La presencia del presidente sirio Bashar al Assad en Moscú y su encuentro con el presidente Vladimir Putin, en presencia de la mayor parte de los más altos cargos del Estado ruso, ha enviado, sobre todo, un mensaje de confianza hacia Siria y de desafío a aquellos países regionales e internacionales que conspiran contra Siria y apoyan el terrorismo desde hace cinco años.
Según el diario londinense Ar Rai Al Yaum (La Opinión Hoy), el punto a destacar del viaje no fue el de discutir la operación actual de Rusia en Siria o la naturaleza de una solución política o el papel en ella del propio presidente Assad en la misma, sino la propia visita en sí misma.
“El propio presidente ruso quiso confirmar, a través de la visita, la amplitud de su compromiso de apoyar al Estado sirio y su legítimo presidente frente al terrorismo y su voluntad a luchar a tu lado frente a todas las facciones que le combaten y los países que intentan derribarlos”, señala el periódico.
Algunos analistas árabes han apuntado a la posibilidad de Rusia buscara con la visita romper el hielo entre Siria y algunos países europeos teniendo en cuenta la coincidencia de fechas con la visita de la canciller alemana Angela Merkel.
La visita irritó a los enemigos de Siria, incluyendo a Turquía, cuyo presidente, Recep Tayyip Erdogan, había dicho recientemente, en un gesto de abierta injerencia en los asuntos internos de Siria, que “aceptaba que Assad se mantuviera en el cargo durante seis meses en un período de transición”. Lo mismo fue repetido por el ministro de Exteriores de Arabia Saudí, Adel al Yubair. Cabe recordar, en este sentido, que fue Erdogan el que afirmó hace cinco años que los días del presidente sirio estaban contados y que él rezaría en la Mezquita de los Omeyas de Damasco muy pronto.
Lo mismo cabe decir de la política de Arabia Saudí, convertida en una mezcla de estupidez y arrogancia que vienen reflejadas en declaraciones como las de Yubair, que no sólo plantean fijar un plazo para la permanencia en el poder de Assad, sino que buscan excluir a Irán de cualquier papel en una solución política, cuestiones ambas inaceptables para Damasco y más ahora cuando el Ejército sirio continúa obteniendo éxitos sobre el terreno.
Cinco años después del inicio de la agresión contra Siria ni el régimen de Erdogan ni la familia Al Saúd -un régimen dictatorial brutal apoyado por Occidente- ni las potencias occidentales han logrado nada debido a la resistencia del pueblo sirio y su negativa a volver a ser una colonia occidental, otomana o de las potencias oscurantistas wahabíes, como Qatar o la propia Arabia Saudí. Si en todos estos años, los enemigos de Siria no han logrado derrocar al presidente Assad -convertido en un símbolo de la lucha de Siria por su independencia y soberanía- mucho menos lo van a lograr ahora cuando Rusia e Irán han puesto todo su peso militar y político detrás de Siria y su presidente.
Esta cooperación entre Moscú y Damasco podría facilitar también una resolución política en Siria que englobe lo que Putin denominó como “oposición constructiva”. Él se refirió a un acuerdo que “incluya a todas las fuerzas políticas, étnicas y religiosas valiosas en Siria que muestren su apoyo a la lucha contra el terrorismo”, lo cual crea dudas con respecto a la posible participación de la llamada “Coalición Nacional Siria”, que ha venido apoyando el terrorismo en estos últimos años y negándose a aceptar una solución política realista.
Al mismo tiempo, Putin reconoció el principio de que ningún país extranjero puede imponer una solución determinada a los sirios y que éstos continuarán siendo los únicos que pueden determinar el futuro político de su país. En este sentido, Damasco ha señalado que los sirios tendrían que expresarse, a través de un referéndum u otros medios, sobre cualquier solución política que se plantee. Damasco ha señalado además que no piensa cambiar la Constitución del país y recortar los poderes presidenciales, como algunos países hostiles a Siria habían planteado.
El tema de la salida del poder de Assad tampoco fue planteado en la reunión de Moscú, según portavoces rusos. Rusia comprende en este sentido de que la salida del presidente, aparte de ser ilegal significaría el debilitamiento del Estado sirio frente al terrorismo y es por ello que los países enemigos de Siria, que no han perdido la esperanza de ver a sus marionetas terroristas impuestas en Damasco, continúan insistiendo en este punto.
Rusia ha dejado claro, por último, en este viaje que la cuestión de Siria continúa siendo un tema de seguridad nacional interna, ya que 4.000 terroristas procedentes de las ex repúblicas ex soviéticas luchan ahora en Siria. Su retorno no será permitido, señaló Putin, debido a la experiencia y el conocimiento militar que han obtenido en Siria y su lavado de cerebro ideológico, lo cual les convierte en graves amenazas para sus países de origen.
Yusuf Fernandez
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