martes, 7 de junio de 2016

El Mariscal italiano Rodolfo Graziani


Graziani con diferencia el mejor militar italiano de la Segunda Guerra Mundial. Procedente de un país con precarios expertos en el arte de la guerra, el mariscal Graziani se convirtió sin duda en la excepción de Italia.

Rodolfo Graziani nació el 11 de Agosto de 1882 en Filettino, provincia de Frosinone, Italia.

Difícil fue la vida de Graziani en su infancia. Su familia, originaria del pueblo vecino de Affile, poseía unas tierras que apenas daban suficiente producción para mantener a sus nueve hijos, entre ellos Graziani. Siendo apenas un niño, Rodolfo tenía que caminar todos los días 8 kilómetros ida y vuelta hacia el colegio con una pesada cartera y siendo el único de sus hermanos que llevaba zapatos. Terminada la escuela elemental, acudió a cursar la secundaria en una localidad todavía más lejana en Subiaco, el mismo seminario al que había ido su padre y su abuelo. Precisamente en Subiaco, se despertó el amor de Graziani por África y las fuerzas armadas, ya que en esa escuela se solían relatar las gestas del Ejército Real Italiano (Regio Esersito) en Eritrea y Somalia como las de Adua y la Bahía de Assad.

Convertido en un joven soñador, Graziani contó a su familia el deseo de ser militar, algo a lo que se padre se opuso, ya que sólo tenía dinero para pagar una escuela de cadetes durante los dos primeros años. Triste por la negativa de su familia, en 1902 Graziani entró en la Facultad de Derecho con la idea de convertirse en abogado. Sin embargo, la llamada a filas del Ejército Real Italiano a los jóvenes italianos tras el recrudecimiento de las guerras coloniales, salvó a Graziani de llevar una vida aburrida en lo civil, por lo que se enroló sin dudarlo.

Igual de difícil fue la situación económica de Graziani en el Ejército Real Italiano, como lo había sido de niño para ir a la escuela. Al principio tuvo que recurrir a algunos fondos de la seguridad pública y luego renunciar a comer algunos días a la semana para poder seguir estudiando lo que verdaderamente le gustaba. Primeramente hizo un curso para oficiales en el 94º Regimiento de Infantería de Roma y luego entró en la Academia Militar de Módena. Como el dinero en su bolsillo era inexistente, Graziani sabía que debía ascender cuanto antes o de lo contrario le echarían por no poder pagar. Por esa razón se presentó a un examen complicadísimo, de los que sólamente 9 candidatos de 350 salían elegidos como oficiales, obteniendo Graziani un sobresaliente muy por encima de la media al tener la tercera mejor nota de todas. Su aprobado le valió el ascenso que tan ansiosamente buscaba y un salario digno para costearse el resto de su carrera.

Oficial por fin del Ejército Real Italino, Graziani dirigió en 1904 a una pequeña sección en el 92º Regimiento de Infantería de Viterbo y en 1906 también otra dentro el prestigioso 1º Regimiento de Granaderos de Roma. En 1908 cumplió uno de sus mayores deseos, ir a África para participar en las conquistas coloniales. Durante su estancia en Eritrea aprendió la lengua árabe y la tigriña, esta última un dialecto etíope. Pero no todos los momentos en la sabana africana fueron agradables, ya que estuvo a punto de morir en dos ocasiones tras sufrir la mordedura de una serpiente venenosa y contraer la malaria posteriormente. Después de recuperarse, todavía tuvo fuerzas para marchar a Libia en 1912 y combatir contra los otomanos en la Guerra Ítalo-Turca entre Italia y Turquía, de donde salió con el grado de teniente por sus méritos en el campo de batalla.
Un joven Graziani con uniforme de oficial durante su participación en las campañas coloniales de Somalia, la Guerra Ítalo-Turca y la Primera Guerra Mundial.

De vuelta a Italia tras sus aventuras coloniales, Graziani decidió formar su propia familia. En 1903 se casó con Inés Chionetti, una hermosa chica morena, amiga de la adolescencia desde hacía muchos años, con la que tuvo una hija a la que bautizaron como Wanda.

Al entrar Italia en la Primera Guerra Mundial en 1915, Graziani obtuvo el mando del 1º Regimiento de Granaderos, el cual fue desplegado dentro del III Ejército del Duque de Filiberto de Saboya-Aosta en el Frente de los Alpes. Durante tres años combatió en las Batallas del Río Isonzo contra los austro-húngaros, siendo ascendido a coronel en 1918 y condecorado con la Medalla al Valor.

