Cuba entera está expectante ante la próxima llegada del mandatario norteamericano Barack Obama. Una visita sin duda, histórica e impensable tiempo atrás, al ser la segunda vez que la isla recibe a un presidente norteño en funciones, tras ochenta y ocho años, cuando desembarcó en La Habana Calvin Coolidge.
Y más que una cuestión de almanaques, son las distancias políticas que han rodeado a las relaciones entre ambos países en más de medio siglo, las que hacen de este un acontecimiento sin par.
Incluso si no tuviera otros significados, muchos cubanos agradecen el despliegue para recibirlo. Calles con baches casi desde la época en que rompimos relaciones muestran huellas frescas de asfalto; la pintura y los andamios se adueñan de la ciudad, y para que se sienta como en casa, hasta el mismísimo Capitolio habanero, copia del de Washington, y según dicen, más alto que ese, mostrará nuevas galas tras una dilatada reparación.
Más allá, la llegada del presidente de los Estados Unidos es la nota más alta en la normalización iniciada el 17D. “La visita de Obama ayudará a hacer irreversible el proceso con Cuba”, aseguró el asistente presidencial y asesor adjunto norteamericano Ben Rhodes.
No es poco lo conseguido en los quince meses transcurridos desde entonces. El restablecimiento de relaciones trae aparejado un clima de distensión y el reconocimiento de Cuba como un interlocutor válido. Se han relajado restricciones en ámbitos como el envío de remesas, viajes, comunicaciones, vuelos directos, intercambio cultural, etc.
Visita de Obama es oportunidad para mejorar relaciones, dice cancillería de CubaCuba y Estados Unidos se han sentado a la mesa para discutir otros temas de interés común, entre ellos los migratorios, de medioambiente y de lucha contra el narcotráfico.
Según ha trascendido a través de fuentes cercanas a la Casa Blanca, Obama traerá ahora en su equipaje un nuevo paquete de enmiendas a las regulaciones vigentes, que faciliten los viajes de norteamericanos a la isla y un mayor comercio entre ambos países.
Pero todo eso no es aún suficiente. “Para llegar a la normalización queda un largo y complejo camino por recorrer, que requerirá de la solución de asuntos claves que se han acumulado por más de cinco décadas y que profundizaron el carácter confrontacional de los vínculos entre los dos países”, advertía un comunicado publicado en el diario Granma hace pocos días. “Tales problemas no se resolverán de la noche a la mañana, ni con una visita presidencial”.
El bloqueo sigue siendo el principal escollo en esa travesía. Mientras por un lado el propio Obama ha reconocido esta política como obsoleta y carente de sentido y se ha pronunciado por su eliminación, el gobierno que preside lo continúa utilizando como un instrumento de presión económica y política.
Y es que paradójicamente, hace apenas unos días, la Oficina para el Control de Activos Extranjeros (OFAC) del Departamento del Tesoro de Estados Unidos, impuso una multa de 304.706 dólares a la empresa Halliburton por prestar servicios a la compañía cubana Cuba Petróleo.
Otros asuntos considerados por Cuba lesivos a la soberanía deberán ser resueltos para que las relaciones bilaterales sean normales, como la existencia de la Base Naval de Guantánamo, la Ley de Ajuste Cubano y los programas injerencistas dirigidos a provocar desestabilización y cambios en el orden político, económico y social en el país. “La política de cambio de régimen tiene que ser definitivamente sepultada”, exigía el texto del diario oficial cubano.
Son estas situaciones y políticas muy anteriores a la administración Obama, algunas incluso desde antes de nacer el presidente, pero que ahora él tiene la facultad de modificarlas o eliminarlas por decisión ejecutiva.
“De lo que se trata en nuestros vínculos con los Estados Unidos, es que ambos países respeten sus diferencias y creen una relación basada en el beneficio de ambos pueblos”, afirmaba el Granma.
Aunque hay demasiados intereses de por medio y es imposible que el presidente consiga quedar bien con Dios y con el Diablo, lo cierto es que esta visita trae aires de esperanza a los cubanos.
De lo que se trata en nuestros vínculos con los Estados Unidos, es que ambos países respeten sus diferencias y creen una relación basada en el beneficio de ambos pueblos.
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