Como país independiente Irak sólo tiene 100 años de historia, cuyos acontecimientos sociales y políticos, pasados y presentes, no se explican por motivos religiosos sino por la lucha de clases.
Hace 100 años el territorio que hoy conocemos con ese nombre formaba parte del Imperio Otomano, que fue derrotado en la I Guerra Mundial, una guerra imperialista cuyo resultado final condujo a un nuevo reparto del mundo que se materializó en el Pacto Sykes-Picot, por el cual Inglaterra y Francia se repartieron Oriente Medio. Irak fue sometido al imperialismo británico. Aquel Pacto se firmó en secreto y se conoció en 1917 gracias a la Revolución de Octubre, ya que el zarismo fue otros de los firmantes del mismo.
El mapa de Irak lo impusieron los imperialistas como consecuencia de su relevante papel geoestratégico en Oriente Medio, su proximidad a la URSS y el acceso a los pozos de petróleo. Era un país dislocado. Mientras territorios irakíes como Kuwait se separaron, se incorporaron otros, como una parte de Kurdistán, que no eran irakíes. Irak es, pues, un problema nacional dentro de otro problema nacional.
Los británicos pusieron a los sunitas a cargo del Estado, a pesar de que los chiítas eran la confesión mayoritaria. Pero al mismo tiempo, los chiítas eran los sectores más pobres de la población, especialmente campesinos.
En Irak ni siquiera el rey era irakí. Como recuerda la figura cinematográfica de Lawrence de Arabia, el imperialismo británico impuso una monarquía feudal llevada desde el exterior y basada en los terratenientes (de religión sunita), que aplastaron a sangre y fuego las revueltas de los campesinos pobres (chiítas) y las nacionales de los kurdos.
Ni una gota de petróleo quedó dentro de Irak. Se repartió en cuatro partes de un 23'75 por ciento para cada una de las potencias (Gran Bretaña, Francia, Holanda y Estados Unidos), mientras el 5 por ciento restante fue a parar a las manos de Caloste Gulbenkian, que ayudó a negociar el reparto entre los imperialistas.
Los acuerdos entre los imperialistas y de estos con la monarquía no se impusieron pacíficamente sino a costa de numerosos levantamientos populares. En mayo de 1920 hubo 10.000 muertos. En 1925 en Suleimaniya un levantamiento masivo fue bombardeado con gases tóxicos. La expresión de esas movilizaciones fue siempre política, y no religiosa, especialmente de tipo nacionalista, kurda, panarabista, luego baasista y nasserista, pero especialmente comunista.
El mandato británico sobre Irak acaba oficialmente en 1932 pero, de hecho, continúa dominando el país.
La creación del Partido Comunista en 1934 fue la culminación de la resistencia contra el imperialismo en Irak, hasta el punto de que se convirtió en la vanguardia más importante de todo el Oriente Medio. En la lucha contra el imperialismo y sus agentes internos, Partido Comunista de Irak agrupó en sus filas a todas las naciones (árabes, kurdos, asirios, shabak) y todas las confesiones religiosas (sunitas, chiítas, cristianos). Su destrucción se convirtió en el objetivo primordial de la represión imperialista.
Si tras la Primera Guerra Mundial los imperialistas británicos sucedieron a los otomanos, tras la Segunda los estadounidenses sustituyeron a aquellos.
Además de la Guerra, a partir de 1945 Oriente Medio conoce otros problemas, que se superponen a los ya existentes, ninguno de los cuales es religioso tampoco, especialmente la creación del Estado de Israel, la primera agresión israelí (1948), el destierro palestino (Al-Nakba), la caida de la monarquía en Egipto (1952), el golpe de Estado en Irán contra Mossadegh (1953) y sobre todo, la firma del Pacto de Bagdad en 1955.
El Pacto de Bagdad fue la Otan de Oriente Medio. También fue conocido como Cento (Central Treaty Organisation) y de él formaron parte países como Pakistán, Irán, Turquía, Irak y Gran Bretaña. Tenía dos objetivos: la guerra fría contra la URSS y la lucha contra los movimientos de liberación nacional, especialmente en los países árabes y kurdos. Como su propio nombre indica, Irak y el Partido Comunista de Irak constituían el objetivo central de la organización militar imperialista.