Terminada la Gran Guerra, Graziani expresó su deseo de volver a África, pero sus superiores consideraron que sería mejor enviarlo a otro destino, motivo por el cual fue puesto al mando del 61º Regimiento de Infantería que ocupaba Macedonia como parte del despligue internacional en los Balcanes. Sólamente aguantó tres meses, ya que cansado de una responsabilidad tan tranquila, solicitó pasar a la reserva, petición que fue admitida sin problemas.

Provisionalmente convertido en civil, Graziani decidió convertise en comerciante y hacer una serie de negocios por diversos países de la Eurasia. Básicamente se dedicó a la compraventa de alfombras orientales, algunas verdaderas y otras imitaciones falsas, a las que aumentaba o disminuía el precio según las circunstancia. Los tres principales lugares por los que viajó haciendo algo de dinero fueron el Cáucaso, Rusia y Turquía. Pero rápidamente echó de menos la vida militar y por eso decidió regresar a su país.

Al volver a Italia en el verano de 1921, Graziani se presentó en el Ministerio de la Guerra, pero como las campañas bélicas habían finalizado, no encontraron ningún puesto para él. Frustrado, Graziani se quedó en el paro, sin trabajo y apenas sin dinero tras haber gastado gran parte de los beneficios en el venta de alfombras. Durante varios meses, Graziani estuvo acudiendo al Ministerio de la Guerra, paseándose por los largos pasillos, a la espera de que alguien conocido le ofreciese una tarea digna de su rango. Milagrosamente una tarde de Octubre de 1921, un viejo amigo suyo se le encontró como de costumbre en el pasillo al salir de su oficina y le preguntó: “¿Siempre dispuesto a volver? ¿qué dirías si te mandásemos a Libia?”.


Libia, estaba siendo devastada por las tribus rebeldes sanussi dirigidas por el líder religioso Omar Mukhtar que ya habían vencido y humillado a cuantiosos generales italianos, motivo por el cual ningún militar quería ir a la colonia italiana del Norte de África, plaza que quedó vacante para Graziani. Cuando el coronel italiano pisó Libia, nadie tenía mucha esperanza en él, ni siquiera el el Conde Giusuppe Volpi que lo había hecho llamar. Sin embargo, desde el primer momento en que Graziani se asentó en África, dejó de hacer las cosas que habían hecho sus antecesores y probó tácticas nuevas, como por ejemplo dejar de lanzar grandes ejércitos contra el desierto, algo inútil desde el punto de vista del avituallamiento, para efectuar escaramuzas y golpes de mano con pequeños contingentes italianos, estableciendo líneas de caravanas por rutas seguras y atacando los escondites del enemigo. Gracias a estas iniciativas, venció a los sannusi en Gefara, Gebel o Ghibla, asegurando la frontera de Túnez entre Zuara y Trípoli con sólo 2.500 tropas coloniales askaris. Ajeno a la Marcha sobre Roma de los fascistas el 22 de Octubre de 1922, Graziani empezó la ofensiva contra Jefren, asegurando la zona el día 31. Para 1923 Graziani entró con sus hombres en Garian, Tarhuna y Orfella sin disparar un sólo tiro, lo mismo que en 1924 en Sirte, Mizda y Gadames. Durante los años siguientes Graziani adoptó medidas exageradas como extender una inmensa alambrada entre Libia y Egipto para evitar el contrabando de armas y confinar a un importante sector de la población sanussi en campos de concentración para evitar que los guerrilleros se infiltrasen entre los habitantes libios. A mediados de 1929 Graziani controlaba gran parte de Tripolitania, Gebel y el 27 de Marzo de 1930 inició el ataque a Cirenaica con un desembarco en Bengasi. Su gesta más impresionante fue realizar una marcha de más de 900 kilómetros desde el Mar Mediterráneo hasta el Oasis de Kufra a través del Desierto del Sáhara, una de las mayores proezas logísticas militares del siglo XX. En 1931 la revuelta sanussi fue finalmente aplastada, Libia conquistada al completo y Omar Mukhtar capturado y ahorcado por la caballería indígena de los savaris el 16 de Septiembre. Por su éxito Graziani fue colmado de honores con un ascenso a general de división y el título de “Condottiero” y “Nuevo Escipión el Africano”.

