Australia ha declarado una nueva guerra a los pueblos indígenas, una guerra cuya brutalidad evoca la de la Sudáfrica del 'apartheid', opina el famoso periodista británico John Pilger, que denuncia la amenaza que pesa sobre los aborígenes de ser expulsados de tierras donde sus comunidades han vivido durante miles de años.
"En Australia Occidental, donde las empresas mineras ganan miles de millones de dólares explotando las tierras de los aborígenes, el Gobierno del Estado dice que ya no puede darse el lujo de apoyar a los indígenas", denuncia el periodista en un nuevo artículo publicado en RT.
Ahora estos grupos vulnerables de la población, que ya han sido privados de los servicios básicos que la mayoría de los australianos tienen 'por defecto', han sido avisados del riesgo de "desalojo sin consulta, desalojo a punta de pistola" que afrontan, señala Pilger.
"Una vez más, los líderes aborígenes han advertido de 'una nueva generación de personas desplazadas' y de 'genocidio cultural'", una palabra que los australianos odian, ya que, en su opinión, el genocidio es lo que ocurre en otros países, no en la sociedad de "los afortunados" con el segundo per cápita del mundo.
El autor del artículo recuerda que poco después de la llegada al poder del actual primer ministro, el "fanático conservador" Tony Abbott, su Gobierno suprimió 534 millones de dólares en programas sociales para los indígenas, incluidos 160 millones de dólares del presupuesto de salud y 13,4 millones de la asistencia jurídica.
En este sentido, el periodista cita un informe de 2014, según el cual, el número de aborígenes hospitalizados por autolesiones se ha disparado, al igual que los suicidios entre los jóvenes a partir de once años de edad. "Los indicadores muestran un pueblo empobrecido, traumatizado y abandonado", lamenta Pilger.
El arma utilizada en esta guerra por las autoridades es "el abuso y la propaganda, la coacción y el chantaje", prosigue el periodista, agregando que a los indígenas ya les han quitado el programa nacional de empleo (CDEP), y han prohibido la inversión en infraestructura.
El ataque político actual fue lanzado en el Estado más rico, Australia Occidental. En octubre pasado, el primer ministro del Estado, Colin Barnett, anunció que su Gobierno no podía permitirse un presupuesto de 90 millones de dólares para servicios municipales básicos a 282 comunidades indígenas (agua, electricidad, saneamiento, escuelas, mantenimiento de carreteras, recogida de basura).
Además de los desalojos forzados, que, según destaca el periodista, van en contra de la ley, la tasa de encarcelamiento de los varones aborígenes en Australia Occidental supera en más de ocho veces a la de la Sudáfrica del 'apartheid'. Se trata de una de las tasas más altas de encarcelamiento de los menores en el mundo.
Nadie en el país recuerda "a los miles de australianos nativos que lucharon y cayeron defendiendo su patria" durante la invasión británica. "Esto es parte del 'gran silencio australiano'", el mismo silencio que cubre otra épica resistencia: las protestas de las mujeres indígenas por la separación de sus hijos y nietos por parte del Estado, escribe Pilger.
"Más niños indígenas están siendo hoy arrancados de sus hogares y comunidades que durante los peores años de la Generación Robada", sostiene el autor, refiriéndose al periodo entre 1930 y 1970, uno de los episodios más vergonzosos de la historia australiana, cuando decenas de miles de niños australianos mestizos fueron separados a la fuerza de sus familias para criarlos de acuerdo a la cultura occidental.
"En 2013, el papa Francisco instó al mundo a actuar contra el racismo y en nombre de los 'pueblos indígenas que están cada vez más aislados y abandonados'. La violación de los derechos humanos básicos encendió el oprobio y la campaña internacional que provocó la caída del 'apartheid' en Sudáfrica", recuerda el periodista, que concluye con una advertencia: "Australia, ten cuidado".