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jueves, 16 de julio de 2015

Habitantes de Bangladesh lo arriesgan todo por escapar de la pobreza


Hombres abandonados por traficantes de personas en alta mar, fueron rescatados por la Guardia Fronteriza de Bangladesh y se reunieron con sus familias en Teknaf, un pueblo del sureño distrito de Cox’s Bazar. Crédito: Abdur Rahman/IPS

Solo tiene 16 años, pero el bangladesí Mohammad Yasin ya vivió un infierno del que pudo escapar de milagro. Logró sobrevivir a una peligrosa travesía por el océano Índico, hacinado junto con otras 115 personas en la bodega de una precaria embarcación.
Estuvo 45 días a la deriva entre Bangladesh y su destino, Malasia, con muy pocos alimentos, sin agua y pocas esperanzas de llegar vivo a la costa.
Yasin vio morir de hambre a un compañero de viaje, un destino del que casi no se salva.
El adolescente vivía con su familia de zapateros pobres en Teknaf, un pueblo en el extremo sur de la ciudad de Cox’s Bazar, y se echó a llorar al relatar su periplo.
Su historia se repite por el masivo éxodo de migrantes y refugiados políticos en Asia sudoriental, una situación que mantiene en alerta varias instituciones de derechos humanos y a la propia Organización de las Naciones Unidas (ONU).
“Los suministros eran escasos y la comida y el agua se racionaban cada tres días. Muchos vomitaamos mareados por el movimiento del barco al surcar las poderosas olas”: migrante bangladesí Mohammad Ripon.
45 días de tortura
Yasin contó a IPS que todo comenzó cuando un grupo de hombres del vecino distrito de Bandarban prometió trasladarlo a Malasia para buscar trabajo, junto a otras cinco personas de Teknaf.
Con un ingreso de 80 dólares mensuales y una familia de cuatro personas, que incluye al padre enfermo de Yasin, Malasia parecía un “destino soñado” para el muchacho, pues lograría generar suficiente dinero para ayudar a sus parientes.
“El hombre nos dijo que no tendríamos que pagar nada ahora, sino que ‘deducirían’ 2.600 dólares a cada uno una vez que encontráramos trabajo en Malasia”, explicó el debilitado adolescente.
“Una mañana soleada de la última semana de abril, condujeron a un gran grupo de hombres y mujeres a la isla desierta de Shah Porir Dwip, donde ese mismo día, horas más tarde, abordamos un gran barco de madera”, detalló.
Ya en medio de la bahía de Bengala, en el puerto de Chaungthar en la sureña ciudad malasia de Pathein, se sumaron al grupo unos cuantos musulmanes rohingya.
La minoría étnica sufre una persecución religiosa en Myanmar y ahora constituyen el grueso del movimiento de seres humanos que hay en esta región.
Junto con los 10 organizadores, que resultaron ser traficantes, el grupo lo integraban 130 personas. La forma en que llegarían a destino, o cuándo, era una incógnita para los pasajeros. Ellos tenían sus vidas entre sus manos.