Hoy Europa vive su peor crisis migratoria desde la Segunda Guerra Mundial. Se trata de la ola de refugiados que viajan a ese continente para huir de guerras y pobreza.
Según el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR),en el transcurso de 2015, más de 300 mil personas han llegado a las costas europeas, cerca de 200 mil a Grecia y otras 110 mil han desembarcado en Italia.
El sueño de estos inmigrantes tropieza con otra frontera cerrada: el trato inhumano que reciben y la nueva ola de xenofobia en varios países europeos.
En Hungría además de maltratarlos, ahora levantan en la frontera con Serbia un muro para evitar la entrada de los refugiados, la mayoría: sirios, iraquíes, afganos y africanos que huyen para salvar la vida y tener lo básico.
Los refugiados son acogidos con palos, carteles y gases lacrimógenos en muchos países por donde cruzan. Hace días, Macedonia la emprendió contra inmigrantes y en Grecia por falta de ayuda del gobierno los migrantes se peleaban entre sí para tener pan y agua.
Asimismo, hay que destacar la inmensa cifra de los que no sobreviven el viaje. Hasta el momento, más de 2500 personas han perdido la vida en aguas mediterráneas. En este sentido la portavoz del Alto Comisionado de la ONU para Refugiados, Melissa Fleming, destacó la crueldad de los traficantes que han expandido su negocio del Mar Mediterráneo a autopistas de Europa y calificó el hecho de inhumano. La representante de la ONU se refería a los 71 refugiados muertos que la policía austríaca encontró, en un camión abandonado en una autopista cerca de las fronteras con Hungría. Entre ellos 4 menores que al parecer provenían de Siria.
El motivo de la migración no es por encontrar un trabajo mejor, como en las históricas migraciones. La causa principal de estas es el miedo por lo que está ocurriendo en Oriente Medio y África, donde los terroristas de Daesh decapitan y ejecutan en masa a la población de Siria e Irak. También el temor a los talibanes en Afganistán, la violencia en Sudán, Malí, Níger, entre otros.
Francia, Alemania, Italia, entre otras naciones destinan sus armas a Oriente Medio y son usadas por gobiernos como Arabia Saudí y Catar para ofrecerlas a los rebeldes que operan en Siria, Irak, El Líbano y Afganistán; su empleo genera el caos en estos países.
Como sabemos las guerras motivan desplazamiento e inestabilidad, por lo que, los afectado por la guerra no ven otro remedio que refugiarse en otras zonas que por lo menos les parezca seguras.
Este fenómeno se ve hoy en día más que otros lugares en Oriente Medio. El conflicto en Siria, iniciado en marzo de 2011 se convirtió en una guerra absoluta en el país contra el gobierno de Bashar Al-Asad por parte de los rebeldes, apoyados por Occidente y algunos gobiernos reaccionarios de la región como Arabia Saudí y Catar y dejó según la ONU, al menos 7,6 millones de desplazados dentro de Siria, que contaba 23 millones de habitantes al inicio de la guerra y fuera del país; el número de refugiados sirio supera los 4 millones.
Otro país azotado por la guerra sembrada por terroristas de Daesh es Irak. Según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) la cifra de desplazados internos, identificados allí en los siete primeros meses de 2015,supera ya los tres millones de personas.
Situación similar se está registrando en Afganistán, Libia, El Líbano, Egipto, entre otros. Si un sirio quiere escapar de la guerra no puede ir al país vecino porque estos también están sumergidos en el caos y la inseguridad; así que deben subir al barco, al tren o lo que consigan para llegar a una “zona segura”, en este caso: Europa.
Alemania, recibirá este año 800 mil demandas de asilo, algo más o menos semejante ocurre en Grecia, Austria, Italia, entre otros. Esto constituye un dilema socioeconómico y político si consideramos la actual crisis económica que atraviesan. Mientras, los migrantes que hoy viajan hacia Europa huyen de lo que el propio occidente sembró, y ahora los fundadores de la crisis se enfrentan al efecto bumerán. Ante la desbandada, la propia Europa se queja de los miles que quieren pisar su suelo.
No obstante, según la libertad de circulación, también enunciado como libertad de movimiento, toda persona tiene derecho a moverse libremente, ya sea dentro de un país o de un país a otro, según lo reconoce parcialmente el artículo 13º de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Hay que ser consciente de que estas personas que hoy van a Europa no son inmigrantes, sino refugiados; y los gobiernos europeos que se autoproclaman defensores de los derechos humanos no deben tratarlos como criminales y delincuentes. Si no pueden atenderlos, por lo menos que no echen leña al fuego a la crisis en Oriente Medio y África y de esa forma evitar el flujo de personas hacia sus territorios.
Ya que a ninguno le gusta dejar su patria, su familia, su memoria y poner la vida en peligro y subir a embarcaciones precarias y sobrecargadas que a veces su destino es fatal. Y a lo mejor si algunos consiguen sobrevivir y llegar a Europa se enfrentan a otro infierno, es decir, policías inhumanos, racismo, abandono, condiciones infrahumanas, falta de respeto, hambre, y vallas con alambres de púa que se construyen en las fronteras de una Europa que no está preparada. Esta escena nos conduce hasta el fondo de la situación en la que viven los damnificados por las guerras y violencia, por lo que prefieren viajar como sea, solo para salvar la vida aunque no saben exactamente el destino final.
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