viernes, 2 de septiembre de 2016

Las semillas de la Revolución Democrática en Etiopía


Después de más de dos décadas de silencio impuesto, el pueblo de Etiopía está encontrando su voz y exigiendo cambios políticos de fondo. 

En las últimas semanas y meses, miles de personas han tomado las calles para protestar pacíficamente contra el partido del gobierno, expresando su ira colectiva por las injusticias y violaciones generalizadas de los derechos humanos que tienen lugar en todo el país, exigiendo elecciones democráticas. 

El pueblo se levanta 

La gente ha despertado y, superando el miedo y diferencias históricas, están empezando a unirse. Los dos principales grupos étnicos están confluyendo bajo una causa común: libertad, justicia, y el respeto de sus derechos humanos, reconocidos constitucionalmente. Dos partidos de la oposición, el Frente Democrático de Oromo (ODF) y Ginbot Patriótico 7 por la Unidad y la Democracia (PG7) han formado una alianza para derrocar al régimen en el poder, e intentan atraer a otros grupos de oposición. 

Las protestas están dominadas por jóvenes de 25 - 30 años; los jóvenes, conectados con el mundo a través de las redes sociales, ya no están dispuestos a vivir bajo el miedo, como explicó Seyoum Graham Peebles 26/08/2016 Teshome, un profesor universitario en el centro de Etiopía, al New York Times: "Toda la juventud está protestando. Una generación está protestando". 

Por el momento, las manifestaciones se limitan esencialmente a Oromia y Ahmaria, pero a medida que crece la confianza, hay muchas posibilidades de que otras regiones puedan participar, aumentado el número de manifestantes hasta superar y desbordar a las fuerzas de seguridad. 

Cuando hay unidad, y la acción colectiva es coherente, pacífica, los gobiernos no tienen más remedio que escuchar (como se ha demostrado en otras partes del mundo), y se atrae la atención de la comunidad internacional. Etiopía recibe entre un tercio y la mitad de su presupuesto federal de varios paquetes de ayuda de donantes internacionales; países donantes irresponsables que ven a Etiopía como un aliado en la llamada "guerra contra el terror", un país estable en una región de inestabilidad: una ilusión de estabilidad mantenida a costa de silenciar a la población. 

Para vergüenza de los principales países donantes – EE UU, Gran Bretaña y la Unión Europea – se ha ignorado repetidamente los gritos de la gente, y se ha hecho la vista gorda a los abusos de derechos humanos cometidos por el partido en el poder, lo que en muchos casos constituye terrorismo de Estado. Es un abandono que roza la complicidad. 

Permanecer en paz 

Este es un momento histórico que podría dar lugar a la caída del gobierno - un día anhelado por la mayoría de los etíopes - y dar paso a lo que los activistas y grupos de oposición han estado haciendo campaña durante años: elecciones justas democráticas, y un debate político abierto. Nada de ello, a pesar de las falsas declaraciones de Barack Obama y otros, ha tenido lugar bajo el gobierno del EPRDF. De hecho, Etiopía nunca ha conocido la democracia. 

Es esencial que las manifestantes sigan siendo pacíficas, a pesar de la brutal respuesta del gobierno - y ha sido brutal - y que no se conviertan en un conflicto étnico, con las fuerzas militares tigrañas leales al gobierno enfrentándose contra grupos de Oromos, Amharas, Ogadis y de otras regiones. Tomar las armas a cualquier nivel no solo implicaría el riesgo de un gran número de víctimas y el caos nacional, sino que también permitiría al régimen propagar falsas acusaciones de terrorismo, atribuir el levantamiento a fuerzas desestabilizadoras e ignorar las reivindicaciones de los manifestantes y los partidos de oposición. 

El gobierno es dueño de la única empresa de telecomunicaciones del país, así como prácticamente de todos los medios de comunicación, y busca en todas las formas posibles cómo condicionar las informaciones de los medios internacionales. Regularmente cortan internet para hacer que sea difícil a los manifestantes comunicarse, y no duda en manipular la narrativa que rodea a las protestas. Sin embargo, como la cobertura de las protestas inunda las redes sociales – mostrando como los manifestantes son golpeados indiscriminadamente por el llamado "personal de seguridad" -, así como relatos de primera mano, no podrá suprimir o tergiversar la verdad. 

La reacción brutal del gobierno 

Etiopía se compone de decenas de tribus y una serie de grupos étnicos. La gente de Oromia y Amharia (35% y 27% respectivamente de la población) constituyen la mayoría, y con razón sienten que han sido ignorados y marginados por los de Tigray (6% de la población), cuya organización el TPLF domina el gobierno y controla el ejército. Y es en Oromia y en la ciudad de Gondar en Amharia donde las protestas se han concentrado en las últimas semanas y meses. Protestas que el gobierno ha reprimido duramente. 

Es imposible determinar el número exacto de manifestantes muertos por las fuerzas del gobierno durante la última semana o dos; Al Jazeera informa que "entre 48 y 50 manifestantes murieron en Oromo,". Pero la agencia de radiodifusión por satélite, ESAT Noticias, dice que "varias fuentes revelaron que solo en los últimos días [hasta el 10 de agosto] por lo menos 130 personas han sido asesinadas en la región de Oromo ... mientras que otros 70 han sido masacrados en Amharia”. No hay duda de que la cifra real es mucho mayor. 

Residentes de la ciudad de Bahir Dar informaron a The Guardian que "los soldados dispararon con fuego real contra los manifestantes. Los hospitales están llenos de víctimas mortales y heridos". Miles de personas han sido detenidas, y ESAT informa que las fuerzas de seguridad han exigido el pago de rescates a las familias de los jóvenes detenidos después de protestar en la capital del país, Addis Abeba. 

