El Caribe es una de las regiones más heterogéneas de planeta en cuanto a culturas, lenguas y geografía, pero más allá del mar que las une, las naciones miembros intentan consenso y unidad en temas como desarrollo sostenible, globalización, crisis económica mundial y enfrentamiento a los fenómenos naturales.
Al menos así lo dejaron planteado durante la VII Cumbre de la Asociación de Estados del Caribe (AEC) que del 2 al 4 de junio tuvo lugar en La Habana.
No es fácil aunar criterios en un entorno tan disímil, pero los 25 Estados miembros, los siete asociados, 21 países invitados y nueve organizaciones internacionales en calidad de observadores, están conscientes que la integración basada en principios como la cooperación, la solidaridad y la complementación económica es su mayor fortaleza.
Si hay algo común en la región caribeña son sus playas y paisajes que atraen a millones de turistas cada año y es una de las fuentes de ingreso principales, por ello los asistentes al conclave hablaron sobre el propósito de aumentar el transporte entre los países, así como y el turismo multidestino.
Entre las propuestas fundamentales de este encuentro destacó la posibilidad de fomentar el comercio entre las naciones latinoamericanas y caribeñas para reducir los costes de trasportación y aumentar los ingresos.
Si las bases económicas fundamentales de los caribeños son el turismo y la pesca, los procesos climáticos son vitales. Para nadie es un secreto que la región es de las más afectadas por los huracanes, por eso se insistió en la cooperación relacionada con la reducción del riesgo de desastres naturales, algo en lo que Cuba es puntera.
En realidad son muchísimos los retos y problemáticas que debe enfrentar esta organización surgida el 24 de julio de 1994 en Cartagena de Indias (Colombia) con el propósito de promover la consulta, la cooperación y la acción concertada entre todos los países del Caribe.
Pero más allá de temas puntuales, la cita de La Habana revitaliza la organización y la reafirma como una entidad importante para la defensa de la soberanía y los intereses regionales.
Una muestra de ello es que los estados miembros ratificaron la Proclama de la región como Zona de Paz suscrita anteriormente, durante la II Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños efectuada en La Habana en el 2014. Ahora, como diría el presidente cubano, Raúl Castro, "Habrá también que demandar de otros el respeto a esos principios en sus relaciones con nuestros países", en clara referencia a la situación que enfrenta Venezuela.
En estos momentos convulsos para el hemisferio, Cuba se ratificó nuevamente como punto de encuentro y aglutinador por excelencia para las naciones del Caribe, a la vez que sirve de puente hacia el resto de América Latina. No por gusto es, a decir de los especialistas, el más latinoamericano de los países caribeños y el más caribeño de los latinoamericanos.
La Cumbre habanera viene a mostrar que es posible avanzar en la unidad latinoamericana y caribeña, a pesar de diferencias políticas. Aunque se trata de una región difícil y diversa, los países caribeños demostraron su interés en buscar consenso, sumar y respetar. Porque lo cierto es que en este mundo cada vez más globalizado, la integración es la única manera que tienen los pequeños de hacerse fuertes. El Caribe tiene mucho que decir y debe dejar escuchar su voz.
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