Oriente Próximo ya se ha encontrado en un estado de caos durante años, y cada nuevo año que pasa trae una nueva ola de inestabilidad, matanza y sufrimiento humano al pueblo de la región. De Afganistán a Iraq, de Libia a Siria, la política exterior occidental ha causado directamente o exacerbado gran parte del caos que vemos actualmente en la región y ha contribuido a una creciente tendencia a la inestabilidad.
Una pregunta pertinente de nuestro tiempo, sin embargo, es si esta inestabilidad y desestabilización es resultado de una estrategia inepta de naciones occidentales, o una estrategia calculada de Occidente para crear intencionalmente caos, balcanizar naciones y aumentar las tensiones sectarias en la región.
La “nueva Guerra de los Treinta Años”
Ciertos individuos dentro del establishment de EE.UU. han estado comparando Oriente Próximo actual y la Guerra de los Treinta Años en Europa en el Siglo XVII, y el profesor Larry Goodson del Colegio de Guerra del Ejército de EE.UU. es uno de los últimos individuos que realizaron la comparación. Incluso a pesar de que los paralelos entre Europa y Oriente Próximo no son de ninguna manera exactos, se ha convertido en una especie de punto de conversación dentro de círculos geoestratégicos occidentales.
La Guerra de los Treinta Años es un complejo período histórico, que incluye numerosas guerras y conflictos librados por una serie de bloques de poder por una variedad de razones. Según la Enciclopedia Británica: “Aunque las luchas que la crearon estallaron algunos años antes, se considera convencionalmente que la guerra comenzó en 1618, cuando el futuro emperador del Sacro Imperio Romano, Fernando II, en su papel de rey de Bohemia, intentó imponer el absolutismo católico romano en sus dominios, y los nobles protestantes de Bohemia y Austria se alzaron en rebelión”.
La guerra se propagó rápidamente hasta involucrar a la mayoría de las principales potencias de Europa que creyeron que existía una oportunidad de conquistar potencias vecinas o fueron atraídas al conflicto por una fuerza invasora de sus tierras, y es considerada por historiadores como uno de los períodos más destructivos en la historia europea. Aldeas, pueblos y ciudades fueron violados y saqueados por mercenarios que combatían por diferentes bloques de potencias, devastando el continente europeo.
La Guerra de los Treinta Años concluyó cuando una serie de tratados fueron firmados en 1648 conocidos como la Paz de Westfalia, estableciendo un nuevo orden político en Europa en la forma de estados soberanos coexistentes (aunque algunos historiadores disputan la significación de la soberanía westfaliana). James Bissett, antiguo embajador canadiense en Yugoslavia, Bulgaria y Albania, describió el sistema westfaliano en 2007 como el “establecimiento de las doctrinas básicas de la soberanía –el principio de integridad territorial y de no interferencia en los asuntos de estados nacionales… El orden westfaliano ha sido frecuentemente violado, pero el pasar del tiempo no ha disminuido los principios en sí.”
En julio de 2014, el ex director de planificación política del Departamento de Estado de EE.UU. y presidente del Consejo de Relaciones Exteriores (CFR, por sus siglas en inglés), Richard Hass, comparó el Oriente Próximo actual con la Europa del Siglo XVII, en su artículo “The New Thirty Years War”. Hass proclama que es probable que Oriente Próximo sea tan turbulento en el futuro a menos que “emerja un nuevo orden local”.
Por ahora y en el futuro previsible –hasta que un nuevo orden local emerja o se establezca la extenuación– el Oriente Próximo será menos un problema por resolver que una condición que debe ser administrada.
Como informé hace un año, este “nuevo orden local” podría tener la forma de una Unión de Oriente Próximo.
Fragmentando Oriente Próximo
Evidencia omnipresente indica que existen planes de por lo menos algunos estrategas dentro de EE.UU. de destruir la nación estado y balcanizar la región en restos de estados en disputa, micro-estados y mini-estados, que serán tan débiles y estarán tan ocupados combatiéndose entre ellos que sean incapaces de unificarse contra potencias coloniales extranjeras – sobre todo corporaciones multinacionales occidentales. Después de un prolongado período de destrucción y caos en la región, la gente en Oriente Próximo estará tan cansada de los horrores de la guerra que aceptará un orden impuesto por Occidente como un medio de terminar los combates, incluso a pesar de que las mismas fuerzas occidentales han sido responsables de la creación de gran parte del intolerable caos.
La estrategia de la balcanización se remonta por lo menos a comienzos de los años 1990, cuando el historiador británico-estadounidense Bernard Lewis escribió un artículo publicado en la edición de 1992 de la publicación Foreign Affairs del CFR, titulado: “Rethinking the Middle East”. Visualiza la desintegración del potencial de la región “en un caos de peleas, enfrentamientos, combates entre sectas, tribus y partidos”. Incluso a pesar de que Lewis escribe en su artículo que se trata solo de una “posibilidad” de muchas otras, se parece considerablemente a la situación que vemos actualmente en países como Iraq y Libia:
Otra posibilidad, que incluso puede ser precipitada por el fundamentalismo, es lo que últimamente es de moda llamar “libanonización”. La mayoría de los estados de Oriente Próximo –Egipto es una evidente excepción– son de construcción reciente y artificial y son vulnerables a un proceso semejante. Si el poder central es suficientemente debilitado, no existe una verdadera sociedad civil para mantener la integridad de la organización política, ningún sentido real de identidad nacional común o una prioritaria lealtad a la nación estado.
