Los países occidentales intentan impedir la expansión de la influencia rusa en los territorios de la antigua "periferia soviética" y el Cáucaso podría convertirse en una nueva zona de conflicto entre Rusia y la OTAN después de Ucrania, señala el sitio de inteligencia y análisis estadounidense Stratfor.
El epicentro de la confrontación entre Rusia y la OTAN podría desplazarse así desde Ucrania hacia el Caúcaso, y más precisamente a Georgia, Armenia y Azerbaiyán, estiman los expertos de Stratfor.
Estos últimos consideran que tras el conflicto militar entre Rusia y Georgia en 2008, Moscú ha reforzado su presencia militar en Armenia y alcanzado posiciones políticas y económicas muy fuertes en ese país. La presencia militar rusa en Armenia, Abjasia y Osetia del Sur así como la cooperación con Azerbaiyán en el terreno de la seguridad aseguran a Rusia una posición dominante en la región, estiman los analistas.
Sin embargo, Occidente no tiene la intención de permitir la expansión de la influencia rusa en los territorios de la antigua periferia soviética. EEUU y la UE apoyaron el derrocamiento, mediante un golpe de estado, del gobierno pro-ruso de Kiev y la creación de otro más orientado hacia Occidente, lo cual dio lugar a la guerra civil en Ucrania y la posible separación de las regiones de Donetsk y Lugansk del país.
“Sin embargo, los países occidentales han dejado ver que su apoyo no se limitará sólo a Ucrania. Ellos han comenzado a construir bases militares en Europa del Este y a expandir su cooperación en el terreno de la seguridad con algunos países de la antigua periferia soviética", señala el artículo de Stratfor.
En este contexto, hay que señalar la apertura de un centro de formación de la OTAN en Georgia, previsto para finales de agosto. Esto podría llevar a un crecimiento de las tensiones entre Georgia y las republicas separatistas pro-rusas de Abjasia y Osetia del Sur.
Por otro lado, se está produciendo un incremento del movimiento de terroristas desde Siria e Iraq hacia el Cáucaso ruso y estos podrían ser utilizados como instrumentos por los países occidentales para intentar debilitar la presencia rusa en la región.
Un factor importante en este contexto es la actitud de Irán, que tras la firma del acuerdo nuclear parece haber reafirmado su alianza con Rusia, desmintiendo así aquellos pronósticos que hablaban de un posible acercamiento a Occidente, tendencia esta última que algunas capitales occidentales intentar formentar con vistas a aislar a Moscú.
Rusia, por su parte, busca fortalecer sus vínculos y alianza con Irán mediante el estrechamiento de la cooperación política, económica y militar, como muestra el apoyo declarado de Moscú a la adhesión de Teherán a la Organización de Cooperación de Shanghai y el desbloqueo de la entrega del sistema de defensa aérea S-300 a Irán, que podría tener lugar este mismo año.
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