La sala de autoridades del aeropuerto José Martí, de La Habana, no conocía una actividad similar desde hacía décadas. El protocolo desempolva banderas de países cuyos representantes hace años no pisaban la isla. Esa actividad es noticiosa porque los nuevos visitantes no se encuentran entre los habituales aliados del régimen.
El restablecimiento de relaciones entre Estados Unidos y Cuba, anunciado por Barack Obama y Raúl Castro en diciembre pasado, ha dado la señal de salida a otros gobiernos que, aliados de Washington, hasta ahora recelaban de hacer negocios o simplemente no se atrevían a ahondar sus relaciones con La Habana. El prometido fin del bloqueo comercial —o embargo- norteamericano ha provocado una verdadera carrera de gobiernos y sus empresas privadas deseosos de poner un pie en la isla.
A la larga lista de visitantes se unirá en unos días el Presidente François Hollande. Será el primer presidente francés en visitar Cuba. "El primero en visitar Cuba"… Una frase que estos días se repite constantemente en la prensa, cambiado simplemente el cargo y la nacionalidad del protagonista.
Pero el viaje de un Presidente francés no puede ser considerado como uno más. A su peso político en Europa se unen los lazos históricos con Cuba. París intenta también, como otros, desvincular la visita de su presidente con el deshielo entre La Habana y Washington. Su Ministro de Asuntos Exteriores, Laurent Fabius, estuvo hace un año en la capital cubana y quiere demostrar con el tampón en su pasaporte que la decisión de Hollande estaba estudiada antes de la transmisión simultánea y en directo del mensaje de Obama y Castro, el 17 de diciembre.
Francia lleva más de treinta años de espaldas a América Latina y es justificado pensar que Cuba no fuera hace un año la prioridad de París en Latinoamérica. No deja de ser curioso que naciones que presumen de una acción exterior independiente tengan que esperar a una señal de Estado Unidos para pedir permiso de aterrizaje en Rancho Boyeros.
Hollande pisará territorio cubano con un trabajo bien trillado de sus "sherpas". Desde enero, ministros, funcionarios de alto rango, técnicos e intelectuales han precedido a su jefe de Estado. Para François Hollande, el presidente francés que mantiene el récord de impopularidad entre sus antecesores, el mandatario socialdemócrata que ha decidido romper con su izquierda y que compara el mensaje del Partido Comunista local con el del ultraderechista Frente Nacional, la foto con Raúl Castro tiene un gran valor, aunque la verdadera imagen que busca es la del apretón de manos con Fidel; pero esa nunca está asegurada hasta el último momento. Fuentes diplomáticas francesas lo saben y filtran que "Hollande estaría encantado" de ser recibido por el Castro más famoso.
Francia fue uno de los países europeos donde la Revolución cubana encontró un eco intelectual más positivo. Las figuras de la época, los Sartre, Beauvoir, Françoise Sagan… por hablar de los visitantes más publicitados, acudían a la isla a comprobar in situ, en viajes organizados por el régimen, los avances del proceso iniciado en enero del 59. Pocos eran los periodistas franceses que en la época se atrevían a mostrarse críticos o escépticos con la marcha de la Revolución. Hay que decir también, para poder comprender el momento, que la fuerza e influencia del Partido Comunista Francés era todavía considerable.
El "caso Padilla" (por el poeta Heberto Padilla, tras el polémico premio de su libro "Fuera de juego" entregado por la UNEAC) tuvo su onda de choque en París, y fue el inicio de la desafección de algunos intelectuales hacia el joven régimen. La capital francesa es tanto una tierra de acogida de disidentes cubanos, como de simpatizantes locales del castrismo. Ejemplo de esto último fue el apoyo incondicional de Danielle Mitterrand al régimen de La Habana. La esposa del Presidente Mitterrand visitó la isla con su marido en 1970, cuando este era Primer Secretario del Partido Socialista. Veinticinco años después, la "primera dama" invitó al Elíseo —y besó en público- a Fidel Castro, a pocos días del fin de mandato del líder socialista.
Dentro del "establishment" francés, hoy ya pocos se atreverían a sostener públicamente al régimen cubano. Ello no quiere decir que no se hayan mantenido unas relaciones correctas. Ello no significa tampoco que cuando llegue a La Habana Hollande se vea forzado a reconocer "los avances de la Revolución en ciertos terrenos".
Francia presume ser el "país de los derechos humanos" y las críticas que puedan surgir sobre este punto han sido ya rebajadas por las declaraciones conjuntas de norteamericanos y cubanos. En las relaciones de La Habana con Europa y Estados Unidos se ha pasado de obviar el concepto, a considerarlo en el capítulo "diferencia de criterios sobre diversos asuntos".
Es en este terreno donde la Unión Europea está también remando con fuerza para cambiar su política hacia Cuba. Hollande, con su presencia en La Habana, rompe simbólicamente con la "Posición Común" adoptada por la Unión Europea en 1996. En ese año, a instancias del entonces Jefe de Gobierno español, el conservador José María Aznar, Bruselas endurecía su política hacia Cuba y condicionaba el avance en las relaciones bilaterales al respeto de los derechos humanos y el desarrollo de las libertades democráticas en la isla.
Desde entonces, las relaciones Cuba-UE han vivido relaciones de gran turbulencia, que se agudizaron en 2.003, cuando fueron encarcelados 75 disidentes y fusilados tres secuestradores de una lancha de pasajeros. La UE decretó una serie de sanciones diplomáticas que fueron replicadas por las autoridades cubanas, ignorando, por ejemplo, a las autoridades europeas que visitaban la isla e invitaban a los disidentes a sus recepciones. Las relaciones evolucionaron cuando Raúl Castro liberó a los 75 presos, mientras iniciaba la flexibilización de la política económica y migratoria.
Posteriormente, cada país europeo ha ido por su cuenta, algo que su soberanía les permite, pero que no es lo mejor para la institución ni para sus 28 miembros. Por ello, la jefa de la diplomacia europea, la italiana Federica Mogherini, fue recibida por Raúl Castro en La Habana, el pasado mes de marzo. En su reciente gira por Europa, el Canciller cubano, Bruno Rodríguez, volvió a encontrarse con Mogherini, un mes más tarde. La "estructuración" del diálogo Cuba-UE avanza y Bruselas confía en que a finales de año se normalicen las relaciones y se entierre oficialmente la Posición Común.
Esa Posición Común ha sido muy del agrado de Washington que, como los documentos de wikileaks demostraron, hacía todo lo posible para impedir la restauración de las relaciones entre Bruselas y La Habana. Veinte años después, los intereses norteamericanos han cambiado. Obama opta por el pragmatismo y prefiere hacer las paces con Cuba dejando a sus socios colgados de sus consideraciones político-morales. También hace más de 20 años, un funcionario europeo en La Habana advirtió a quien esto escribe que cuando el régimen cubano abriera sus barreras comerciales "Estados Unidos arrasaría con todo". Los europeos son conscientes de su debilidad ante la potencia de su supuesto aliado. De ahí la estampida hacia La Habana. Todos parecen darse cuenta ahora de que un embargo comercial contra un gobierno solo sirve para golpear a la población de la que depende el régimen castigado. Los gobiernos europeos deberían aprender la lección. La solidaridad con su aliado norteamericano finaliza cuando al socio más poderoso le conviene.
Publicado por Luis Rivas en Sputnik
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