Estados Unidos y sus aliados occidentales, acompañados por el régimen de Israel, Turquía y Arabia Saudí planifican, bajo la doctrina exterior de la Administración de Barack Obama – la denominada Leading From Behind – la estrategia de desestabilización de la república de Siria.
Tal hipótesis es posible visualizarla a partir del papel que ha cumplido Estados Unidos, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y el propio régimen de Israel, con las ideas y acciones destinadas a derribar lo que se consideran regímenes árabes corruptos y políticamente inestables, desde el punto de vista del apoyo incondicional, que se supone debían tener a Occidente.
Si en principio esos gobiernos derribados tenían cierta postura contraria a la presencia occidental en esa zona del mundo, con el paso de los años, dicha influencia fue aceptada, convenida e incluso devino en férreas alianzas. Ello, como parte de un interés notorio y geopolíticamente discutible pero no extraño. Es en ese marco, que Siria se convirtió en el próximo paso de una estrategia que pretende “democratizar” al estilo occidental el Medio Oriente, así como se ha hecho, supuestamente en el Magreb y Egipto. Un fracaso que quiere ser replicado.
OBJETIVOS MAYORES
Pero, la razón de fondo a esta política de agresión contra Siria radica, esencialmente, en los objetivos del régimen de Israel – compartido por el denominado Comité de Asuntos Públicos Estadounidense-Israel - AIPAC por sus siglas en inglés - de destruir al único Estado Árabe, que constituye un adversario de envergadura contra el sionismo. Para el régimen de Tel Aviv y los Halcones estadounidenses, ver caer a Bashar al-Asad, constituye una de las vigas principales en el plan de tener tránsito libre, tanto en el plano aéreo como terrestre para dominar Oriente Medio y atacar Irán. Y en el análisis global, es también una jugada contra Rusia, pues una eventual caída de Siria dejaría a Moscú sin una de su dos bases militares fuera de territorio ruso y en este caso, único punto situado en el Mediterráneo, como es el puerto de Tartus. Igualmente, para el régimen de Israel el objetivo sirio persigue destruir a Hezbolá (El Movimiento de Resistencia Islámica de El Líbano) y HAMAS (El Movimiento de Resistencia Palestina), un dolor de cabeza para los afanes hegemónicos en la región.
Los últimos años de Ben Ali en Túnez, Mubarak en Egipto y Gaddafi en Libia representaron una postura netamente pro occidental, que políticas exteriores proclives a apoyar la lucha del pueblo palestino, los afanes libertarios del pueblo saharaui o solidarizar con Irán frente a las políticas de agresión del régimen de Israel y Occidente, en el concierto de disputa contra la hegemonía Washington-Tel Aviv, que no modificaron la situación estratégica de Oriente Medio, donde lo significativo es lo que pueda ocurrir en Siria, blanco hoy de una de las más grandes conjuras internacionales e intervenciones de las grandes potencias en su disputa de poder hegemónico, que ha significado desde febrero del año 2011 a la fecha, la muerte de 250 mil sirios y el desplazamiento de 13 de los 22 millones de habitantes de este país, que juega un papel crucial en Oriente Medio, explicado, fundamentalmente por su posición geográfica – que sigue siendo un elemento fundamental, a pesar de la imposición de conceptos como la globalización, como si con ello hubiese que dejar de lados consideraciones más locales o regionales.
Ubicada entre Turquía e Irak, Jordania, Israel y El Líbano su presencia y apoyo a movimientos contrarios al régimen de Israel, por ejemplo, y por extensión a Estados Unidos, sitúa a Siria entre los países miembros del “eje del mal” denominación del léxico de los gobiernos de George W. Bush, pero que se ha mantenido incólume en la praxis de los Halcones de Washington bajo la administración de Obama. Dotada de una superficie de 185 mil kilómetros cuadrados, este país del levante mediterráneo alberga los mencionados 22 millones de habitantes, donde más de la mitad vive en sus principales ciudades: Alepo, Damasco, Homs y Latakia.
Siria se debate entre una coacción política-militar interna y fuertes presiones de Estados Unidos, la Liga Árabe, las potencias occidentales y su vecino israelí. El Gobierno de Basar al-Asad y la población siria viven hoy el ataque por dos frentes, aquellos que escudados en un supuesto ataque a EIIL (Daesh en árabe) implica la destrucción vía bombardeos aéreos de su infraestructura vial e industrial por parte de la Coalición Internacional liderada por estados Unidos y los ataques impulsados por el terrorismo Takfirí de grupos como Daesh, Frente Al-Nusra y aquellos grupos menores que se infiltran desde Turquía y Jordania, contando para ello con el aval, financiamiento y pertrechos de Arabia Saudí, el régimen de Israel y Turquía.
