave por su posición estratégica en el Mediterráneo y África, por su riqueza en hidrocarburos y por el impacto que podría tener en el mundo árabe-musulmán la vía elegida para la superación de la crisis del sistema que rige el país desde su independencia, en 1962.

Prueba del vértigo que suscita el período prerevolucionario, como algunos lo califican, es la guerra psicológica que, a través de la información, avanza en paralelo a los hechos.

El pasado 9 de abril, el diario francés Le Figaro publicaba una noticia breve en la que se afirmaba que los servicios secretos rusos habían advertido a sus homólogos franceses de no injerir en los asuntos argelinos. La noticia fue recogida por periodistas considerados fiables, que incluso publicaron la supuesta respuesta francesa: "no tendremos en cuenta la advertencia; Argelia es demasiado importante para nosotros". Para algunos especialistas, como Alain Rodier, exmiembro de los servicios de inteligencia franceses, todo forma parte de una intoxicación.

Francia se veía así en el centro de una polémica que, si parece banal, demuestra la sensibilidad que la política de la antigua potencia colonial suscita en Argelia y más en estos momentos, cuando el país se juega su futuro. El nuevo hombre fuerte tras la destitución de Abdelazif Buteflika, el general Ahmed Gaid Salah, señaló a Francia sin nombrarla, en su primer discurso después de decretar una transición política basada en la aplicación del artículo 102 de la Constitución. Salah advirtió a quienes, "intentar desestabilizar Argelia", entre ellos, "un país extranjero con lazos históricos con Argelia".

Recurrir a la amenaza de la antigua potencia colonial ha sido siembre un subterfugio utilizado por el poder argelino, pero en la situación actual, la retórica nacionalista va más allá de las palabras. Medios argelinos han sido acusados por París de crear falsas informaciones sobre la situación interna, al tiempo que desde Argel se tomaba una decisión mediático-diplomática que va más allá del simbolismo.

El delegado-jefe de la agencia estatal de prensa francesa France Presse en la capital argelina era conminado a abandonar el país, tras habérsele rechazado la renovación de su permiso de estancia.

Coincidiendo con la decisión, en algunos medios argelinos se publicaban virulentos ataques personales contra el presidente de la agencia francesa y se denunciaba la labor de la AFP en la cobertura de la crisis en el país.

El Ministerio de Exteriores francés publicó un comunicado "sintiendo" la decisión tomada contra el periodista francés y subrayando su apego a la libertad de expresión y a la protección de los periodistas en todo el mundo.

Macron: "Ni injerencia, ni indiferencia"

Francia ha sido muy cauta desde el primer momento con los acontecimientos que vive Argelia desde el inicio de las protestas contra el poder, el 22 de febrero. París es consciente de que cualquier palabra puede ser interpretada como una injerencia o servir a agitar los viejos demonios de la relación histórica bilateral.

El presidente francés, Emmanuel Macron, ha limitado sus declaraciones sobre el asunto, pero se le recordará la frase, "Sin injerencia, pero sin indiferencia". Está claro que para Francia la situación en Argelia y la solución de la crisis tendrá una repercusión especial.

En territorio francés viven casi dos millones de ciudadanos argelinos o de origen argelino, desde antes y después de la guerra de independencia; el territorio es el principal destino de la juventud argelina que, desesperada por la falta de futuro en su país y la penuria de visados, se lanza al mar para llegar clandestinamente a las costas francesas. Es también el lugar preferido de los miembros de la nomenclatura argelina para hacerse con propiedades o disfrutar del sistema sanitario de la exmetrópoli.

Francia no es sin embargo el socio principal de Argelia. China se ha convertido en el proveedor número uno y en uno de los principales actores de la construcción de las infraestructuras. Argelia sigue siendo el principal destinatario de la venta de armamento ruso, pero Moscú gana terreno también en otros apartados como la energía nuclear o incluso el trigo. Por su parte, las compañías petroleras norteamericanas siguen atentas al futuro desarrollo de la industria de hidrocarburos.

Terorrismo islamista: realidad y espantajo

Por encima del interés comercial, las potencias internacionales y regionales no pueden dejar de lado el aspecto geoestratégico. Argelia es uno de los baluartes de la lucha internacional contra el yihadismo, en colaboración concreta con Francia y otros países occidentales con intereses en África.

El inmenso territorio argelino necesita un control permanente de sus fronteras para impedir la infiltración de milicias islamistas, pero también se oyen voces que denuncian que, bajo la excusa de la amenaza terrorista, Argelia se ve rodeada de bases militares instaladas en los países limítrofes, en especial instalaciones militares norteamericanas.

El general Gaid Salah ha mencionado también la situación en Libia como una potencial amenaza para la estabilidad de su país. Opositores interpretan sus palabras como una velada amenaza a utilizar la guerra en el país vecino para imponer un estado de emergencia que clausurara la transición hacia la democracia.

Las potencias del Golfo no son ajenas tampoco al devenir de Argelia. Para el mundo árabe-musulmán, la salida a la situación que vive Argelia puede ser un ejemplo de transición a la democracia o, por el contrario, un contraejemplo de lo que las élites de esos países desearían ver en su propio territorio. Para los argelinos que se siguen manifestando en todas las ciudades del país, no hay modelos exteriores a seguir. La vía argelina hacia la democracia, la libertad y el cambio de régimen es el objetivo.

De momento, es el Ejército el que se hace cargo de la transición, ceñido a la vía que marca una Constitución tantas veces violada por el poder. La transición está, de momento, en manos de las mismas personas que han rodeado a Buteflika en los últimos 20 años. Pero en esa misma Constitución existen artículos que permitirían cambiar de rumbo si la presión popular hace necesario acelerar un proceso de cambio que no satisfará rápidamente, de todos modos, todas las exigencias enumeradas en la calle.

No se trata solo de aspirar a la autodisolución voluntaria de un sistema que dura casi 60 años, sino de tener en cuenta todas las dificultades, las trampas y la resistencia que la deseada "II República" argelina encontrará en el escenario regional e internacional.

Bajo el cielo del Genocidio de Ruanda


Ruanda no olvida la pesadilla de un genocidio de hace un cuarto de siglo, cuando ocurrió la peor masacre de África ante los ojos del primer mundo.

Este articulo nace de la invitación que me hace la delegación de las Naciones Unidas para escribir sobre la Reflexión sobre el Genocidio cometido en Ruanda en 1994, donde las potencias colonialistas europeas son las culpables históricas de este odio étnico en el corazón de África, para dividir y robar las riquezas y recursos de las naciones del continente, creando guerras internas, caos, criminales y víctimas, y donde se realizan matanzas ante los ojos del primer mundo, que deja a su suerte a cientos de familias en pleno genocidio, donde por ejemplo los cascos azules belgas de las ONU en Ruanda huyen, condenando a muerte a los ruandeses, donde todos sabían que el genocidio venia, la ONU, Bélgica, Francia, Estados Unidos…todos en silencio…a quien le importa la muerte de los niños africanos, a punta de machetazos?

"¿Ya has matado a un tutsi?" Fue una consigna escuchada de manera reiterada durante aproximadamente 100 días, entre el 7 de abril y julio de 1994, cuando se cumplió el genocidio de Ruanda.

Por eso, el 7 de abril de cada año se celebra el Día Internacional de Reflexión sobre el genocidio cometido en Ruanda, en homenaje a los 300 mil niños ruandeses y otras 700 mil personas asesinadas en el país africano.

La matanza comenzó el 7 de abril de 1994, un día después de que un avión en que viajaban los presidentes de Ruanda y Burundi fue derribado por un misil cuando se alistaba a aterrizar en Kigali, la capital ruandesa.

Esta matanza sistemática de hombres, mujeres y niños se perpetró a plena vista y paciencia de la comunidad internacional. Se cometieron atrocidades sin nombre en las que participaron no sólo las milicias paramilitares y las fuerzas armadas, sino también civiles que se ensañaron con otros civiles.

El genocidio fue organizado detalladamente por altos funcionarios del Gobierno y dirigentes del partido en el poder, entre otros. Diversos medios de información que preconizaban el odio también contribuyeron a que se condonara la matanza y se participara en ella. Por consiguiente, los principales asesinos no fueron turbas sin rostro, sino individuos fáciles de identificar que pueden llevarse ante la justicia para luchar contra la impunidad por sus crímenes de lesa humanidad y genocidio.

