miércoles, 12 de agosto de 2015

ISIS en Arabia Saudí, el terror de vuelta a casa

El surgimiento de los terroristas takfiríes de Daesh y su fama se deben al apoyo de gobiernos de Occidente y reaccionarios de la región, como Arabia Saudí, Catar y los Emiratos Árabes Unidos.
No obstante, ese apoyo ya ha tenido consecuencias negativas para sus patrocinadores, algo de lo que somos testigos en los ataques terroristas en Europa y dentro de los propios países árabes, como Arabia Saudí. El caso más reciente es un ataque suicida, reivindicado por Daesh, contra una mezquita saudí, en el que perdieron la vida decenas de ciudadanos y efectivos militares.
En el siguiente artículo, pretendemos analizar las amenazas que pueden suponer los terroristas de Daesh para Riad, considerado su principal patrocinador. 
Daesh, que después de la ocupación de importantes ciudades de Irak, como Mosul y Tikrit, se autoproclamó como un Estado Islámico, es una rama de Al Qaeda, cuya base es la ideología salafista. No obstante, mediante la adopción de una actitud diferente a otros movimientos de su tipo, Daesh se ha esforzado por tener lograr una supremacía entre otros y postularse como un nuevo movimiento que reclama el liderazgo de todos los países árabes.
Al inicio, Daesh se planteó como una amenaza para Siria e Irak; de momento, cuenta con el control de casi la mitad del primero y un tercio del segundo. Estos terroristas, pese a todos sus altibajos, avances y retrocesos, en estos dos países, se han esforzado por extender el territorio bajo su control con el lema de “Estado Islámico permanente y en desarrollo”. En el marco de esa estrategia, en varios otros países de la región: Yemen, Libia, Arabia Saudí… Daesh ha conseguido fomentar la inseguridad y la inestabilidad, mediante sus actividades extremistas.
Arabia Suadí es uno de esos países en los que Daesh, con un ataque con bomba, anunció su presencia en la Provincia Oriental y, posteriormente, el Ministerio del Interior saudí declaró que había detenido a más de 400 miembros de este grupo en los últimos meses. Pese a que las autoridades de Riad pretendían, con esa noticia, demostrar la eficiencia de su sistema de seguridad ante las amenazas de Daesh, no se puede ignorar la preocupación de Al Saud por las posibles amenazas que este grupo extremista puedan representar.
Esa realidad nos conduce a la pregunta de ¿qué tipo de amenaza puede suponer Daesh para Arabia Saudí? Mientras sus integrantes extremistas, al inicio, formaban un instrumento al servicio de las políticas saudíes, con el paso del tiempo y el cambio de las circunstancias, se están convirtiendo en una amenaza para los saudíes.
Esa realidad nos conduce a la pregunta de ¿qué tipo de amenaza puede suponer Daesh para Arabia Saudí, si sus integrantes extremistas, al inicio, formaban un instrumento al servicio de sus políticas?
Mientras los saudíes se sentían satisfechos por las actividades de Daesh en Siria e Irak y sus esfuerzos para debilitar a sus respectivos gobiernos, el inesperado incremento de las operaciones de los extremistas takfiríes, especialmente la proclamación de un Califato Islámico por Abu Bakr al Baghdadi, pusieron a Al Saud ante nuevas amenazas.
Una primera causa sería el choque de intereses entre Daesh y Al Saud, es decir, en cuanto a la proclamación del liderazgo de los países musulmanes. En este sentido, Arabia Saudí, con sus políticas religiosas e ideológicas, se considera el líder del mundo musulmán, especialmente de los suníes, y así busca dar legitimidad a su papel en la región. Por lo tanto, el planteamiento de un califato islámico, considerado como un tema nostálgico entre los suníes, tiene efectos negativos para la legitimidad de los saudíes y su influencia.
La creciente influencia de Daesh entre los ciudadanos saudíes constituye la segunda amenaza para Riad. Según varios informes, más de la mitad de su población se podría consider seguidores de este grupo radical. Esa realidad, convierte a los ciudadanos saudíes en potenciales subordinados al mandato de Daesh y, como consecuencia, dificultaría garantizar la inseguridad en el país, así que un aumento de las explosiones y atentados en su territorio no sería algo ilógico a tener en cuenta.
La tercera amenaza reside en los obstáculos impuestos por Daesh a las políticas regionales saudíes. Al Saud, en la última década, se ha aprovechado de su política sectaria y las tensiones entre los credos de la región, gracias a los grupos extremistas, para aumentar su influencia y contrarrestar la de Irán. Sin embargo, hoy, esa estrategia no solo no funciona como antes, sino que se ha convertido en una de las principales amenazas para este país. Además, los saudíes no pueden contrarrestar a los terroristas de Daesh, ya que el wahabismo y el extremismo takfirí mantienen puntos en común, desde el punto de vista ideológico y, de esa forma, combatir a Daesh, sin tener en cuenta sus tendencias y principios, se vuelve una tarea casi imposible. Es decir, cualquier esfuerzo de Al Saud para equilibrar o modificar el pensamiento wahabí se consideraría un golpe a su legitimidad.
Con todo ello, se puede decir que el surgimiento de Daesh, la autoproclamación del califato islámico y la creciente influencia entre la opinión pública suní, ponen de relieve que en la complicada región de Oriente Medio, fundar y patrocinar a algunos movimientos y grupos podría tener consecuencias adversas para sus patrocinadores, como es el caso del apoyo de Arabia Saudí a los extremistas takfiríes, que ahora se han convertido en una creciente amenaza para su seguridad.

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