domingo, 31 de mayo de 2015

El wahabismo: la ideología de los terroristas degolladores del Daesh-ISIL y cáncer inoculado en la comunidad musulmana




En el “civilizado” mundo occidental del siglo XXI (entiéndase como Europa, Estados Unidos, y también en América Latina) a muchos, todavía, embarga un profundo desconocimiento de los pueblos que hoy sufren por los más brutales conflictos geopolíticos disfrazados de “religiosos”. La gran media internacional, y especialmente el sistema educativo occidental se han encargado de manipular la verdad y no profundizar en la información para hacer que sus pueblos desconozcan las razones de fondo que motivaron los conflictos que se suscitan, no casualmente, en las regiones definidas por su importancia geoestratégica; que disponen de importantes reservas de hidrocarburos y otras materias primas. 
La mezcla maquiavélica de generalización y/o asociación e ignorancia beneficia a los promotores del desastre humanitario que experimentan los pueblos árabes. Los medios occidentales se ocupan en difundir al mundo las aterradoras imágenes del conflictos que padecen los pueblos del Medio Oriente y el Norte de África, donde se distingue a grupos de hombres con atuendos culturales árabes-musulmanes lapidando a una mujer acusada de adulterio o decapitando a otros hombres acusados de herejes, etc.. Y es suficiente para inducir la asociación maquiavélica de que todos los musulmanes son árabes, y que todos los árabes son despiadados terroristas que disfrutan lapidado a sus mujeres y decapitando a otros musulmanes que también son terroristas, lo que termina justificando aquella vieja y descabellada tesis que habla del “choque de civilizaciones” [1] y misión “evangelizadora” del “imperio benevolente” estadounidense que tiene el deber de luchar contra todos los musulmanes para “civilizar” a esos pueblos e imponer los “valores occidentales”.

Esto explica el por qué muchas personas en occidente terminan prestándose, sin desearlo, al juego perverso que pretende asociar a todos los musulmanes con los crueles terroristas militantes de Al Qaeda y el Daesh-ISIL (grupo autoproclamado como “Estado Islámico”, que no es Estado ni mucho menos islámico). Incluso, se llega a generalizar hasta el colmo de no poder distinguir las profundas diferencias que existen entre los grupos terroristas antes mencionados y los gobiernos y movimientos árabes (el gobierno del presidente sirio, Bashar Al Assad, y la resistencia libanesa del Hezballah) que resisten a los primeros. Lo que también explica el por qué las miles de personas (mujeres, niños y hombres) que han muerto en los últimos 4 años no pesan mucho en la conciencia de los civilizados occidentales.


Cabe rescatar la justa terminología para explicar, y hacer entender, que no todos los musulmanes son árabes, y no todos los árabes son musulmanes. Los iraníes, paquistaníes, afganos, turkmenos, chechenos, kazajos, chinos de la etnia uigur, los albanos kosovares, los senegaleses, los nigerianos, y así una larga lista de nacionalidades y etnias son de religión musulmana, pero no son árabes. El término árabe se refiere, solo, al pueblo originario de la península arábica (los pueblos del Golfo Árabe) que se expandieron y mezclaron con muchos otros pueblos del Medio Oriente, Asia Central y Norte de África en el transcurso de varios siglos, que terminaron asumiendo la cultura y el idioma de los conquistadores árabes. El término Islam define a la última de las 3 religiones abrahámicas monoteístas originarias del Medio Oriente, cuyo significado ha sido traducido en “la sumisión a Allah (Dios)”. Mientras que Musulmán es el creyente del Islam. Por otro lado, entre las comunidades creyentes árabes coexisten otras religiones. Sin dudas, la mayoritaria de los árabes profesa la religión islámica, son los llamados árabes musulmanes, pero también existe una importante minoría de árabes cristianos y judíos (los mizrajíes).

Cuenta la historia de la religión musulmana que a principios en el siglo VII, d. C. un joven comerciante del desierto llamado Mohamed (569 – 632 DC) fue elegido por un ángel que lo invita a ser el mensajero de Allah (Dios). En adelante, a Mohamed le son develadas las palabras que contiene El Corán, libro sagrado de los musulmanes. Y sobre la base de los preceptos del Corán, Mohamed junto a los posteriores 4 califas (Abu Bakr, Omar Ibn Aljattab, Uthzman Ben Affan, Ali Ibn Abi Talib) fundan la última religión monoteísta conocida también como el sello de todas las religiones monoteístas, separada del judaísmo y del cristianismo, pero que vino, según manifiestan sus devotos, “para corregir las desviaciones y falsas interpretaciones de las palabras sagradas hechas por aquellas religiones”.

