martes, 12 de mayo de 2015

Polonia, responsable del estallido de la Segunda Guerra Mundial

Tanque soviético en las calles de PoloniaLos dirigentes de Polonia en la época que media entre las dos guerras mundiales fueron cómplices de Adolf Hitler en el desencadenamiento de la Segunda Guerra Mundial, destaca Oleg Nazárov, miembro del Club Zinóviev.
El Parlamento polaco aprobó hace cinco años, el 23 de septiembre de 2009, la resolución en la que calificó la campaña de liberación del Ejército Rojo de 1939 como una agresión contra Polonia y acusó oficialmente a la URSS del desencadenamiento de la Segunda Guerra Mundial junto con la Alemania nazi.

Los promotores de esta idea hicieron dejaron de lado que hacia el 17 de septiembre la Segunda República Polaca fue derrotada por Alemania y dejó de existir, mientas que nuestro país sólo recuperó los territorios que le pertenecían antes de la Primera Guerra Mundial. Uno no debería ser profeta para pronosticar que en el marco del 75º aniversario de la liberación de la Ucrania y Bielorrusia occidental de la ocupación polaca las autoridades polacas agudizarán su retórica antirrusa y antisoviética.
En realidad, los cómplices de Adolf Hitler en el desencadenamiento de la Segunda Guerra Mundial fueron los que mantenían las riendas del poder en Polonia en el período de entreguerras, cuya política y actividad se analiza en este artículo.
El inicio de la lucha por Polonia
Una vez proclamado Józef Piłsudski como el jefe de Estado en noviembre de 1918, el nuevo Gobierno de la Segunda República Polaca convocó elecciones parlamentarias en todos los territorios donde estaban los polacos. En aquella época quedaba abierta la cuestión sobre las fronteras de Polonia, que durante más de cien años no estuvo presente en el mapa político del mundo. Aprovechando el caos que reinaba en Europa que acababa de salir de la guerra, los polacos se dispusieron a ampliar en todas las direcciones las fronteras de su Estado restituido.
Esto conllevó conflictos en materia de la política exterior y enfrentamientos armados con los países adyacentes: con la República Popular Ucraniana por la ciudad de Lvov, Galitzia del Este; la provincia de Kholm y Volinia del Oeste; con Lituania por Vilna y la provincia de Vilna; con la antigua Checoslovaquia por la región de Cieszyn. Gran Bretaña y Francia no resolvieron a favor de Varsovia el contencioso político y militar que enfrentó a Polonia y Checoslovaquia en 1919 y 1920 por la llamada Silesia de Cieszyn, pero esto no detuvo a los que lucharon por los territorios de Polonia desde el mar Báltico hasta el mar Negro. En el norte y oeste continuó la lucha con Alemania y en el este, con la República Socialista Federativa Soviética de Rusia (RSFSR).
El 30 de diciembre de 1918, Varsovia declaró a Moscú que la ofensiva lanzada por el Ejército Rojo en Lituania y Bielorrusia era un acto de agresión contra Polonia que “obligó al Gobierno polaco a reaccionar del modo más decisivo” y proteger a los territorios poblados por “polacos étnicos”. Varsovia dejaba de lado el hecho que la comunidad polaca constituía una minoría poco relevante dentro de la población local, mientras que la opinión de otros pueblos al respecto no le interesaba.
Los polacos empezaron a proteger los territorios anunciados con fusilar el 2 de enero de 1919 la misión de la Cruz Roja rusa. El 16 de febrero ocurrió el primer enfrentamiento de las unidades del Ejército polaco y el Ejército Rojo por la localidad bielorrusa de Bereza Kartuska. En aquel momento los primeros 80 efectivos del Ejército Rojo cayeron prisioneros. En total, más de 200.000 oriundos del antiguo Imperio Ruso (rusos, ucranianos, bielorrusos, tártaros, bashkirios y judíos) estuvieron en cautiverio polaco hasta el inicio de 1922. Más de 80.000 de éstos murieron en los campos de exterminio polacos que aparecieron mucho antes de la llegada de Adolf Hitler al poder en Alemania.
Como la tragedia del cautiverio polaco es un tema aparte, sólo quisiéramos destacar que en los países europeos ‘civilizados’ no se suele recordar a aquellos 80.000 muertos en los campos de concentración polacos y aquellos 600.000 soldados soviéticos que fallecieron liberando a Polonia de la ocupación nazi en 1944 y 1945. A los polacos les interesa más la demolición de monumentos a combatientes soviéticos que salvaron a sus abuelos del genocidio nazi. 
En 1920 estalló la guerra polaco-soviética que terminó con la Paz de Riga firmada en 1921, conforme a la cual la Ucrania occidental y la Bielorrusia occidental pasaron a Polonia. La política aplicada por los polacos es un tema aparte también. Sólo hay que destacar que mucho antes de que los hitlerianos empezasen a poner en práctica los postulados del racismo, los ucranianos y bielorrusos ya habían sido considerados en Polonia como etnias de calidad inferior.
