Las milicias yihadistas se han cuidado esta vez de alardear en Internet de su última conquista. Con la atención internacional puesta en los restos históricos de Palmira, la perla del desierto, el Estado Islámico (EI) no ha intensificado su habitual propaganda del terror en las redes sociales. Pero desde que se apoderó de la ciudad hace cuatro días ha emprendido un plan de ejecuciones sistemáticas de partidarios del Gobierno de Siria que se ha cobrado la vida de cientos de civiles, según afirmaron el domingo los medios de comunicación en Damasco.
“Los terroristas han matado a más de 400 personas y mutilado después sus cuerpos con el pretexto de que se negaban a acatar sus órdenes”, aseguraba la agencia estatal de noticias Sana, citando testimonios sobre asesinatos de decenas de funcionarios y de sus familias de varios vecinos, que describían un paisaje de cadáveres abandonados en las calles de Palmira.
El Observatorio Sirio de Derechos Humanos, una ONG que desde Reino Unido da cuenta de las cifras de bajas registradas en la guerra en Siria, asegura que varias personas han sido decapitadas por los yihadistas, pero no dispone aún de un balance de víctimas civiles fiable. Según los datos del Observatorio, al menos 300 soldados sirios murieron cuando intentaban defender la ciudad y un elevado número de militares ha dado por desaparecido.
El Califato ha difundido en la web imágenes en las que se observan los registros de sus milicias en edificios gubernamentales mientras arrojan al suelo retratos del presidente sirio, Bachar el Asad, y de su padre, Hafez, que le precedió en el cargo. Las fuerzas del EI clausuraron las puertas del museo arqueológico de Palmira y colocaron guardias en los accesos, según ha reconocido el director de Patrimonio Histórico de Siria, Maamun Abdulkarim, quien reiteró que las estatuas de mayor valor histórico habían sido trasladadas a Damasco antes de la caída de la ciudad.
Los yihadistas completaron el domingo la toma de control del paso fronterizo de Al Walid, en la carretera que une Palmira con la provincia iraquí de Al Anbar, para consolidar la unidad territorial del Califato a caballo de Siria e Irak. A pesar de las más de 3.000 oleadas de bombardeos aéreos lanzadas en los últimos nueve meses por la coalición internacional encabezada por Estados Unidos, el Estado Islámico se ha apoderado de la mitad del territorio sirio y de gran parte de las áreas suníes del noroeste iraquí.
Con la llegada de los refuerzos de milicias chiíes, el Ejército iraquí ha comenzado a avanzar por el valle del Éufrates hacia Ramadi, la capital provincial de El Anbar conquistada hace poco más de una semana por los yihadistas, y ha recuperado varias poblaciones.
El secretario de Defensa de EE UU, Asthon Carter, acusó este domingo al Ejército iraquí de haber abandonado Ramadi, a las puertas de Bagdad, a su suerte. “Las tropas iraquíes no mostraron voluntad alguna de querer luchar y se retiraron ante la presencia de un enemigo muy inferior en número”, declaró el jefe del Pentágono a la cadena de televisión CNN.
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