El Día Internacional de Reflexión sobre el genocidio cometido en Ruanda, según la Resolución 58/234 de la Asamblea General de las Naciones Unidas, es una oportunidad para recordar que los caminos de la violencia, el odio y la muerte generan inmensos dolores y heridas en el futuro y presente de nuestra sociedad, especialmente en la infancia.

Un poco de historia

En el transcurso de las últimas décadas, se han producido violentos enfrentamientos internos en Ruanda, entre ellos los más visibles han sido los combates entre los tutsis y hutus.

La población de Ruanda está conformada por los hutu, que son mayoría (85 % de la población) y los tutsi, que son minoría (15 % de la población) y todos hablan una lengua común, KinyaRwanda.

A través de los años, los unos y los otros han establecido organizaciones políticas y armadas propias, pero la matanza fue precisamente contra los tutsi por los hutus radicales.

Sin embargo, la línea divisoria étnica -tradicionalmente cruzada por medio de amistades y bodas- no ha sido la única existente. De hecho, en el genocidio de 1994 murieron por razones políticas tanto tutsi como hutus moderados, que eran simples opositores del poder.

En octubre de 1990 ruandeses exiliados opositores al régimen del presidente hutu, Juvenal Habyarimana, organizados en el Frente Patriótico Ruandés (FPR)-Tutsi invadieron Ruanda, con el apoyo de Uganda, e iniciaron una guerra civil para derrocar al régimen.

Pero desde 1991 el régimen de Habyarimana incrementó la represión a la población, en una guerra de baja intensidad para acabar con la rebelión, utilizando al racismo como eje central e instigando y encubriendo las masacres masivas de tutsi.

Los asesinatos fueron perpetrados por grupos paramilitares, principalmente la interahamwe y la impuzamugbi, grupos originalmente organizados en el sector juvenil de los partidos políticos hutu.

El proyecto genocida se puso en marcha como alternativa a la implantación de un plan internacional de paz promovido por varios países africanos (Acuerdos de Arusha –Republica de Tanzania) y que preveía que hutus y tutsis compartieran el poder político.

Un primer paso en ese proyecto la tomó el gobierno de Habyarimana al introducir nuevamente las tarjetas de identidad étnica para señalar quién era tutsi. Los paramilitares empezaron a cerrar carreteras y a revisar a cada persona que pasaba. Con las tarjetas pudieron elegir fácilmente a sus víctimas y eliminarlas.

El gobierno creó además listas de personas de la población tutsi que deberían ser asesinadas. En ellas estaban los partidarios de la transición política, los adversarios políticos y aquellos involucrados en el movimiento de los derechos Humanos, entre otros. Incluso fueron condenados a muerte algunos hutu proclives a la reforma.

El 7 de abril, un misil de origen desconocido, pero quizá disparado por radicales hutus, destrozó el avión presidencial a su retorno de Arusha, Tanzania. Se inició así el genocidio, del que apenas hay imágenes, y se reanudó la guerra.

El ejército hutu y sus milicias paramilitares organizaron la venganza: una matanza a machete y masacres sin testigos mediáticos extranjeros, a quienes se les prohibió entrar.

Probablemente nunca se sabrá cuántos muertos provocó el genocidio de 1994, aunque se calculan entre 800 mil y un millón de víctimas. Si fueron 800 mil equivaldría al 11 por ciento del total de la población ruandesa y a las 4/5 partes de los tutsis que vivían en el país (si se cuentan los tutsis de Burundí y de los países vecinos que se habían exiliado).

La infancia, la principal víctima

Mientras el mundo recuerda un nuevo aniversario del genocidio en Ruanda, los niños y las niñas del país siguen viviendo los efectos devastadores de aquel brutal conflicto.

Cuando el genocidio terminó, de las 800 mil víctimas, 300 mil fueron menores de edad, de los cuales 95 mil quedaron huérfanos, el número más elevado de huérfanos del mundo. Perdieron a sus padres por diferentes razones: muchos fueron asesinados durante el genocidio, otros han muerto a causa del VIH/Sida y otros se encuentran en prisión debido a crímenes relacionados con el genocidio.

Prácticamente todos los niños y las niñas de Ruanda fueron testigos del horror. Miles de menores de edad fueron víctimas de la brutalidad y la violación y otros más -algunos de sólo siete años- se vieron obligados a participar en operaciones militares y a cometer actos violentos contra su voluntad.

Catorce años después, los niños y las niñas de Ruanda siguen sufriendo las consecuencias de un conflicto creado exclusivamente por los adultos. Hoy, se calcula que alrededor de 101 mil niños y niñas son los jefes de 42 mil hogares.

Muchos niños de las etnias tutsis y hutus cargan las generaciones de violencia, muerte y horror, pero sin embargo ellos hoy se encuentran en un camino de esperanzas, un camino de encuentros sin discriminación ni odios, algo que fue imposible para muchos de sus padres.

La violencia evidenció la necesidad de enseñarles a los niños y niñas a resolver sus conflictos de manera pacífica, a ser tolerantes y a promover, ellos mismos, una sociedad donde exista la paz, el respeto por los derechos humanos, la unidad y la reconciliación. No fue una tarea fácil, pero era claro que se debía empezar la reconstrucción con la niñez para la construcción de una sociedad y una cultura de paz, sin más guerras.

Esta dolorosa experiencia de la infancia en Ruanda ha dejado una enseñanza para todos los conflictos en el mundo: que no puede haber niños en la guerra porque las consecuencias no son sólo inmediatas, sino de generaciones enteras.

El papel de los medios de comunicación

A través de la estación de radio privada "Des Mille Collines" se difundía impunemente la propaganda racista y genocida en contra de los tutsi, lo que evidenció el papel de la radio en Ruanda y de la comunicación en general en todo el país.

Ante el pobre desarrollo de los periódicos y la escasa penetración de la televisión, la radio cumplió un rol protagónico. En su programación diaria, esta estación radial alentaba a los hutu a asegurarse de que los niños tutsi también fueran asesinados y a llenar las tumbas cavadas para enterrar a los tutsi.

La radio también inició una campaña en contra del FPR y de todos los partidos de oposición con consignas que se repetían, como “¿Ya has matado a un tutsi?”

El Tribunal Penal Internacional para Ruanda constituido en 1995 en Arusha ha dictado algunos fallos históricos. Por ejemplo, en diciembre de 2003 el Tribunal declaró culpables de genocidio a tres directores de medios de información de Ruanda por su papel en la incitación a la matanza. No sólo habían avivado el odio étnico sino, además, habían señalado las víctimas que habían de ser eliminadas. El Tribunal afirmó: "El poder de los medios de información para crear y destruir los valores humanos conlleva una gran responsabilidad...Las personas que controlan los medios informativos son responsables de las consecuencias de los actos de estos".

A 25 años del genocidio de Ruanda de 1994, la ONU ha fracasado, como organización de protección de los pueblos, y la humanidad se debate moralmente su destino, ante nuevas matanzas y crímenes sobre las voces inocentes que caen una vez más bajo la sombra de la impunidad del criminal y el silencio cómplice de las potencias hegemónicas.

Israel: Elecciones para una Etnocracia


Las elecciones legislativas israelíes celebradas en 2015 eran una victoria para las posiciones más extremas de Israel.

En marzo del año 2015, en las elecciones legislativas celebradas en Israel y que significaron el triunfo de Benjamín Netanyahu, sostuve que esa victoria implicaba el éxito de las posiciones más extremas de la entidad sionista.

Cuatro años después, este 9 de abril del año 2019, tal conclusión se inscribe en la misma dirección, sin mayores variaciones, consolidando una sociedad cada día más fundamentalista. No importaba el apellido del Benjamín que presidiera estos nuevos cuatro años de gobierno en Israel, el sionismo seguirá con su senda de crimen y extremismo. Las cifras finales muestran, en forma contundente que Netanyahu, el Benjamín más vociferante, ocupará por quinta vez el cargo de primer ministro de la entidad sionista.

Ha sido el premio a un trabajo constante de elevar el belicismo como una conducta insustituible, para todo candidato que pretende presidir los destinos del régimen israelí. Una entidad autodenominada como la “mayor democracia de Oriente Medio”, que es parte del mito tejido por esta sociedad que en realidad ha demostrado ser una etnocracia. Los votos obtenidos por Benjamín Netanyahu del Likud, 36 escaños de un total de 120 en disputa, en pugna con el ex general Benny Gantz, que preside la coalición de centroderecha Kajol Lavan, que alcanzó 35 cupos parlamentarios, le otorga a Netanyahu la opción de formar gobierno con la suma de 65 escaños parlamentarios, cuatro más que los 61 necesarios para ser mayoría.

