Rusia apuesta por Latinoamérica como nunca antes lo había hecho. La crisis económica en Europa y la búsqueda de nuevos mercados y socios en un mundo cada vez más globalizado se han convertido en los catalizadores de una estrategia que el Kremlin puso en marcha hace más de dos años y que ahora empieza a cosechar sus frutos más jugosos
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Los embajadores en Moscú de países como Argentina o México no dejan de expresar que los lazos entre ambas partes atraviesan su “mejor momento histórico” y que “es el momento de dar un fuerte impulso a las inversiones mutuas". Y no son éstas declaraciones huecas. El ejemplo argentino es el más reciente y notorio de este significativo cambio de actitud. La presidenta Cristina Fernández de Kirchner acaba de estar en el Kremlin, donde se entrevistó con su par Vladimir Putin, y se ha traído para casa un "acuerdo estratégico integral" que eleva al máximo el nivel de relaciones bilaterales.
La visita de la líder peronista ha sido muy fructífera pues se saldó con la firma de 11 acuerdos que refuerzan la cooperación mutua ya existente entre ambos Estados en toda una panoplia de esferas: política, económica, comercial, industrial, espacial, energética, militar, agrícola, minera, medioambiental, cultural y artística, turística… La propia Fernández, que vino acompañada de sus principales ministros, no ocultaba su alegría en una entrevista cuando calificaba como un "salto cualitativo" este nuevo talante de los rusos.
Y la tendencia continuará. Buena prueba de ello es la última gira del ministro de Asuntos Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, por varios países latinoamericanos. El experimentado diplomático estuvo en Cuba y Nicaragua, aliados históricos del Kremlin. Pero también recaló —y aquí radica lo más importante- en Colombia y Guatemala, un itinerario bastante extraordinario para un político ruso según estiman los analistas locales. Lavrov no visitaba Bogotá desde noviembre de 2008 principalmente por razones políticas más que económicas. Y en Ciudad de Guatemala participó en una reunión con los cancilleres del Sistema de Integración Centroamericana (SICA), una organización regional constituida por Belice, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Panamá y República Dominicana entre cuyos objetivos destaca "promover el desarrollo económico sostenible de sus Estados miembros".
Lavrov, quien hace ya un año estuvo en una gira similar por Cuba y Nicaragua —las dos paradas obligadas- más Perú y Chile, tiene como objetivo ganar influencia y mercados a Estados Unidos en una región que Washington siempre ha considerado como su patio trasero. En algunos casos, como el de Colombia, se trata de alcanzar una "cabeza de puente", entendida como esa posición militar que establece un ejército en territorio enemigo para preparar el avance del grueso de sus fuerzas. La idea es que la avanzadilla político-diplomática asiente los posteriores acuerdos económicos.
El volumen del comercio exterior ruso (importaciones y exportaciones) con los países de Latinoamérica asciende a unos 16.200 millones de dólares, una cifra muy modesta si se tiene en cuenta que sólo representa aproximadamernte el 2% del total del intercambio comercial ruso a escala global que ronda los 850.000 millones de dólares, según los datos de 2013. Con algunos países de la región, como por ejemplo Bolivia, el comercio apenas existe, y asciende en realidad a unos pocos millones de dólares. Todo esto demuestra claramente las posibilidades de aumento que tiene esta cooperación. El ránking por países lo encabeza Brasil, seguido de México y Argentina, pero eso también podría variar.Además, las relaciones comerciales con Latinoamérica poseen un elemento que las hacen incluso más atractivas: la complementariedad. Rusia compra vino, frutas, aceite, carne, pescado y mariscos, entre otras mercancías. A cambio vende productos de alta tecnología como aviones, helicópteros o electroturbinas. Esta complementariedad se ha visto potenciada de manera súbita por la reciente prohibición rusa de importar productos de alimentación procedentes de la Unión Europea, Estados Unidos, Canadá, Australia y Noruega.
En la actualidad Europa es, con diferencia, el mayor socio comercial de Rusia; hasta la fecha compra la mitad de la exportación rusa. Pero eso podría dejar de ser así a medio plazo porque Moscú ya está buscando vías de diversificación de su comercio exterior fuera del Viejo Continente, no sólo en Latinoamérica sino también en Asia, para evitar los peligros que tiene depender de un solo comprador.
Uno de los instrumentos más eficaces que emplea la Administración rusa en su estrategia comercial en la región es el Comité Nacional para la Colaboración Económica con los Países de América Latina (CN CEPLA). Creado el 10 de febrero de 1998, trabaja codo a codo con el Ministerio de Desarrollo Económico de Rusia en proyectos con mucho futuro como, por ejemplo, la promoción de la industria minera rusa en Argentina, Bolivia, Perú y Chile. El constante trabajo del CN CEPLA ha hecho posible que grandes empresas rusas se sientan bastante seguras en algunos países de esta región, en los que productos rusos como la maquinaria energética, los fertilizantes o los metales tienen asegurado un lugar en el mercado.
La industria petrolera y siderúrgica rusa ya ha desembarcado en América Latina y viene para quedarse. Ahí están las inversiones millonarias de Zarubezhneft en Cuba, de Severstal (acero) en Brasil, de Rosneft en Venezuela, o de Rusal (aluminio) en Guyana. Son "los primeros brotes", como los llamó el vicepresidente de la Cámara de Industria y Comercio de la Federación Rusa, Gueorgui Petrov. Y dentro de poco a Argentina llegará Gazprom, la empresa que más gas produce de todo el mundo. Será de la mano de YPF. Y en México también parece cuestión de tiempo que entre el dinero ruso, porque la liberalización del sector energético decretada por el Gobierno del presidente Enrique Peña Nieto supone la aparición de nuevas oportunidades de negocio para el capital extranjero.
Todos estos importantes movimientos comerciales han provocado malestar, sino irritación, en la Casa Blanca. Y muy probablemente también en algunas capitales europeas poco prorrusas —Londres, Varsovia, y las tres bálticas- que priorizan la extensión y el endurecimiento de las sanciones económicas contra Moscú por su rol en la guerra que sacude Ucrania.
Pero en un mundo tan interconectado como el presente, la mayor presencia rusa en Latinoamérica no tiene que suponer por obligación un contratiempo para los intereses económicos de Europa. No hay que descartar lo contrario. El aumento de la inversión extranjera y de los intercambios comerciales fomentan el consumo interno y, por consiguiente, el crecimiento económico de una nación. Esas condiciones se transforman en un acicate y benefician a terceras partes. Así al menos lo cree el embajador español en la Federación Rusa, José Ignacio Carbajal Gárate. "Todas las inversiones que vayan a América Latina, a España le van muy bien porque somos uno de los países europeos más interesados en el desarrollo de la región. No vemos ningún inconveniente sino que es un hecho muy positivo”, dice el representante de Madrid con mucho sentido común.
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