El Corán fue escrito por los 4 califas, también conocidos como los Rashidun “los bien guiados”, quienes habían recogidos en el tiempo las palabras develadas al profeta Mohamed por el arcángel Gabriel, y plasmadas en el texto sagrado luego de su muerte en el año 632 d. C. Algunos investigadores alegan que luego de la muerte del mensajero de Allah, sus fieles interpretaron lo que el profeta Mohamed les expresó y publicaron dicho texto entre los años 644 y 656 d. C. por lo que seguramente pudo haberse dado errores de interpretación a conveniencia de quienes ostentaban el poder.

El profeta Mohamed determinó que era necesario llevar la religión islámica a otros lugares. Es así como él, los 4 sucesivos califas y los posteriores califas que construyeron a los grandes imperios árabes, los Omeyas (hasta 750 d. C.) y Abasí (750 hasta 1258 d. C.), iniciaron un exitoso proceso de conquistas que se extendieron por todo el Norte de África, parte importante de Asia y Europa. Además, dicho proceso de expansión fue acompañado de la lengua y cultura árabe.

El intelectual francés Enmanuel Todd explica que el universalismo del primer imperio árabe fue su rasgo más distintivo, “su extremo igualitarismo fue lo que le permitió expandirse rápidamente hasta conquistar extensos territorios antes controlados por otros imperios en decadencia” [2]. El éxito proselitista del islam hizo que muchos pueblos conquistados asumieron esa como su religión una vez liberados de los imperios decadentes de la época, y no porque fueron sometidos por la fuerza de las armas. Aunque se impuso la religión del nuevo conquistador musulmán, muchos pueblos terminaron conservando sus lenguas y culturas originarias (es el caso de Senegal, Turquía, Irán, Indonesia, entre otros) enriqueciéndose con la nueva. Igualmente, hubo quienes asimilaron la lengua y la cultura árabe, más no la religión (cristiana, bereber).

Más recientemente, la Organización de las Naciones Unidas revelo que en el mundo existen más de 1.600 millones de musulmanes y de ellos solo 340 millones son árabes. Más tarde el Vaticano confirmó que en el año 2008 concluyó que el 19.2% de la población mundial era musulmana, mientras que el 17.4% católica. Además, indicó que el porcentaje aumentará de forma notable en los próximos años, ello debido a que los islámicos tienen una alta tasa de natalidad. Algo más impactante también publicado por varios medios, dice que en los próximos años, el número de musulmanes practicantes que van a las mezquitas en Inglaterra será superior al de los católicos que asisten a las iglesias [3].

Países Árabes musulmanes: se le denomina países árabes a aquellos cuya lengua oficial sea el árabe, la religión predominante sea el Islam y pertenecen a la Liga de Estados Árabes: Palestina, Arabia Saudita, Bahréin, Comoras, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Irak, Jordania, Kuwait, Líbano, Libia, Marruecos, Mauritania, Omán, Qatar, Saharaui, Siria, Somalia, Sudán, Túnez, Yemen y Yibuti.

Países donde domina el Islam y no son árabes:
África: Chad, Benín, Burkina Faso, Costa de Marfil, Camerún, Gabón, Gambia, Guinea Bissau, Mali, Malaui, Mozambique, Níger, Nigeria, Senegal, Sierra Leona, Togo y Uganda.
Asia: Azerbaiyán, Bangladesh, Brunei Darussalam, Indonesia, Kazajistán, Irán, Kirguistán, Malasia, Maldivas, Pakistán, Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán.
América del Sur: Surinam
Europa: Turquía, Albania, Bosnia y Herzegovina.
Indonesia es el país donde hay más musulmanes, superior a 150 millones de musulmanes en ese país, seguido de Pakistán con más de 141 millones de musulmanes.