Un Netanyahu, que a sus 36 asientos suma los parlamentarios electos de lo más extremo, ultranacionalista y fundamentalista de la sociedad israelí: 5 diputados de la Derecha Unida, 5 de Ysrael Beitenu (del ex Ministro de Asuntos Militares Avigdor Lieberman), los 7 asientos de la UTJ (Yahadut Hatorá: judaísmo ultraortodoxo), Kulanu (del dirigente Moshe Khalon) que posee 4 escaños y finalmente los 8 del movimiento ultraortodoxo sefardí Shas. No obtuvieron representación los partidos de los extremistas sionistas Naftali Bennett, quien ocupa el cargo de Ministro de Educación de Netanyahu, y el de la ministra israelí de asuntos judiciales Ayelet Shaked, conocida por demandar en su época de diputada, la muerte de madres de hijos e hijas palestinas "Deberían desaparecer junto a sus hogares, donde han criado a estas serpientes. De lo contrario, criarán más pequeñas serpientes”. En todo caso está pendiente una solicitud de revisión ante el comité central de elecciones que podría significar, si se acepta la alegación que este partido logré los cuatro escaños mínimos si obtiene representación parlamentaria – superando el umbral del 3,26%- lo que significaría una merma en la Alianza Azul y Blanco y una subida en la alianza de la ultraderecha.

En algún momento los partidarios de la Alianza Kajol Lavan y en general los opositores a Netanyahu, expresaron su esperanza que los 36 asientos en el parlamento obtenido la alianza liderada por Gantz: formada: Resiliencia para Israel, el centrista Yesh Atid, del ex ministro Yair Lapid, y el movimiento Telem, lo llevarían a tener una opción más que favorable, vista la alta votación obtenida, para presidir así el gobierno israelí y desbancar a Netanyahu. En función del sistema electoral israelí necesitaba sumar votos de diversos frentes políticos: la centroderecha, la izquierda e incluso estimular el apoyo de los grupos políticos árabes, que se veía a todas luces imposible. Netanyahu triunfó porque es un político astuto, sin remilgos morales, sin reparos ni aprensiones a la hora de ofrecer incluso lo que parezca contradictorio entre los objetivos de su coalición. Todo vale para atraer a los partidos minoritarios, que le van a permitan a este político sionista asumir por quinta vez el cargo de Primer Ministro. Ya verá como otorga más casas en territorios usurpados. Como asigna beneficios a los estudiosos de la Torá y les permite a los ultraortodoxos no hacer el servicio militar. Ya discutirá con sus amigos estadounidenses la manera de allegar más recursos al Ejército, como también la forma de favorecer al 17% de población israelí de origen.

Recordemos, que desde el año 1948 (cuando nace la entidad israelí) ninguno de los partidos participantes en las elecciones ha podido obtener los 61 escaños que garantizan la mayoría en el Parlamento, por lo que tras el anuncio de los resultados siempre ha sido necesario formar una coalición de Gobierno. En esta elección legislativa 2019 no se exceptúa tal situación y por ello los primeros cómputos sólo dieron paso a la especulación pues, lo verdaderamente fundamental es la capacidad que tuviera Netanyahu y Gantz para atraer a sus rediles a aquellos partidos y movimientos que le garantizaran la mayoría requerida en el parlamento de esta entidad. La única salida que le queda a Gantz y en general a aquellos opositores a Netanyahu es un procedimiento destinado a lograr su destitución (impeachment) por las acusaciones, que activen sin frenos las instancias judiciales, que lleven a este primer ministro a juicio por las acusaciones de soborno, corrupción y tráfico de influencia, inhabilitándolo para ejercer cargos de representación popular ¿será capaz la justicia de Israel de concretar una acción así? No lo creo y tampoco es viable, aunque no imposible, que Kajol Lavan., Meretz o los partidos árabes se definan por esa vía.

El resto de los partidos y movimientos, sin opción, son el Laborismo, que a raíz de la debacle electoral (sólo obtuvo seis escaños con un 4,46% de los votos, el peor resultado desde que nació la entidad sionista el año 1948) el año 2015 obtuvo en alianza con el pequeño partido Hatnuá de Tzipi Livni 19 escaños. Los resultados lo tienen en la UCI discutiendo el exigir la renuncia de su presidente Avi Gabbay y promover la unión con el partido Meretz, que es la única organización judía que plantea la necesidad de un proceso de negociación con los palestinos y cree en la idea de los dos estados.

Los partidos de la comunidad árabe, por su parte, que en las elecciones pasadas obtuvieron 13 escaños, esta vez bajaron su número a diez representantes, principalmente por la escasa asistencia a los centros de votación. Cuatro partidos árabes entraron en las elecciones del 9 de abril con dos listas: La del Frente Árabe Demócrata y Árabe para el Cambio y la lista de la Unión Árabe y el Partido Tagammu, compuesto por el Movimiento Islámico del Sur y el Partido Democrático del Sur, fundado por el ex diputado Azmi Bishara. Un sector que ve constreñido sus derechos y su participación al amparo de la Ley del estado de nación judía, una ley que consolida la etnocracia judía en Israel.

El pasado miércoles la alianza Azul y Blanco de Benny Gantz (Kajol Lavan) que parecía encaminarse a la victoria reconoció su derrota al constatar que la suma total de votos parlamentarios en la elección legislativa daban la primera opción a Netanyahu a la hora que el Presidente Reuven Rivlin inicie el miércoles 17 de abril las consultas con los partidos que obtuvieron representación parlamentaria, para así formar gobierno. Tras esta ronda de reuniones, Rivlin recomendará a uno de los diputados electos como primer ministro (que será, sino existe una catástrofe, Benjamín Netanyahu). El elegido tendrá así 28 días para formar su gabinete, ampliable a otros 14 días.

Para el diario israelí Haaretz lo positivo de esta elección es que Netanyahu no arrasó como era su pretensión “Como muchos han observado, esta no fue una elección sobre temas, sino un referéndum sobre Netanyahu. Luchó con los dientes y las uñas, utilizando todos los trucos sucios del libro, burlándose sin vergüenza de Gantz, a quien en realidad había nombrado jefe de personal del ejército israelí y elogiado de manera implacable, antes de convertirse en un rival político, con noticias falsas e insinuaciones. Y a pesar de tener dos púlpitos de acoso masivo como primer ministro y ministro de defensa; a pesar de presionar cada botón de pánico, decir cada mentira, soplar cualquier silbato de perro racista que pudiera encontrar y toda la ayuda que recibió de Donald Trump, Vladimir Putin y Jair Bolsonaro, y enfrentar una oposición mal coordinada y a menudo desafortunada, sólo fue una estrecha victoria”.

Los votos son una mascarada

Lo referido habla de lo formal, de votos, de recuentos, de participación de ciudadanos israelíes, donde la comunidad árabe se restó masivamente (en comparación al año 2015) y que a pesar del gran número de nombres que estaban en las papeletas y la diversidad de partidos y movimientos, en esencia representan exactamente lo mismo: consolidar la visión y práctica de una sociedad, que normaliza la ocupación y colonialismo sobre Palestina. El racismo y la violencia cotidiana ejercida sobre los territorios ocupados, el refuerzo de una etnocracia donde la Ley de Estado Nación judía, aprobada el 19 de julio del año 2018 comprueba que la segregación es parte inseparable de la vida política y social en Israel. Una ley que especifica que “Israel es la patria histórica del pueblo judía” y deja formalizada la condición de ciudadanos de segunda clase a la minoría árabe, así como acrecienta el carácter de apartheid de una sociedad dominada abrumadoramente por el sionismo.

