A los Hermanos no se les ha olvidado que Turquía nunca les abandonó a pesar de las presiones de la nueva junta militar de Egipto. Ahora, han devuelto el favor a Erdogan
“Soy hermano musulmán. Estoy condenado a 75 años de cárcel, pero cuando se produjo el atentado por el que me sentenciaron yo estaba en prisión”. Marwan habla un árabe popular, con sus ojos violetas orbitando alrededor de unas gafas de cristales diminutos. Para hacerse entender, de vez en cuando mezcla alguna frase en turco, inglés o en árabe culto, y luego regresa al egipcio sonoro de la calle y sonríe bajando la cabeza y mostrando el pelo albino, muy crespo. “Me arrestaron dos veces por protestas en la universidad después del golpe de Estado [en Egipto]. En una pasé siete meses encerrado, y la otra estuve tres”, detalla.
Este estudiante de Ciencias Políticas de 23 años, miembro de los Hermanos Musulmanes pero que no duda en estrechar la mano de su interlocutora al llegar y despedirse, no aguantaba más. Huyó a Sudán en julio de 2014 y desde allí tomó un avión a Estambul. Tiene “una buena vida, amigos y trabajo”; sigue yendo a la universidad y quiere hacer un máster en Relaciones Internacionales especializándose en derechos humanos. Pero echa de menos Mansura, su ciudad natal -“Vaya que sí”-. Han pasado dos años. No puede volver.
Marwan es solo un ejemplo de los miles de Hermanos Musulmanes que han aterrizado en Turquía desde que en julio de 2013 los militares dieron un golpe de Estado en Egipto contra el presidente Mohamed Morsi, miembro de la cofradía. Los integrantes de la organización fundada por Hassan el Banna en 1928 se enfrentan a uno de los peores casos de represión de la historia egipcia moderna.Miles han sido encarcelados y condenados. Tal vez por ello, cuando su nuevo benefactor, el mandatario turco Recep Tayyip Erdogan, se vio asimismo haciendo frente a su propio levantamiento militar, muchos de ellos se echaron a las calles sin dudarlo, hombro con hombro con los ciudadanos turcos frente a los tanques.
La posición oficial de su organización era inequívoca: horas después del inicio del golpe, llamó a “todos los pueblos libres del mundo, gentes, grupos de la sociedad civil y gobiernos electos a apoyar la democracia en todas las naciones por igual y rechazar las ideas retrógradas [golpistas]”. Amr Farrag, el fundador de la red de noticias Rasd, que apoya a los Hermanos, escribió en su perfil de Facebook: “Llamo a la juventud árabe en general, y especialmente a los jóvenes egipcios y sirios en Turquía, a salir a la calle a apoyar [a Erdogan] frente al golpe militar del Ejército turco contra él. El golpe contra Erdogan que está teniendo lugar ahora en Turquía tendrá un impacto enorme en la permanencia de la hermandad en ese país. Salid e intentad defender el último lugar donde podéis vivir con un poco de dignidad y paz mental”.
A los Hermanos no se les ha olvidado que Turquía no les ha abandonado en ningún momento, a pesar de las presiones de la nueva junta militar egipcia, a diferencia de otros países que les habían servido de refugio en un primer momento tras la asonada contra Morsi, como Qatar, que obligó a algunos de sus líderes a salir de su territorio en septiembre de 2014. El propio Erdogan se ha contado entre los críticos más vocales de dicho golpe y la posterior matanza en la plaza de Rabaa Al Adawiya, y tiene en su despacho una enorme escultura de una mano semiabierta con cuatro dedos extendidos, el símbolo de la resistencia en dicho lugar ('rabaa' es también 'cuatro' en dialecto egipcio).
