jueves, 18 de junio de 2015

General Soleimani: La leyenda viviente que salió de las tinieblas

Las fotos de un hombre canoso, de barba arreglada y vestido de civil, con el típico pañuelo de los árabes sobre los hombros, empezaron a circular en internet a finales del año pasado. Las leyendas aseguraban que se trataba de Qasem Soleimani, el misterioso comandante iraní de la Fuerza Qods –cuerpo de élite de la Guardia Revolucionaria, encargado de las misiones en el exterior–, que hasta entonces vivía en la sombra.


Con excepción de Siria, donde se filtraron algunas fotos suyas, este general siempre había mantenido un perfil bajo, a pesar de haber estado detrás del telón en los conflictos de Afganistán, Irak, Líbano, Siria y Yemen. Su influencia llega hasta Gaza, donde ha asesorado a Hamas.

Pero todo cambió durante la guerra contra Estado Islámico (EI) en Irak. De ser un hombre escasamente reconocible, más allá de sus apariciones oficiales en Irán, pasó a ser un ícono mediático y una de las personas más populares en la República Islámica. Algo impensable meses atrás, cuando hablar de él o publicar una foto suya en el frente de batalla era una línea roja para la prensa.
Una encuesta publicada a propósito del nuevo año persa, que comenzó el 21 de marzo, arrojó que este alto oficial, de 58 años, es la figura más popular del país, con el 37 por ciento de los votos, seguido por el ministro de exteriores, Mohammad Javad Zarif, que tiene a su cargo la negociación del programa nuclear.
Mientras ‘Hajji Qasem’, como se conoce al militar, es considerado por sus homólogos estadounidenses como uno de sus principales enemigos en Oriente Medio, Zarif lleva meses sentado con los representantes del presidente Obama, tratando de llegar a un acuerdo que podría cambiar esa misma geopolítica en la que tanto ha tenido que ver Soleimani.
No pocos han señalado a este último como el personaje más influyente de la región. Y muchos expertos creen que sus logros militares juegan un elemento importante en la negociación nuclear que tanto recelo causa a su principal enemigo, el Gobierno de Israel.
“Tengo algunos pensamientos cuando veo sus fotos, pero la mayoría probablemente no son adecuados para una publicación familiar como la de ustedes”, dijo el general (r) David Petraeus, exdirector de la CIA, al Washington Post, en una entrevista en la que también aseguró que era interesante ver cómo Soleimani había decidido ganar visibilidad en los últimos meses. “Algo extraño para un hombre en las sombras”, dijo Petraeus, que gracias a su experiencia en Irak y Afganistán conoce bien los pasos del iraní.

Experto en guerra de guerrillas, Soleimani asumió el mando de la Fuerza Qods a finales de los 90, ha hecho parte de la lista de personas consideradas terroristas por Estados Unidos y ha estado en la mira de los servicios de inteligencia occidentales desde hace décadas.
En la actualidad, ‘Hajji Qasem’ lidera el frente de Tikrit, donde el ejército iraquí y diferentes milicias chiitas tratan de expulsar a Estado Islámico de la ciudad natal del derrocado Sadam Husein. Después de los miles de millones de dólares invertidos por Washington para reconstruir el ejército iraquí, tras la invasión a ese país en el 2003, fue el general iraní quien entró en acción, en junio del 2014, cuando EI tomó el control de buena parte de Irak, incluida Mosul, la segunda ciudad más importante. Para entonces, cientos de efectivos del ejército iraquí habían claudicado.
Según relataron varias figuras políticas locales, Soleimani aterrizó en Bagdad horas después del avance de los yihadistas y se puso al mando. Cuando los asesores estadounidenses llegaron, Irán ya había enviado armas y él había tomado acciones para organizar la defensa de Bagdad.
“Lo que hizo fue coordinar el papel que cada uno de nosotros –las milicias chiitas– iba a ejercer”, contó en la capital de Irak un comandante de las brigadas de paz, en las semanas posteriores a la avanzada de Estado Islámico. Soleimani no es una figura nueva allí. Desde hace años es considerado el hombre de Teherán en Bagdad.
Este hombre, que comenzó su carrera militar durante la guerra contra Irak, ha estado detrás de la creación de muchas de las milicias chiitas que pelearon contra la ocupación estadounidense en Irak y que hoy lideran la batalla contra EI en las regiones no kurdas, pues en las kurdas están a cargo los peshmerga.
Un papel similar ha jugado en Siria, donde además de coordinar la participación de milicias chiitas libanesas, afganas e iraquíes, ha promovido las unidades de defensa, grupos paramilitares inspirados en los basijis –fuerza integrada por voluntarios de ambos sexos que depende de la Guardia Revolucionaria– que luchan en muchas regiones de Siria. Nadie duda que el régimen de Bashar al Assad debe su supervivencia, en gran parte, al apoyo de Irán, en cabeza de Soleimani. “Apoyaremos a Siria hasta el final”, dijo el general una vez.
Iraquíes exhiben retratos del general Soleimani (i) y del líder de los rebeldes chiitas en Yemen, Abdulmalik al-Huthi, durante una manifestación en Bagdad, el 31 de marzo pasado.
Iraquíes exhiben retratos del general Soleimani (i) y del líder de los rebeldes chiitas en Yemen, Abdulmalik al-Huthi, durante una manifestación en Bagdad, el 31 de marzo pasado. Foto: AFP