Al iniciarse la Guerra Ítalo-Etíope en 1935 entre Italia y Etiopía, Graziani fue nombrado Gobernador de Somalia. Partiendo precisamente del Desierto de Ogadén, Graziani avanzó con sus tropas hacia Gherlogubi y Harrarino. A mitad del trayecto se detuvo, ya que comprendió que para avanzar necesitaría construir una larga vía de suministros, obra que realizó levantando una carretera asfaltada entre Gapredarre y Mogadiscio, consolidando al mismo tiempo la línea de frente entre el Canal de Doria y el Canal de Daua Parma. Durante ese tiempo aumentó sus reservas con tropas árabes y somalís, además de fomentar las revueltas de las bandas dubats en contra de los etíopes. Por fin en Enero 1936 Graziani lanzó su gran ofensiva venciendo a las fuerzas del Ras Destà en Neghalli-Dolo y empujando a las tropas etíopes a la frontera con Kenya. Gracias a la carretera que previamente había diseñado, pudo atacar con tres columnas simultáneamente que conquistaron Giggia el 6 de Mayo, Harrar el 8 y el ferrocarril de Dire Daua que enlazaba con Djibuti el día 9. Inmediatamente después, Graziani supo que su principal competidor, el general Pietro Badoglio, había tomado la capital de Addis Abeba, poniendo fin a la guerra. Como recompensa por la campaña Grazini, fue ascendido a mariscal y nombrado Virrey de Etiopía.

Tropas coloniales italianas de Camisas Negras son inspeccionadas por Graziani en Etiopía.

Finalizada la Guerra Ítalo-Etíope, la nueva colonia italiana de Etiopía distaba lejos de ser pacificada, labor de la que se tuvo que ocupar Graziani. Uno de los métodos utilizados por el mariscal italiano fue más que polémico, ya que utilizó gases venenosos lanzados desde aviones contra las bandas rebeldes, así como el envío provisional de todos aquellos sospechosos a campos de concentración. También ordenó ejecutar a todos los líderes guerrilleros como el Ras Destà acusados de haber matado a italianos en atentados o simplemente deportarlos a Italia como le sucedió al Ras Immirù. La peor represalia tuvo lugar el 19 de Febrero de 1937, cuando de repente en una fiesta que Graziani celebraba junto al líder tribal Abuna Kyrillos en el Palacio Imperial del Ghebí, unos infiltrados etíopes hicieron explosionar siete bombas de mano que hirieron con centenares de esquirlas al mariscal italiano, además de a los periodistas Mario Appelius y Ciro Poggiali, iniciándose a continuación un tiroteo de tres horas que terminó con la aniquilación de los autores. Por el shock sufrido y ante el miedo de susfrir otro atentado, Graziani ordenó una venganza desproporcionada al ordenar ejecutar a 3.000 de los guerrilleros capturados, fusilar a 425 monjes del Convento de Debrà Libanòs y enviar a 100.000 sospechosos al campo de concentración de Danane. Todas esas medidas lograron aquel 1937 pacificar Etiopía, iniciándose a partir de entonces una etapa de desarrollo para la colonia y sus habitantes.

En Febrero de 1938, Graziani regresó a Italia para disfrutar de un largo período vacacional fuera del ejército. Se alojó en su ciudad natal, Filettino, a la que rebautizaron como “Filettino Graziani” en su honor. Poco después intentó convertirse en senador, pero por aquel entonces tenía 56 años y la edad mínima para entrar en el Senado era de 60, por lo que tuvo que resignarse. Sin saber qué hacer, se trasladó a Somalia para cuidar una pequeña granja agrícola que compró en Mogadiscio.

Año 1938. Visita oficial de Graziani a Campionara acompañado por delegados fascistas.

Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial en Europa en Septiembre de 1939, Benito Mussolini hizo volver a Graziani a Italia para nombrarle jefe del Estado Mayor del Ejército Real Italiano. En su nuevo puesto Graziani recomendó a Mussolini que fuese prudente porque sabía que las fuerzas armadas no estaban preparadas para participar en la contienda, pero el Duce hizo oídos sordos y el 10 de Junio de 1940 metió a Italia en la contienda al lado de Alemania.