Miembros de los Hermanos Musulmanes detenidos en Egipto esperan el veredicto de un jurado en El Cairo, en junio de 2015. (Reuters)
En los cinco años transcurridos desde la revolución egipcia de 2011, el destino de los Hermanos Musulmanes ha sido trágico. Tras saborear las mieles del éxito de unas elecciones generales (obtuvieron mayoría en las dos cámaras y se hicieron con la presidencia después de la revolución de 2011), de cosechar la victoria después de años de proselitismo y de trabajo en la sombra a través de sus redes de caridad, los miembros de la hermandad han pasado a ser criminalizados, arrestados en masa, condenados a muerte y forzados a regresar a la clandestinidad. El 14 de agosto de 2014, las fuerzas de seguridad mataban al menos a un millar de personas en el desalojo de la acampada de apoyo al depuesto Morsi en Rabaa Al Adawiya. En diciembre, fueron declarados grupo terrorista. El régimen que tomaba las riendas dejaba clara su posición sobre los Hermanos Musulmanes. Muchos de ellos escogieron Turquía como el rincón idóneo en el que lamerse las heridas.
“Si contara lo que tuve que pasar para poder salir de Egipto, daría para escribir un libro… Fueron a cazarme dos veces. Por suerte, no estaba en casa, si no ahora también yo estaría en prisión”. En un restaurante frente a la mezquita de Fatih, Yehia Hamed se sienta y pide dos 'çays' (tés). El exministro de Inversiones y miembro de los Hermanos Musulmanes es un egipcio grandote, de frente ancha y despejada en la que se aprecia levemente la 'sabiba' (la 'pasa'), una marca marrón que los musulmanes piadosos desarrollan por el continuo roce contra el suelo al realizar la oración y que a veces se torna casi una costra. No es el caso.
Las relaciones diplomáticas entre Turquía y Egipto están en un limbo. El apoyo que el presidente turco muestra a los Hermanos no ayuda a mejorarlas
Hamed pide grabar la conversación “para recordar” lo que dice y se interesa por los antecedentes de su interlocutora: “Espero que no sea una señal que hayas entrevistado antes a Beltegy, Erian…”, bromea, recordando que los líderes de los Hermanos Musulmanes que menciona están encarcelados.
“Cuando las cosas se ponen así, tienes dos opciones: decides marcharte o es cuestión de tiempo que te cojan. Yo decidí luchar contra el golpe de Estado en un lugar en el que realmente pueda trabajar. En Egipto no se puede luchar contra el 'coup d’Etat' ahora mismo. Se ha cerrado la esfera política y la comunidad internacional ha cerrado los ojos a lo que está sucediendo allí”, recalca Hamed, “así que escapé”.
Es difícil sacar a Hamed del discurso de la hermandad, más empeñado en denunciar los desmanes del régimen egipcio actual que en detallar los entresijos de la organización y su funcionamiento en Turquía. Cómo mantienen su apoyo y su lucha desde el exilio. Pese a todo, el exministro da algunos detalles. “Los Hermanos Musulmanes están acostumbrados a trabajar en condiciones muy duras en Egipto o fuera de Egipto. No quiero decir que seamos expertos, pero estamos acostumbrados a trabajar bajo presión”, argumenta. Así que la adaptación a un nuevo país donde son recibidos con los brazos abiertos y donde se les permite “operar abiertamente” ha sido un cambio positivo.
“[En Turquía] es como en nuestro partido en Egipto. Teníamos comités, equipos que apoyaban a esos comités para marcar un plan que encaje con nuestra estrategia y entonces trabajamos sobre ello”, detalla. “Cuando nos fuimos, intentamos entender lo que había ocurrido. Y ahora buscamos encauzar las cosas por el buen camino en Egipto”.
Simpatizantes de Erdogan son dispersados a tiros en la plaza Taksim de Estambul, el 16 de julio de 2016. (Reuters)
En la distancia, parece una tarea difícil, más aún cuando ni siquiera el país de acogida de los Hermanos y el Ejecutivo de Abdelfatah sl Sisi que gobierna enEgipto han sido capaces de acercar posiciones en estos casi tres años. Desde el golpe de Estado, las relaciones diplomáticas de ambos países están en un limbo. El apoyo que el presidente turco muestra a los Hermanos no ayuda a mejorarlas. Erdogan no ha escatimado gestos hacia los proscritos egipcios: ha reivindicado que “Morsi es el presidente de Egipto y no Sisi”, y ha posado alzando los cuatro dedos. Hasta la oposición turca ha denunciado, tras visitar recientemente el país del Nilo, que en Egipto se “identifica demasiado a Turquía con los Hermanos Musulmanes”.