Escrutadas el 99% de las mesas de votación, el organismo electoral – comité central electoral – señaló que con 3.9 millones de votos escrutados, el Likud obtuvo un 26,47% del total de los votos válidamente emitidos mientras Kajol Lavan de Benjamín Gantz acumulaba un 26,11%. la participación electoral rondó el 68% cuatro puntos menos que la elección del año 2015 según lo dio a conocer Times of Israel. Las informaciones respecto a lo que se avecina señalan que “en el plazo de una semana en función de los resultados y tras consultar a los representantes de los partidos elegidos para la Knesset, el presidente Reuven Rivlin, encargará a uno de los diputados formar esta coalición de Gobierno. El candidato a ocupar el cargo de primer ministro suele ser el líder del partido con el mayor número de escaños. Hecho el encargo existe un plazo de 42 días para formar gobierno. De no hacerlo, el presidente le pediría a otro político que lo intente. En ese marco, los 36 escaños obtenidos por Netanyahu lo harán buscar aliados con aquellos que formó gobierno el año 2015, con el clásico ofertón de carteras ministeriales, subsidios, prebendas, sobre todo a los partidos y movimientos ligados a los fundamentalistas y colonos, que en coaliciones anteriores han vendido sus voluntades y apoyos vislumbrándose un futuro profundamente fundamentalista.

Hace cuatro años atrás sostuve que la guerra tras las elecciones del año 2015 estuvo de fiesta y tras las adelantas elecciones celebradas este 9 de abril del 2019 esa festividad ha mostrado que no quiere parar, convirtiéndose en la esencia de una sociedad israelí que le otorga carta blanca a sus líderes políticos y militares más extremistas representados por Benjamín Netanyahu, que a pesar de las acusaciones por corrupción no tuvo reparos en presentarse a estas elecciones, a sabiendas que la impunidad lo acompaña. No le perdió pisada otro de los candidatos, Benny Gantz, ex jefe del Estado Mayor del Ejército Sionista, responsable de miles de crímenes contra el pueblo palestino (estuvo a cargo de las fuerzas militares que atacó la Franja de Gaza el año 2014 en la denominada campaña “margen protector”). Un militar que a pesar de los intentos de la prensa occidental no pudo cambiar la visión de “halcón” que se tiene de él y sus acciones militares.

Este es el mismo Gantz que tras las operaciones de crímenes de guerra contra la Franja de Gaza sostuvo “que hemos devuelto a partes de Gaza a la edad de Piedra” de lo cual se jactó en videos de campaña donde presentaba como “fruto” de su labor militar el asesinato de 2.300 palestinos, causando heridas a 10 mil y a la destrucción de gran parte de la infraestructura gazetí. Este es el mismo ex General que activó en agosto del año 2014 el llamado Protocolo Hannibal, destinado a prevenir la captura de soldados israelíes en la campaña que significó, en pocos días la muerte de 135 civiles palestinos. Además de ordenar el castigo indiscriminado a latigazos a barrios enteros en la ciudad de Rafah el 1 de agosto de ese año trágico. Un Gantz no es menos sionista ni menos criminal que Netanyahu, aunque la prensa “liberal” pretendió mostrarlo como una especie de un “cambio necesario”. Ambos benjamines han expresado en forma indiscutible la esencia fundamentalista de la etnocracia israelí.

Una sociedad como la israelí, donde las opciones políticas fueron candidatos de la catadura moral de Netanyahu, Benny Gantz, Naftali Bennett, Ayeled Shaked, Avigdor Lieberman o cualquiera cuyas declaraciones y acciones van encaminadas a plasmar una política de genocidio del pueblo palestino, no puede ser denominada una democracia. Un remedo a lo más, una caricatura amplificada por los medios de información dominados por el sionismo y que pretenden mostrar a Israel como una especie de faro en una creciente corriente de islamofobia promovida por las grandes potencias occidentales. El cuento de considerar a Israel como “la mayor democracia de Oriente Medio” es para incautos, para aquellos seducidos por la mitificación de una entidad, que se ha consolidado en virtud del crimen, la ocupación y colonización de Palestina. Una entidad que ha concretado una etnocracia, donde la condición de judío otorga derechos y el resto de los goyim (no judíos) son simplemente “excremento, ganado, servidumbre” con que los políticos sionistas han calificado a los pueblos de Oriente Medio.

El factor Irán

Un Israel que segrega a la población árabe que habita en los territorios usurpados tras su nacimiento el año 1948 y sobre todo ha permitido a este régimen extremista, erigirse como la punta de lanza de la política estadounidense para Oriente Medio, que en los últimos años ha significado tratar de derrocar al gobierno sirio, desestabilizar El Líbano en su pugna con Hezbolá y generar una política hostil contra la República Islámica de Irán. En este último punto, la cercanía lograda entre el régimen israelí y Washington ha significado contar con la plena incondicionalidad del gobierno de Donald Trump en todas las políticas dirigidas contra la nación persa, la última de las cuales ha sido declarar a una de las ramas de las Fuerzas Armadas de Irán, el Cuerpo de Guardianes de la Revolución Islámica como un grupo terrorista.

Una decisión que el propio Netanyahu dejó claro que obedeció al pavor del que está poseído el régimen israelí ante la clara presencia y poder de la nación persa y el Eje de la Resistencia cuyas fuerzas están en las fronteras de la Palestina histórica, en los límites de los Altos del Golán sirio ocupado, estrechando cada día más el cerco contra la entidad sionista. Netanyahu no pudo ocultar la satisfacción ante el regalo ofrecido por Trump a las posturas en política exterior de Tel Aviv. Ello porque implica atacar directamente a un formidable enemigo como es Irán, sino que al mismo tiempo favorecer la campaña de Netanyahu que se jacta de poder dirigir la política exterior de Estados Unidos en materias que incumben a Israel. “Gracias, mi querido amigo, presidente Donald Trump, por declarar organización terrorista al Cuerpo de Guardianes de la Revolución Islámica iraní (…) Gracias por responder a otra de mis peticiones importantes” fueron las palabras gozosas de Netanyahu y la muestra más clara de esta alianza entre el imperialismo y el sionismo. Dos ideologías nefastas para la humanidad.

Irán, en una medida que lo muestra con la entereza y decisión que la ha caracterizado desde el triunfo de la revolución el año 1979 contestó con una medida firme al proponer, mediante una carta enviada al presidente de la República y jefe del Consejo Supremo de Seguridad Nacional, Hasan Rohani, que se clasifique al Comando central de los Estados Unidos – Centcom por sus siglas en inglés - como una organización terrorista por ser la responsable de las tropas estadounidenses en Oriente Medio. El canciller persa invocó para esta petición, aprobada unánimemente el parlamento iraní, una ley que el propio parlamento había aprobado para lidiar con las conductas violatorias de los derechos humanos y acciones terroristas que estados unidos propicia en la región. El Centcom es uno de los nueve comandos unificados que posee estados unidos alrededor del mundo y que en este caso comprende la presencia militar de estados Unidos en 27 países, que van desde el cuerno de África, pasando por Oriente Medio y Asia Central.

Esto implica un reto que ha despertado la admiración de aquellos que han visto con pesar como Washington hace y deshace en el plano internacional. Considerar a los cuerpos armados de Estados unidos, presentes en el área de operaciones de irán implica una mirada y una acción decidida, donde todas las opciones están en la mesa, sobre todo si está en peligro o se amenaza la integridad territorial y la soberanía iraní. Teherán sostuvo que el Cuerpo de Guardianes de la Revolución Islámica es “la entidad antiterrorista más poderosa y pionera en la lucha contra el terrorismo en oriente medio” realidad expresada en los combates sostenidos contra los grupos terroristas takfirí, tanto en Siria como Irak, que han nacido al alero y el apoyo financiero, político, militar y logístico justamente de Estados Unidos y sus socios regionales representados por el sionismo y el wahabismo saudí.

El triunfo de las posiciones belicistas en las elecciones legislativas en Israel ejemplifica la dinámica criminal que anima la política del régimen sionista. Apelando al temor frente Palestina e Irán, Netanyahu centró su campaña en los aspectos externos obviando las deficiencias económicas y sociales que golpean a la sociedad israelí. Netanyahu apeló al sentimiento de temor, a la irracionalidad de ver en el otro al enemigo, apeló a la ignorancia y los recelos atávicos de una sociedad que se siente víctima de sus vecinos, que encerrada en sus muros defensivos cree construir un futuro más seguro en un territorio erizados de soldados y dotado de un escudo militar protector donde el arsenal nuclear pretende ser su estandarte de batalla. Incluso, en un claro guiño a los sectores terroristas al señalar que si accede a un quinto mandato “anexará Cisjordania a Israel” violando todas las resoluciones internacionales respecto a la violación que implica la construcción de asentamientos en Cisjordania y el traslado de colonos sionistas, para poblar dicho territorio imposibilitando la conformación de un Estado palestino.

