El centenario de la matanza de armenios y las supuestas reticencias de Ankara en la ofensiva contra el Estado Islámico han convertido a Turquía en blanco de críticas internacionales. El embajador turco en España, Ömer Önhon, se defiende con algunos contraataques.
La actuación de Turquía en la guerra contra el Estado Islámico suscita dudas y críticas. Preocupa la posible tibieza de un país de paso hacia los frentes de Siria e Iraq.
Todas esas organizaciones radicales están en nuestro lado y son una amenaza para nosotros, más que para nadie. Desde un principio Turquía dijo que la lucha contra el EI es un trabajo de colaboración internacional. Pero la comunidad internacional se mostró insensible. Parecía un problema lejano.
Cuando empezaron a cortar cabezas y ocurrió lo de Charlie Hebdo, la percepción cambió. Turquía ha tomado muchas medidas para frenar la entrada de yihadistas. Tenemos una lista de 10.000 personas a las que prohibimos entrar porque creemos que si llegan pueden pasar. Y hemos detenido a 1.300 para extraditarles a sus países de origen.
¿Cuántos son europeos?
No sé la cifra exacta, pero la mayoría. ¿Y qué están haciendo esos países de origen? De la mayoría de estas personas se conoce su actividad. Por ejemplo, se sabe que hay franceses y Francia no hacía nada. Empezó a reaccionar a raíz de los asesinatos de Charlie Herbo. Turquía está en primera línea de la lucha contra el terrorismo. Es muy triste que se dude de nosotros después de nuestros reiterados y desoídos avisos. Cuando preguntamos a algunos ministros de exteriores por qué no detenían a los suyos de la lista, nos decían que en sus países hay libertad de circulación. ¡Como si nosotros no la tuviéramos!
¿Y España hace lo suficiente?
Tenemos muy buena colaboración con España. Estamos muy contentos. Hay alguno que viene de allí y se nos escapa, pero la cooperación es muy positiva.
¿Cuántos? ¿Muchos?
La cifra no alcanza los tres dígitos y en comparación con las de otros países es muy baja.
¿Qué preocupa más a Turquía? ¿La desaparición del EI o la de Bashar Al Assad?
Buena pregunta, pero es erróneo separar así las dos cosas. El EI es una organización terrorista con las manos llenas de sangre. Y el Gobierno de El Asad es un régimen que ha matado a su propia gente y ha convertido el país en un valle de sangre. Uno es motivo de la existencia del otro. Ambos se retroalimentan. Lo ideal es que los dos se vayan y Siria encuentre su estabilidad.
Hay más críticas internacionales contra Ankara. El Consejo de Europa acaba de decir que la campaña para las elecciones de junio en Turquía no es transparente y equilibrada.
Hay críticas a los procesos electorales en todas partes. Las hubo en Reino Unido sobre la falta de ecuanimidad de la BBC; en España por la actuación de RTVE; en las locales de Francia... Turquía es una democracia pluripartidista bien establecida.
También proliferan las quejas por falta de libertad de expresión y represión a la prensa.
Se dice que Turquía es el país con más periodistas detenidos. Es un error colosal. Ahora hay siete bajo procedimiento judicial y ninguno lo está por lo que ha escrito, sino por delincuencia o terrorismo. En realidad, tenemos una vida política muy activa, con mucha crítica y un debate interno vivo y saludable.
Lo más controvertido en torno a Turquía vuelve a ser la matanza de armenios hace cien años. ¿Ve viable el acercamiento a Armenia y a la UE pese a su consideración de que aquello fue un genocidio?
Cuando todo ocurrió, durante la primera guerra mundial, el imperio otomano era atacado desde todos los frentes. En el este de Anatolia, los armenios, con la provocación de los rusos, empezaron a luchar contra los otomanos. En el memorando que los armenios llevaron a la Conferencia de París ellos se reconocen como parte beligerante que esperaba la recompensa de la independencia. El imperio otomano, golpeado por un grupo perteneciente a su comunidad, cogió a los armenios del este de Turquía, los llevó dentro de su territorio y lejos de la zona caliente de guerra; al norte de Siria. Al resto no se les tocó, salvo a cien o doscientos líderes. En el contexto de la guerra, entre los desplazados al norte de Siria hubo muertes. Pero no se trata de un genocidio ni mucho menos de un millón y medio de víctimas armenias. Esa cifra, completamente falsa, es como un valor en el mercado: a veces sube, a veces baja. En la guerra en Anatolia murieron cientos de miles de personas, pero no sólo armenios sino de cada bando. Se vivieron grandes tragedias, y nosotros sufrimos por todas las víctimas. Convivíamos y convivimos con los armenios desde hace siglos. Son parte de nosotros. Negamos y negaremos el término de genocidio mientras la tierra gire. No podemos admitir algo que no existió. Pero queremos hallar una solución. Porque no podemos construir el futuro sobre el rencor del pasado.
Hace seis años se intentó un deshielo que parece fracasar.
En 2009 firmamos dos protocolos sobre el tema y los presentamos a cada parlamento. Pero hace dos meses Armenia retiró ambos documentos de su Cámara so pretexto de que Turquía no quería aplicarlos. ¡Y nosotros lo tenemos en vías de ratificación! La intención era presionarnos aprovechando el centenario. Una de nuestras propuestas era crear una comisión de Historia, con representantes de ambas partes y de países terceros, con vía libre a todos los archivos y bajo condición de que todos aceptaríamos sus conclusiones. Los armenios no lo aceptaron. Porque así saldría a la luz su engaño de tantos años. Genocidio es el término jurídico de uno de los más horrorosos crímenes contra la Humanidad. Y no se puede utilizar a la ligera. No hay acuerdo académico sobre los sucesos de 1915. Los armenios abusan de los sentimientos de la gente y están haciendo negocios con sus muertos. Nosotros sentimos el sufrimiento de todas las víctimas, armenios y turcos, porque era gente nuestra. Pero no aceptamos que se abuse de la historia y los sentimientos.
Pero unos cuantos parlamentos europeos han denunciado el “genocidio”.
El tema está de moda. Todos quieren hacer algo por el centenario. Pero los parlamentarios no son académicos, historiadores ni jueces. La mayoría no sabría señalar en un mapa dónde ocurrió aquello. En 2010, el parlamento sueco hizo una votación sobre el tema. Alrededor de 100 diputados no participaron. Del resto, 221 votaron que fue genocidio y 220 votaron que no lo fue. Así que por un voto de diferencia se decidió que fue genocidio. ¡Es ridículo! Estas cosas erosionan la credibilidad de los parlamentos, y además no sólo no mejora las relaciones entre Turquía y Armenia sino al contrario. Si estos parlamentarios mostraran su dolor por todas las víctimas de aquellos sucesos y abogaran por una solución, estaríamos encantados.
A qué tantas críticas a Turquía, según usted. ¿A qué temores o intereses responden?
Cuando un árbol da mucha fruta, la gente le tira piedras. Algunos círculos siempre nos están atacando, pero explicarlo alargaría demasiado esta entrevista. Algunos dicen que damos la espalda a Turquía. Y es al revés. Los que llamamos a la puerta de Europa desde 1963 somos nosotros, y la que siempre acaba cerrando la puerta es la UE. Turquía y Croacia empezaron a negociar su integración en 2005. Croacia fue aceptada en 2011. Y con nosotros están aún abriendo y cerrando capítulos; siempre hay un socio que pone alguna pega. Si ahora Turquía entrara, sería la quinta o la sexta economía de la UE. Antes era nuestra debilidad, ahora tal vez no se quiere tanta fuerza. Sí, creo que hay miedo. Y surge la pregunta de si no gusta que seamos musulmanes. Sin embargo, Turquía forma parte de Europa… Y de Asia. Tiene un amplio campo de influencia; es un paso muy importante en los canales de energía, y nuestro laicismo es un ejemplo para muchos. Y somos un país joven y dinámico. En fin, la lista de ventajas es extensa.
Publicado en http://www.lavanguardia.com/
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