En una esquina del ring, Donald Trump. En la opuesta, el Chapo Guzmán. Es el combate más esperado a los dos lados del Río Grande y una metáfora salvaje de lo peor de Norteamérica
El Chapo Guzmán estrenó su recién recuperada libertad la semana pasada tecleando mensajes en una cuenta de Twitter que hasta entonces administraba uno de sus hijos (y que tiene más de 500.000 seguidores,muchos fervientes admiradores). Se dedicó a celebrar su fuga y festejar que estaba de vuelta con su familia. También a amenazar a quienes le apresaron y juzgaron. Entre medias, tuvo tiempo para remitir el siguiente recado al magnate estadounidense Donald Trump: "Sigue chingando y voy hacer que te tragues todas tus putas palabras pinche guero cagaleche".
También ha expresado cosas como las que siguen: "Tenemos que cerrar nuestra frontera. Tenemos que construir un muro (...) Creo que deberíamos boicotear a México, honestamente, nos están tratando muy, muy mal(...) México manda a su gente, pero no manda lo mejor. Está enviando a gente con un montón de problemas (...). Están trayendo drogas, el crimen, a los violadores. Asumo que hay algunos que son buenos", dijo nada menos que en su primer acto de campaña.
La pelea virtual ha sido elevada a la categoría de símbolo en las redes sociales. Han aparecido cientos de memes y ha suscitado un debate en el que han intervenido periodistas, políticos, activistas e incluso artistas hispanos conocidos. A algunos, generalmente al norte del Río Bravo, les indigna pensar que un sanguinario criminal que acaba de escaparse de la cárcel pueda pasar la tarde tuiteando.
A otros, generalmente al sur del Río Bravo, les mata de risa la idea de que salga en su defensa un campesino nacido en Badiraguato. Un salvaje criminal, sí, pero tan "macho" que es capaz de meterle miedo a un ricachón que pone su nombre a los rascacielos y las compañías aéreas.
La historia que rodea al combate constituye una brillante (aunque grotesca) metáfora de la tortuosa relación sentimental entre México y EEUU. El Chapo es la encarnación de todo lo malo que llega desde el otro lado de la frontera: droga, violencia, marginalidad y crimen. Y, al revés, Donald Trump se ha convertido en una caricatura del “demonio gringo” que exporta desprecio, racismo y una hegemonía económica que muchos mexicanos consideran la base de la mayoría de sus problemas.
Borrachos en Acapulco
El discurso político y mediático en México alimenta también el desencuentro: la sociedad estadounidense es tan hipócrita, se repite una y otra vez, que es capaz al mismo tiempo de vender armas a los narcos, consumir las drogas que éstos les suministran y pagar una guerra en suelo mexicano que sólo durante el gobierno de Felipe Calderón costó la vida a más de 60.000 personas.
Y los clichés germinan porque el terreno es fértil. Muchos estadounidenses perciben con preocupación como sus calles (y la imagen que de ellas proyecta Hollywood) se llenan de inmigrantes hispanohablantes sin papeles dispuestos a trabajar por sueldos de miseria en turnos interminables, de pandilleros hispanos con tatuajes de vírgenes y cristos; y de drogas facturadas por los 'narcos'.
Mientras, muchos mexicanos (también quienes cruzan la frontera a pie) se sienten maltratados en las películas de Hollywood (donde siempre siempre tienen papeles de sirvientes, tarados o criminales), cansados de trabajar en la 'maquila' y de aguantar borrachos en Cancún o Acapulco.
Y, sobre todo, observan con desprecio la privilegiada relación que mantiene su élite corrupta con Estados Unidos. Los poderosos de Monterrey y Ciudad de México esquían en Colorado, compran mansiones y ranchos en Texas, mandan a sus hijos a Harvard, pasan los fines de semana en Las Vegas y se hacen pasar por 'gringos' en cuanto tienen ocasión. Y su presidente, Enrique Peña Nieto, es alabado en los foros económicos de Nueva York, donde se aplaude una pujanza económica que el pueblo no ve por ninguna parte.
Van ganando
El combate Chapo vs Trump tiene muchas más derivadas. Resume, por ejemplo, como las dos sociedades son capaces de echarse mutuamente la culpa de todos sus problemas, perdiendo un tiempo que no dedican a mirarse al espejo. En sitios como Sinaloa los hijos de los campesinos pobres ven al narcotraficante como un Robin Hood con metralleta, artífice de una vía rápida (y ultra-violenta) para salir de la pobreza. Y en sitios como Carolina del Sur, parte de la clase media venida a menos por la crisis cree que Trump es un valiente paladín que puede protegerles de la "invasión".
El Chapo, recordamos, está de nuevo suelto y el narcotráfico va ganando la batalla por el control del territorio mexicano. A Donald Trump algunas encuestas le dan ya como favorito, especialmente las de la cadena Fox. Los analistas consideran que es poco menos que imposible que acabe representando al Viejo Gran Partido. Algo parecido se dijo en las primeras semanas de campaña con la candidatura de un actor llamado Ronald Reagan. O con la del hijo de un negro de Kenia y una blanca de Kansas. Un tal Barack Obama.
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