Sea cual sea la visión y opinión que se tenga sobre Siria y su futuro, lo claro es que Medio Oriente sigue siendo un polvorín. En especial Siria, ubicada en el Levante Mediterráneo, que representa un campo de prueba muy valioso en materia de política internacional y el visualizar en qué dirección van los acontecimientos en esa parte del mundo, permite augurar el cómo se viene la mano para otros países del región, en especial Irán, que ha logrado retomar con fuerza su papel como potencia regional, con la cual hay que contar sí o sí. Papel que se ha ido consolidando, a partir de su postura firme y decidida frente a Estados Unidos y sus enemigos regionales, con respecto al programa Nuclear, que tuvo un hito histórico el pasado 14 de julio tras la firma del Plan Integral de Acción Conjunta - JCPOA, por sus siglas en inglés - entre el G5+1 e Irán, en la ciudad austriaca de Viena.
En el plano de los oponentes en el conflicto Sirio, Irán ha jugado un rol fundamental, declarando, no sólo su apoyo político, sino que diplomático y logístico a aquellos que combaten a Daesh, sea en Siria o en Irak. Esa postura, avalada por la propia comunidad internacional que ha sostenido en sus instancia de coordinación y representación, que Daesh es un grupo terrorista, que hay que eliminar, da a Teherán la fuerza moral y política para combatir y apoyar el combate contra los grupos terroristas takfirí.
El propio presidente iraní, Hasan Rohani sostuvo que “la prolongación de la crisis siria radica en las injerencias erróneas de ciertos Gobiernos y la presencia de grupos terroristas procedentes de diferentes países en el territorio árabe. El futuro de un país depende de la opinión y la voluntad de su pueblo, en ausencia de la injerencia de las potencias, sean estas regionales, occidentales y del terrorismo. Nadie está salvo de este terrorismo y constituye un riesgo integral, cuya eliminación requiere de una lucha conjunta de todos los países del mundo. Irán tiene una firme posición de apoyar a Siria en el combate contra el terrorismo y el extremismo, y continuaremos trabajando con Damasco para lograr la estabilidad y la seguridad en la región y el mundo. En el campo político seguiremos usando toda nuestra fuerza y facilidades políticas para solucionar los escollos, restablecer la seguridad y la paz, y materializar la voluntad del pueblo sirio”. Para Rohani la única salida posible para Siria es la política y no la militar.
En el mismo plano se han expresado los gobiernos de China y Rusia, para quienes cualquier solución que implique una intervención militar multinacional en Siria, contra el gobierno de Bashar al-Asad, no tiene asidero legal ni práctico posible. Es así, que en el caso ruso, este país se ha opuesto a todo tipo de Resolución del Consejo de Seguridad en que no se rechace expresamente la posibilidad de una intervención armada. La opinión Rusa se sustenta en la experiencia Libia, en que una resolución del Consejo de Seguridad, originada por la Liga árabe, fue utilizada para justificar una acción militar para derrocar al régimen de Gaddafi. Recordemos que Moscú y Damasco están unidos por una Tratado de Defensa y una amistad que se remonta a inicios de los años 70 del siglo XX y ese es un punto que los gobiernos de potencias europeas y Estados Unidos, además de los países del Golfo han considerado Para Rusia su relación con Siria va más allá del uso de su poder de veto en el seno del Consejo de Seguridad, sino también una alianza de largo plazo los trabajos de reconstrucción del puerto sirio de Tartus, antigua base militar soviética para que pueda acoger buques militares de mayor tonelaje y que representa un escenario estratégico para potencia euroasiática.
IRÁN ES LA MURALLA
El análisis fino respecto a la situación en Siria en estos 4 años y medio de agresión ha mostrado que Estados Unidos -luego de su fracaso en Irak- ha exportado sus afanes belicistas, acompañado en ello por Turquía, el régimen de Israel y Arabia Saudí. Hoy, con una guerra de agresión desatada tanto en Irak como en Siria, la labor de Daesh, las acciones Turcas contra las fuerzas kurdas, las acciones de bombardeo de la Coalición Internacional siguen generando la posibilidad de una intervención extranjera occidental y de países de la región, comandados por Arabia Saudí, a quien en este escenario revuelto quiere resolver a su favor la hegemonía en Oriente Medio. Esta es una realidad que está allí y que sólo ha logrado ser detenida por la firme y decidida acción del gobierno iraní y las fuerzas sociales y militares que combaten al terrorismo takfirí.
