Las primeras células del grupo extremista, que empezó operando en Irak y Siria, incursionaron en el territorio afgano a principios de otoño de 2014. En tan solo medio año el EI ha incrementado rápidamente su presencia en este país, donde no solo busca extender su influencia, sino también la cúpula del grupo persigue objetivos pragmáticos, mercantilistas. Tras los bombardeos de las fuerzas de la coalición en Irak y la destrucción de los puertos petroleros los ingresos del EI en Irak y Siria tienden a mermar. Ante este panorama la cúpula del EI busca hacerse con una parte del negocio de la producción de drogas y la extracción de minerales en Afganistán.
Esto no le ha gustado a Kabul ni a sus adversarios los talibanes. Pese a que en el plano ideológico los talibanes y el EI son gemelos y hermanos, en Afganistán son rivales feroces. Y es que los talibanes vieron de repente en el EI un serio adversario en la lucha por el liderazgo en el país. Siendo, de hecho, un movimiento nacional pastún que lucha por un Estado pastún en Afganistán, los talibanes ya no quieren convertirse solo en un emirato en el proyecto árabe del EI. Los talibanes gastaron bastante fuerzas y medios durante decenios para tomar el poder en Afganistán, logrando su objetivo en 1996 y manteniéndose en el poder incluso hasta el 2001. No es una sorpresa que los talibanes y el EI se hayan declarado recíprocamente una guerra santa y se enfrascaran en una lucha armada.
Sin embargo, no todo es tan simple en el movimiento antigubernamental en Afganistán. El EI al encontrarse con la resistencia de los talibanes, trata de sembrar la división en este colectivo. Y lo logra. El EI recluta activamente a los miembros descontentos del movimiento Talibán. Los talibanes jóvenes reaccionan al argumento de que los 14 de años de guerra, tras perder el poder, no han dado sus frutos, mientras que el EI en poco tiempo ha conseguido grandes éxitos: ha tomado grandes territorios en Irak y Siria, y ha aumentado su capacidad. Además está el factor económico, un argumento más contundente. Así el EI paga entre 500 y 600 dólares al mes a los comandantes de campo que se pasan a sus filas y 200 dólares a los combatientes. Para ellos es mucho dinero, teniendo en cuenta los problemas económicos y el desempleo que agobian al país. Además estos pagos han generado interés no solo entre los talibanes. Y es que con la retirada del grueso de las tropas de la coalición, al menos unas 50.000 personas que les atendían se han quedado sin trabajo. Los desempleados afganos buscaban otras fuentes de subsistencia y las han encontrado en el EI.
Es muy probable que el dinero y la fama del grupo islamista más radical del mundo que tiene el EI haya sido la causa de la ruptura del Movimiento Islámico de Uzbekistán con la cúpula del Talibán y su afiliación al EI. El grupo uzbeko participaba en la campaña antigubernamental en las provincias norteñas de Afganistán, también actuaba en las repúblicas centroasiáticas.
Como resultado el ala afgana del EI ha pasado a tener de cientos de adeptos a 6.000 combatientes, según las estimaciones de la ONU. El EI opera en la mayoría de las provincias del país. El presidente ruso Vladímir Putin subrayó en una reciente reunión con el exmandatario afgano Hamid Karzái que "alarma la presencia del EI en Afganistán. Creo que el Estado Islámico está presente en 25 de las 34 provincias".
Hamid Karzái, a su vez, dijo que su país no está vinculado al EI, pero "el grupo radical fue creado por fuerzas externas para extender su influencia en toda la región y Afganistán no es más que un trampolín".
Esta valoración de ambos líderes demuestra la amenaza real que representa el EI en Afganistán, un país que se convierte en una fuente de recursos financieros, humanos y propagandísticos, así como una base para su actividad terrorista en Asia Central, el Cáucaso, Irán y Rusia.
Es lamentable constatar que a día de hoy el Ejército y la Policía de Afganistán — casi 330.000 efectivos — no pueden hacer frente a este desafío en todo el país. No cuentan con suficientes armas, financiación y cualidades morales. Además de las fuerzas regulares en Afganistán operan las milicias. Son cerca de 30.000 personas. Pero el Estado no cuenta con los fondos necesarios para mantenerlos. El que no recibe salario se pasa al bando que le paga.
Por eso está claro que sin apoyo internacional y acciones concretas de todos aquellos que consideran a los islamistas el mayor mal, es imposible vencerlos. Tras reunirse el martes en Viena con el secretario de Estado de EEUU, John Kerry, el ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, destacó que "las partes comprenden que la situación requería acciones más contundentes. Unas acciones apoyadas por todas las naciones que hacen frente al Estado Islámico".
Ello aplica plenamente a la situación en Afganistán. Sin duda sería conveniente que el Consejo de Seguridad de la ONU autorice la formación de una amplia coalición internacional con la facultad de llevar a cabo acciones armadas contra los islamistas que con sus normas e ideología inhumana amenazan a la civilización contemporánea.
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