Desde la Autoridad Nacional Palestina tal realidad ha sido reafirmada. El secretario general de la Organización para Liberación de Palestina (OLP), Saeb Erekat, en declaraciones ante la prensa internacional señaló que estas elecciones muestran que la sociedad israelí “ha dicho no a la paz y sí a la ocupación pues sólo el 8% - 18 diputados electos – de un total de 120 están en la idea de respaldar la solución de los dos Estados” . Las elecciones con sus resultados muestran que la realidad del pueblo palestino no cambiará. Resulta evidente que un envalentonado Netanyahu tras su triunfo no avanzará en un proceso de negociación con Palestina, no terminará la ocupación ni la estrategia de construcción de más asentamientos destinado a impedir el objetivo de concretar la autodeterminación del pueblo palestino. No se va a cejar en los intentos de judaizar Al Quds. Con Netanyahu el apoyo a bandas terroristas que afectan la estabilidad de Siria, El Líbano e Irak seguirá estando a la orden del día. Al igual que la política de presión a la República islámica de Irán y la estrecha alianza con el gobierno estadounidense.

Israel, con Netanyahu (pero también con Gantz si este hubiese triunfado) como Primer Ministro seguirá violando el derecho internacional. El lobby sionista a través del AIPAC seguirá dictando la política de Washington respecto a su hijo putativo en oriente medio. Tal como el año 2015, estas elecciones del 2019 signan para Oriente Medio en general y Palestina en particular, negros nubarrones. Nada bueno puede esperar el pueblo de la Franja de Gaza, ni la Cisjordania ocupada ni Al Quds. Nada positivo se avecina para los pueblos de El Líbano, de Siria pues el extremismo se ha convertido en línea estratégica en la política israelí.

Israel seguirá siendo gobernado por un político, un halcón, un belicista definido por el pensador estadounidense Noam Chomsky como “un atrevido, hipócrita y agresivo” a quien lo siguió en las preferencias de la sociedad israelí un ex general acusado por crímenes de guerra, interesados ambos en asegurarse que ninguna fuerza regional, frene la política expansionista de Tel Aviv y la política belicista de Estados Unidos en esa zona del mundo. Interesados, igualmente, en cercar a Irán, detener la influencia rusa en la zona del Cáucaso. Este 9 de abril, así como en cada elección en la entidad sionista ha triunfado nuevamente la guerra, además de la consolidación de la doctrina del nacionalsionismo. Triunfo el Benjamín de civil, con mentalidad bélica, el que ha prometido anexionar los asentamientos sionistas ilegales en Cisjordaniaa este Israel nacido arbitrariamente el año 1948 y que ocupa desde entonces la palestina histórica. Ha triunfado el político corrupto que ha recibido el espaldarazo de una sociedad, que cada cuatro años realiza el espectáculo electoral de turno para continuar mostrando y exhibiendo con su hasbara una mascarada de democracia.

