jueves, 16 de julio de 2015

Etiopía, allí donde China construye su mundo

Etiopía, el segundo país más poblado de Africa después de Nigeria, tiene una historia exquisita y compleja, desde el antiguo Reino de Saba, el imperio salomónico de Abisinia, el reino de Etiopia, el comercio de esclavos con Portugal, la invasión italiana, el imperio de Haile Selassie, el gobierno comunista posterior y la secesión de Eritrea.

Etiopía y Liberia son los únicos dos países subsaharianos que no fueron colonizados por potencias europeas aunque al finalizar la Segunda Guerra Mundial, y en el marco de la Guerra Fría, Etiopia no quedó exenta de involucrarse con alguno de los “polos” del orden mundial. Mantuvo cercanas relaciones con la Unión Soviética, aunque no replicó su sistema social. Con la desintegración de la URSS, el gobierno del Frente Democrático Revolucionario del Pueblo Etíope (FDRPE) se acercó al Partido Comunista chino desde 1991 hasta el presente.

Invocando la necesidad de alternancia en el gobierno, Estados Unidos intervino en los procesos electorales en repetidas ocasiones y también hubo una gran influencia americana en la secesión de Eritrea, convirtiéndose en el principal aliado del naciente Estado.

Etiopía, un país sin salida al mar en el estratégico cuerno de Africa, busca asociarse con Yibuti para utilizar sus puertos en virtud de las reticencias que mantiene con Eritrea tras su independencia.

Etiopia recibe financiación de la banca estatal china para la construcción de infraestructura, vías férreas y redes ferroviarias que conecten su capital Addis Abeba con las tierras interiores del país. En consecuencia, el Estado invierte fuertemente en infraestructura vial y ferroviaria para sus casi 100 millones de habitantes. El país cuenta con dos aeropuertos internacionales que amplían su plataforma de comercio exterior. Además está construyendo la presa hidroeléctrica más grande de África en el Nilo azul -la Gran Presa Etíope Renacimiento- para bajar los costos de producción y aumentar la capacidad industrial del país. En un país que basa su transformación económica en la industrialización por vía de la inversión extranjera, China tiene puestos sus ojos y sus manos.

Sin embargo Etiopia es un país que todavía no logra sustentar su economía en la producción industrial. Aún hoy c asi el 50% del PIB es generado por la agricultura. Casi el 45% de la superficie del país es cultivable, pero sólo se cultivan 10 mil hectáreas, un potencial que espera desarrollarse. En virtud de ello los países del Golfo Pérsico están comprando grandes porciones de tierras cultivables en todo el cuerno de África para establecer invernaderos y zonas de producción agrícola como modo de enfrentar los graves problemas de desertificación que los amenazan en la península arábiga.

Para la antigua Abisinia la agricultura y los servicios representan e l 90% del PIB mientras la industria apenas cubre el 10% restante. En el caso específico de las manufacturas, éstas equivalen al 6 o 7% del PIB, un índice inferior a la media de los países africanos. La baja capacidad de crecimiento de la industria local y la ausencia permanente de inversión extranjera explican el bajo desarrollo de este tipo de industria.

La industria etíope se especializa en el procesamiento de bebidas y alimentos, textiles, cuero y pieles. En los últimos años se incrementó la producción de cemento por el desarrollo de la construcción gracias al empeño del gobierno en fortalecer la infraestructura vial y ferroviaria. El 30% de sus 96 millones de habitantes vive en condiciones de pobreza y su PIB de $ 50 billones deja un ingreso de $ 550 per cápita, por debajo del promedio de los países subsaharianos.

Con ese ingreso el país es un proveedor de abundante mano de obra barata, un insumo atractivo para los inversores extranjeros, específicamente para China. La falta de trabajos cualificados obliga a los graduados a postularse en las fábricas del parque industrial chino que se está construyendo en las afueras de la capital para conseguir empleo, la única opción de trabajo asalariado .

Además de la gran cantidad de mano de obra y la infraestructura vial adecuada, un factor que resulta atractivo para la inversión extranjera es un bien diseñado código de inversiones. El instrumento ha sido bien pensado para las empresas aunque es totalmente negativo para los trabajadores etíopes.

El Código permite inversiones en temas relacionados con el desarrollo, estableciendo una reducción en los requerimientos de entrada de capital para empresas mixtas, la anulación arancelaria para la introducción de bienes de capital y en la inversión en bienes raíces por parte de inversores expatriados y extranjeros, la baja de los impuestos a la ganancia, el acceso a las tierras para siembra y producción mediante contratos de arrendamiento. Todas estas medidas han sido bien aprovechadas por los árabes y especialmente por los chinos.

El código prevé que la energía, el transporte y las telecomunicaciones sean sectores exclusivos de participación estatal mientras la banca, los seguros y los servicios de mensajería quedan reservados para los ciudadanos etíopes. Los inversionistas extranjeros no tienen requisitos de entrada y estadía, ostentan un trato fiscal preferencial, no se prevén negativas a las licencias de inversión, no existen barreras tarifarías ni no tarifarías, no hay discriminación en la política de importaciones y exportaciones.

En China el costo de vida y de producción han sufrido un incremento importante y la mano de obra ya no resulta tan barata como hace décadas. Resulta entonces altamente favorable abrir plantas industriales en sitios menos desarrollados. Para poder exportar y bajar sus costos de producción en virtud de las buenas relaciones con los países africanos, China busca deslocalizar 80 millones de sus puestos fabriles de distintas industrias a sitios, como Etiopía, que absorban estas fuentes de trabajo.

La inversión extranjera en el país ha crecido 250% en los últimos años, lo que representa casi 950 millones de dólares para 2014, una inversión que en su gran mayoría llegó de China. La inversión está destinada a industrias fabriles del cuero, zapatos y ropa de piel.

El costo de producción de los zapatos en China llega al 20% del precio de venta del par mientras que en Etiopia apenas llega al 8%. Los trabajadores etíopes son más productivos que los chinos ya que 3500 empleados producen en un año 2 millones de pares y proveen ganancias que trepan entre los 100 mil y los 200 mil dólares. Es el caso de la planta productora de zapatos de la inversora Dongguan Huajian Shoes Industries Co.

Aún falta construir mucha infraestructura en Etiopia, al igual que sucedió en China cuando se encontraba en la misma etapa de desarrollo. La existencia de mano de obra, energía barata y políticas que promueven la inversión extranjera son las causas por las que las fábricas chinas de manufactura se instalan en el país africano, uno de los más atractivos para los inversores extranjeros.

El desarrollo fabril del país, similar al desarrollo del gigante asiático en su momento, podría hacer de Etiopia la China de África, lo que la primera economía del mundo está haciendo con gusto puesto que más que construir una alianza está forjando una semicolonia.

China se ha desarrollado a tal punto que habiendo sido la fábrica del mundo es ahora la primera economía del mundo. Le resulta perentorio deslocalizar su producción para bajar los costos productivos, solventar la base de su pirámide social-productiva, sostener su sistema y continuar su crecimiento.

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