En 1948 se produjo el levantamiento popular más importante, conocido con el nombre de Al-Watbah (El Salto). Los estudiantes desencadenan inicialmente el movimiento por dos motivos: el primero contra las negociaciones con los imperialistas británicos (Tratado de Portsmouth) y el segundo por el destierro palestino. Luego los trabajadores ferroviarios se declararon en huelga, así como los campesinos, que ocuparon las tierras en la mayor parte del país. Varias manifestaciones masivas sacaron a la calle a decenas de miles de personas. El 27 de enero la policía disparó contra ellas, matando a unas 400 personas, lo cual no detuvo el descontento. El Presidente del Gobierno tuvo que huir a Gran Bretaña y se formó un nuevo gobierno.
En mayo continuaron los levantamientos y el gobierno declaró la ley marcial. Al año siguiente Yusuf Salman Yusuf, conocido por el sobrenombre de Fahd, Secretario General, y otros dos dirigentes más del Partido Comunista, Zaki Basim y Husain al-Shabibi, fueron ahorcados en otras tantas plazas de Bagdad. La monarquía anuncia el fin del comunismo en Irak.
Los imperialistas cosechan su fracaso más importante cuando en 1958 un poderoso movimiento de masas unido a una sublevación militar lleva al gobierno al general Abdul Karim Kassem, al que la Wikipedia etiqueta como "marxista". Toda la familia real y el primer ministro son ejecutados, Irak se convierte en una República, se retira del Pacto de Bagdad y estrecha relaciones diplomáticas con la URSS.
Al año siguiente Saddam Hussein, con 22 años, trató de asesinar a Kassem en un operativo organizado por la CIA. No logró su propósito, fue herido de bala en el pie y evacuado por la CIA a Tikrit, su ciudad natal, desde donde le llevaron a Beirut para seguir un cursillo de entrenamiento de la CIA. De allí la CIA le instaló en un apartamento de lujo en El Cairo, Egipto, donde estudió Derecho.
El general Kassem no era otra cosa que un nacionalista, o mejor dicho: un irakista ("Irak primero"). Emprende una reforma agraria no en interés de los campesinos pobres sino para quebrar el poder económico de los terratenientes y, por lo tanto, de la monarquía. Pero una revolución se abre camino.
Para el imperialismo el fracaso en Irak es aún peor que en Cuba. Eisenhower lo califica como el desafío más importante al se enfrentan Estados Unidos desde la Guerra de Corea de 1953. Unido a la llegada de Nasser el poder en Egipto, la revolución amenaza con extenderse por todo Oriente Medio. En Líbano desembarcan 20.000 marines y otros 6.000 paracaidistas británicos se instalan en Jordania.
El Partido Comunista es la fuerza organizada más importante del país. En mayo de 1959, un millón de personas manifiestan en las calles de Bagdad bajo las pancartas del PCI, un partido que en 1959 cuenta con 25.000 militantes. Además, el número de afiliados a las juventudes alcanza los 84.000. Las calles de Bagdad están bajo el control de los comunistas. Los obreros también están organizados en poderosos sindicatos de clase. De unas 3.500 organizaciones campesinas, el 60 por ciento estaban dirigidas por los comunistas. En las universidades hasta los estudiantes de teología islámica votan a los comunistas en porcentajes que superan al 80 por ciento. La cultura, el arte, la literatura y toda la actividad intelectual del país está dirigida por los comunistas. En Irak decir Al-Muthaqqaf (intelectual) o Al-Adib (hombre de letras) es sinónimo de comunista.
Pero aunque participan, los comunistas no son capaces de ponerse al frente de la revolución, y menos de impulsar su desarrollo hasta sus últimos objetivos, que están en manos de las corrientes nacionalistas militares. Entonces aparecen los límites del nacionalismo, que no es la solución sino una parte del problema: por su origen de clase, los militares no están dispuestos a avanzar en la revolución, lo que conduce al país a un callejón sin salida y socava los fundamentos mismos de la fuerza del nacionalismo.