Amigos polacos de Hitler
Pasado menos de un año desde la llegada de los nazis al poder en Alemania, el 26 de enero de 1934, Alemania y Polonia firmaron en Berlín el pacto de no agresión. Al dar el visto bueno para suscribir este acuerdo, Berlín se abstuvo de dar garantías de la inviolabilidad de la frontera polaco-alemana establecida tras la Primera Guerra Mundial. “Las partes anunciaron la paz y la amistad, se puso fin al conflicto aduanero y la crítica mutua en la prensa. Varsovia consideró que este documento era fundamental para la seguridad del país y podía dar salida a las grandes aspiraciones de Polonia. Alemania logró pasar en silencio la cuestión sobre la frontera y los intentos de la URSS de explicar a Polonia que se le había engañado, no tuvieron éxito”, señala el historiador Mijaíl Meltiujov.
Por su lado, el historiador polaco Marek Kornath afirma que Józef Pilsudski y el ministro de Asuntos Exteriores Józef Beck “consideraban que el pacto con Alemania era el logro más importante de la diplomacia polaca”. Merece atención el hecho de que tras la retirada de Alemania de la Liga de las Naciones, sus intereses en este organismo internacional las representaba Polonia.
Al acercarse a Berlín, los polacos esperaban que Alemania les ayudase en resolver el conflicto con Checoslovaquia por Silesia de Cieszyn. “Dos semanas antes de la suscripción del pacto de no agresión germano-polaco, el Ministerio de Exteriores polaco lanzó una campaña anticheca. Esta campaña se manifestó en Polonia en numerosas publicaciones en prensa que acusaron a las autoridades checas de abusar de la menoría polaca en el territorio de Silesia de Cieszyn. En Checoslovaquia la dirigió el cónsul en Moravska Ostrava, Leon Malhomme”, destacó el historiador Stanislav Morózov.
Tras la muerte de Pilsudski en mayo de 1935, el poder quedó en manos de sus partidarios. Las figuras clave en el Gobierno polaco fueron el ministro de Asuntos Exteriores, Józef Beck, y el futuro comandante en jefe del Ejército polaco, el mariscal Edward Rydz-Smigly.
Posteriormente la orientación hacia Alemania en la política polaca se intensificó. En febrero de 1937, el número dos del Estado nazi, Hermann Göring, llegó a Polonia. En el marco de su conversación con Rydz-Smigly, Göring declaró que no sólo el bolchevismo representaba una amenaza a Polonia y Alemania, sino Rusia como tal, independientemente del régimen en este país, sea la monarquía, liberalismo, etc. Pasados unos seis meses, el 31 de agosto de 1937, el Estado Mayor General de Polonia repitió esta declaración en la directriz No. 2304/2/37, al destacar que la misión principal de la política polaca es “aniquilar a cualquier Rusia”.
Así las cosas, el objetivo fue formulado dos años antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial, de cuyo desencadenamiento los polacos acusan a la URSS. Además, los polacos se indignan, al oír las palabras del extitular de Asuntos Exteriores de la URSS, Viacheslav Mólotov, que en 1940, se refirió a Polonia como “hijo monstruoso del Tratado de Versalles”. Pero aquí vemos doble rasero también, ya que Mólotov tan sólo parafraseó a Pilsudski, que había definido a Checoslovaquia como “Estado artificial y monstruoso”.
El papel de Polonia en la desintegración de Checoslovaquia
A principios de 1938, Berlín y Varsovia empezaron a desarrollar un plan de la desintegración de Checoslovaquia, coordinando sus acciones. El partido de la minoría alemana en Checoslovaquia que estuvo bajo el control de Berlín (el Partido Alemán de los Sudetes) empezó a intensificar su actividad en Sudetes, mientas que Polonia creó en Cieszyn la Unión de los polacos. Al desarrollar la actividad subversiva en el territorio del país limítrofe, los partidarios de Pilsudski exigían que Praga cesara la actividad que supuestamente estaba dirigida contra Polonia. De ese modo se manifiesta su cinismo e hipocresía.
La URSS estaba dispuesta a ayudar a Checoslovaquia, pero no tenía una frontera común con este país y para enviar sus tropas allí necesitaba acordarlo con Polonia o Rumanía. Los partidarios de Pilsudski se daban cuenta de que el destino de Checoslovaquia dependía mucho de ellos y avisaron a Berlín el 11 de agosto que no dejarían pasar al Ejército Rojo por su territorio y aconsejarían a Rumanía que hiciera lo mismo. Además, en el período del 8 al 11 de septiembre, los polacos llevaron a cabo maniobras militares a gran escala cerca de su frontera oriental para demostrar que estaban dispuestos a resistir a la invasión de la URSS que era tan improbable como la presunta invasión de Rusia a Ucrania, algo de lo cual la falsa propaganda occidental la acusa durante los últimos seis meses.