A pesar del hecho de que la libertad de reunión está claramente reconocida en la Constitución de Etiopía (artículo 30), el primer ministro, Haile Mariam Dessalegn, anunció una prohibición general de las manifestaciones, que, afirmó, "amenazan la unidad nacional". Hizo un llamamiento a la policía - que no necesitan ningún estímulo para comportarse como matones - para que utilicen todos los medios a su disposición para frenar las protestas. El ministro de Comunicaciones, Getachew Reda calificó las protestas de ilegales. Todo lo cual es irrelevante y, por supuesto, muestra un completo desconocimiento de la situación. 

Conmocionado y horrorizado por la reacción violenta del régimen ante las protestas, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos instó "al gobierno para permitir el acceso a los observadores internacionales en las regiones afectadas para poder establecer qué es exactamente lo que sucedió". El portavoz describió la información que llega de de Amharia y Oromia como "extremadamente alarmante", diciendo que no había habido "ningún intento auténtico de exigir responsabilidades" desde que los informes de abusos cometidos por las fuerzas de seguridad comenzaron a conocerse en diciembre. La arrogante respuesta del gobierno - por no decir cobarde - fue rechazar la solicitud de explicaciones; Getachew Reda, sin un soplo de ironía, dijo a Al Jazeera que "la ONU tiene derecho a su opinión, pero el gobierno de Etiopía es responsable de la seguridad de su propio pueblo". Tal vez si los principales benefactores de Etiopía comenzaran a cumplir con sus deberes como donantes y ejercieran presión sobre el régimen, este sería más conciliador. 

Las dictaduras como la del EPRDF se niegan a mantener diálogo con los grupos de oposición y creen totalmente en el poder de la fuerza y ??el miedo para controlar a las poblaciones, respondiendo instintivamente a las reivindicaciones de libertad y justicia con un aumento de la represión, en un ciclo que retro-alimenta el levantamiento popular. Los días de estos regímenes totalitarios están llegando rápidamente a su fin: se desintegran hasta su extinción final. 

El impulso imparable del cambio 

Durante años, el gobierno de Etiopía y los principales donantes del país han estado propagando la mentira de que la democracia y el desarrollo social florecían en el interior del país. A medida que la gente protesta, este mito se está desmoronando. 

La pura verdad es que el gobierno del EPRDF, en el poder desde 1991, es un régimen violento, no democrático, que ha reprimido sistemáticamente a la población durante los últimos veinticinco años. No hay libertad de expresión, el poder judicial es un títere del estado, los líderes políticos de la oposición, así como periodistas y cualquier persona que exprese abiertamente su desacuerdo es detenida y encarcelada (y a menudo torturada),y sus familias perseguidas. La ayuda humanitaria, los empleos y las oportunidades de educación superior se reparten de manera sectaria y partidista; y el crecimiento económico que ha habido (rebajado drásticamente por el FMI hace poco) ha fluido en gran medida a las arcas de los funcionarios del gobierno y sus partidarios. 

Ha ido creciendo un movimiento de protesta social desde las elecciones generales de 2010 (que al igual que los anteriores, y desde entonces, fueron ganadas fraudulentamente por el EPRDF), y ahora parece ser imparable. 

No importa cuántos manifestantes mate - y sin duda seguirá matando - arreste e intimide la policía militar, esta vez hay una posibilidad real de que la gente no se resigne ni se amilane; no pueden aceptar que se les nieguen sus derechos. Creen, como un gran número de personas en todas partes, que hay una ola de cambio en todo el mundo, que están en sintonía con los tiempos, y que este es el momento de unirse y actuar. 

Comenzando en Oromia en marzo de 2014, e intensificándose en noviembre pasado, han tenido lugar grandes manifestaciones en oposición a los planes del gobierno para ampliar la capital, Addis Abeba, expropiando terrenos agrícolas en Oromia. Las protestas comenzaron en Ginchi, una pequeña ciudad al suroeste de la capital, y se extendieron a más de 400 localidades en las 17 comarcas de Oromia. Al mismo tiempo, los manifestantes marchaban en Gondar exigiendo, entre otras cosas, libertad de enseñanza. 

El ejército etíope respondió desplegando a la policía militar y fuerzas regulares que “utilizaron fuerza excesiva y letal contra las protestas en su mayoría pacíficas" según Human Rights Watch (HRW), que asegura que más de 400 personas inocentes murieron; ESAT, sin embargo, eleva ese número, diciendo que "al menos 600 manifestantes murieron en los últimos nueve meses" en la región de Oromia. 

Las protestas en Oromia y Amharia han estallado por temas específicos - territorio, uso de la tierra, el fraude electoral de las elecciones de 2015 y la retención no democrática del EPRD del poder. Sin embargo, estas no son las causas subyacentes, sino los factores desencadenantes, las últimas gotas de agua que han desbordado un vaso lleno por dos décadas de represión violenta e injusticia. Estas violaciones no se limitan sólo a estas dos grandes regiones, sino que se extienden por todo el país; en Gambella, y la región de Ogaden, por ejemplo, han tenido lugar todo tipo de atrocidades patrocinadas por el Estado. 

El gobierno del EPRDF ha tratado de gobernar Etiopía a través de la intimidación y el miedo. Tales métodos violentos, brutales, sólo pueden tener éxito durante un cierto tiempo: hasta que la gente se una y se rebele, como lo están haciendo ahora, con toda la fuerza de una causa justa.

Graham Peebles

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