Su aspecto denota cansancio. Ya no luce como el enérgico y jovial abogado que, hace casi dos meses, se convirtió en la estrella de las elecciones turcas tras llevar al Partido de la Democracia de los Pueblos (HDP, izquierdista y prokurdo) a conseguir los mejores resultados su historia. Desde luego, no es fácil ser el líder de un partido kurdo en un momento en que los ataques del grupo armado PKK y los bombardeos del Ejército turco han sumergido el país en una nueva espiral de violencia —cuando hasta hace sólo unos meses se negociaba un proceso de paz— ni enfrentándose a un proceso judicial que podría llevar a los dirigentes de esta formación política a la cárcel. Pero la voz de Selahattin Demirtas (Elazig, 1973) sigue siendo segura y pausada, muy lejos de los habituales exabruptos que caracterizan la política en Turquía, y de vez en cuando da espacio a la sonrisa, si bien denota un halo de tristeza en la forma en que se tuercen las comisuras de sus labios.
Pregunta. ¿Cómo ve usted la anunciada lucha del Gobierno turco contra el Estado Islámico (EI)?
Respuesta. Es pura fachada, para limpiarse de las acusaciones de haber apoyado al EI. Bajo el manto de una operación contra el EI, lo que está llevando a cabo es una guerra contra el PKK y las fuerzas kurdas.
P. Estas operaciones militares contra el PKK, ¿cómo afectarán a la lucha contra el EI?
R. Esto reforzará al EI. Lo más correcto sería que Turquía hiciese las paces con el PKK y, juntos, luchasen contra el Estado Islámico. Pero Turquía cada vez se aleja más de esta posibilidad.
P. El Gobierno les acusa de condenar el terrorismo del EI pero no hacer lo propio con el del PKK. ¿Los ataques del PKK no son terrorismo?
R. Nosotros decimos abiertamente que los actos que está cometiendo el PKK no son en absoluto correctos, no tienen justificación alguna, y tienen que parar inmediatamente. Pero también estamos en contra de esa visión que pone al PKK y al EI en el misma saco. Y eso es lo que intenta hacer el Gobierno. El EI es una organización terrorista inhumana. El PKK es una organización que hasta hace seis meses se sentaba a la mesa con el Gobierno y negociaba. Así que no se puede comparar. Además, quienes han presentado una resistencia mayor al EI han sido las fuerzas kurdas.
P. Tras estas dos semanas de violencia, ¿está muerto el proceso de paz?
R. No. El proceso de paz vive una gran crisis, pero no debemos darlo por muerto. El proceso de paz puede sufrir retrocesos y enfrentarse a obstáculos, pero la misión de quienes dirigen este proceso es superarlos. Todas las partes debemos presionar para que se vuelva a la mesa de negociaciones.
P. El Gobierno pide que el PKK deje las armas y abandone el país para retomar las conversaciones de paz. ¿Es eso posible?
R. Ojalá fuera posible. Pero el propio [primer ministro, Ahmet] Davutoglu sabe mejor que yo que ese llamamiento que ha hecho es totalmente inútil. Para que sea efectivo debe ser más convincente. Por ejemplo, si pidiese que el PKK decretase un nuevo alto el fuego a cambio de detener las operaciones militares sería más realista, y luego en la mesa de
negociaciones se podría discutir el desarme y la retirada del PKK de Turquía. Ese es el llamamiento que nosotros hacemos.
P. Hace unos meses parecía cosa hecha el abandono de la lucha armada.
R. Una semana después de que el Gobierno y nosotros firmásemos el Acuerdo de Dolmabahçe, el pasado 28 de febrero, estaba previsto que una delegación del Ejecutivo, una delegación nuestra y una delegación de observadores se reuniesen con Abdullah Öcalan [fundador del PKK, encarcelado a perpetuidad en la isla-prisión de Imrali]. Estaba previsto también que, tras esa reunión, Öcalan hiciese un llamamiento al PKK para que dejase las armas. A mediados de marzo se haría un congreso para discutir el desarme y, a cambio, el Gobierno aprobaría una lista de diez reformas acordadas. Pero [el presidente turco, Recep Tayyip] Erdogan prohibió el viaje de las delegaciones a Imrali porque vio en las encuestas que, al contrario de lo esperado, su intención de voto descendía. Pensando que eso ponía en peligro su posición, dio un giro de 180 grados a su política y comenzó un discurso nacionalista turco.
P. Pero fue el PKK el que rompió el alto el fuego a inicios de julio.
R. Nosotros pensamos que eso fue un error de principio a fin, no se debería haber vuelto a la lucha armada porque impide que el problema pueda ser solucionado por la vía política. Y por eso defendemos que se decrete un alto el fuego mutuo. Tanto el PKK como el Gobierno deben darse cuenta que la violencia está haciendo mucho daño a Turquía.
P. ¿Qué piensa Öcalan del fin del alto el fuego del PKK?
R. No lo sabemos. Desde hace más de cuatro meses no se ha podido ver con nadie. Ni siquiera dan permiso para que lo visiten sus abogados o su familia, pese a que el Tribunal de Estrasburgo ha advertido a Turquía que tiene que permitir que Öcalan vea a sus abogados. (El Gobierno) nos dice que, como HDP, no podremos visitar a Öcalan hasta que convenzamos al PKK de que deje las armas. Y a los abogados, la excusa oficial que se les da es que el barco que va a Imrali está estropeado.
P. Si Öcalan hablase ¿se podría calmar la situación?
R. Sí, desde luego. Öcalan es un líder muy influyente y apoya el proceso de paz. El hecho de que se le mantenga incomunicado es una muestra de que el Gobierno está siguiendo una estrategia de fomentar la tensión y aprovechar esta tensión para debilitar al HDP y sacar mejores resultados en unas nuevas elecciones.
P. Aunque ustedes mantienen que no existen “lazos orgánicos” entre el PKK y el HDP, sí hay ciertos nexos. ¿No pueden servir esas relaciones para convencer al grupo de que abandone la violencia?
R. Lo intentamos, créame, lo intentamos. Pero no es fácil. Para eso necesitamos que haya mayor apoyo social, no sólo de nuestra parte, sino también del resto de partidos políticos y organizaciones sociales. Si la voz de la gente se alza pidiendo el alto el fuego, entonces podríamos enviar una delegación a Kandil [montañas iraquíes donde se encuentra el cuartel general del PKK] y tratar de convencerles de que pongan fin a la violencia. Pero ahora mismo es imposible enviar una delegación porque continuamente hay bombardeos.
P. La experiencia en el País Vasco o en Irlanda del Norte demuestra que estos conflictos entran en vías de solución cuando el ala civil del movimiento se impone a la militar.
R. Eso intentamos nosotros. Cuanto más se democratice Turquía, más influyentes seremos y las armas perderán importancia. Por eso hay que apoyar a quienes hacen política y, en cambio, lo que hace el Gobierno es ponernos obstáculos. Se nos procesa, se atacan nuestras sedes. Esto refuerza a los que hablan con las armas, cuando lo que se debería hacer es abrirnos el camino para que sea la política la que hable y callen las armas. La política debe imponerse a las armas.
P. Teme que el retorno de la violencia les haga perder el apoyo obtenido hasta ahora.
R. No. La gente que nos apoyó no está decepcionada, está triste, porque nos apoyó en busca de la paz, pero creo que entiende que esta guerra no la ha comenzado el HDP, ni es una guerra para defender la patria, sino una guerra desatada por Palacio [se refiere a Erdogan] para defender su posición. Los turcos que nos han apoyado lo han hecho porque se han dado cuenta de que Erdogan está loco.
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