África fue una vez más el destino de Graziani como comandante en jefe de las fuerzas italianas y como Gobernador General de Libia tras la muerte de su anterior comandante Italo Balbo el 28 de Junio de 1940 en un accidente aéreo sobre Tobruk. Se le encargó la misión de llevar a cabo una incursión contra Egipto, plan que vió inviable, ya que él prefería avanzar hacia El Cairo, pues detenerse a mitad del camino en el desierto, suponía un riesgo muy alto tanto a nivel logístico como a nivel de posición vulnerable. A pesar de todo, Mussolini insistió y Graziani cruzó la frontera con Egipto en Septiembre. Con relativa facilidad ocupó la zona de Sidi Barrani, de donde expulsó a los ingleses provocándoles 50 muertos y la destrucción de 22 tanques, 11 vehículos blindados y 4 camiones, todo ello a costa de 91 italianos muertos.


Sidi Barrani sólo significó una victoria virtual, cosa que Graziani sabía, pues tal y como había advertido a Mussolini, detenerse en medio del desierto significaba caer en la trampa del enemigo a largo plazo. Su premonición se cumplió el 9 de Diciembre de 1940, cuando el general británico Archibald Wavell desarrolló la “Operación Compass” con unos 36.000 soldados contra unos desabastecidos y desprotegidos 250.000 italianos. Sin capacidad de moverse y muy alejados de sus bases, los italianos en Sidi Barrani fueron derrotados y expulsados de Egipto. Pero eso no fue lo peor, ya que los británicos penetraron en Libia conquistando y rindiendo todas las plazas italianas a lo largo de Cirenaica que incluyeron el Paso de Halfaya, Sollum, Bardia, Tobruk, Derna y finalmente Beda Fomm, lugar en donde se completó un cerco que dejó atrapados a centenares de miles de italianos, que se rindieron el 9 de Febrero de 1941. La catástrofe fue monumental, pues los italianos sufrieron 115.000 bajas y la destrucción de 400 tanques, 1.292 cañones, 330 aviones; mientras que los británicos sólamente 2.016 bajas y la destrucción de 100 tanques, 4 vehículos blindados, 2 cañones y 15 aviones. A pesar de que Graziani había avisado de lo que podía pasar, el Duce decidió restituirlo del mando el 25 de Marzo de 1941 por el general Italo Gariboldi.

Durante los años siguientes al desastre de Cirenaica, se intentó abrir contra Graziani un proceso por su actuación en África, una investigación que llevó a cabo Tharon de Revel y que finalmente no acabó en nada, ya que precisamente Mussolini había sido el responsable y no el mariscal italiano. Olvidándose de los acontecimientos bélicos que sucedían, Graziani se retiró con su esposa Inés, su hija Wanda y su perro etíope Quoncit a una finca rural de Piani di Arcinazzo en la región del Lazio, lugar en el que disfrutó de un plácido tiempo libre.

Al producirse el Armisticio de Italia con los Aliados el 8 de Septiembre de 1943, Graziani intentó escapar del país mediante la ayuda del Príncipe Humberto de Saboya cuando los alemanes comenzaron la invasión de Italia. No obstante, en el último momento se echó atrás al comprender que había sido el general Pietro Badoglio por orden del Rey Víctor Manuel III quién había traicionado a Italia, entregándosela a los Aliados, abandonando la nación a su suerte con tal de mantenerse en el poder, dialogando con los comunistas, derrocando al Duce y rompiendo ilegalmente los tratados internacionales con Alemania y Japón. Viendo el circo en el que se había convertido todo aquello, Graziani decidió permanecer en Italia y sumarse el 23 de Septiembre de 1943 a la recién instaurada República de Saló por Benito Mussolini, tras haber sido rescatado del cautiverio monárquico por los alemanes.

Benito Mussolini con Graziani. El mariscal juró fidelidad al Duce en la República de Saló hasta el final.

