Si la derecha latinoamericana pretendía dinamitar el Mercosur, el canciller uruguayo Nin Novoa desbarató un primer intento con una audaz jugada política, que igualmente trajo repercusiones.
¿Cómo lo hizo? Cortando los cables de la bomba: anunció que el canciller interino de Brasil, José Serra, intentó “comprar” el voto de Uruguay contra Maduro, a cambio de integrarlo a nuevos acuerdos comerciales que negocia Brasilia en Africa subsahariana e Irán.
El objetivo, consistente en aislar a Venezuela e impedir que asuma la presidencia pro témpore del Mercosur correspondiente por orden alfabético al país caribeño, intentaba ser llevado adelante con una metodología común en la derecha brasileña, que el PSDB había desarrollado desde hace décadas, para asegurarse la reelección de Fernando Henrique Cardoso: la compra y venta de votos. Sólo que en esta ocasión, en vez de hacerlo con los bloques difusos de aquel parlamento, intentaron negociarlo con un país cuyo gobierno progresista vio en este ofrecimiento una verdadera ofensa a su soberanía y reputación.
La noticia, que rebotó velozmente en la prensa regional e internacional, es a esta hora un notorio escándalo diplomático, que sacude al espacio conservador del Mercosur en un momento de fuerte amesetamiento del bloque en su conjunto. Tal es así que Itamaraty citó repentinamente al embajador uruguayo en Brasil, Carlos Amorin, a fin de intentar presionarlo y domesticarlo, mostrando desespero ante una divulgación que pone de relieve el mecanismo extorsivo de la cancillería interina.
No es poco: el tema golpea nuevamente al interino Serra apenas días después de que se conociera la delación premiada del condenado megaempresiario de la construcción Marcelo Odebrecht sobre una “propina” de 23 millones a la campaña presidencial del veterano tucano en 2010. Es decir, es un segundo revés consecutivo, en tan solo diez días, del dos veces derrotado en las urnas por Luiz Inácio Lula Da Silva, José Serra, quien ambiciona (¿ambicionaba?) ser candidato por el PSDB en 2018 con la visibilidad mediática que le otorgara la cancillería. Pero las encuestas lo muestran con una magra intención de voto, y en disputa interna con Aécio Neves y Gerardo Alckmin; y su papel al frente de Itamaraty es cada vez más cuestionado.
Ahora Brasil no sólo hará bullyng con Venezuela y su presidencia, tal como denunciara Nin Novoa. También acosará al pequeño país sudamericano, que ha mostrado notoria hildaguía ante el embate conservador de Temer-Cartes. A Uruguay intentarán cobrarle la valentía de ser el único de los miembros fundadores del bloque que se está moviendo por lo que marca la normativa y no por mera especulación ante la situación interna de Venezuela.
¿Seguirán apoyando Argentina y Paraguay a un gobierno que ya no sólo presenta pocas credenciales democráticas al interior de su país, como el del interino Temer, sino que además pretende desarrollar una política de compra y venta de votos a nivel regional, en un evento donde el Mercosur queda expuesto ante la opinión pública internacional de la peor forma posible? ¿Acelerará este escándalo la pronta resolución en torno a la presidencia pro témpore que le corresponde a Venezuela de acuerdo a los estatutos de la entidad y no a los caprichos ideológicos de algunos de sus miembros, cuyos gobiernos además tienen un rechazo creciente de parte de sus sociedades, tal como muestran los recientes sondeos de Ipsos-Paraguay y Vox Populi-Brasil?
Ambas preguntas están en el aire. La única certeza, a esta hora, es que la derecha latinoamericana ha cometido un error garrafal que le quita entidad a sus propias posiciones políticas, pero que paradójicamente puede darle, en caso de existir un nuevo realineamiento frente a la actitud de Serra, una sobrevida al Mercosur.
No hay comentarios:
Publicar un comentario