martes, 19 de mayo de 2015
El ISIS sigue con su avance imparable
Un tono marrón suave lo domina todo: el cielo, la arena, y los turbantes que cubren los rostros de los militantes, que visten uniformes de camuflaje para la guerra en el desierto. “Hemos venido a Yemen, con hombres sedientos de sangre para vengar a los suníes y recuperar la tierra que otros han ocupado”, dice el que a todas luces es el jefe, que no duda en pedir a “todos los suníes de Yemen” que se unan al Estado Islámico para “cortar las gargantas” de los chiíes hutis. Detrás, una veintena de combatientes forman pertrechados con ametralladoras y lanzacohetes RPG.
Las imágenes pertenecen al video con el que, a finales de abril, el ISIS anunció la creación de su “provincia de Yemen”, complicando aún más la situación en el inestable país arábigo. En realidad, la rama yemení del Estado Islámico llevaba meses operando, desde que a principios de febrero varios miembros de Al Qaida en la Península Arábiga anunciasen su decisión de romper con la organización creada por Osama bin Laden y jurar lealtad a Abu Bakr Al Bagdadi, el líder del ISIS. Mes y medio después, este grupo se atribuyó la autoría del doble atentado contra dos mezquitas chiíes en Sanaa, la capital yemení, en los que murieron 137 personas.
A pesar de las previsiones relativamente optimistas del Pentágono (que hace dos semanas aseguró haber destruido más de 6.000 objetivos desde el inicio de los bombardeos de la coalición el pasado verano), el Estado Islámico no deja de expandirse: si bien en los últimos meses la organización ha sufrido importantes reveses en Irak y Siria –como la reconquista de Tikrit por el Ejército iraquí y las milicias chiíes o la pérdida de amplias franjas de territorio sirio a manos de su archirrival, el Frente Al Nusra–, la caída de Ramadi, este domingo, deja claro que el ISIS está aún lejos de la derrota.
Según algunos testigos, tras la toma de Ramadi, los militantes han ejecutado a medio millar de personas, y han provocado un éxodo masivo de desplazados. “Aún no tenemos un recuento exacto. Estimamos que 500 personas han sido asesinadas, tanto civiles como militares, y que aproximadamente 8.000 han abandonado la ciudad”, explicó ayer Muhannad Haimour, portavoz del Gobierno regional. A estos hay que sumar los al menos 114.000 refugiados que huyeron de la violencia en Ramadi y las localidades vecinas durante el mes de abril.
Pero además, en los últimos meses el Estado Islámico ha proclamado la integración de nuevas regiones en el Califato, de las que el “Wilayat Sanaa” (la “provincia de Sanaa”) no es sino el último ejemplo. Otras “provincias” son Libia, Argelia, el Sinaí en Egipto, y, la más ambiciosa, el llamado Jorasán, una enorme área que incluye todas las repúblicas exsoviéticas de Asia Central, Irán, Pakistán, Afganistán, la Cachemira india y la región china de Xinjiang, habitada por musulmanes de la etnia uigur. Así, la organización no sólo lucha por mantener y administrar los territorios conquistados en Siria e Irak, sino también por ampliar sus fronteras. Una estrategia que el propio ISIS, en su revista oficial Dabiq, ha bautizado como “Permanecer y Expandirse”.
La estrategia de los tres círculos
“El ISIS está enmarcando su estrategia en tres círculos geográficos: el círculo interior en Irak y Siria, el extranjero cercano en Oriente Medio y África del Norte, y el extranjero lejano en Europa, Asia y los EEUU”, explica Jessica Lewis McFate, analista del Instituto para el Estudio de la Guerra de Washington. “El marco estratégico del ISIS se corresponde con una campaña de tres objetivos: defenderse dentro de Siria e Irak, expandir las operaciones a nivel regional, y perturbar y reclutar en una escala global”, afirma McFate, autora de un informe publicado el pasado lunes sobre la capacidad de adaptación del Estado Islámico.
La mayoría de las “provincias” del Califato tienen algo en común: se trata de ampliar zonas geográficas, a menudo desérticas y muy difíciles de controlar por las autoridades centrales de los países afectados. En el caso de Argelia, ha sido suficiente con que los militantes locales decidieran rebautizarse como “Yund Al Jilafa” (los “Soldados del Califato”) y juraran lealtad a Al Bagdadi para que el territorio bajo su dominio pasase a ser considerado parte del proyecto del Estado Islámico, a pesar de lo cual los argelinos han permanecido más o menos inactivos durante el último año.