La matemática maniatada: Números contra Venezuela


193 países son miembros de la ONU. 54 países reconocieron al golpista Juan Guaidó como presidente interino de la República Bolivariana de Venezuela.
Es decir, a 139 estados no les pasó por las cabezas gubernamentales que Nicolás Maduro no fuera el auténtico presidentede Venezuela. O, lo que es lo mismo, 139 países no reconocieron como presidente al invento estadounidense.
ONU + ONU = 0
Por estos días convulsos Guaidó vuelve a hablar de los muchos que lo reconocen. Que superan los 60, dice; pero nadie los nombra ni se halla el repertorio en parte alguna. Ni siquiera en la Wikipedia (2019), que actualiza cada tanto sus gazapos al respecto. Nuevos estados han de haberse agregado, pero de incógnitos. Otros son vergonzantes, porque reconocen en el fuero interno que no debieron reconocerlo.
Un reconocimiento por convicción ajena, con excepción de los Estados Unidos, que son el fértil criadero de las falacias por indudable conveniencia, y de Colombia, cuyos gobiernos siempre hallan la forma y la normativa para creérselas.
O por ladinos de la minería y los hidrocarburos, mayúsculos y aprovechados, como Canadá, u oportunistas de doble vía, como España, que de instar al presidente Maduro para convocar a elecciones, con grosería y a término fijo, y de poner a Pedro Sánchez a leer las definiciones de diccionario de la democracia (EL PAIS, 2019) que no tienen desde hace exactamente ochenta años (1 de abril de 1939), pasó a trabajar con los países de la Unión Europea“para garantizar que los representantes de Guaidó en la UE no recibieran estatus diplomático o privilegios” (Neue OZ, 2019).
Lo cierto es que Guaidó está rodeado de embajadores sin credenciales y sin sede, y de emisarios, los más listos, no hay duda, que nunca aparecieron por sus misiones ni se movieron de sus aposentos particulares.
En la fogosidad febrerista (a la venezolana, que no a la paraguaya, pero casi) y con un sentido colombo lefebvrista de la renovación diplomática, Guaidó nombró a Gustavo Tarre Briceño como su representante ante la OEA, otro más en la larga nómina de los embajadores, más extraordinarios que plenipotenciarios, nombrados a dedo.
Eso sí, designado a la medida de Alejandro Ordóñez Maldonado, el exprocurador colombiano que en la misma organización estadounidense representa al país vecino como el cura de las misas a las que asiste: de espaldas a la feligresía.
Viejos figurines de Acción Democrática (AD) resurgen en familiares interpuestas, hijas y sobrinas, y seniles caudillos de Copei que aún actúan de cuerpo presente. Para que no lo despellejen vivo, Guaidó echa mano de vetustos acorazados, vuelve la vieja data de nuevo cuño y remozada la IV República. Ansían que de la V el país vaya (regrese) a la IV, que sí fue de quinta.
La prepotente UE, que le dio ocho días a Maduro para convocar a elecciones bajo la amenaza de reconocer a Guaidó como presidente, mira para otro lado cuando asoman sus nombrados y apenas les da carácter de representantes personales de quien a la hora de hablar en serio no descifran qué representa, sabiendo eso sí de sobra que no es al país (Neue OZ, 2019).
El inaudito presidente de transición ahora es de nuevo el agitador y lenguaraz en trance que espera derrocar a Maduro esparciendo caos y planillas traducidas del inglés, y teniendo por escuderos a caudillos venidos de la nada a menos: Manuel Rosales, Henrique Capriles, Henry Ramos Allup, Edgar Zambrano, Luis Florido, para citar por citar unos cuantos dummies presentes en el lanzamiento exhibicionista de la Operación Libertad  (NTN24, 2019).
Para despejar dudas, los Estados Unidos conminaron a los medios a que en sus coberturas no se les ocurriera llamar líder opositor ni presidente autoproclamado al autodenominado Juan Guaidó, porque, según ellos, ninguno de los dos calificativossería (¿Es? ¿Era?) correcto, en esa acendrada manía de justipreciar al lacayo y menospreciar al contradictor.
¿Por qué? No existe una razón democrática. No hay ningún fundamento en la jurisprudencia. Los artículos constitucionales citados para avalar la intentona de golpe en Venezuela (233, 333 y 350, y la amenaza eterna del 187, numeral 11) no tienen nada que ver con las motivaciones por las que eran y son traídos por los pelos. No son factibles las excusas de liberación o las salvaciones. No cupo altruismo ni el carácter excepcional de nada ni de nadie.
Los Estados Unidos se han autoproclamado adalides del planeta. Se adjudican las riquezas existentesen las regiones que someten. Su autoridad amenaza a los países que eligen el destino de no ser sus peones o secuaces. Se asignaron a ellos mismos el papel de héroes de tira cómica y buenos de película mala. Eso es lo que sucede.
“Referirse a Juan Guaidó de cualquier otra forma que no sea presidente interino es falso, cae en la narrativa de una dictadura”, afirmó Robert Palladino, portavoz del Departamento de Estado (2019). Lo único tan grotesco como lo que anunció es la manera ridícula en que lo hizo: sin convicción, sin la menor cortesía hacia el tonto que tomaba nota de lo que decía.
En la vida cotidiana, las centenas de horas perdidas aprendiendo cálculos y aritméticas, álgebras y matemáticas, apenas son una hilera de agraciadas esdrújulas y saber descifrar “>” y “<“ (mayor que y menor que), dos signos solitarios e inútiles.
De tal suerte, podemos afirmar sin miedo a error que 54 > 193, o, lo que es lo mismo, 193 < 54.  Es de lo que trataron de convencernos en asuntos de números, sumas y restas, los mismos que nos han persuadido de que tienen y tenemos democracia, tienen y tenemos justicia, tienen y tenemos al alcance esa ave arisca que se llama felicidad. La verdad es que cualquier otra lectura de la realidad es amañada y le sigue el juego a “una dictadura”. Las matemática maniatadas no mienten.
Las sumas armadas
En las intenciones de los golpistas venezolanos, los militares siempre fueron la joya de la corona, el objetivo principal a cautivar y sobornar. En América Latina, particularmente, un golpe de estado sin militares sería igual a una revolución de colores sin la CIA, la NED, Soros o la USAID.
Hasta el 24 de febrero, a la mañana siguiente de la fecha establecida para el definitivo derrocamiento de Maduro, luego de la gran parafernalia montada, Guaidó, los altos funcionarios gringos, el tunante secretario general de la OEA, el aún más tunante presidente de Colombia, alguno que otro solícito advenedizo y los medios hegemónicos daban partes alegres cuando un militar incauto mordía el anzuelo de los veinte mil dólares ofrecidos por cabeza desertora (HSB Noticias, 2019).
Cada soldado era esperado con una expectación cómica y a los que arribaron primero les tenían lista la gestión de la nueva ciudadanía colombiana (gestión que semanas después sigue en papeleo, es decir, en veremos y empapelada) y un micrófono para decir alguna chorrada antipatriótica de Venezuela y patriotera del vecino.
Como si saltar unas cuantas vallas fuera tan heroico como incendiar un camión sin cruzarlas siquiera. El caballo de Troya ardiendo antes de cruzar el país fortificado con contenedores vacíos.
De uno en uno fueron agregándolos y exhibiéndolos ante las cámaras, hora tras hora, días tras días, hasta que se escabulleron las lentes y se terminaron los tiempos pregonados. La suma total de los evadidos, con la ayuda de la arismética y de otros malabares en desuso, más abstractos que el álgebra, a duras penas sobrepasó el medio millar.
Aunque, después de abandonado el asunto, el arrinconado Guaidó sostuviera en un pretérito resignado que los tránsfugas llegaron a ser más de mil. Algo es algo, por no decir que fue nada de nada. Pues la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) está integrada por 235 000 militares.
Guaidó, en la última oportunidad en que se refirió al tema con menos distracción, ratificó que más de seiscientos militares le habían “dado la espalda a Maduro” (RCN, 2019). Lo soltó como si la cifra fuera un éxito. Y se permitió agregar que “un 80% de las Fuerzas Armadas está (yo le quité la “n”) a favor del cambio”, y que se mantenía en “el proceso para buscar más apoyo”.
Por estos días de consternación, el autoproclamado manifiesta que las simpatías giran en torno al 90%, pero que aún le falta un tanto, lo cual permite suponer que esas avenencias castrenses son inversamente proporcionales a la perturbación de sus opciones. ¿Qué ocurrirá cuando franquee el 100% del apoyo militar y el 100% del de la población? ¿Cuánto por ciento falta, en su criterio variable, para que suceda algo, y cuánto sobra para que no pase nada?
¿De qué niveles de apoyo requiere Guaidó? ¿Y eso por qué será? Hasta en los sistemas de las mal llamadas democracias y en la mayoría de las entidades y empresas si alguien cuenta con la mitad (el 50%) más uno de los votos ya ganó. Apenas y si acaso reformas constitucionales o decisiones súper trascendentales se toman con mayorías cualificadas, digamos, el 55%, el 65%, las dos terceras partes de un parlamento o de una junta.
Este es entonces un caso particular donde el que cuenta con el 80 o 90% a favor dispone de las dificultades del que tiene el 10 o el 20%, o menos, y está en la obligación de remontar. Algo que no cuadraría si se tratara de las matemáticas normales, de pénsum y currículos, pero sabemos que no es así.
Si no, tampoco sería posible que seiscientos fueran el 80% de 235 000 y, por consiguiente, querría decir que el golpista apenas llegó al 0,25% de las fuerzas militares para dar el golpe. Con razón le fue como le fue.
Además, hay que considerarlo, Maduro obtuvo 6.248.864 votos en las elecciones presidenciales de mayo de 2018. Un guarismo nada despreciable, que representó el 67.84% del total de los votos escrutados (9.387.449). (CNE, 2018).
El único cargo de Guaidó cosechado por elección popular ha sido el de diputado de la Asamblea Nacional por el estado Vargas, en 2015, donde se ubicó de segundo para los dos puestos con que contó el pequeño estado. Allí contabilizó 97.492 del total de los 410.342 votos escrutados (el 26,01%). (CNE, 2015).
