La corrupción crónica de las instituciones incendia Beirut. Mientras los manifestantes se desgañitaban, a solo cien metros de la batalla campal cientos de jóvenes tomaban copas en los bares de moda.
Los continuos apagones de luz, los cortes de agua, a veces durante días, y el pestilente olor de la basura almacenada en las calles, sumado a las altas temperaturas veraniegas, han hecho estallar a los libaneses. Desde el fin de semana, el centro de Beirut se ha convertido en una batalla campal entre manifestantes y fuerzas de seguridad. Los disturbios, los más graves que se recuerdan en años, han dejado un balance de un muerto y un centenar de heridos.
Las adoquinadas calles del centro, hasta ahora ajenas a la crisis de la basura, han sido testigos silenciosos de los disturbios. Un par de coches calcinados frente a la plaza de la Gran Mezquita, dedicada al ex primer ministro asesinado, Rafic Hariri, y destrozos en las vallas de obra para nuevas edificaciones de lujo fueron el resultado del vandalismo. El centro de la ciudad se ha transformado en una especie de fortaleza de alta seguridad. Decenas de camiones militares y soldados desplegados en cada esquina y metros y metros de alambre de espino cerrando todos los pasos peatonales.
La violencia policial y la ejercida por algunos manifestantes llevó ayer a los organizadores, la plataforma civil ‘Ustedes Apestan’ a suspender hasta el próximo sábado las nuevas movilizaciones. Será mejor dejar por unos días que se calmen los ánimos.
Las protestas se gestaron después de semanas de indignación de muchos vecinos que no podían ni salir de sus casas porque la basura se habíaamotinado en las calles. Como tantas otras negligencias del Gobierno libanés, la gestión de los residuos de la capital debería estar ya solucionada. Pero la corrupción crónica que sufren las instituciones públicas libanesas ha impedido encontrar una alternativa tras el cierre del principal vertedero de la capital, Naameh, hace poco más de un mes.
‘Indignados’ y bares de moda
La nueva planta de residuos había entrado en licitación hace ya varios años pero aún no se ha encontrado una empresa que la gestione. Durante dos semanas, los camiones de la basura de la empresa pública Sukleen detuvieron la recogida, lo que llevó a los propios vecinos a tener que quemar ellos mismos las basuras para evitar la pestilencia. El Gobierno desvió entonces las miles de toneladas de desperdicios de la capital al Monte Líbano, lo que provocó la reacción de los vecinos de los barrios residenciales de la zona, a quienes les ha tocado sufrir un grave problema que atenta contra la salud.
El descontento generalizado por la inacción del Gobierno se ha canalizado en la plataforma ciudadana “Ustedes Apestan”, que ha encendido el motor de estas protestas. Varios grupos de la sociedad civil y activistas se han sumado a la movilización para exigir la dimisión del primer ministro interino Tamam Salam y su Ejecutivo. Desde hace dos años el país de los cedros está sumido en una parálisis política, con un Gobierno interino -que ha renovado mandato- incapaz de elegir presidente.
Las protestas que en un principio iban a ser pacificas fueron fuertemente reprimidas este fin de semana por el Ejército libanés, que no ha dudado en utilizar gases lacrimógenos, balas de goma y cañones de agua para disipar a los manifestantes. Una turba encolerizada intentó la noche del domingo derribar la alambrada de espinos que había levantado las fuerzas de seguridad para poder llegar a la sede del Parlamento, el gran Serrallo. A pesar de que se trata de una protesta ciudadana sin tintes políticos, algunos partidos enviaron a sus agitadores para incendiar la violencia.
“Hemos visto a gente de Amal (el segundo partido chií del presidente del Parlamento Nabih Berri) en las manifestaciones”, asegura a El Confidencial, Hani, un activista que participó en las protestas del fin de semana. Varios cientos de indignados le han lanzado un pulso al Gobierno libanés, pero para poder tumbarlo van a necesitar mucha fuerza. Esta movilización popular es una especie de prueba para testar a la sociedad libanesa. Llama la atención que mientras los manifestantes se desgañitaban gritando, "¡El pueblo quiere derrocar al régimen!", a solo cien metros de la batalla campal cientos de jóvenes tomaban copas en los bares de moda de las calles Gemmayze y Mar Mikhael. Otros tantos más disfrutaban de un loco festival de Tecno en las montañas.
La crisis de la basura es vista por muchos libanes como otra más de las tantas que asolan al país de los cedros y que no tienen solución. “Tenemos crisis del agua, de la electricidad, de la basura… Todo el país está en crisis. Pero nada va a cambiar”, dice indignado Khaled, un joven informático. “Nuestros políticos son los que crean las crisis. Cómo vamos a pedir a esos mismos políticos ahora soluciones. Es inútil”, se queja, mientras le da un trago a su whisky con cola.
“Creo que estas protestas son el resultado de la rabia acumulada de la gente”, dice Paul, profesor de Educación Física. Reconoce que le gusta dedicar el fin de semana a divertirse y salir con sus amigos de copas. No obstante, “si siguen las protestas durante la semana me voy a unir a ellas”, asegura.
Su amigo Husein, por el contrario, piensa que “los manifestantes lo único que quieren es hacerse un selfie y poner las fotos en Facebook. No creo que nada vaya a cambiar. En el Líbano nunca va a ver un Tahrir (en referencia a la Plaza del Cairo donde se gestó la revolución). En unos días los políticos vendrán con declaraciones y promesas falsas y los manifestantes se irán tan contentos”, critica un músico libanés.
Al menos la presión ha servido para que el Gobierno le entre la prisa. El ministro de Medio Ambiente, Mohamed al Mashnouq, anunció ayer que en los próximos días se harán públicas las condiciones para los contratos de gestión de residuos en Beirut y la zona de Monte Líbano.
En cualquier caso, este paso tampoco supondría una solución inmediata de la crisis. Las firmas que obtengan los contratos necesitarán al menos de seis meses a un año antes de comenzar a operar. Los libanes quieren que su basura se recicle, pero hay residuos, como los políticos, que no van a poderse reciclar.
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