domingo, 12 de julio de 2015

El primer genocidio de la historia lo cometieron los alemanes en Namibia



La verdad ha tenido que esperar cien años pero, por fin, el presidente del Parlamento alemán Norbert Lammert ha reconocido que las masacres cometidas contra los namibios hace un siglo constituyen un crimen de genocidio, el primero de la historia. Lammert lo ha confesado en un artículo publicado el miércoles en el diario Die Zeit. Hace sólo dos años, una votación en el Bundestag negó que Alemania hubiera cometido ningún genocidio en lo que se llamó como África del sudoeste en la época colonial.

En 2004 ocurrió algo parecido: el gobierno alemán desautorizó las palabras de su ministro de Ayuda al Desarrollo, Heidemarie Wiecaorek-Zeul, quien pidió perdón por las masacres coloniales y las calificó como genocidio.

Las matanzas empezaron con el reparto del mundo que las potencias coloniales llevaron a cabo en 1884. A Alemania le correspondieron los actuales Togo, Camerún, un área cerca de la actual Ruanda, y Namibia. De los cuatro, éste último era el trozo más grande, pero las mejores tierras ya estaban ocupadas por tribus locales, lo que dificultaba que los colonos se establecieran allí.

Ante tal situación, el primer virrey de la zona intentó conseguir las tierras a través de estratagemas como la compra, el intercambio por baratijas, los acuerdos con los caciques, el intento de enfrentar a unos clanes con otros, los abusos contra las mujeres, el robo de tierras y ganado, las expulsiones forzosas...

Pero donde hay opresión hay resistencia. El 12 de enero de 1904 estalló el primer levantamiento de los guerreros de la tribu herero, que acabaron con la vida de unos 200 civiles alemanes en unos pocos días. Alemania tenía que aplastar la rebelión, para lo cual envió a Lothar von Trotha, un general al que en 1933 los nazis honrarían con una calle en su honor a las afueras de Munich.

Con unos 10.000 hombres de apoyo, Von Trotha lanzó una contraofensiva brutal y tras la Batalla de Waterberg empujó a los herero hacia el desierto de Omaheke. Las órdenes de Von Trotha eran claras: “Todos los herero deben abandonar esta tierra. Si se niegan, les obligaré a hacerlo con las armas. Cualquier herero que se encuentre dentro de la frontera alemana, con o sin armas, será disparado. No quiero prisioneros”.

Se estima que unas 15.000 personas murieron de hambre y sed en el desierto. Muchos otros fallecieron a causa de las balas o los ahorcamientos masivos. También capturaron miles de prisioneros, que acabaron en campos de concentración, donde murieron por la mala alimentación, los trabajos forzados y las enfermedades. Antes de la rebelión, los hereros eran entre 80.000 y 100.000 nativos. Cuatro años después, quedaban unos 15.000. El 85 por ciento de un grupo étnico había sido exterminado por los alemanes.

Inmediatamente después de los herero se levantaron en armas los namaqua, aniquilados de manera similar: “O se rinden y se van del área alemana, o serán disparados, hasta su exterminio”. Se calcula que la mitad de los 20.000 miembros de los Nana fueron asesinados, mientras que los otros 9.000 fueron enviados a campos de concentración.

Estos primeros campos de concentración africanos se convirtieron en un ensayo de lo que sucedería más tarde los campos de concentración nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Muchas mujeres fueron utilizadas como esclavas sexuales, dando algunas a luz niños mestizos sobre los que se llevaron a cabo experimentos seudocientíficos para demostrar que los negros eran inferiores a los blancos.

Centenares de ojos, cráneos, penes y otras partes del cuerpo fueron arrancadas de los cadáveres, metidas en formol y envidos a Alemania para el estudio y experimentación. Los restos fueron devueltos en 2011, en el transcurso de una ceremonia que terminó en escándalo cuando la representante de la delegación alemana que viajaba con los restos abandonó el acto tras ser abucheada.

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