lunes, 7 de marzo de 2016

Elecciones, diálogo o crisis en la República Democrática del Congo ¿Qué deparará 2016?

Las perspectivas de diálogo no se vislumbran fácilmente en la República Democrática del Congo (RDC), dejando cada vez más incertidumbre sobre la realización de las elecciones presidenciales, previstas para noviembre de 2016.
 
La Constitución sólo autoriza la renovación del mandato presidencial una vez y, por tanto, el actual presidente Joseph Kabila no puede presentarse. El presidente ha adoptado una actitud vaga sin afirmar claramente si pretende acatar o desafiar la Constitución, dando signos de querer extender su mandato, y aumentando la represión contra sus críticos. Por otra parte, ha llamado al diálogo con la oposición para afrontar problemas logísticos y financieros. Este diálogo se presenta como una herramienta ambigua que si bien podría servir a Kabila para ganar tiempo y cooptar a la oposición, representa prácticamente la única alternativa para evitar una crisis como la de Burundi.

Cartel electoral de Joseph Kabila en una calle de Kinshasa

El calendario electoral ya va retrasado, con eventos importantes no realizados en 2015, como las elecciones provinciales y locales. Aunque la decisión de recensar a toda la población (algo que habría llevado años) se frenó debido a la ola de protestas en enero del 2015, quienes hayan alcanzado la mayoría de edad en los últimos cinco años todavía tienen que sumarse al registro censal. De esta manera, celebrar las elecciones no sólo es una cuestión de voluntad política sino también de recursos materiales. El costo de las elecciones generales se estima en 1.500 millones de dólares, o lo que es lo mismo; ‘una quinta parte del presupuesto total de la RDC.’ Esta situación ya se dio en las pasadas elecciones, y aún así salieron adelante. El problema es que la falta de tiempo y de dinero mermarán la credibilidad y garantías de las elecciones.

Cuestiones de tiempo, coste, y voluntad política podrían remediarse con apoyo financiero y presión diplomática. Algunos países y el Secretario General de la ONU se han pronunciado al respecto pero no ha sido suficiente. Como es habitual con los asuntos de la RDC, la agenda internacional está enfocada en otras cuestiones. La presión interna, que va desde la oposición, la iglesia, pasando por la sociedad civil hasta miembros del propio partido en el poder, continúa creciendo. Estos actores acusan a Kabila de llevar a cabo una estrategia de ‘patinaje’ (glissement), es decir, hacer todo lo posible para ‘resbalar’ fuera de su mandato y extenderlo.

Kabila podría estar ganando tiempo para encontrar un sucesor de su agrado y con ello proteger su propia posición, seguridad y finanzas. El presidente del parlamento, Aubin Minaku, afirmó que ‘él [Kabila] sería remplazado el día que hubiera otro presidente.’ Minaku es un posible candidato, igual que la hermana gemela de Kabila, Jaynet Kabila Kyungu, y su esposa Olive Kabila Lembe. Así, se podría llegar a plantear un escenario del tipo ‘Putin-Medvedev’, donde el poder simplemente pase de una mano a otra. A esto se añade una represión contra disidentes y críticos que no ha parado de crecer. Miembros de la oposición, grupos juveniles, de la sociedad civil y periodistas han sido arrestados sin un proceso judicial, puestos en régimen de aislamiento, o se encuentran desaparecidos.

Entre tanto, la propuesta de diálogo de Kabila se presenta ambivalente. Se percibe como una estrategia del gobierno para dividir y cooptar a la oposición, y de hecho ya ha dado muestras en este sentido. Kabila ha estado primero cortejando al UDPS, uno de los principales e históricos partidos de la oposición, en detrimento de otras fuerzas. El UDPS acepta el diálogo pero bajo mediación internacional. Aunque Kabila en un primer momento se negó, ahora ha aceptado, dando a la MONUSCO un rol activo en la solución a esta crisis. Por otro lado, varias coaliciones y plataformas de la oposición se oponen al diálogo. De un lado está la Dynamique de l’Opposition, una coalición de peso que incluye a Vital Kamerhe (UNC), Jean-Pierre Bemba (MLC) y Jean-Lucien Busa (CDER). Por otro lado está el llamado G-7, una plataforma de partidos que formaban parte del partido que apoya a Kabila, la Majorité Presidentielle, ahora excluidos del proceso. Para estos, el gobierno cuenta con instrumentos legales e institucionales para celebrar las elecciones, y el diálogo es una estratagema para retrasarlas. Otros partidos estiman que el diálogo es necesario para garantizar unas elecciones transparentes y válidas. Aunque es comprensible que existan diferentes posturas en los partidos, no contar con un frente común debilita a la oposición. La oposición tiene en sus manos la responsabilidad de luchar por un cambio democrático, pero también que la crisis no se agrave. En este contexto, el diálogo podría ser una herramienta más.

A menos de un año para noviembre todavía existen posibilidades de establecer una hoja de ruta para que las elecciones se celebren con garantías. La oposición jugará un papel clave en lo que pase en los meses venideros. Pero el mayor peso lo lleva Kabila, quien debería declarar abiertamente su compromiso con el límite constitucional de su mandato y con la celebración de elecciones. No obstante, al menos a corto plazo, parece poco probable. Se puede especular más o menos acerca de sise celebrará el diálogo, sobre los frutos del mismo y sobre un posible retraso de las elecciones. Lo que parece claro es que la RDC está abocada a una crisis y que serán las dosis que se apliquen de voluntad política, presión, apoyo financiero y diálogo las que determinen la gravedad de la misma.

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