El control del trigo como fuente de ingresos es crucial en la estrategia de asentamiento del Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés), en poder de zonas productoras de cereales en Siria e Irak.
El grupo yihadista está presente en el norte de Irak y el nordeste de Siria, dos regiones ricas en cereales, afirma Sébastien Abis, investigador del Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas (Iris).
Durante su ofensiva relámpago en el norte de Irak en junio de 2014, los combatientes de ISIS tomaron el control de los silos para el almacenamiento de granos de las provincias de Nínive y Saladino, que concentran más de un tercio de la producción de trigo y el 40% de la de cebada.
El Estado Islámico, o Daesh por su acrónimo en árabe, se apoderó así de más de un millón de toneladas de trigo, "o sea una quinta parte del consumo anual iraquí", calcula Jean-Charles Brisard, experto en financiación del terrorismo.
En Siria, los yihadistas se adueñaron del 30% de la producción de trigo en las regiones de Raqa y Deir es Zor, estima. Y de paso de tres cuartas partes de la producción de algodón, del que Siria era un gran exportador antes de la guerra.
Igual que en todo Medio Oriente y África del Norte, el pan constituye la base de la alimentación en Irak y en Siria, que deben importar trigo además de su producción nacional.
Los yihadistas no han desperdiciado la oportunidad: "Transportaron mucho trigo de Irak a Siria para transformarlo en harina y venderlo" y, al igual que hicieron con el petróleo, también lo vendieron fuera de su zona de influencia, sobre todo "a través de la frontera turca", cuenta Brisard.
Según el experto, esto les permite amasar unos 200 millones de dólares anuales de beneficios.
El trigo también les permite ganarse la simpatía de la población. El Estado Islámico se dedicó adistribuir pan gratuitamente o a precios muy bajos en las zonas que controlaba.
Pero a largo plazo la guerra supone "una verdadera amenaza para la seguridad alimentaria en la región", advierte Abis, para quien "ya hay bajadas en la producción aunque no se pueden adelantar cifras", tanto en Siria como en Irak.
Los combates destruyen los cultivos, dañan el suelo y alejan la mano de obra necesaria en el campo, detalla el investigador. Los bombardeos de la coalición evitan los campos de trigo pero afectan al almacenamiento y al transporte, añade Brisard.
Casi diez millones de sirios -prácticamente la mitad de la población- sufren inseguridad alimentaria, anunció recientemente Naciones Unidas.
"El sector agrícola [sirio] ha sido aniquilado por el conflicto. Hace falta una ayuda urgente de los donantes para que los agricultores puedan afrontar la próxima campaña de siembra de cereales que arrancará en octubre", explicó un responsable de la FAO, la agencia de las Naciones Unidas para la agricultura y la alimentación.
El tema también podría "volverse en contra de Daesh a medio plazo. ¿Cómo van a hacer si las cosechas se deterioran todavía más?" se pregunta Sébastien Abis.
Pese a ser autónomo en trigo en la actualidad, "su control sobre los recursos naturales no bastará para garantizar la viabilidad", prevé Brisard.
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