Tendencias en el Islam
El Islam no es un bloque monolítico. Sin embargo, existe un texto único en el Islam, el Corán, que prohíbe el enfrentamiento entre los propios musulmanes y lo determina como “Haram” (Pecado), pero dentro de la religión se crearon diferentes corrientes productos de las escuelas de jurisprudencia que surgieron en torno a la interpretación del libro sagrado. Entre ellas, las dominantes son: la sunìta (mayoritaria), la chiíta, la sufi, la alawita, la drusa, y otras.
Varios historiadores aseguran que la diferencia inicial, y la más importante, se produjo dentro de grupos más cercanos que acompañó al profeta Mohamed, quienes luego de su muerte (632 d. C.) lucharon entre sí por escoger al califa que debía ser el heredero político del profeta y, a la vez, regente espiritual del Islam. Mohamed no estableció un mecanismo oficial de sucesión.
Tras la muerte del Profeta siguieron interminables disputas por el poder del naciente imperio. Estaban quienes apoyaban que el califa debía ser escogido entre los herederos descendientes directos del profeta Mohamed, de su hija Famita y esposo Ali, también primo del profeta. Estos pasaran a denominarse los partidarios de Ali, Chiítas. Y estaban quienes consideraban que los sucesivos califas no necesariamente debían ser descendientes directos del Profeta Mohamed, sino escogido por un consejo de sabios. Estos pasaron a denominarse los Sunitas. La rama sunita fue inicialmente liderada por una de las viudas del Profeta Mohamed, Aisha, quien se oponía junto con otros grupos, al califato de Ali, y lo enfrentaron hasta su propia muerte y provocaron el martirio de su hijo Hussein. Sin lugar a duda, esa fue la disputa que sentó bases de la división y el futuro debilitamiento de la unidad islámica.

En la actualidad, las características diferenciales más importantes entre el chiismo y el sunismo, es que los primeros cuentan un líder supremo, llamado Imam, escogido por un consejo de 12 eruditos musulmanes. Mientras que los sunitas tiene una organización más sectaria y menos formal, donde un sin número de estudiosos opinan y deciden, y siempre se contradicen. Otras diferencias más referidas a las normas religiosas, es que los chiitas rezan 3 veces al día, mientras que los sunitas lo hacen 5 veces, pero ambos basan sus oraciones en el mismo libro sagrado: el Corán.

Pese a la disciplina que caracteriza a los chiitas, y su relación con el resto las comunidades musulmana, ellos solo representan el 15% del total. Sin embargo, resalta que casi la totalidad de población iraní profesa la religión musulmana de la rama chiita, en la sociedad iraquí supera el 60% y un porcentaje parecido existen en Yemen, Azerbaiyán y Líbano. En el caso de los países árabes, predomina la tendencia sunita.

El plan imperial contra los pueblos árabes
La lucha por la independencia liberada por los pueblos árabes en los primeros años del siglo XX, de la que surgieron auténticas experiencias del nacionalismo árabe y el Panarabismo liderado por Gamal Abdel Nasser (1918-1970), una vez derrotados estos a principio de 1970, las potencias imperialistas de la época lograron imponer su sistema de dominación en la mayoría de los países árabes a través del modelo capitalista neocolonial de dependencia.
Lo que en 2011 se conoció como la “primavera árabe”, fue en sus inicios una autentica rebelión de las masas populares contra las tiranías lacayas de occidente que sirvieron al modelo económico capitalista dependiente. Aquel movimiento original fue rápidamente neutralizado por occidente y sus aliados de la región, quienes, una vez más, se apoyaron en los movimientos fundamentalistas y reaccionarios para desviar los objetivos de aquella lucha. El temor al renacimiento del sentimiento nasserista, por las reivindicaciones y justicia social que exigían los pueblos árabes en sus protestas, alertó a las hienas imperiales.

El plan imperial de Estados Unidos para los pueblos árabes y musulmanes no tardó en develase. Un documento del Pentágono, con un mapa bien diseñado por antropólogos mercenarios, propone un programa para la división del mundo árabe por tendencias religiosas, denominado el “Nuevo Gran Medio Oriente” [4], que junto al plan sionista, denominado “Plan Yinon”, pretenden evitar que el Panarabismo (unidad del mundo árabe), pueda concretarse nuevamente. A estos planes responden las políticas que en lo sucesivo aplicaron las petromonarquías árabes mantenidas por occidente, que han venido auspiciando a las diferentes organizaciones fundamentalistas religiosas wahabitas con el propósito de golpear y/o destruir a todos los genuinos movimientos de resistencia árabe, a los gobiernos panarabistas y nacionalistas de la región. Bajo el pretexto de la Yihad contra los “infieles” musulmanes y un retorno a la Umma (el regreso a la supuesta unidad del mundo islámico de la época de los primeros califas), los grupos terroristas apoyados por occidente ha justificado su actuación.

