Mientras Occidente presionaba a Irán para que abandonara su programa nuclear civil, la familia real saudita compraba la bomba atómica a Israel o a Pakistán. Para sorpresa de todos, ahora resulta que el Medio Oriente se ha convertido en una zona nuclearizada, y quienes tienen las armas atómicas son Israel y Arabia Saudita.
En 1979, Israel terminaba el proceso de obtención de su bomba atómica, con ayuda del régimen sudafricano del apartheid. El Estado hebreo nunca firmó el Tratado de No Proliferación y siempre ha esquivado responder a cualquier pregunta sobre su programa nuclear.
Desde 1980, la Asamblea General de la ONU ha adoptado por consenso, año tras año, una resolución en la que exhorta a convertir el Medio Oriente en una zona desnuclearizada. El objetivo de esa resolución era lograr que Israel renunciara a su arsenal atómico y evitar que otros Estados de esa región emprendieran una carrera armamentista.
El Irán del shah Mohamed Reza Pahlevi también tenía un programa nuclear de carácter militar. Después de la revolución islámica aquel programa nuclear iraní de carácter militar sobrevive sólo de manera marginal, fundamentalmente debido a la guerra impuesta al país por Irak, de 1980 a 1988. Pero al final de esa guerra, el ayatola Rullah Khomeini se opone a las armas de destrucción masiva y prohíbe expresamente la fabricación, la posesión y el uso del arma atómica.
Comienzan entonces las negociaciones para la restitución de los 1 180 millones de dólares que Irán había invertido en el complejo Eurodif de enriquecimiento de uranio. Pero la cuestión nunca llegó a resolverse. Por consiguiente, en el momento de la disolución de Eurodif, en 2010, la República Islámica seguía siendo propietaria de un 10% del capital. Es incluso probable que Irán aún siga siendo hoy en día propietario de una parte de la empresa de enriquecimiento nuclear que opera el complejo dedicado a esa actividad en Tricastain, Francia.
De 2003 a 2005, el jeque Hassan Rohani, un religioso estrechamente vinculado a los presidentes iraníes Rafsandjani y Khatami, preside la delegación iraní a las negociaciones sobre el diferendo nuclear. En esas negociaciones, los europeos exigen de paso que Irán renuncie a la enseñanza de la física nuclear, para garantizar que el país no pueda reactivar su programa militar.
En 2005, Mahmud Ahmadinejad –partidario del regreso a los principios fundamentales de la revolución de Khomeiny– es electo presidente de la República Islámica. Ahmadinejad rechaza el acuerdo negociado por el jeque Rohani y lo destituye, reactiva la enseñanza de la física nuclear e inicia un programa de investigación cuyo objetivo es lograr un proceso de producción de electricidad a partir de la fusión, renunciando al proceso de fisión actualmente utilizado por Estados Unidos, Rusia, Francia, China y Japón.
Acusando al presidente Ahmadinejad de «preparar la apocalipsis para acelerar el regreso del Mahdi» (sic), Israel desata entonces una campaña de prensa internacional y exige el aislamiento de Irán.
En realidad, Mahmud Ahmadinejad no comparte la visión judía, según la cual vivimos en un mundo negativo que debe ser destruido para poder reconstruirlo. Para Ahmadinejad, el regreso del Mahdi y de los profetas será fruto de una madurez progresiva de la conciencia colectiva. En todo caso, el Mossad israelí se dedica a asesinar uno a uno a los numerosos científicos nucleares iraníes. Mientras tanto, las potencias occidentales y el Consejo de Seguridad de la ONU adoptan contra Irán sanciones cada vez más duras, hasta aislarlo totalmente en el plano económico y financiero.
En 2013, el ayatola Alí Khamenei, Guía de la Revolución iraní, acepta conversar en secreto con Washington, en Omán. Convencido de que tiene que hallar la manera de aflojar el cerco que asfixia su país, Khamenei se plantea la posibilidad de obtener un acuerdo temporal de 10 años. Como resultado de un acuerdo preliminar, el candidato de Ahmadinejad a la elección presidencial no es autorizado a participar en el proceso electoral. Se produce entonces la elección del jeque Rohani. Este último retoma las negociaciones que ya había iniciado en 2005 y acepta las condiciones de Occidente, como la prohibición de enriquecer uranio al 20%, lo cual pone fin a las investigaciones sobre la fusión.
En noviembre de 2013, Arabia Saudita organiza una cumbre secreta entre los países miembros del Consejo de Cooperación del Golfo y varios Estados musulmanes amigos de Riad. En presencia de delegados del secretario general de la ONU, el presidente de Israel, Shimon Peres, interviene en el encuentro por videoconferencia. Los participantes concluyen que el peligro no es la bomba israelí sino la que Irán podría quizás fabricar algún día. Los sauditas aseguran a sus interlocutores que Riad tomará iniciativas al respecto.
La cooperación militar entre Israel y Arabia Saudita es reciente, pero los dos países ya vienen concertando acciones desde 2008, cuando Riad financió la expedición punitiva «Plomo Fundido» de Israel en Gaza.
El acuerdo 5+1 no se hará público hasta mediados de 2015. Durante las negociaciones, Arabia Saudita proclama repetidamente su intención de iniciar una carrera armamentista si la comunidad internacional no logra que Irán desmantele su programa nuclear.