En septiembre de 1938, cuando se preparaba la celebración de la llamada conferencia de Munich, Beck trataba de hacer todo lo posible para que el representante de Polonia estuviese en Munich en la misma mesa de las negociaciones con los dirigentes de Gran Bretaña, Francia, Alemania e Italia. Pero Hitler ni el entonces primer ministro británico, Neville Chamberlain, consideraron necesario invitar a los polacos a Munich. Según Stanislav Morózov, “las potencias occidentales no cambiaron su opinión sobre los polacos: no deseaban ver en Beck a un representante de una gran potencia”.
Así las cosas, a pesar de su deseo, los polacos no participaron en el complot de Munich: uno de los acontecimientos más vergonzosos del siglo ХХ.
Beck ofendido e irritado intensificó la presión sobre Praga. En resultado, los dirigentes desmoralizados de Checoslovaquia se rindieron y acordaron entregar la región de Cieszyn a Polonia. “El 2 de octubre, las tropas polacas empezaron a ocupar los territorios polacos reclamados  que tenían una gran importancia económica para Polonia: al ampliar su territorio sólo un 0,2%, ésta incrementó casi un 50% la capacidad de su industria pesada”, hace constar la historiadora Valentina Maryina. “Después de esto Varsovia exigió del Gobierno de Praga nuevas concesiones territoriales, esta vez en Eslovaquia y lo logró. En virtud del acuerdo intergubernamental del 1 de diciembre de 1938, Polonia obtuvo un pequeño territorio de 226 kilómetros cuadrados en el norte de Eslovaquia: Javorina en el Orava”, agrega.
Esto dio al ex primer ministro británico Winston Churchill la posibilidad de dar a Polonia el apodo de ‘hiena polaca’. Es justo y exacto.
Los aliados hipotéticos del Tercer Reich
Desde el inicio de la existencia de la Segunda República Polaca, sus dirigentes soñaron con crear una gran Polonia desde el mar Báltico hasta el mar Negro. Los partidarios de Pilsudski decidieron que la ocupación de la región de Cieszyn era el primer paso en este camino. Pero sus planes fueron aún más ambiciosos. El informe preparado en diciembre de 1938 por el segundo departamento (de inteligencia) del Estado Mayor General de las Fuerzas Armadas polacas dice: “La desintegración de Rusia constituye el fundamento de la política de Polonia en el Este… La tarea consiste en prepararse bien físicamente e intelectualmente de antemano… La misión principal es debilitar y derrotar a Rusia”.
Al saber que Hitler quería lanzar una ofensiva contra la URSS, Varsovia planeaba adherirse al agresor. El 26 de enero de 1939, en el marco de las negociaciones con el ministro de Exteriores de Alemania, Joachim von Ribbentrop, Beck señaló modestamente que “Polonia pretendía obtener la Ucrania soviética y una salida al mar Negro”.
Pero en este momento, se puso de relieve que Alemania no consideraba a Polonia una gran potencia en este ámbito tampoco. No le da a Polonia el papel de aliado sino de satélite. Hitler empezó a exigir el acuerdo de Varsovia para incluir la ciudad libre de Dánzig en el Tercer Reich y para construir una carretera y una vía férrea entre Alemania y Prusia Oriental a través del territorio de Polonia.
Pero Polonia, que se consideraba como gran potencia, dio una respuesta negativa. A principios de abril de 1939, Alemania empezó a preparar la invasión a Polonia. Tras la destrucción de Checoslovaquia, la posición estratégica de Polonia  empeoró, porque, además de la región de Cieszyn, Polonia obtuvo las tropas alemanas desplegadas en la antigua frontera polaco-checa.
Todos saben que la postura de Polonia fue la causa principal del fracaso de las negociaciones entre las misiones militares de la URSS, Gran Bretaña y Francia celebradas en agosto de 1939 en Moscú. Varsovia se negó a dejar pasar por su territorio el Ejército Rojo, sin el cual la URSS no pudo ayudar a Polonia a repeler la ofensiva de Hitler. El motivo de la renuncia lo explicó el embajador polaco en Francia, Józef  Lukaszewicz  en su conversación con el ministro francés de Exteriores Georges Bonnet. Según él, Beck “nunca permitiría que las tropas rusas ocupasen los territorios que les tomamos en 1921”.
Así las cosas, el embajador de Polonia confirmó de hecho que los polacos ocuparon la Ucrania occidental y Bielorrusia occidental en 1920.
Al hacer resumen de lo arriba anunciado, hacemos constar que la Segunda República Polaca desempeñó el papel más importante en el desencadenamiento de la Segunda Guerra Mundial. Y esta conclusión no la puede modificar que durante este conflicto la Alemania nazi lanzase una ofensiva contra la propia Polonia, cuyas bajas ascendieron a 6 millones de personas.

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