Sin lugar a dudas, el wahabismo es indiscutiblemente la ideológica de los lapidadores y decapitadores de Al-Qaeda y el Daesh-ISIL, también de la Hermandad Musulmana que es una prolongación de la secta madre que rige desde Arabia Saudita. Todas estas organizaciones terroristas fungen hoy como los actores principales para el desarrollo del plan imperialista para la región. El wahabismo constituye la ruptura con la tradición islámica clásica universalista, que en su lugar pretende imponer un islam supuestamente “original”, “puro” y una interpretación literal del Corán rescatando la prédica del jurista Muhammad Abdul Wahhab (1703-1792) quien en 1744 apoyó a la familia Saud por la conquista política del poder en la región del golfo árabe y la Meca.

Esa corriente, astutamente, dice promover el regreso a los orígenes de la salafiya, la imitación de la vida del profeta, incluso, hasta ha llegado al descaro de inventarse un 6º pilar de la fe islámica, que desde sus inicios siempre han sido solo 5 (la declaración de fe, la oración, la limosna, el ayuno y la visita a la Meca); este sería la obligación de convertir por la fuerza a los malos creyentes y los apóstatas, de lo contrario, justifica el exterminio de todos los musulmanes chiitas y las corrientes sufistas, drusos y también a los musulmanes sunitas que se opongan. Por lo tanto, el wahabismo no es sunita ni mucho menos musulmán, y convierte a todos los musulmanes en sus primeras víctimas.

La ideología wahabí interpreta la Yihah como la lucha contra todos los infieles por la expansión del Islam en el mundo, olvidando que en el islam está expresamente prohibido que un musulmán asesine a otro musulmán por motivos religiosos, y que también exige respetar a las demás religiones del libro (judíos y cristianos). Es importante destacar, también, que según la interpretación tradicional del Islam, y especialmente la andaluza, la Yihad es la lucha interna contra las desviaciones de uno mismo para lograr una mayor espiritualidad y acercamiento a Dios. Es el wahabismo el cáncer del islam; la caricatura más funesta del islam dibujada por occidente, a su imagen y semejanza, para servir a la estrategia de dominación imperial en la región. Es, en el fondo, la misma ideología nazi-fascista de mediados del siglo pasado, pero con barniz de religión.

Para el reconocido intelectual francés, Jean-Michel Vernochet, la contínua expansión del wahabismo está estrechamente vinculada con la del modelo financiero, económico y societal anglo-estadounidense. Por lo que la suerte de la Península Arábiga ha estado ligada, desde 1945 hasta la actualidad a los intereses occidentales. Refiere Vernochet que:
“Existe una especie de hidra de varias cabezas pero cuyas cabezas fundamentales están en Manhattan, Chicago (donde se halla la bolsa mundial de materias primas), Washington con la Reserva Federal, en la City de Londres, en Bruselas con la OTAN, en Francfort con la sede del Banco Central Europeo y en Basilea, ciudad que alberga una súper empresa anónima en el sentido jurídico que funge como banco de los bancos centrales, o sea ¡el Banco de Pagos Internacionales! (...) Desde esa perspectiva, la ideología wahabita es un claro intento de subvertir el islam para imponerse a todos los pueblos, ya sean cristianos o musulmanes. Religión societal, religión de mutación civilizacional que antecede o acompaña la progresión de un mundialismo caníbal. Una religión destinada a reemplazar a todas las demás y que podríamos designar con toda razón como el “monoteísmo del mercado” [5].

El día que los pueblos y líderes árabes aparten sus diferencias y antepongan lo árabe, historia y cultura para hacer frente a las divisiones sectarias reaccionarias, ese día el sueño de la justicia y unidad Panarabista volverá a verse en el horizonte. Sin embargo, el paso fundamental se dará cuando todos entiendan que no hay una vía distinta al socialismo y que las clases dominantes y las petromonarquías wahabitas lacayas deban necesariamente ser derrocadas para comenzar de nuevo la verdadera y definitiva batalla contra el enemigo de todos los pueblos: el gran capital monopólico transnacional, es decir, al imperialismo.
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Fuentes
[1] Choque de civilizaciones, Samuel. P. H.
[2] Después del Imperio, Por Enmanuel Todd, 2012.
[4] El Nuevo Gran Medio Oriente, de G. W. Bush


Publicado en Rebelión por Laila Tajeldine y Basem Tajeldine

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