En ese plano, Teherán es plenamente consciente que su responsabilidad, que va más allá de defender sus fronteras ya que el peligro para Siria es el peligro para toda la región, donde los afanes hegemónicos de Israel, Turquía y Arabia Saudí en la zona – aupados por Estados unidos y las potencias de la Unión Europea – que ansían hacer caer a Damasco para ir por una fruta más jugosa con raíces en Teherán. Para autoridades del país persa el gobierno sirio se ha ido fortaleciendo, a contrapelo de los deseos de sus enemigos. “Hoy en día, Bashar al-Asad es sin duda más fuerte que hace cuatro años cuando comenzó la crisis, y ha resistido ante los terroristas de EIIL quienes son los mismos miembros de Baas” consignó el asesor del Líder de la Revolución Islámica de Irán para Asuntos Internacionales, Ali Akbar Velayati.
Por su parte, el presidente del Parlamento iraní, Ali Lariyani, en un encuentro con autoridades sirias, destacó el papel crucial de Siria en el frente de la Resistencia ante las políticas imperiales y sionistas. “Siria se enfrenta a una invasión a gran escala, porque está en el frente de la Resistencia contra las políticas imperial-sionistas y es por eso que este país árabe libra una lucha difícil contra el terrorismo y radicalismo durante los últimos años. Irán no escatima esfuerzos para apoyar al pueblo sirio en su batalla contra las atrocidades de los grupos terroristas takfiríes, en particular el EIIL.
El conflicto en Siria en particular y en la región en general tiene hoy la introducción de un nuevo elemento desestabilizador, a través del inicio de operaciones militares de Turquía. Este país, tras el atentado en Suruc, determinó autorizar públicamente la utilización de la Base Militar de Incirlik y de combatir, se supone en principio a Daesh, para derivar, finalmente, en lo que se anticipaba y temía: que las operaciones antiterroristas de Turquía se han dirigido, fundamentalmente contra fuerzas kurdas del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) cuyas bases operativas se encuentran en la región autónoma Kurda en el norte de Irak. Allí los Kurdos son fuertes, aliados de occidente y poseen una fuerza militar considerable – Los Peshmergas – que combaten a Daesh con eficacia. Los propios medios occidentales han reconocido que esas fuerzas, como también la milicia kurda YPG lucha contra los grupos takfirí de “ manera muy efectiva" acompañados en esta tarea por grupos de milicianos de Hezbola, Hamas y otras fuerzas anti-Daesh.
Las razones de este actuar turco son claras y conocidas: evitar el fortalecimiento de fuerzas kurdas en el norte de Siria que puedan influir sobre los propios kurdos que habitan en Turquía, que representan el 20 % de su población. Sin embargo tal conducta no evita que la frontera turca siga siendo zona de tránsito de nuevos terroristas que se introducen en Siria para combatir en suelo de este país levantino, que sirva de introducción de armas y contrabando de petróleo robado de los pozos sirios e iraquíes. Turquía está jugando con fuego pues a la par de permitir el uso público de la base de Incirlik, exigió a Estados unidos que se creará bajo el aval internacional la denominada “Zona Libre de Daesh” que es una franja ubicada entre Yarablus y Azaz, que será protegida por la aviación truca y de la Coalición, donde se permite el apoyo turco a las fuerzas terroristas agrupadas en la denominada Coalición de Grupos rebeldes y extremistas del Ejército de la Conquista. Un área de 10 mil kilómetros cuadrados que le servirá a la política turca moverse en dos direcciones: frustrar el avance kurdo y seguir con la idea de derrocar al Gobierno sirio.
En las últimas semanas las fuerzas anti-Daesh han logrado importantes resultados, destinados a recuperar vastas áreas sirias que estaban bajo dominio de los grupos takfirí. Fuerzas del Ejército Regular Sirio y combatientes del Movimiento de Resistencia Islámica de El Líbano – Hezbolá – han ido poco a poco recobrando la ciudad siria de Al-Zabadani, fronteriza con el Líbano, que está a 10 kilómetros del fronteras sirio-libanesa y que es el último baluarte terrorista en la región fronteriza entre ambos países tras los combates y campaña militar que ha logrado recuperar casi la totalidad de la región de Al-Qalamoun.
En suelo sirio se juega la paz regional, que cada día, con el apoyo de las fuerzas libanesas agrupadas en Hezbolá, con el apoyo de los voluntarios de HAMAS y fuerzas chiíes de países de la región, han ido minando la fuerza de Daesh y otros grupos takfiries, quienes llevan a cabo su acciones digitadas por un pode mayor, específicamente emanados de la triada Washington-Tel Aviv –Riad que a la par de su propias contradicciones deben enfrentar la presencia efectiva y cada día con mayores grados de influencia de Irán, que tras los acuerdos nucleares con el G5+1 ha logrado mostrar al mundo que en la zona su palabra tiene que ser considerada.
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