Kassem se niega a entregar armas al pueblo. A un tiempo se enfrenta tanto a los comunistas como a los nasseristas, considerados como "extranjeros". En 1960 ilegaliza al Partido Comunista. Pero también se opone al imperialismo y a los monopolios petroleros internacionales. A su vez, el imperialismo utiliza a los nacionalistas kurdos para luchar en contra de la revolución.
El imperialismo también recurre a otros nacionalistas, los baasistas, que en febrero de 1963 derrocan a Kassem y lo ejecutan con el apoyo de la CIA. Comienza una orgía de sangre. A través de una emisora secreta de radio, la CIA presenta un listado de militantes a ejecutar y en los dos primeros días del golpe son asesinadas 5.000 personas. La represión se concentra en los comunistas de una manera atroz que ha pasado a ser legendaria. El secretario general del Partido, Husain Al-Radi, conocido clandestinamente como "Salam Adil", fue salvajemente torturado hasta la muerte.
Un agente de la CIA, Harry Rositzke, presentó el golpe de 1963 como un modelo de la manera en que el imperialismo debe ejecutar este tipo de acciones. El derrocamiento de Kassem, escribe Rositzke, "estaba previsto al detalle por los agentes de la CIA" (*). La dirección baasista se reunía con la CIA en Kuwait para mantener a los imperialistas informados puntualmente de cada uno de los pasos y de los planes del futuro gobierno golpista.
Aunque el Baas es el verdadero artífice del golpe de 1963, ponen a la cabeza del Estado al coronel Abdul Salam Aref, que pocos meses después se deshace de ellos. Entre otros muchos encarcela a Saddam, que se escapa de la cárcel en 1967.
En mayo continuaron los levantamientos y el gobierno declaró la ley marcial. Al año siguiente Yusuf Salman Yusuf, conocido por el sobrenombre de Fahd, Secretario General, y otros dos dirigentes más del Partido Comunista, Zaki Basim y Husain al-Shabibi, fueron ahorcados en otras tantas plazas de Bagdad. La monarquía anuncia el fin del comunismo en Irak.
Los imperialistas cosechan su fracaso más importante cuando en 1958 un poderoso movimiento de masas unido a una sublevación militar lleva al gobierno al general Abdul Karim Kassem, al que la Wikipedia etiqueta como "marxista". Toda la familia real y el primer ministro son ejecutados, Irak se convierte en una República, se retira del Pacto de Bagdad y estrecha relaciones diplomáticas con la URSS.
Al año siguiente Saddam Hussein, con 22 años, trató de asesinar a Kassem en un operativo organizado por la CIA. No logró su propósito, fue herido de bala en el pie y evacuado por la CIA a Tikrit, su ciudad natal, desde donde le llevaron a Beirut para seguir un cursillo de entrenamiento de la CIA. De allí la CIA le instaló en un apartamento de lujo en El Cairo, Egipto, donde estudió Derecho.
El general Kassem no era otra cosa que un nacionalista, o mejor dicho: un irakista ("Irak primero"). Emprende una reforma agraria no en interés de los campesinos pobres sino para quebrar el poder económico de los terratenientes y, por lo tanto, de la monarquía. Pero una revolución se abre camino.
Para el imperialismo el fracaso en Irak es aún peor que en Cuba. Eisenhower lo califica como el desafío más importante al se enfrentan Estados Unidos desde la Guerra de Corea de 1953. Unido a la llegada de Nasser el poder en Egipto, la revolución amenaza con extenderse por todo Oriente Medio. En Líbano desembarcan 20.000 marines y otros 6.000 paracaidistas británicos se instalan en Jordania.
El Partido Comunista es la fuerza organizada más importante del país. En mayo de 1959, un millón de personas manifiestan en las calles de Bagdad bajo las pancartas del PCI, un partido que en 1959 cuenta con 25.000 militantes. Además, el número de afiliados a las juventudes alcanza los 84.000. Las calles de Bagdad están bajo el control de los comunistas. Los obreros también están organizados en poderosos sindicatos de clase. De unas 3.500 organizaciones campesinas, el 60 por ciento estaban dirigidas por los comunistas. En las universidades hasta los estudiantes de teología islámica votan a los comunistas en porcentajes que superan al 80 por ciento. La cultura, el arte, la literatura y toda la actividad intelectual del país está dirigida por los comunistas. En Irak decir Al-Muthaqqaf (intelectual) o Al-Adib (hombre de letras) es sinónimo de comunista.
