En su último año de mandato, el presidente estadounidense Barack Obama ha decidido dar a conocer a la prensa su visión y su opinión acerca de diversos asuntos acaecidos durante los últimos tres años de su presidencia. Él explica su rechazo a intervenir militarmente en Siria, del que se siente orgulloso. Él da su opinión bastante crudamente sobre los aliados de EEUU, incluyendo los saudíes, por los que él no siente simpatía. Él también ofrece una explicación sobre el caos en Libia.
Reunidas bajo el nombre genérico de “La doctrina de Obama”, estas declaraciones han sido publicadas por la revista norteamericana The Atlantic en un artículo de 85 páginas firmado por el periodista Jeffrey Goldberg. El artículo está basado en varias entrevistas que este último mantuvo con el presidente en varias ocasiones.
Orgulloso de no haber atacado Siria
Recordando su decisión de no atacar Siria en el verano de 2013, después de unas acusaciones arbitrarias dirigidas contra el poder sirio en relación a un ataque con armas químicas en la Guta Oriental, al este de la provincia de Damasco, Obama reconoce estar orgulloso de la misma.
Obama fue objeto de numerosas presiones internas y externas, pero él sometió esta decisión a una votación en el Congreso, para sorpresa dentro y fuera de EEUU, alejando así la posibilidad de una acción militar a corto plazo.
“Estoy muy orgulloso de aquel momento. La percepción era entonces que mi credibilidad estaba en juego”, señaló. “Al Al apretar el botón de pausa en aquel momento, sabía que eso tendría un coste político para mí”.
“El hecho que fui capaz de mantenerme alejado de la presión inmediata y de reflexionar sobre cuáles eran los intereses de EEUU, no sólo en relación a Siria sino también en relación a nuestra democracia, fue una de las decisiones más difíciles”, pero “fue la correcta”, indicó.
Una trampa de los aliados y los enemigos
Él estimó que Siria era, como Iraq, “una pendiente”, señaló.
Obama expone su estrategia de intervención que se ve influida por el hecho de que durante la campaña electoral de su primer mandato él adoptó el compromiso de evitar aventuras militares en el exterior.
“Las amenazas que justifican una intervención estadounidense directa son Al Qaida y la amenaza que puede constituir un posible armamento nuclear iraní, puesto que está ligada a la seguridad de Israel”, añadió. “La amenaza del presidente sirio, Bashar al Assad, no alcanza ese nivel de desafío”.
Goldberg señala a este respecto que “el pueblo norteamericano no parecía entusiasmado por intervenir en Siria ni tampoco varios dirigentes occidentales que él (Obama) respeta, como la canciller alemana, Ángela Merkel. Luego, vino el rechazo del Parlamento británico a permitir a Cameron atacar Siria”.
El Director Nacional de Inteligencia, James Clapper, contribuyó también a las dudas de Obama cuando le dijo que aunque las informaciones sobre la utilización de gas sarin eran enormes, “el ataque no es algo seguro”.
“Mientras que el Pentágono y el equipo de Obama se aprestaban a la guerra, el presidente llegó a la convicción de que avanzaba hacia una trampa que sus aliados y enemigos le habían tendido, razón por la cual él informó a sus colaboradores que había cambiado de idea”, añade Goldberg.
Los aliados en cólera
Entre los más críticos a su decisión de no intervenir estuvieron los saudíes, que habían sido también los primeros en aplaudir sus promesas de atacar Siria. El embajador saudí en EEUU en aquella época, Adel al Yubeir, había afirmado que “EEUU va a intervenir”.
Tras el cambio de opinión de Obama, se afirma que Yubair dijo: “Irán es ahora la nueva gran potencia en Oriente Medio y EEUU ya no es más que una vieja potencia”.
El príncipe heredero de Abu Dhabi, Mohammed Ben Zayed, fue otro de los que se vieron decepcionados. Él estaba ya encolerizado con Obama por haber dejado caer al ex presidente egipcio, Hosni Mubarak, que fue derribado del poder por una revolución popular en febrero de 2011.
Según The Atlantic, Ben Zayed dijo a sus visitantes norteamericanos que “EEUU está siendo dirigido por un presidente que no inspira confianza”.