Fuentes diplomáticas apuntan a que no se ha llevado a cabo ningún acercamiento reciente para solucionar las desavenencias entre los presidentes de ambos países, y aunque tampoco se descarta que pueda haberlas en un futuro, de momento el paisaje es espinoso: a finales de julio, el Parlamento egipcio inició el procedimiento para un próximo reconocimiento del genocidio armenio, un gesto considerado hostil por Ankara. Y, recientemente, los servicios de inteligencia turcoshan hecho público un informe en el que desvelan que el presidente Al Sisi se ha reunido en varias ocasiones durante los últimos meses con miembros de la guerrilla kurda del PKK (considerada terrorista por Turquía), y se dispone a permitir que su rama en Siria, el PYD, abra una oficina de representación en El Cairo.
"No hay ningún país árabe donde encontremos esa libertad. No es porque en Turquía sean simpatizantes de los Hermanos Musulmanes por lo que venimos aquí, sino porque aquí existe una libertad que desde luego no hay en Egipto"
Mientras tanto, Turquía es para los Hermanos un refugio con cierta cercanía cultural y mayor grado de libertad que el que encuentran actualmente en su país. Los islamistas egipcios “abren sus propios negocios, sus propias escuelas, invierten…”, apunta el exministro Hamed. “Vivimos integrados en la sociedad turca. Los recién llegados aprenden el idioma para que sus hijos se integren”, añade. Mientras, desde el exilio tratan de mantener el pulso con el Gobierno de Sisi, presentando denuncias ante el Tribunal Internacional de La Haya, y prepararse para cuando caiga, algo que están seguros de que ocurrirá “antes de 2018”, asegura Hamed.
“Tenemos comités de derechos humanos, de comunicación, de política exterior, el Parlamento… Estamos en contacto con organizaciones internacionales para denunciar las violaciones que se producen en Egipto”, concluye el exministro. “Necesitamos que nuestra voz se siga oyendo”. Eso, dice, es algo que han aprendido de los políticos turcos. Por eso, “tener a Erdogan y a otros hablando sobre ello es tan importante”. La junta egipcia, por su parte, denuncia que varias televisiones por satélite de la hermandad operan desde Estambul. Un extremoque niega el Gobierno turco, pero que fue aparentemente confirmado cuando una de las presentadoras de la cadena Al Sark TV fue agredida en Estambul por dos hombres con pasamontañas, en febrero de 2015, un ataque del que los Hermanos Musulmanes culpan a los servicios de inteligencia egipcios.
El barrio de Fatih, en el corazón de Estambul, muy cerca del gigantesco complejo de la mezquita que le da nombre, es uno de los lugares donde se juntan los miembros exiliados de la cofradía. Después de alguna de las oraciones preceptivas, los jóvenes se encuentran en los cafés, comentan las últimas noticias sobre Egipto y discuten de política. “Existe una esfera pública. No hay ningún país árabe donde encontremos esa libertad. No es porque en Turquía sean simpatizantes de los Hermanos Musulmanes por lo que venimos aquí, sino porque aquí existe una libertad que desde luego no existe en Egipto. No solo nosotros, sino miembros de grupos como el 6 de Abril o activistas”, subraya Ammar el Beltegy.
El hijo de Mohamed el Beltegy, secretario general del Partido de la Libertad y la Justicia (brazo político de los Hermanos Musulmanes), es la viva imagen de su padre, aunque un poco más grueso. Frente alta y despejada, con una pasa incipiente justo por debajo de donde el pelo ha empezado a desaparecer. Sonríe con nerviosismo, apretando los dientes y los ojos mientras asiente rápidamente, en un tic que hereda de su progenitor. Es como una versión más joven y contemporánea del exparlamentario, a pesar de la gabardina, la camisa y el traje, que aunque media la veintena, le hacen parecer mayor.