Pero aunque participan, los comunistas no son capaces de ponerse al frente de la revolución, y menos de impulsar su desarrollo hasta sus últimos objetivos, que están en manos de las corrientes nacionalistas militares. Entonces aparecen los límites del nacionalismo, que no es la solución sino una parte del problema: por su origen de clase, los militares no están dispuestos a avanzar en la revolución, lo que conduce al país a un callejón sin salida y socava los fundamentos mismos de la fuerza del nacionalismo.
Kassem se niega a entregar armas al pueblo. A un tiempo se enfrenta tanto a los comunistas como a los nasseristas, considerados como "extranjeros". En 1960 ilegaliza al Partido Comunista. Pero también se opone al imperialismo y a los monopolios petroleros internacionales. A su vez, el imperialismo utiliza a los nacionalistas kurdos para luchar en contra de la revolución.
El imperialismo también recurre a otros nacionalistas, los baasistas, que en febrero de 1963 derrocan a Kassem y lo ejecutan con el apoyo de la CIA. Comienza una orgía de sangre. A través de una emisora secreta de radio, la CIA presenta un listado de militantes a ejecutar y en los dos primeros días del golpe son asesinadas 5.000 personas. La represión se concentra en los comunistas de una manera atroz que ha pasado a ser legendaria. El secretario general del Partido, Husain Al-Radi, conocido clandestinamente como "Salam Adil", fue salvajemente torturado hasta la muerte.
Un agente de la CIA, Harry Rositzke, presentó el golpe de 1963 como un modelo de la manera en que el imperialismo debe ejecutar este tipo de acciones. El derrocamiento de Kassem, escribe Rositzke, "estaba previsto al detalle por los agentes de la CIA" (*). La dirección baasista se reunía con la CIA en Kuwait para mantener a los imperialistas informados puntualmente de cada uno de los pasos y de los planes del futuro gobierno golpista.
Aunque el Baas es el verdadero artífice del golpe de 1963, ponen a la cabeza del Estado al coronel Abdul Salam Aref, que pocos meses después se deshace de ellos. Entre otros muchos encarcela a Saddam, que se escapa de la cárcel en 1967.
En 1968 otro golpe de Estado patrocinado por la CIA devuelve al poder al Baas, encabezado por el general Ahmed Hassan Al-Bakr. El objetivo confesado del golpe es acabar con los movimientos guerrillero en el sur del país, entre ellos los comunistas. A la sombra de Al-Bakr comienza a trepar su primo Saddam Hussein, que dirige el aparato represivo. Sus galones los ganó torturando a los comunistas en las cárceles. Aunque no hizo ni el servicio militar, en 1976 le nombran general de cuatro estrellas. Dos años antes el franquismo le otorga la Gran Cruz de Isabel la Católica y en 1978 la transición hizo lo mismo: le dió el Collar de la Orden del Mérito Civil.
A partir de 1973, con la guerra del Yom Kippur, el alza del precio del petróleo pone mucho dinero a disposición de la misma política pendular, típica del nacionalismo sin rumbo, tanto con respecto a la URSS, como con respecto al propio Baas, dividido en varias facciones enfrentadas. El Baas busca un buen lugar dentro del imperialismo. Al mismo tiempo despliega una retórica "antimperialista" vacía y utiliza a la URSS, al Partido Comunista y al petróleo como instrumentos de presión.
Una parte de las gigantescos beneficios petroleros se invierte en grandes infraestructuras, como la central nuclear de Tamuz, un diseño francés que luego el imperialismo utilizaría como prueba de la existencia de "armas de destrucción masiva".
Tras rechazar una oferta de autonomía por parte del gobierno central, en 1974 los kurdos desatan una guerra con el apoyo de Estados Unidos, Israel y el Sha de Irán. Promoviendo esta guerra el imperialismo trata de impedir el rearme de Irak, evitando que se convierta en la cabeza del mundo árabe. Saddam reacciona llegando a un acuerdo con el Sha en Argel en 1975. El levantamiento kurdo es aplastado brutalmente.