Según las matemáticas de la escuela, la simplona cuestión de saber qué porcentaje de votos tiene Guaidó con respecto a Maduro se resuelve con una regla de tres simple. Si tenemos que los votos de Maduro son el 100%, ¿cuál es el porcentaje de los votos de Guaidó? Pues bien, basta con multiplicar la cifra de Guaidó por cien y el resultado dividirlo por la de Maduro, y tendremos que el autoproclamado cuenta con poco menos del 1,56% de los votos de Maduro.
En términos electorales eso de por sí podría tolerarse, al fin y al cabo, alguien puede alegar que es como comparar peras con manzanas, pues una cosa son las elecciones presidenciales y otra las legislativas, en mecanismos, en identificación, en participación. Cierto, aunque en términos estrictamente cuantitativos votos son votos y números son números. Deberían serlo, digo.
El colmo del descaro es basar la legitimidad de Guaidó en el respeto a las reglas de juego de la democracia, a ganar elecciones, y además ir pregonando a los cuatro vientos que él merece la presidencia precisamente por la razón que le da la democracia, que le dan los votos, que le debería dar la gente que no lo conoce como individuo ni lo reconoce como presidente.
Claro, cuenta con grupos de extremistaspagos, e inadaptados y matones de allende la llanura. Y para esos pagos y viáticos el autoproclamado presidente puede hacer autogiros de los recursos que los Estados Unidos le roban a Venezuela, que van a dar a sus arcas y que a la larga fueran un autorrobo si creyéramos que él hace parte del pueblo por el que invoca la lucha.
Habrá que ver cuánta hambre van a aguantar en Cúcuta los soldados y cabos y sargentos renegados esperando los ofrecimientos incumplidos, que iban desde unos cuantos dólares hasta el redimido país de Nuncajamás al que les prometieron que regresarían de la mano de Guaidó varios días después, hace ya semanas que pronto serán hartos meses.
Al fin y al cabo, debieron darse por bien servidos que luego del show no los acusaran de espías en Colombia (Fernández, 2019) y los deportan como amenazas a la seguridad nacional de uno de los países a los que menos les importa la inseguridad rampante.
Ojalá que a aquel coronel de Maracaibo, sin nombre como el de García Márquez, a pesar de que fue lo primero y lo único que leyó más o menos bien ante la cámara del texto que le redactó de afán algún enemigo (Shoer Roth, 2019), cuando menos haya tenido quien le escriba y le haya informado que se jodió.
Totalitarismo democrático
De los 49 gobiernos catalogados como dictaduras en el mundo, los Estados Unidos abrazan y suministran ayuda militar a 36 de ellos. Lo que sería igual a decir que el gobierno federal apoya más del 73% de las dictaduras del mundo (Truthout, 2017).
Los datos corresponden a Freedom House, la tendenciosa “organización de vigilancia independiente dedicada a la expansión de la libertad y la democracia alrededor del mundo” (Freedom House, 2019), que elabora anualmente el reporte Freedom in the World. 
La cosa es tan grave que, a pesar del carácter ultraderechista y pro estadounidense de la institución, hay que tener en cuenta sus estadísticas porque no hay más. Según Rich Whitney, los informes de Freedom House “parecen ser el mejor indicador (si no el único) de derechos políticos y libertades que abarca a todas las naciones del mundo”.
Whitney desarrolla la investigación para responder una inquietud elemental: “¿El gobierno de los Estados Unidos realmente se opone a las dictaduras y es el campeón de la democracia alrededordel mundo, como se nos dice repetidamente?”. La conclusión a la que llega es elemental: No.
El hecho es que, más allá de las feroces dictaduras conocidas, que el gobierno estadounidense exculpa y protege, como la monarquía de Arabia Saudita o la represiva junta militar de Egipto, las relaciones son muy cordiales con un buen cúmulo de gobiernos del mismo corte brutal.
Las matemáticas, otra vez, como las conocemos, no operan en la realidad, porque no son un asunto numérico ni se trata de las operaciones básicas de sumar y restar, sino de cuestiones morales, que son aun más relativas e imprecisas que una ciencia exacta.
Por lo tanto, en la enrevesada escala de valores estadounidense, en la que el contrario es denigrado, el competidor es execrable y el adversario merece la erradicación, deberíamos también aceptar que unos pocos importan más que muchos y que, desde luego, 1 > 39.
Eso aclara por qué la terquedad de los Estados Unidos contra el gobierno de un país como Venezuela y contra unos presidentes que, de Chávez a Maduro, no hicieron otra cosa que tratar de llevársela bien con ellos.
Porque la verdad es que nunca expropiaron una sola empresa gringa, si acaso nacionalizaron algunas y procedieron a indemnizarlas con creces. Nunca dejaron de suministrarle su petróleo a las poderosas refinerías estadounidenses del Golfo de México ni de la costa Oeste. Jamás les cerraron sus locales de tapadera ni les tocaron un pelo a sus funcionarios atrevidos ni a sus espías de medio pelo.
A lo mejor por eso ahora están haciendo lo que desde un principio se sabía que iban a terminar haciendo, pues es lo que siempre han hecho: dándole una patada a las buenas intenciones de la contraparte y tratando de quedarse con todas las apuestas sobre la mesa.
No contaron con que las patas de palo de la silla del oponente estaban puestas sobre un pueblo y unas fuerzas militares sólidas, ambos coherentes con el designio de una patria respetable y con la disposición para soportar el juego sucio de los adversarios.
Así que lo que en un comienzo calificamos como una obsesión de los Estados Unidos es apenas la consecuencia dialéctica de una escala de valores puesta de revés, antes que por los insanos señores de la guerra, por los desnivelados amantes de la intimidatoria paz que pregonan.
34 billones = 20 millones
Los economistas contra Venezuela airean las dificultades del país con regodeo. A la contracción de la economía, la hiperinflación y el desabastecimiento de productos básicos le adicionan el colapso del sistema eléctrico, cuyas pérdidas, estimadas desde antes de ocasionarlas, rondarían los cuatrocientos millones de dólares por día de apagón, es decir, entre dos mil quinientos y tres mil millones de dólares en total. ¿De dónde salen los datos? De ellos mismos buscándose y hallándose en cualesquiera de los buscadores más charlatanes, pero populares.
Y adentro continúan causando apagones y afuera la Oficina de Control de Activos Extranjeros del Departamento del Tesoro estadounidense no deja de agrandar la lista negra de los sancionados por comerciar con Venezuela. Cifras y más cifras, que son dolor y penurias de una población, para compartir y disfrutar.
¿Son ciertas esas cifras o quizás aproximadas? Nadie lo sabe, y menos aún lo saben quienes las sueltan con absoluta irresponsabilidad, en el mismo estilo desabrochado con el que dan datos inventados y fechas perversamente precisas para la caída del gobierno, o juegan con las fechas precisas y estipuladas en los propios artículos de la Constitución que aluden.  
Las causas de la debacle eléctrica, sostienen estos entendidos, corresponden a la falta de inversión y mantenimiento de la red eléctrica durante dos décadas. La teoría de la conspiración es reemplazada por la casualidad, y se niega cualquier acceso a las manos sigilosas de la causalidad.
Azar de los azares, el sistema sufre un síncope del ciento por ciento a unos días del fiasco humanitario, a dos días del regreso sin pena ni gloria de Guaidó y a unas horas del enojo sin contención en las declaraciones de los altos funcionarios estadounidenses.
Como para recordar, en todo caso, la aseveración de Robert Coveyou, el célebre matemático británico: “La generación de números aleatorios es demasiado importante para ser dejada al azar” (Quotes, 2019).
Como el periodista “mayamero” sin escrúpulos Jaime Baily sabía, y así lo confiesa, del magnicidio dispuesto hace unos meses contra el jefe de estado venezolano (Noticias en Red, 2019), igual estaban avisados del ataque contra la infraestructura eléctrica (ocurrido 16:55 hora local de Caracas [GMT-4]), el senador estadounidense Marco Rubio (trino a las 17:18, hora local de Washington D. C. [GMT-4]) y el autoproclamado en tarima Juan Guaidó (trino a las 18:24, hora local [GMT-4]), y así lo constatan los trinos.
A 89 minutos del atentado eléctrico, Guaidó dejaba claro que el atentado era de grandes proporciones y en su trino, mitad triunfalismo, mitad amenaza, advirtió que la luz demoraría. Y Rubio, el mandamás latino de las maquinaciones, está aún más al tanto de los pormenores y a sólo 23 minutos del ataque confirma que los generadores de respaldo también habían fallado. Y sí, por supuesto, “fallaron”.
O el congresista Rubio tiene un talento en tiempo real para la deducción lógica y las inferencias fatídicas. O es un irresponsable que trina por trinar y alarma a una población angustiada, lo que comportaría un sadismo vistoso. O es alguien presto a servirle a los saboteadores furibundos de caja de resonancia en directo. O Rubio sabía de antemano el delito en el que iban a incurrir sus incondicionales.
De pronto, del mismo modo que invitaron a Bayly los amigos que lo creen periodista y que él trata de hacernos creer que son fuentes para comunicarle entre sorbo y sorbo de café que “el sábado vamos a matar a Maduro con drones”, así le notificaron a Rubio que “el jueves vamos a acabar con el sistema eléctrico venezolano”, y él, qué más iba a decir, al igual que Bayly, respondió: “¡Hágale!”. ¡Háganle pa’ esa! Y lo hicieron.
Como lo hicieron los Estados Unidos en Irak y en Libia: destruyeron las plantas y las torres de energía, cortaron el suministro de agua y envenenaron las fuentes naturales que no pudieron romper ni frenar con bombas.
Los Estados Unidos, a través de la USAID, hablaron de una donación de veinte millones de dólares en una ayuda humanitaria que el gobierno venezolano se negó a recibir, no por capricho, sino con fundamentos.
Porque las ayudas de esta entidad socia de la CIA no sirven, lo cual experimentó Bolivia en carne propia con la ayuda alimentaria suministrada a comienzos de los años dos mil, un maíz transgénico no apto para el consumo humano (Sputnik, 2019).
Porque son forzadas. Ningún país con un asomo de dignidad pensaría siquiera en aceptarlas. Tampoco es soberbia, sino la rabia que producen montajes mediocres y dañinos contra una población a la que tratan con desprecio, junto al pueril desafío de que las ayudad entran porque entran. Como dice el refrán mexicano, "ni amor obligado, ni zapato ajustado”.