El punto de quiebre

El secretismo de Soleimani terminó durante la lucha por la población iraquí de Amerli. Entonces aparecieron fotos en el frente de batalla que sorprendieron a todos, especialmente en Irán. Zahra Asghari, periodista de la agencia Isna, que escribió un perfil sobre el general, cuenta cómo los medios iraníes se abstuvieron de publicarlas porque pensaron que era una filtración. Pero después de que aparecieron varias de ellas, cayeron en cuenta de que se trataba de un cambio de estrategia. Desde entonces han aparecido decenas.
Muchos lo interpretaron como un mensaje desafiante de Irán a sus viejos enemigos norteamericanos y a EI. Otros lo leyeron como un mensaje de tranquilidad a los iraníes, que de repente se encontraron con el peor extremismo del mundo a pocos kilómetros de su frontera. En ese sentido, Soleimani siempre ha sostenido que al enemigo hay que enfrentarlo lejos de Irán.
“Creo que su salida a la luz pública fue para contrarrestar los errores que cometió. Para un hombre como él, con tantos logros bélicos, es imperdonable que no fuera capaz de prever el avance de EI en Irak”, aseguró un analista local, que habla con la condición de que no se publique su nombre. Cabe recordar que Soleimani apoyó incansablemente al ex primer ministro Nuri al Maliki, a cuyas políticas sectarias y autoritarias muchos ciudadanos atribuyen el apoyo que la población suní brinda a la organización terrorista.
Y aunque es muy complicado saber qué se entreteje en lo más profundo del poder iraní, hay signos de que el oficial pagó por su error de cálculo. Por ejemplo, si bien sigue siendo el militar que lleva las riendas de la lucha en la región, empezando por Irak, no llevaría el mando de la parte política, que ha quedado en control del director del Consejo Supremo de Seguridad Nacional, Ali Shamkhani.
Pero estas minucias no han tenido ningún efecto sobre su imagen. Por el contrario. La salida a la vida pública de ‘Hajji Qasem’ –’Ghassem’, por su pronunciación en persa– ha disparado su popularidad tanto en la región como dentro de Irán, donde nunca fue tan conocido como lo era en Líbano o Irak. Este protagonismo es inusual en la República Islámica, donde ningún integrante de los guardias revolucionarios ha tenido una imagen así desde los 80, cuando se libró la dura guerra contra los iraquíes.
En un país donde los militares, especialmente aquellos que luchan en la Fuerza Qods, solo salen a la luz una vez muertos, Soleimani es una gran excepción. El líder supremo, Alí Jamenei, a quien él profesa gran devoción, lo ha llamado “mártir en vida”.
Pero su popularidad no se limita a los sectores más radicales y cercanos al establecimiento de la República Islámica, sino que se extiende a todos los niveles de la sociedad, incluidos el reformismo y los jóvenes críticos con el sistema.
Unos y otros le reconocen ser un hombre íntegro y alejado de la corrupción que permea a la poderosa institución militar a la que pertenece. Incluso destacan con orgullo que sus enemigos lo consideren un gran contrincante y les gusta la idea de que decenas de medios internacionales escriban sobre él. “Nadie lo iguala. Ha logrado detener a Estado Islámico y gracias a él las fronteras de Irán están seguras”, asegura Mehrdad, un artista de 28 años.
En Facebook y Twitter, especialmente en las páginas en persa, se hacen miles de alusiones a él, con leyendas que hablan de su gloria, y se publican fotos en las que aparece sin uniforme en los frentes de batalla en Irak o Siria (en menor proporción).
En ambas redes sociales se abrieron hace poco sendas páginas a su nombre, donde la gente deja mensajes: “Que Dios lo guarde donde esté, Hajji Qasem”, “Es un pesar que no se vista de camuflado, pues Estado Islámico entraría en pánico”, etc. Muchas de ellas son dejadas por iraquíes, afganos y libaneses chiitas.
Es difícil pensar que ese militar desgarbado de las fotos haya inspirado documentales y videoclips en los que se alaba su figura. En uno de ellos, se ve a milicianos chiitas pintar grafitis con su rostro y su nombre, un fenómeno extraño en Irán, donde nadie debe llegar a alcanzar tal protagonismo en vida. Por eso, la pregunta obligada es qué tendrán planeado para el general Qasem.


CATALINA GÓMEZ ÁNGEL
Corresponsal de EL TIEMPO
Teherán.

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