En 1979 cae el Sha en Irán y los chiítas se hacen con el poder en Teherán. Al mismo tiempo la URSS despliega sus tropas en Afganistán y el imperialismo reactiva el yihadismo como un instrumento de guerra para controlar Oriente Medio. Para ello utiliza a Arabia saudí y Pakistán, que quieren convertir a sus respectivos países en potencias regionales. Arabia saudí trata de contrarrestar la influencia chiíta (Irán, Hezbolá, Hamás) con el wahabismo, financiado con las crecientes rentas del petróleo. El 6 de diciembre de 1993 el diario británico The Independent publicó una entrevista con Bin Laden para lavarle le cara: después de luchar contra los soviéticos en Afganistán, Al-Qaeda ponía sus fuerzas en el camino de la paz (*).
El islamismo pasó de Afganistán a Chechenia y luego a los Balcanes (Bosnia y Kosovo). La CIA, el MI6, soldados británicos de operaciones especiales y empresas privadas de seguridad armaron y adiestraron al UCK en Kosovo. Posteriomente el departamento de Estado estadounidense le incluyó en la lista de organizaciones terroristas indicando que se financiaba con fondos procedentes del tráfico de heroína. También los wahabitas le financiaban, entre ellos Bin Laden. Un hermano de Bin Laden dirigía una unidad de la yihad egipcia y un lugarteniente suyo otra de UCK durante el conflicto de Kosovo.
A partir de 1973, con la guerra del Yom Kippur, el alza del precio del petróleo pone mucho dinero a disposición de la misma política pendular, típica del nacionalismo sin rumbo, tanto con respecto a la URSS, como con respecto al propio Baas, dividido en varias facciones enfrentadas. El Baas busca un buen lugar dentro del imperialismo. Al mismo tiempo despliega una retórica "antimperialista" vacía y utiliza a la URSS, al Partido Comunista y al petróleo como instrumentos de presión.
Una parte de las gigantescos beneficios petroleros se invierte en grandes infraestructuras, como la central nuclear de Tamuz, un diseño francés que luego el imperialismo utilizaría como prueba de la existencia de "armas de destrucción masiva".
Tras rechazar una oferta de autonomía por parte del gobierno central, en 1974 los kurdos desatan una guerra con el apoyo de Estados Unidos, Israel y el Sha de Irán. Promoviendo esta guerra el imperialismo trata de impedir el rearme de Irak, evitando que se convierta en la cabeza del mundo árabe. Saddam reacciona llegando a un acuerdo con el Sha en Argel en 1975. El levantamiento kurdo es aplastado brutalmente.
En 1979 cae el Sha en Irán y los chiítas se hacen con el poder en Teherán. Al mismo tiempo la URSS despliega sus tropas en Afganistán y el imperialismo reactiva el yihadismo como un instrumento de guerra para controlar Oriente Medio. Para ello utiliza a Arabia saudí y Pakistán, que quieren convertir a sus respectivos países en potencias regionales. Arabia saudí trata de contrarrestar la influencia chiíta (Irán, Hezbolá, Hamás) con el wahabismo, financiado con las crecientes rentas del petróleo. El 6 de diciembre de 1993 el diario británico The Independent publicó una entrevista con Bin Laden para lavarle le cara: después de luchar contra los soviéticos en Afganistán, Al-Qaeda ponía sus fuerzas en el camino de la paz (*).
El islamismo pasó de Afganistán a Chechenia y luego a los Balcanes (Bosnia y Kosovo). La CIA, el MI6, soldados británicos de operaciones especiales y empresas privadas de seguridad armaron y adiestraron al UCK en Kosovo. Posteriomente el departamento de Estado estadounidense le incluyó en la lista de organizaciones terroristas indicando que se financiaba con fondos procedentes del tráfico de heroína. También los wahabitas le financiaban, entre ellos Bin Laden. Un hermano de Bin Laden dirigía una unidad de la yihad egipcia y un lugarteniente suyo otra de UCK durante el conflicto de Kosovo.
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