Lewis sigue diciendo:
Entonces el estado se desintegra –como sucedió en el Líbano– en un caos de peleas, enfrentamientos, sectas, tribus, regiones y partidos que se enfrentan. Si las cosas van mal, y los gobiernos centrales tambalean y colapsan, lo mismo podría suceder, no solo en los países del actual Oriente Próximo, sino también en las recientemente independizadas repúblicas soviéticas, donde las fronteras artificiales creadas por los antiguos amos imperiales dejaron a cada república con un mosaico de minorías y reivindicaciones de uno u otro tipo contra o de sus vecinos.
Hablando en la Escuela Ford en 2013, el ex secretario de estado de EE.UU. y miembro del CFR, Henry Kissinger, revela su deseo de que Siria sea balcanizada en “regiones más o menos autónomas”, fuera de comparar la región con la Guerra de los Treinta Años en Europa:
Existen tres posibles resultados. Una victoria de Asad. Una victoria suní. O un resultado en el cual las diversas nacionalidades acuerden coexistir juntas pero en regiones más o menos autónomas, para que no puedan oprimirse mutuamente. Es el resultado que preferiría ver. Pero no es la visión popular… También pienso que Asad debe partir, pero no pienso que sea la clave. La clave es: como Europa después de la Guerra de los Treinta Años, cuando los diversos grupos cristianos se habían estado matando mutuamente hasta que finalmente decidieron que finalmente que tenían que vivir juntos pero en unidades separadas. (De 27.35 de la entrevista).
Creando una “principalidad salafista” en Siria
En mayo de este año, Judicial Watch publicó documentos anteriormente clasificados del Departamento de Defensa y del Departamento de Estado de EE.UU. después que el grupo de vigilancia presentó una demanda según la Ley de Libertad de Información (FOIA) contra las dos agencias gubernamentales. Un documento importante contenido en la publicación fue un informe de 2012 de la Agencia de Inteligencia de la Defensa (DIA) que revela que las potencias que apoyan a la oposición siria –“Países occidentales, los estados del Golfo y Turquía”– querían crear un “principado salafista en Siria oriental a fin de aislar el régimen sirio”:
Las fuerzas de la oposición están tratando de controlar las áreas orientales (Hasaka y Der Zor), adyacentes a las provincias iraquíes occidentales (Mosul y Anbar), además de las fronteras turcas vecinas. Los países occidentales, los estados del Golfo y Turquía apoyan estos esfuerzos… Si la situación se desembrolla existe la posibilidad de establecer un principado salafista declarado o no declarado en Siria oriental (Hasaka y Der Zor), y esto es exactamente lo que desean las potencias que apoyan a la oposición, a fin de aislar al régimen sirio, que es considerado la profundidad estratégica de la expansión chií (Iraq e Irán). (p.5)
El documento agrega:
ISI [El Estado Islámico de Iraq] también podría declarar un estado islámico a través de su unión con otras organizaciones terroristas en Iraq y Siria. (p.5)
Balcanizando Iraq
Fragmentar Iraq en tres regiones separadas ha sido el objetivo de muchos dentro del establishment estadounidense desde la invasión del país en 2003, aunque el miembro de la OTAN Turquía se ha opuesto rotundamente a la creación de un estado kurdo en el norte. En 2006, un mapa potencial de un futuro Oriente Próximo fue publicado por el teniente coronel Ralph Peters en el que presentó Iraq dividido en tres regiones: un Iraq suní en el Oeste, un estado árabe chií en el Este y un Kurdistán Libre en el Norte.
A pesar de que el mapa no refleja una doctrina oficial del Pentágono, provee un vistazo hacia las mentes de algunos de los máximos estrategas militares y corrobora muchas otras voces occidentales sobre la estrategia para Iraq. Como señaló el analista geopolítico Eric Draitser en un artículo reciente para New Eastern Outlook, el presidente emérito del CFR, Leslie Gelb, argumentó en un artículo en 2003 para el NY Times que el resultado más factible para Iraq sería una “solución de tres estados: kurdos en el norte, suníes al centro, y chiíes en el sur”.
Siria sigue siendo un país unificado en el mapa mencionado, aunque esto podría ser porque la guerra por encargo siria no comenzó hasta años después. Israel también podría llegar a ocupar más territorio en las futuras décadas.
Diferente país, la misma estrategia
El mismo modelo de balcanización y caos que vemos en Iraq y Siria también vale en Libia. Después de la guerra de la OTAN en 2011 en la nación norteafricana, el país cayó en un abismo de caos y ha sido esencialmente dividido en tres partes: Cirenaica incluyendo el Este del país, y el Oeste dividido entre Tripolitania en el noroeste y Fezzan en el sudoeste. Libia es ahora un estado fracasado carente de gobierno central, afligido por la guerra tribal, en la cual milicias rivales que antes combatían en conjunto se enfrentan ahora unas contra otras.
El acuerdo nuclear iraní podría marcar un nuevo comienzo para la estrategia geopolítica occidental en Oriente Próximo, donde trabajarían con potencias regionales para promover la estabilidad y se abstendrían de intervención militar (o de intervención a través de testaferros). Esperemos que así sea, y que Occidente detenga la plétora de programas de desestabilización en los que se ha involucrado durante años.
Pero el escenario más probable será una continuación de la estrategia de balcanización que todos hemos llegado a esperar; hasta que “emerja un nuevo orden local” – un orden que por cierto será diseñado por, y para, los intereses occidentales.
Steven MacMillan es escritor, investigador, analista geopolítico y editor de The Analyst Report, especialmente para la revista en línea “New Eastern Outlook”.
Fuente: http://www.globalresearch.ca/the-new-thirty-years-war-in-the-middle-east-a-western-policy-of-chaos/5469351
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