Como Graziani fue el único mariscal de más alto prestigio que había decidido permanecer leal al fascismo, Mussolini le nombró comandante supremo de todas las fuerzas armadas de la República de Saló, es decir, del nuevo Ejército Nacional Republicano (Esersito Nazionale Repubblicano). A partir de la nada, Graziani poco a poco fue creando un ejército de grandes dimensiones. Primeramente empezó apoyándose en las milicias fascistas como las Brigadas Negras, para más tarde reclutar gente entre la población con las que formó las Divisiones “Italia”, “Littorio”, “San Marco” y “Monte Rosa”. Siguieron a estas otras divisiones de alpinos, paracaidistas o Bersaglieri, además de la formación de la Fuerza Aérea Nacional Republicana (Aeronautica Nazionale Repubblicana), la Marina Nacional Republicana (Marina Nazionale Repubblicaba), la Xª Flotilla MAS con unidades de comandos submarinistas e incluso una fuerza en las Waffen-SS extranjeras denominada 29ª División SS Italiana “Italien”. Graziani presionó a los alemanes para que liberasen a todos aquellos soldados italianos en los campos de prisioneros del Tercer Reich, incluyendo a los 7.000 carabineros que él mismo había desarmado con la vuelta de Mussolini debido a su dudosa lealtad, logrando que los germanos soltaran a muchos a los que pudo captar. Otra medida que impidió que se redujesen los efectivos, ya fuera por cobardía o traición, fue establecer unas ordenanzas por las que se fusilaba en el acto a todos los desertores. Gracias a aquellas iniciativas, Graziani creó unas fuerzas militares para la República de Saló que contaron con medio millón de combatientes, un completo éxito del vetarano mariscal.

Más que perdida estaba la guerra para el Ejército Nacional Republicano de Graziani, sin embargo durante dos años, fue la fuerza militar que más dolores de cabeza dió a los Aliados en Europa, ya que les dejó prácticamente clavados en el terreno y les provocó unas bajas que superaban inmensamente a las suyas propias. Algunas de las gestas de Graziani fueron los 600 SS italianos que detuvieron a las fuerzas acorazadas anglo-estadounidenses en la cabeza de playa de Anzio o la Batalla de Garfagnana en donde un número muy reducido de fascistas italianos venció a un grupo compuesto por el doble de americanos en Lucca, provocándoles cerca de 1.000 muertos y 300 prisioneros. También hubo grandes operaciones antipartisanas en retaguardia contra los comunistas italianos en los Apeninos, Piemonte, los Alpes o Lombardía, así como golpes de mano, redadas y emboscadas, que a veces acabaron en crueldades por parte de los dos bandos, ya fuesen ejecuciones o torturas. Ni siquiera Graziani faltó a la cita cuando los guerrilleros yugolsavos de Josip Tito presionaron por el este de la frontera con Eslovenia hacia Trieste. Pero sin duda la mejor actuación de Graziani fue la Batalla de la Línea Gótica, frente que se extendía del Mar Mediterráneo al Mar Adrático, en el que al mando del Ejército Liguria en 1944 provocó un número muy elevado de bajas a las tropas invasoras estadounidenses, británicas, sudafricanas, canadienses, australianas, neozelandesas, indias, francesas libres, polacas libres, griegas libres y brasileñas. Incluso en la última ofensiva aliada contra el Río Po desatada en Abril de 1945, Graziani supo dar la talla causando pérdidas a sus enemigos cuando ni siquiera ya hacía falta luchar. Aquellas batallas de las que salió casi siempre victorioso, convirtieron a Graziani en el mejor militar italiano de la Segunda Guerra Mundial.

Mariscal italiano Rodolfo Graziani junto al general alemán Karl Wolf, pasan revista a los voluntarios italianos de la 29ª División SS “Italien”.

A finales de Abril de 1945, Graziani había perdido el control sobre el restos de las fuerzas militares fascistas cerca del Lago Como, intentando salvar la vida de los partisanos comunistas y de los Aliados. En un chalet de Ticino se reunió con el general alemán Karl Wolf de las SS, quién le informó de que el Ejército Alemán abandonaba Italia para siempre y que a partir de ese momento tendría que continuar sólo. El 26 de Abril Graziani quedó rodeado por fuerzas partisanas en Ticino, por lo que rápidamente se puso en contacto con el general italiano proaliado Raffaele Cadorna, a través de una llamada telefónica con el Arzobispo de Milán Ildefonso Schüster, a quién informó de que deseaba entregarse como un prisionero de guerra y no como un reo para ser víctima de la venganza de los comunistas. Los Aliados que estaban interesados en salvarle la vida, enviaron al agente Emilio Daddario, un capitán italiano al servicio de los americanos que le sacó discretamente de la bolsa partisana. Tuvo mucha suerte, ya que los líderes guerrilleros Sandro Pertini y Corrado Bonfantini habían dado orden de fusilarlo. Provisionalmente metieron a Graziani en la Prisión de San Vittore, pero sólo estuvo dos días, ya que el 29 de Abril fue entregado en Brescia al VI Cuerpo Estadounidense. Al día siguiente, el 30, fue llevado en avión a Florencia, donde comunicó públicamente por la radio deponer las armas a todo el Ejército Nacional Republicano.