Arabia transmite el extremismo
Según Goldberg, el presidente norteamericano estaba él mismo muy decepcionado con los aliados de su país. Entre las cuestiones que más le irritan está el papel que ellos han jugado en el apoyo al terrorismo anti-estadounidense.
El periodista señala que él está molesto con la doctrina de política exterior de su país, que le empuja a considerar a Arabia Saudí un aliado.
Obama atribuye al reino wahabí el haber transmitido el extremismo a un país como Indonesia, donde siempre ha existido un Islam muy tolerante.
“Arabia Saudí y otros países del Golfo han enviado fondos y un gran número de imames y profesores a ese país. En los años noventa, Arabia financió escuelas wahabíes en gran cantidad y organizó seminarios que enseñaban una visión fundamentalista del Islam, la preferida de la familia real”, explicó Obama. El periodista dijo que cuando el primer ministro australiano, Malcolm Turnbull, preguntó al presidente: “¿No son los saudíes vuestros aliados?”, Obama respondió: “Las cosas son más complicadas”.
Goldberg informó que numerosos responsables de la Casa Blanca dicen a sus visitantes que el mayor número de autores de los atentados del 11-S no son “precisamente los iraníes”.
Obama señaló también que Arabia Saudí ha intentado empujar a EEUU a conflictos sectarios en la región”.
Él dijo que algunos aliados de EEUU en el Golfo Pérsico “van por libre” y “buscan arrastrar a EEUU a conflictos sectarios que tienen poco o nada que ver con los intereses estadounidenses”.
El presidente también criticó a los saudíes a puerta cerrada diciendo que “todo el país que reprime a la mitad de su población (las mujeres) no puede comportarse bien en el mundo moderno”.
“Las guerras y el caos no cesarán en Oriente Medio hasta que Arabia Saudí e Irán puedan coexistir juntos y lograr una especie de paz”.
Erdogan, un vencido y un déspota
Otros dirigentes de la región exasperan también a Obama, incluyendo el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan.
Al principio, Obama esperaba que Erdogan fueron un dirigente musulmán moderado que pudiera ser un puente entre Oriente y Occidente. “Hoy, le considera como un vencido y un déspota que se niega a actuar para devolver la estabilidad a Siria”, indica Goldberg.
A Netanyahu: Yo sé lo que ocurre en Oriente Medio
El primer ministro israelí, Benyamin Netanyahu, no parece responder a los criterios de inteligencia de Obama. El presidente estadounidense señaló que él esperaba que Netanyahu hubiese aceptado la solución de dos estados con los palestinos.
“En una de las visitas de Netanyahu a Washington en 2011, este último pareció darle una lección sobre las amenazas que acechan a Israel”. Obama respondió encolerizado: “Yo estoy sentado aquí en la Casa Blanca, pero sé muy bien de lo que hablas y cuáles son los problemas en Oriente Medio”, señala Goldberg.
Según el antiguo secretario de Defensa de EEUU, Leon Panetta, Obama se planteaba también la cuestión de por qué EEUU debe preservar la superioridad militar cualitativa israelí a expensas de los aliados árabes.
Guerra en Libia
En una entrevista, Obama recuerda las condiciones en las que una coalición conducida por Francia y el Reino Unido llevó a cabo en 2011 ataques aéreos que condujeron a la caída del líder libio, Muammar al Gadafi.
“Libia está ahora sumergida en el caos”, constató el presidente estadounidense.
“Cuando me pregunto por qué eso acabó mal, me acuerdo de que estaba convencido de que los europeos estarían más implicados en Libia tras la intervención debido a su proximidad geográfica a ese país”, señaló.
Después de que el Estado libio se hundiera, las milicias rivales se disputaron el poder y el grupo wahabí EI se aprovechó de esta situación para experimentar un crecimiento.
Según Obama, el presidente británico, David Cameron, se “distrajo en otras cosas” después de la intervención y el presidente francés de la época, Nicolas Sarkozy, perdió su puesto un año después.
“Sarkozy quería atribuirse el mérito de la campaña aérea, aunque fuimos nosotros los que destruimos las defensas antiaéreas”, señaló.
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