Los responsables de los servicios de espionaje franceses podrán pasearse a partir de ahora con un "dispositivo técnico", llamado IMSI Catcher, que se convertirá en un chivato digital especializado en la lucha contra el terrorismo.
En la mayoría de las novelas y de las películas francesas donde la policía es protagonista, se refleja la frustración de los agentes cuando los jueces se muestran reticentes a permitir la instalación de dispositivos de seguimiento en automóviles o en los domicilios privados. A partir de ahora, los escritores y guionistas de cine deberán adaptarse también a la nueva ley para los servicios secretos que ha preparado el gobierno socialista del presidente François Hollande. La obligatoriedad automática de pasar por un magistrado antes de espiar a un ciudadano sospechoso desaparece.
Son solo algunos ejemplos de lo que incluye la nueva legislación sobre los servicios de inteligencia. Una ley que según el primer ministro y principal impulsor del proyecto, Manuel Valls, ofrecerá un mejor marco jurídico a la lucha contra contra el terrorismo y se adaptará a los nuevos medios de comunicación: internet, redes sociales o teléfonos celulares.
Francia, donde cada vez que se debate sobre este tipo de asuntos, alguien recuerda que "es el país de la libertad", vive sin embargo sin gran apasionamiento lo que algunos definían como la concrección de una " Patriot Act a la francesa ", la legislación adoptada en Estados Unidos tras los atentados del 11 de septiembre de 2001.
"Big Brother"
Controles y escuchas por tierra, mar y aire. Vigilancia generalizada que incluirá la participación de los operadores de internet y las empresas que almacenan datos de particulares. Utilización para ello de una especia de "cajas negras" que mediante algoritmos alertarán, por ejemplo, del seguimiento de videos yihadistas…Los servicios de espionaje franceses van a multiplicar la recepción de datos no solamente de potenciales sospechosos, sino también de sus amigos, familia, compañeros de trabajo o vecinos.
A poco más de tres meses de los atentados contra el semanario "Charlie Hebdo" y una tienda judía en París, las voces que denuncian la instalación de un "Big brother" son escasas. Para el diputado ecologista de origen chileno, Sergio Coronado, "el que intenta discutir u oponerse a ciertos puntos de esta nueva ley, puede ser considerado como un colaborador con el terrorismo".
Lo cierto es que el Partido Socialista y su principal rival, la Unión por un Movimiento Popular, la formación de centro-derecha de Nicolas Sarkozy, aprueban casi unánimemente el endurecimiento de la lucha legal contra el terrorismo. Prueba de ello es el poco interés suscitado por el proyecto de ley en la Asamblea Nacional: solo 35 de los 577 diputados asistieron al inicio de los debates sobre el texto.
Según Pierre Tartakowsky, presidente de la Liga francesa de Derechos Humanos, existe una apatía general de los diputados, especialmente de izquierda, sobre el asunto. En la calle, la movilización es inexistente. Solo doscientas personas se manifestaron ante la Asamblea cuando se iniciaron los debates. Un 63 por ciento de los franceses, según recientes sondeos de opinión, aprueban el endurecimiento de las leyes para prevenir el terrorismo.
El fracaso del espionaje interior
¿Pero basta con una nueva legislación para obtener mejores resultados? Tras los atentados de enero, informaciones periodísticas han revelado las carencias y los fallos de los "jamesbonds" franceses en la lucha contra los yihadistas locales. Los hermanos Kouachi, autores de la matanza en "Charlie Hebdo" estaban fichados por los servicios de seguridad, pero fueron "olvidados" en los últimos meses anteriores al ataque. Incluso desde Estados Unidos se había advertido a París de la estancia de uno de los hermanos en Yemen, en campos de entrenamiento militar.
También Mohamed Merah, el autor del asesinato de tres ciudadanos judíos franceses y dos militares en 2012, estuvo bajo la vigilancia de la "inteligencia interior". Tras los asesinatos se le quiso hacer pasar por un " lobo solitario ", el término que para uno de los mejores especialistas en el mundo sobre el terrorismo yihadista, Gilles Kepel, no es sino un término estúpido para el consumo de periodistas desinformados. O, más bien, malinformados por las autoridades.
Así las cosas, el tradicional debate entre sobre el "liberticidio" a cambio de la seguridad ha quedado relegado a las páginas de debate de los diarios, a la discusión especializada entre jueces, abogados o filósofos.
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