Lo más grave, porque se utilizan como punta de lanza para la invasión de países; son el complemento de la infiltración y el generador de desestabilización que justifica las intervenciones humanitarias, operaciones tan generosas como criminales, acompañadas de miles de marines que multiplican de modo exponencial la crisis sanitaria y el hambre: Somalia, Libia, Iraq, Haití, en fin. Contraindicadas las medicinas y contraproducentes los alimentos; la exposición peligrosa e innecesaria por una limosna (Misión Verdad, 2019).
A los veinte millones se le sumarían los cien mil dólares del Venezuela Aid Live. Pero nadie da razón del producido en el grotesco concierto: ¿Fue a dar a los bolsillos de unos avispados en Cúcuta? No creo. ¿A las faltriqueras de Bosé y su recua de faranduleros? No sé. ¿O se disipó en bombones para la aeronave VSS Unity de Virgin Galatic? ¡Vaya uno a saberlo! (Europa Press, 2019).
El Banco de Inglaterra, de otra parte, se niega a devolverle a Venezuela las reservas de oro valoradas en más de 1500 millones de dólares. Los estadounidenses presionan para que los activos se desvíen hacia el control de Guaidó y le sirvan de sustento para su actividad golpista, y para que la esposa merodee por Washington y se haga la consabida foto junto a Pence y a Trump (NBC News, 2019). Una Tintori añadida (la esposa del jefe preso de Guaidó) (Washington Post, 2019), o una María Corina en épocas de George W. Bush (Getty Images, 2005), antes del desuso al que la relegarían sus colegas de mala causa.
Los Estados Unidos aducen que asfixian el comercio del oro venezolano y bloquean el acceso del país a sus reservas con el pretexto de evitar su malversación por parte de las autoridades legales en acciones de corrupción y mala gestión, y antes de que estas dañen la infraestructura y afecten la ecología del país.
También, porque con tal oro el gobierno legítimo podría agravar la situación de los Derechos Humanos, agrandar la crisis de los refugiados, y, lo que es peor, mejorar la situación humanitaria a la que el país ha sido conducido por los Estados Unidos y sus cómplices, lo que no se menciona, y hacer aún más inútil de lo que ya fue el ingreso de la ayuda envenenada.
Pero eso no es todo. El gobierno estadounidense intensifica las medidas económicas contra Venezuela en todos los ámbitos. Se toma la refinería CITGO y secuestra sus cuentas, para usar sus fondos en el pago de bonos de deuda privilegiados al antojo (RT).
No cesan las sanciones contra PDVSA, que se volverán un búmeran contra el propio mercado estadounidense, contra las refinerías de Texas y Luisiana, y que pondrán a toda la costa del Golfo a escupir el azufre de los petróleos canadienses de malas calidades. Pero providencias que, con el orgullo herido, la soberbia maltrecha y la invasión sin pudores en los espíritus de John, Mike, Elliott y Marco, se adoptan porque se adoptan.
Se congelan las cuentas del Gobierno de Venezuela y del Banco Central de Venezuela abiertas en bancos en los Estados Unidos, y se procede a amenazar a las instituciones financieras de todos el mundo que efectúen operaciones con el gobierno (The Washington Post, 2019).
Según las estimaciones reveladas a mediados de febrero por Ricardo Menéndez, ministro del Poder Popular de Planificación de Venezuela, las pérdidas directas en producción de bienes y servicios y en actividad petrolera, producto de los embargos financieros impuestos por Estados Unidos, ascienden a 38 000 millones de dólares (Hispantv, 2019).
El presidente Maduro, al inicio del año, en entrevista con el periodista Ignacio Ramonet, señaló que las pérdidas del país, sólo en 2018, fueron cercanas a los veinte mil millones de dólares (VTV, 2019) debido a la persecución criminal de los Estados Unidos.
Así que las cantidades que los Estados Unidos anunciaron una vez como aporte son migajas minúsculas. Veinte millones que, en definitiva, serían para el bolsillo de Guaidó, o de Vecchio (VOA, 2019), o de los dummies, y no para el país. Una cuantía que no cubre lo perdido por Venezuela en las comisiones de una sola operación cambiara, por ejemplo, la de compra de medicamentos, de paso congelada por los estadounidenses. Monedas ofrecidas con bombos y platillos y en momentos cruciales que, por adición,  jamás llegan, tal cual es la costumbre con las dádivas oportunistas.
Los valores nulos que no son cero
Están lejos los tiempos en los que Guaidó pregonaba su disposición para “ofrecer amnistía a Maduro” (Semana, 2019). Terminó este ofreciéndole impunidad a Guaidó, por la elemental razón de que en la cárcel la baraúnda mediática haría de él un preso político, un inmolado en aras de supuesta libertad.
En tanto que afuera de las rejas el autoproclamado no es sino otro cero a la izquierda en la vasta fila de ceros a la izquierda de la derecha venezolana. La tozudez ideológica que no ceja en el empeño de ser una cifra dividida y un valor vacío en la vida política del país.
Guaidó no sumó una presidencia, pero restó un parlamento. Le hicieron creer que tenía un poder ejecutivo entre las manos y él terminó dejando al descubierto el carácter inservible de la Asamblea Nacional tolerada en el desacato, quizás el único espejismo que habría podido ayudarle a pasar el trago amargo de los seis años por venir de Maduro.
No tenía nada y quedó con menos, porque la desvergüenza quita. Eso sí, se las agenció para que ciertos personajes ignominiosos de la región lo fueran aún más y en un apretón de manos.
Sobre sus costillas queda que el gobierno colombiano sobrepasara los límites más extremos del ridículo en los asuntos de política internacional: el presidente Duque y su canciller Holmes Trujillo no superarán con facilidad los niveles de sandez a los que se condujeron “por enguandiosos y atarantados”, diría en antioqueño simple el verdadero presidente colombiano, Álvaro Uribe.
Pero no lo dijo porque en realidad él fue el artífice del yerro garrafal. Fue Uribe quien le originó a Duque y a Trujillo la picazón de hablar por hablar con la misma caradura que él lo hacía en sus tiempos (de pocas semanas atrás) las cosas gratuitas que el paso del tiempo reveló que eran meras tonterías.
Al haber de Guaidó fue a dar el hecho de que al locuaz excapitán Bolsonaro se le entumeciera el discurso militar. Y que a los europeos, ay, a los europeos, tan cerca del Brexit duro y tan lejos del Reino Unido, no les quedara otra que regurgitar con disparates la bobada que habían engullido. 
El imprudente Macron se arriesgó un día a leer los acontecimientos venezolanos con las cenizas de tabaco en que había convertido las calles de París. El injerencista embajador de Alemania, declarado persona non grata, hizo maletas y se esfumó con el apagón. Claro, aun en medio de los gestos de guerra sucia en marcha dio el adiós al entrañable autoproclamado.
A Guaidó le quedará de por vida el excepcional lucimiento de haber engañado a los mismos personajes que lo engañaron. Fue un corpóreo presidente ante los presidentes que sabían que no era nadie. Y volverá pronto a lo que sus dotes a máxima potencia le permiten ser: el faro vaporoso de los saboteadores que lo saben de sus filas y se lo tragan como de en carne y hueso.
No será fácil la corrección de tanta estupidez gubernamental y diplomática para los cincuenta y tantos países que en una vez remota lo reconocieron como presidente interino. Lo mejor que les puede suceder es que borren pronto con los codos el pintarrajo que hicieron con las manos.
Empezando por Estados Unidos, que deshaga ese imposible pronto, junto a la turbulenta boludez de Bolton, la pomposidad esperpéntica de Pompeo (RT, 2019). Y ¡ábrase el lesivo Abrams!
Es difícil, claro está, moverse de la fantasía exultante a la desesperanza, sin hacer escalas en los acontecimientos ciertos. Medio verídicos, siquiera. Todos se mintieron entre todos, unos a otros se trampearon y manipulan a las huestes desinformadas por los medios embusteros. Es lo que hicieron y siguen haciendo.
El gobierno estadounidense burla al Congreso. Los partidos se pelean por las cosas que tienen en común para aparentar disimilitudes y se avienen en las diferencias porque los afiliados son políticos por negocio y no por política.
Los demócratas tienen predilección por las invasiones y los republicanos prefierenlas intervenciones, y porque quizás de veras lo creen y lo justifican con idearios disparatados que vienen del “Destino Manifiesto” al “Gran Garrote”, de la “Doctrina Monroe” a su “Corolario Roosevelt”, de la “Seguridad Nacional” a los bloqueos, tratan de convencernos de que no son las mismas guerras cruentas que propalan y a las que les dan continuidad desde la conquista del Oeste hasta las dos guerras del Golfo Pérsico (que fueron tres); de las guerras bananeras a Libia, de la ocupación y robo de la mitad del territorio de México a la guerra nunca declarada de Vietnam; de Cuba y Siria a Venezuela e Irán. Contra el comunismo, el terrorismo, las drogas, ¡qué importa el subterfugio!
Lo único que unos y otros, republicanos y demócratas, recuerdan de América Latina es su reputación de despensa atiborrada de riquezas para el usufructo. Un pormenor que no la hace distinta a un montón de esquinas en el resto del mundo, pero a la mano. Para completar el tinglado, desde los tiempos de Bolívar hasta los actuales, unos latinos taimados que se pasan de listillos por las ganas de poder, y que juegan con fuego.
Y todos, de Duque a James Story, el gringo disfrazado de encargado de negocios de la Embajada de los Estado Unidos en Venezuela hasta que lo echaron consu parranda de entrometidos, insisten en el cuento de estar del lado correcto de la historia (Caracol, 2019; US Embassy, 2019).
Como si en la historia hubiera orillas y no flujos, y como si en ella tuvieran cabida las valoraciones de correcto o incorrecto, cuando no es más que una sucesión de tergiversaciones según el ritmo y el rumbo al que navegue el que la cuenta. Como si la misma historia para unos no fuera las grandes cifras cuya multiplicación da cero y para otros la serie de naderías que al dividirlas son el todo. Pura minería de relatos y simples matemáticas elementales.