El 6 de febrero de 2015, el presidente estadounidense Barack Obama publica su nueva «Doctrina de Seguridad Nacional», donde escribe:
«Una estabilidad a largo plazo [en el Medio Oriente y el norte de África] exige más que el uso y la presencia de fuerzas militares estadounidenses. Exige socios que sean capaces de defenderse por sí mismos. Por eso invertimos en la capacidad de Israel, de Jordania y de nuestros socios del Golfo para desestimular cualquier agresión manteniendo a la vez nuestro indefectible compromiso con la seguridad de Israel, lo cual incluye su avance militar cualitativo.»
El 25 de marzo de 2015, Arabia Saudita inicia en Yemen la operación «Tempestad Decisiva» para restaurar el poder del presidente yemenita derrocado por una revolución popular. Pero el verdadero objetivo es aplicar el acuerdo secreto israelo-saudita de explotación del campo petrolífero de Rub’al-Khali.
El 26 de marzo de 2015, el entonces embajador de Arabia Saudita en Estados Unidos, Adel Al-Jubeir, se niega a responder una pregunta de CNN sobre el proyecto saudita de obtención de la bomba atómica.
El 30 de marzo de 2015, Israel y Arabia Saudita instalan un estado mayor común en Somalilandia, un Estado no reconocido. Desde el primer día, Arabia Saudita, Egipto, los Emiratos Árabes Unidos, Jordania, Marruecos y Sudán participan bajo las órdenes de Israel.
Al día siguiente, 1º de abril de 2015, la cumbre de la Liga Árabe, reunida en Charm el-Cheick adopta el principio de una «fuerza común árabe». Oficialmente, se trata de aplicar el Tratado de Defensa árabe de 1950 para luchar contra el terrorismo. De hecho, la Liga Árabe extiende su aval a la nueva alianza militar árabe bajo el mando israelí.
En mayo de 2015, la fuerza común árabe, bajo las órdenes de Israel, utiliza en Yemen una bomba atómica táctica. Podría tratarse de un intento de eliminación de un bunker subterráneo.
El 16 de julio de 2015, el especialista en temas de inteligencia Duane Clarridge declara a Fox Business que Arabia Saudita compró la bomba atómica a Pakistán.
El 18 de enero de 2016, el secretario de Estado John Kerry afirma ante las cámaras de CNN que no es posible comprar y transferir la bomba atómica. También advierte a Arabia Saudita sobre toda violación del Tratado de No Proliferación.
El 15 de febrero de 2016, el analista saudita Dahham Al-’Anzi declara a Russia Today en árabe que Arabia Saudita posee la bomba atómica desde hace 2 años, afirmando que la intención de Riad es proteger a los árabes y que las grandes potencias lo saben.
Las declaraciones del analista saudita Dahham Al-’Anzi aRussia Today, el 15 de enero de 2016, declaraciones inmediatamente traducidas y divulgadas por el servicio israelí del MEMRI (Instituto de Investigación sobre los Medios de Comunicación en el Medio Oriente, siglas en inglés.), tuvieron considerable repercusión en el mundo árabe. Sin embargo, ningún responsable político internacional, ni siquiera de la propia Arabia Saudita, ha emitido comentario al respecto. YRussia Today las retiró de su sitio web.
Las declaraciones de Dahham Al-’Anzi, intelectual cercano al príncipe Mohamed ben Salman –hijo del rey Salman y actual ministro de Defensa de Arabia Saudita–, permiten pensar que no hablaba de una bomba atómica estratégica (bomba A o H) sino de un artefacto táctico (bomba N). En efecto, es imposible imaginar cómo podría Arabia Saudita «proteger a los árabes» de «la dictadura» en Siria utilizando una bomba atómica estratégica. En todo caso, la posesión de una bomba nuclear táctica corresponde a la explosión que se vio en Yemen. Pero nada ha podido comprobarse con certeza.
Es, por supuesto, muy poco probable que Arabia Saudita haya fabricado una bomba atómica, sobre todo porque ese país carece totalmente de las capacidades científicas necesarias. Lo que sí es posible es que Riad haya comprado la bomba atómica a un país no firmante del Tratado de No Proliferación, como Israel o Pakistán. Según Duane Clarridge, el vendedor sería Islamabad, lo cual excluiría la posibilidad de que se trate de una bomba de neutrones.
Sea cual sea el tipo de bomba nuclear comprada, Arabia Saudita es firmante del Tratado de No Proliferación (TNP) y no tenía derecho a comprar ese tipo de armamento. Pero el rey Salman podría declarar que compró la bomba atómica a título personal. Como se sabe, el Estado llamado Arabia Saudita es propiedad privada del rey y su presupuesto sólo es parte del patrimonio real. Asistiríamos así una “privatización” del armamento nuclear, escenario hasta hoy inimaginable, pero que debe tomarse muy en serio.
En definitiva, todo hace pensar que los sauditas han actuado en el marco de la política estadounidense, pero que han ido demasiado lejos al violar el Tratado de No Proliferación. Su acción ha sentado las bases de un Medio Oriente nuclearizado, donde Irán no podrá desempeñar el papel que el jeque Rohani esperaba recuperar, el papel de «gendarme regional» al servicio de sus amigos anglosajones.
El 16 de julio de 2015, el especialista en temas de inteligencia Duane Clarridge declara a Fox Business que Arabia Saudita compró la bomba atómica a Pakistán.
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