Concluída la Segunda Guerra Mundial en Europa, Graziani fue trasladado por los americanos a Argel, en el Norte de África, como un prisionero de guerra con el número AA-253402 en el Campo Nº211. En Argelia permaneció un año hasta que el 16 de Febrero de 1946 se le devolvió a Italia para ser internado provisionalmente en la Prisión de Procida a la espera de juicio. Sin embargo antes de ser juzgado, tuvo un ataque de apendicitis muy grave que casi le hizo perder la vida, por lo que tuvo que ser ingresado en el Hospital Elena de Saboya de Nápoles, siendo curiosamente llevado al centro sanitario por una lancha torpedera primero y luego escoltado en una ambulancia por dos motoristas, una camioneta de policía y un camión con 30 carabineros. Cuando por fin se recobró de su salud, fue encerrado en la Fortaleza de Boccea de Roma para ser sometido al Tribunal Criminal Especial. A lo largo de 79 sesiones que duró el juicio, en Febrero de 1949 el tribunal se declaró incompetente para juzgar unos hechos dentro de la jurisdicción del Ejército Italiano, por lo que el caso fue transmitido al Tribunal Supremo Militar y en concreto al general Emanuele Bernardo di Pralormo. Hasta el 23 de Febrero de 1950 no empezó el nuevo juicio, el cual duró 35 sesiones con una sentencia final de “culpable” en los cargos de haber colaborado con el invasor alemán, algo falso porque Graziani se había amparado en la legalidad fascista de la época. Debido a esta irregularidad y a que ya había cumplido cárcel desde la detención por los Aliados en Argelia, los 19 años de prisión que le cayeron como castigo se convirtieron en sólamente 4 meses que cumplió en el Hospital de Celio debido a su precaria salud. El 29 de Agosto de 1950 salió en libertad estando libre de todos los cargos.

Devuelto a la vida civil, Graziani disfrutó de unos cómodos años con su familia en la casa rural de Arcinazzo y visitando a sus dos hermanas Lavania y Lidia en Affile. Aprovechó su tiempo libre para escribir y publicar sus mémorias títuladas He defendido la Patria (Ho difeso la Patria). También se dedicó por un tiempo a la política, afiliándose al Movimiento Social Italiano (MSI), nuevo nombre del antigo Partido Nacional Fascista (PNF). Durante su breve etapa como político, llenó salones con miles de personas que acudían a escuchar sus discursos y sus viejas gestas en la guerra, como por ejemplo hizo en 1954 durante el Congreso de Viareggio. Antes de retirarse del MSI por motivos de salud, fue nombrado “Presidente Honorario”.

Multitudinario funeral de Rodolfo Graziani en Affile.

A la edad de 72 años, la vida de Rodolfo Graziani se apagó para siempre de manera natural. A su funeral en Roma acudieron miles de personas que desfilaron durante horas detrás del féretro para decirle su último adiós.

Como la Segunda Guerra Mundial y el tema del fascismo se convirtió en un tema molesto para Italia en las décadas posteriores, a veces real y otras inducido con malicia, la memória de Graziani fue injustamente tratada bajo falsos testimonios sobre “colaboración” que no se ajustaban a la realidad. Sólamente los sectores fascistas y una parte de los derechistas hicieron gala al recuerdo del mariscal. La tendencia cambió a partir del siglo XXI, cuando Italia empezó poco a poco a ver con más normalidad la Era Fascista, período que al fin y al cabo formaba parte de su Historia. Por eso en el año 2012, bajo una fuerte polémica no superada todavía por una parte de la población, se erigió en Affile con fondos públicos un monumento en honor a Rodolfo Graziani en el que rezaban las palabras “Patria” y “Honor”.

Quizá no fuese de la talla de grandes generales de la Segunda Guerra Mundial como el alemán Erwin Rommel, el americano George Patton, el soviético Georgi Zhukov o el japonés Isoroku Yamamoto, pero sin duda Rodolfo Graziani fue un mariscal que con unas fuerzas inferiores tanto numéricamente como teconológicamente, realizó proezas en los campos de batalla y se convirtió en uno de los más audaces militares de la Historia de Italia.

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