miércoles, 17 de agosto de 2016

¿Por qué tantos golpes de Estado en Turquía?


Turquía está experimentando días muy críticos tras el fallido golpe de Estado del pasado 15 de julio.

El Gobierno de Recep Tayyip Erdogan ha recurrido a estrictas medidas para limpiar el país de los él denomina golpistas y de todos aquellos que han estado relacionados con este golpe: desde militares, políticos, profesores, funcionarios del Ministerio de Educación hasta empleados de la aerolínea nacional TurkishAir.

Esta es la imagen que nos muestra hoy Turquía, una que también se ha visto en varias otras ocasiones. En este artículo pretendemos estudiar el motivo de los golpes de Estado en ese país euroasiático, abordando también las consecuencias de la actual crisis sociopolítica que ahí se vive.

¿Por qué tantos golpes de Estado?

Pese a que Turquía goza de un sistema democrático en el que existen libertad de partidos, actividades políticas y un sistema electoral democrático, el país ha vivido varios golpes de Estado que han hecho temblar su escena sociopolítica. Algo que como bien define el término “golpe de Estado”, tiene una causa clara y son los militares.

Si nos remontamos un poco en la historia contemporánea turca, podemos darnos cuenta de que los militares se han considerado siempre como dueños de la actual Turquía. De hecho, el país como tal se fundó en 1923, tras la caída de uno de los imperios poderosos de la historia, es decir, el Otomano a manos de poderosos generales como fueron Mustafa Kemal Atatürk y İsmet İnönü. Mustafa Kemal no apostaba por una Turquía islámica, sino que al contrario hacía hincapié en un sistema basado en seis adjetivos básicos: republicano, nacionalista, popular, estatal, laico y revolucionario. Así que cuando los militares ven que, en su opinión, los principios de Kemal, el fundador de la Turquía moderna, están en peligro, salen con sus tanques a las calles y sobrevuelan sus cielos con sus aviones en un intento por derrocar un sistema que ya no les agrada y restablecer aquel que les parece más adecuado. Esa realidad es lo que hemos observado en los años 60, 71 y 80 del siglo pasado, así como en el actual 2016.

Además existe otro factor importante que motiva a los militares a actuar contra los sistemas gobernantes. El sistema político turco se ha estructurado de forma tal que restringe las actividades del Ejército solo a temas castrenses, por lo que un militar, de ninguna manera, podrá tener la posibilidad de formar parte de una actividad política, ser miembro de un partido, candidato y, mientras sirve a la patria como soldado, ni siquiera puede votar ya que se supone que puede ejercer su derecho al voto bajo presión de los comandantes. Una realidad que se puede ver en la historia de la República de Turquía, donde después de la era de Atatürk, nunca, un militar ha conseguido ocupar el cargo de una alta autoridad del país. En base a lo mencionado, se puede considerar que esa estructura estricta para los militares constituye uno de los principales motivos de los golpes de Estado.

Golpe de 15 de julio y sus consecuencias

Después del fallido golpe, las autoridades turcas empezaron a llevar a cabo una limpieza de gran magnitud en diferentes sectores del país. A raíz de esta situación, se ha suspendido o detenido a cerca de 20 MIL soldados, policías, jueces y funcionarios públicos. En la última oleada de limpieza han eliminado a casi 500 personas de la Dirección de Asuntos Religiosos, 260 de la oficina del primer ministro y 1500 del Ministerio de Finanzas. Incluso, el teniente coronel Erkan Kivrak, asesor de Erdogan en temas de la Fuerza Aérea, fue detenido. Además, Erdogan busca restaurar la pena de muerte ya que lo considera parte de la voluntad de su pueblo.

En este contexto, es importante llamar la atención sobre un tema tan crucial como el de aplicar la mano dura contra las elites del país, es decir sus profesores, universitarios y centros educativos; es meter la mano en un panal cuyas consecuencias podrían ser muy graves para el Gobierno.

Cuando Erdogan empezó a detener a los militares, tanto la oposición como otros países le defendieron o, por lo menos, no cuestionaron su decisión porque los consideraban golpistas que intentaron dañar el orden social, crear caos y derrocar un gobierno electo. No obstante, la mano dura contra las elites de la sociedad no es una situación que se pueda tolerar, ni desde el exterior ni desde dentro del país. Además de la postura de la comunidad internacional, que podría provocar el aislamiento de Turquía, hay que reconocer que los intelectuales de la sociedad no se quedarán callados y pueden unirse a otros sectores y clases para levantarse en contra del sistema gobernante. Algo que se puede considerar un duro golpe, que a medio y largo plazo puede terminar con Erdogan.

En el campo económico, el país está atravesando también un momento crítico; la bolsa ha caído, los cambios de la moneda turca están en mínimos frente a otras divisas, su sector turístico se ha visto afectado tanto por la inseguridad generada por los terroristas de Daesh como por los opositores kurdos del Partido de los Trabajadores del Kurdistán, PKK, además del caos reinante tras el golpe fallido. Por estas mismas razones y por el ambiguo mapa político del país, los inversores temen transferir su capital a Turquía, algo que afecta la industria textil, un campo que junto con el turismo conforma la base primordial de su economía.

Con todo lo expuesto, se debe señalar que el presidente turco, en estos momentos, debería actuar de una manera más inteligente y suavizar sus medidas para no despertar ni la oposición de su pueblo ni la de otros países. De hecho, Erdogan y su gabinete pueden restablecer y reavivar la economía turca en uno o dos años y retomar el ritmo anterior, sin embargo, en caso de continuar con su mano dura contra el pueblo, se enfrentaría a una tenebrosa perspectiva que podría terminar tanto con su mandato como con su partido.

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