Hace dos décadas, una pariente palestina de un amigo mío asistió a una ejecución en una plaza pública en Riad, Arabia Saudita. Al final resultó que el hombre ejecutado no fue la única víctima de la jornada; respecto de mi amiga, que ya estaba en mal estado de salud, sufrió un ataque cardíaco fatal al presenciar el evento. La mayoría de los miembros de la comunidad internacional, por supuesto, evitan los efectos secundarios potencialmente adversos de contacto con la realidad de Arabia, por una variedad de razones.
Para comenzar, un estado impulsado por el petróleo del reino como aliado extraordinario de Estados Unidos significa que la ausencia general de los derechos humanos en el país es menos de una obsesión para la superpotencia de lo que sería si los saudíes se declararan, por ejemplo, una república Bolivariana. Como Thomas Friedman del New York Times lo expresó en 2007: "Por supuesto, hay que proteger a los saudíes" –esto dijo cuatro años después de haber confesado que "francamente, tengo una debilidad por el gobernante de facto de Arabia, el príncipe heredero Abdullah, que es un hombre de decencia y moderación".
La publicación de junio de WikiLeaks, con un diluvio de cables de la Secretaría de Relaciones Exteriores de Arabia, por su parte, también ayuda a explicar la sometida y débil reacción mundial a un país que se comporta muy similar al grupo Estado Islámico. El comunicado de prensa comienza por señalar que, para junio, el Reino ya había llevado a cabo 100 decapitaciones: "La historia no podía ser encontrada en los medios de comunicación árabes a pesar de su circulación en los servicios de cable. Incluso los medios de comunicación internacionales estuvieron relativamente callados acerca de este hito, más aún si comparamos con lo que podría haber sido si esto hubiera ocurrido en un país diferente. ¿Cómo una historia de este calibre puede pasar desapercibida?”
Respuesta corta: el dinero. ¿Por qué molestarse en limpiar su acto cuando se puede simplemente limpiar su imagen, desembolsando sumas enormes a los medios de comunicación internacionales y otras entidades formadores de opinión?
Como se revela en los cables, los últimos regalos de Arabia Saudita a los medios de comunicación se han extendido de escasos donaciones de 2 mil dólares por año a la Agencia de Noticias de Guinea, hasta millones de dólares para la cadena de televisión libanesa MTV. Otras tácticas de cooptación han incluido la compra masiva de suscripciones a las publicaciones, que entonces quedan en deuda con sus abonados saudíes.
Según WikiLeaks, los documentos "forman una acusación tanto para el Reino como a los medios de comunicación a nivel mundial." También sirven para mostrar la impresionante hipocresía de la que los seres humanos son capaces. En su cobertura de los cables, el bloguero libanés Joey Ayoub comenta sobre la revelación, que el líder político de la derecha libanesa, Samir Geagea, buscó su propio plan de rescate financiero personal de Arabia Saudita:
"Es curioso cómo uno de los líderes más populares de la derecha cristiana libanesa está tan interesado en forjar una alianza con uno de los gobiernos más brutalmente anti-cristianos en el mundo (uno de los cables cuenta que en Arabia Saudita prohíben a los cristianos etíopes rezar en casa).” En cuanto a otras alianzas saudíes, el Wall Street Journal publicó el siguiente titular el 28 de junio: “Las autoridades saudíes vinculadas al grupo yihadista según WikiLeaks Cables”. A pesar de que los documentos no pudieron ser verificados de forma independiente, el artículo señala que indican que hay “contactos de alto nivel” entre Arabia Saudita y “el adversario más mortífero de Estados Unidos en Afganistán”, la red Haqqani.
Sin embargo, en lo que también puede ser referido como un ejemplo de contacto de alto nivel, la pieza pasa a especificar que dicha red “tiene sus orígenes en la década de 1980, cuando los EE.UU. y Arabia Saudita respaldaban a facciones de muyahidines afganos que luchaban contra los soviéticos”. De hecho, la tradición establecida de Estados Unidos de crear sus propios enemigos en Afganistán significa que los saudíes apenas pueden ser señalados por la represión. Y si bien la campaña antisoviética ayudó a hacer el mundo más seguro para el capitalismo, la actual proliferación de enemigos a través del paisaje de Oriente Medio también ofrece convenientemente un montón de oportunidades para obtener ganancias; por un lado, la militarización frenética de los saudíes ha deletreado felicidad para la industria de armas de Estados Unidos.
Poco antes de la publicación de los cables saudíes, el columnista de Bloomberg View, Eli Lake, reportaba sobre otra revelación no basada en WikiLeaks, que debería haber sido obvio para cualquiera que no participa en el auto-engaño intencional: Arabia Saudita estaba confabulado, con nada menos que el Estado de Israel, contra su "enemigo común", Irán. Describía la alianza Arabia-Israel por el miedo que “los esfuerzos para hacer la paz con Irán por parte de Barack Obama envalentonara la agresión de ese régimen en contra de ellos". Lake especula, "puede ocurrir, que el mayor logro diplomático [del presidente] será que su acercamiento a Irán ayudó a crear las condiciones para una alianza Arabia – Israel en su contra”.
Sin contar que una alianza entre dos regímenes opresivos, espectacularmente respaldados por el agresor imperial más importante del mundo, no es exactamente algo que se deba celebrar. Mientras tanto, el Ministerio de Administración Pública de Arabia anunciaba recientemente que tienen ocho posiciones para verdugos públicos, lo que parece sugerir que la opresión no va a disminuir en el corto plazo. Pero si hay algo que decir en defensa del Reino, es que la muerte de la justicia está lejos de ser un crimen solamente en Arabia Saudita.
Por: Belén Fernández
Este contenido ha sido publicado originalmente por teleSUR bajo la siguiente dirección:
http://www.telesurtv.net/opinion/Ejecutando-la-justicia-WikiLeaks-desenmascara-a-Arabia-Saudita-20150709-0013.html.
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