Le hago notar el parecido y repite el gesto inconscientemente mientras da las gracias. “Mi padre está en confinamiento en solitario en la cárcel y se sigue manteniendo fuerte. Me siento muy orgulloso de él”. El joven insiste en desvincularse de los Hermanos Musulmanes, aunque ha crecido a la sombra de la hermandad. “Ahora es momento de hablar de la situación del país, de los encarcelados, de los derechos humanos…”, insiste.
Tanto el hijo de Beltegy como el exministro Hamed coinciden en que sus esfuerzos ahora se centran en seguir llevando su caso a la comunidad internacional. El joven Beltegy, que se prepara para ser dentista, asegura que viaja constantemente para reunirse con miembros de organizaciones internacionales en defensa de derechos humanos para llamar la atención sobre los encarcelados como su padre. Después de la salud de este, su prioridad es “acabar con el golpe” y estar listo para lo que venga después.
Uno casi olvida que Morsi empleó su año en el poder en blindar sus decisiones ante la Justicia y promulgar una Constitución que fue redactada solo por islamistas
Turquía ofrece esa oportunidad de prepararse para el futuro a los jóvenes que llevan el testigo de los Hermanos Musulmanes. Como Ammar el Beltegy o Marwan, el veinteañero condenado en rebeldía por el atentado de Mansura en el que murieron 12 personas y 134 resultaron heridas, y que se produjo mientras él estaba arrestado por protestas en su facultad. Marwan ha estadotrabajando desde que aterrizó con una organización islámica caritativa, IHH, ahora acaba de retomar sus clases de Ciencias Políticas. Ammar lleva a cabo las prácticas de Odontología mientras prosigue con sus estudios.
“El modelo del AKP es muy bueno porque ellos no se definen como un partido religioso. No es un partido ideológico, es una plataforma para todo el mundo”, argumenta el exministro Hamed, valorando el ejemplo del partido Justicia y Desarrollo, AKP en sus siglas en turco. “Creemos que eso es bueno. Eso no significa que podamos copiar y pegar. Ellos llegaron en 2002 y estamos en 2016. El tiempo es diferente, pero es un buen modelo del que aprender”.
El político considera que siguen siendo “el Gobierno legítimo”. “En ningún caso somos gente que se reúne en secreto o se esconde bajo la alfombra, porque somos legales aquí. Nos reunimos y hacemos nuestras conferencias. Si alguien nos contacta, yo estoy aquí para ellos”. Sin embargo, Hamed elude facilitar un encuentro con otros miembros de base que no ejerzan de portavoces oficiales de la hermandad.
Oyéndole hablar de acercamiento entre fuerzas políticas, de cómo se han dado cuenta de que comparten “un terreno común con fuerzas no islamistas [en Egipto] como los izquierdistas", uno casi olvida que el presidente Morsi empleó su año en el poder en blindar sus decisiones ante la Justicia, promulgar una Constituciónque fue redactada solo por islamistas (el resto de fuerzas abandonaron ante la imposibilidad de alcanzar un consenso), o en reprimir por la fuerza las protestas contra sus decisiones. Hamed reconoce que hubo errores “por parte de todos”, pero achaca su fracaso a la estructura inamovible de “la mafia” del régimen.
Ahora, desde el exilio, los Hermanos afrontan la tarea de “revisar los errores” cometidos y discutir y plantear cómo quieren afrontar el futuro. “Los turcos saben cuál es el resultado de un golpe de Estado”, apunta el exministro. “Viendo el actual espectro político, es lógico plantearse: ¿quién dará seguridad a Egipto? Cuando el AKP llegó al poder, es porque llegó en el momento adecuado. Es una acumulación de entendimientos, pero no puedes leer un libro de política y decir que eres un político, a veces tienes que cometer los mismos errores estúpidos que otros cometieron”.
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