Este viernes nos contaban los medios de desinformación que, en un sorprendente giro de su política exterior, la República de Turquía declaraba la guerra al Estado Islámico (EI), ese monstruo teocrático fascista impulsado precisamente por Ankara y Washington en el territorio de las repúblicas de Siria e Iraq.
Naturalmente cualquiera que esté al tanto de la realidad que, por lo general, nos esconden estos medios tan poco informativos, no podía sino fruncir el ceño y preguntarse qué es lo que realmente está pasando?
En realidad, mientras Ankara alardeaba sobre todo de haber bombardeado posiciones del EI, también estaba bombardeando al menos nueve posiciones del Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK) en territorio nominalmente iraquí, violando directamente la tregua en vigor desde 2013. No es que no hubiera habido ataques antes pero en este caso ya no hay disimulo alguno: Erdogán declaró la guerra por los hechos al PKK este 24 de Julio.
El PKK ha reconocido al parecer que efectivamente la agresión supone el fin de la tregua.
Pero no es sólo un ataque contra la guerrilla kurda, sino muy aparentemente un ataque contra todo el ámbito socio-político kurdo y, por extensión, sus aliados de etnia turca. El mismo viernes en que la aviación turca bombardeaba al PKK y (supuestamente) al EI, una inmensa redada en todo el estado turco, result en unos 600 arrestos políticos y un muerto por disparos de la policía en un supuesto tiroteo. La víctima mortal parece ser miembro del DHKP-C (antiguo Devrimci Sol), grupo marxista armado turco.
La macro-redada se ha vendido, al igual los bombardeos, como una operación en particular contra el Estado Islámico pero las informaciones que nos han llegado no identificaban a nadie específicamente como miembro o simpatizante de esta entidad fascista. Por contra, sí que trascendía que muchos de los arrestados eran etiquetados como “simpatizantes del PKK”, lo que, como bien sabemos por aquí, puede significar cualquiera que tenga una actividad política filo-kurda.
Contexto
Esta misma semana un atentado suicida, atribuido al EI, segaba la vida de 32 activistas kurdos, reunidos en un centro social en la localidad de Suruc. Las manifestaciones del día siguiente fueron brutalmente reprimidas por la policía de Erdogán.
Pero seguramente hay que volver la vista atrás a las masivas protestas (y represión) de 2013, en gran parte participadas e incluso organizadas por la diáspora kurda en las grandes urbes de Turquía, para tener una mejor perspectiva. La unidad internacionalista o inter-étnica de estas protestas populares, unido a la doctrina del Confederalismo Democrático, cuajó políticamente en la formación del Partido Democrático del Pueblo (HDP) de organización bicéfala turco-kurda, que finalmente irrumpió con fuerza en el Parlamento estatal en las elecciones de Junio, obteniendo 13% del voto y 80 escaños.
Erdogán había quedado tocado, perdiendo la mayoría absoluta, pero evidentemente ha decidido contraatacar a su manera: por la fuerza bruta.
Es muy posible que uno de los objetivos de esta regnición de la guerra sea la eventual ilegalización de esa fuerza política tan incómoda como es el HDP. Desde luego el reinicio de la lucha armada en Kurdistán Norte supone automáticamente un incremento de la represión contra la actividad política y social kurda y sin duda también de cualquiera que ose alzar la voz en favor del Pueblo Kurdo, incluso en términos muy moderados.
En el campo nacionalista turco, en sus tres variantes (islamista, secularista moderada y secularista fascista), supone un toque de corneta para cerrar filas frente a la actividad armada del PKK, que inevitablemente será reavivada ahora. Supongo que esto de alguna manera refuerza la posición de Erdogán como líder de la Turquía nacional-imperialista.
Rojava y Siria: una zona de exclusión aérea para defender al Califato
No menos importante en todo esto es la situación que se da en el Kurdistán Occidental o Rojava, bajo jurisdicción nominal siria, y en el campo de batalla mundial que es hoy día el territorio de la República de Siria.
Las fuerzas kurdas del YPG (Unidades de Protección Popular) han avanzado lenta pero sostenidamente contra el Estado Islámico y el llamado “Ejército Sirio Libre” que es básicamente Al Qaeda (y que cuenta con el apoyo declarado de la OTAN y sus aliados regionales) precisamente a lo largo de la frontera con el estado turco, frontera tan artificial que discurre sobre una línea de ferrocarril.
Potencialmente este avance amenazaría las líneas de suministros del Estado Islámico a partir de Turquía, incluyendo la arribada de combatientes y concubinas captadas por todo el mundo.
Ante esto Ankara y Washington han decido imponer unilateralmente y violando la soberanía del estado sirio una zona de exclusión aérea. Las primeras informaciones indican que se extendería entre las localidades de Jarabulus y Mare’ (o Marea) con hasta 90 Km de profundidad. Contrastando mapas descubrimos que esta zona es prácticamente idéntica con el territorio controlado por el EI en la provincia de Alepo, su cordón umbilical hacia los suministros provenientes del Estado Turco.
Naturalmente la zona de exclusión tiene sólo un objetivo: la aviación siria. Ninguna otra fuerza contendiente en el terreno tiene aviones. Por lo tanto el único objetivo de esta medida es claramente la defensa del Estado Islámico frente a la Fuerza Aérea Siria y, por extensión, las fuerzas de tierra kurdas que son de facto aliados de Damasco.
La hipocresía imperialista parece no conocer límites.
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