El ejemplo contrario es la provincia del Jorasán, la que más preocupa a los analistas hoy día, por su potencial de desestabilización: a esta rama del Estado Islámico se habrían unido diversas facciones de los talibanes afganos y paquistaníes, así como el llamado Movimiento Islámico de Uzbekistán, y yihadistas suníes de la región de Baluchistán, en Irán. El pasado 13 de mayo, este grupo reivindicó el sangriento atentado contra un autobús de chiíes en la ciudad paquistaní de Karachi. “Gracias a Alá, 43 apóstatas resultaron muertos y unos 30 fueron heridos en un ataque llevado a cabo por soldados del Estado Islámico en un autobús que transportaba infieles chiíes ismailíes en la ciudad de Karachi”, proclamó la organización en Twitter. También se encontraron varios panfletos del ISIS en el lugar de los hechos.
Del mismo modo, desde que Abubakar Shekau, líder de Boko Haram, hiciese pública su proclamación de lealtad al Estado Islámico a principios de marzo, los medios de comunicación del grupo han comenzado a referirse a Nigeria como “Wilayat Gharb Ifriqiya”, o “Provincia de África Occidental”. En otras zonas, en cambio, el control del territorio por parte de los militantes es insuficiente como para que se les pueda considerar, todavía, parte del Califato. El ejemplo más conocido es el de Abu Sayyaf en la isla filipina de Mindanao, pero también existen otros núcleos en Malasia e Indonesia, así como en varios países de Oriente Medio, como los Suníes Libres de la Brigada de Baalbek, en Líbano, o la célula local del ISIS en Arabia Saudí.
“El ISIS sigue siendo un rival formidable”
También el Estado Islámico de Gaza, un minúsculo grupo creado con el apoyo del “Wilayat Sinaí”, ha recibido cierto apoyo entre la población palestina, pero hasta ahora ha sido incapaz de convertirse en un rival efectivo para Hamás, omnipresente en la Franja. Al igual que los Hijos de la Llamada al Monoteísmo y la Yihad, una organización creada el pasado verano en Jordania, pero que tampoco ha podido pasar a la acción debido al férreo marcaje que ejercen las autoridades del reino hachemí. Más inquietante es el panorama en la región caucásica, donde muchas brigadas islamistas en Chechenia y Daguestán, consideradas parte del llamado “Emirato del Cáucaso”, se han pasado en bloque a las filas del ISIS.
Pero es el “tercer círculo” al que se refiere McFate, la capacidad de “perturbar y reclutar globalmente”, el que más preocupa a los servicios de inteligencia occidentales. A pesar de la creciente presión contra el Estado Islámico en su territorio, la organización ha demostrado su capacidad de agresión en otros escenarios más inesperados, como prueba el atentado contra el museo de El Bardo, en Túnez, o, más recientemente, contra el certamen de caricaturas sobre Mahoma, en Texas.
“La estructura del ISIS la hace diferente de otras insurgencias y redes terroristas. Si el ISIS pierde el control de sus ciudades y poblaciones, fracasará en su objetivo político central de establecer su propia soberanía como Califato. La organización ha entrado en una fase defensiva para preservar sus conquistas, una medida de fuerza más que de debilidad, dado que el ISIS controla ciudades que deberían estar bajo el control de los estados iraquí y sirio”, asegura McFate. “Esta defensa probablemente incorporará todo el abanico de sus fortalezas ofensivas, incluyendo tácticas de guerrilla y terrorismo, así como la expansión a zonas donde pueda establecer una mayor profundidad”, afirma.
Las capacidades del Estado Islámico, de hecho, son cada vez más aparentes para los estudiosos del fenómeno. A pesar de que, según el CENTCOM (el Mando Central del ejército estadounidense, que supervisa la zona de Oriente Medio), los ataques de la coalición han matado a más de 6.000 combatientes del ISIS desde agosto, el director de la CIA, John Brennan, advirtió recientemente de que la ofensiva contra esta organización “será una larga lucha”. Aún más contundente se mostró el embajador Brett McGurk, enviado presidencial especial para la coalición contra el Estado Islámico, hace dos semanas: “El Daesh [el acrónimo despectivo del ISIS en árabe] sigue siendo un rival adaptativo y formidable. Esta es una campaña a largo plazo que va a llevar años, no meses”. Especialmente si, como hasta ahora, el grupo continúa creando nuevos frentes en esta guerra.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario