Despiadados ataques mediáticos a líderes como Evo Morales, Hugo Chávez, Nicolás Maduro, Rafael Correa, Luiz Inácio Lula da Silva, Dilma Rousseff, Néstor Kirchner o Cristina Fernández, por citar los más cercanos, no son únicos, y se realizan desde tiempos inmemoriales.
Un caso muy emblemático fue el conocido Proceso de Leipzig en 1933 contra el líder obrero búlgaro Jorge Dimitrov acusado por los fascistas alemanes del incendio del Reichstag, farsa hitleriana montada por los nazis con el propósito de asestar a los comunistas un golpe mortal y justificar todo lo que ya conocemos.
Este tema, que se inscribe dentro del debate filosófico del papel del individuo en la historia desarrollado por el ruso George Pléjanov en 1898, surge a la luz ante los ataques de la derecha retrógrada a líderes como Fidel Castro y Hugo Chávez con el fin de sepultar su pensamiento político, pero tomando de sujeto a dirigentes actuales como Nicolás Maduro, Evo, Lula, Correa o Cristina.
Tradicionalmente los ultraconservadores han tergiversado ese papel fundamental del individuo sin el cual los procesos sociales correrían el riesgo de no llegar a su destino por acefalia, o dispersión y anarquía en su conducción.
Los propagandistas del capitalismo persisten en la práctica de la desacreditación del líder para impedir que éste pueda influir en los destinos de la sociedad, y llegan al extremo de la eliminación física por cualquier vía, si fracasan sus campañas de desprestigio y descalificación.
Pléjanov decía que un gran hombre lo es no porque sus particularidades individuales impriman una fisonomía individual a los grandes acontecimientos históricos, sino porque está dotado de particularidades que le convierten en el individuo más capaz de servir a las grandes necesidades sociales de su época.
En esa observación radica una respuesta de lo que vemos en estos momentos en Bolivia, Venezuela, Ecuador, Brasil e incluso Argentina donde, aun con Néstor Kirchner fallecido y Cristina expresidenta, los ataques de Mauricio Macri y sus acólitos son tanto o más intensos que cuando estaban en el poder.
El asesinato del Che (Ernesto Guevara) por orden del establishment, y los cientos de atentados contra Fidel Castro, son extremos contemporáneos en nuestra América de esa infame política, sin ir más atrás desde Jorge Eliécer Gaitán a Francisco Caamaño y Maurice Bishop pasando por Augusto César Sandino, Jacobo Árbenz y otros muchos, cuya existencia el sistema imperial no podía soportar.
La campaña mediática contra Maduro es tan descomunal e infame como la que ejecutaron contra Chávez o lo que hacen ahora con Evo.
Es que Bolivia y Venezuela son campos de batalla de una guerra de posiciones en nada desvinculada de lo que ocurre en el Oriente Medio porque se trata de una lucha de clases global que debe desembocar en una nueva correlación mundial de fuerzas, lo cual no es un secreto para nadie. El ministro boliviano de la Presidencia, Juan Ramón Quintana, fue claro al denunciar que Estados Unidos aplica una operación política encubierta de grandes dimensiones para intentar debilitar la confianza del pueblo en su gobierno, pues en un cambio en la correlación de fuerzas es muy marcado el interés estadounidense por dominar los grandes recursos naturales de Bolivia.
Más preciso todavía, Quintana dijo que en este contexto de disputa global por el poder, Bolivia es importante por el papel del presidente Evo Morales y su liderazgo internacional en momentos que se configura un nuevo orden global, y eso explica la guerra sucia para intentar desprestigiarlo.
En estos primeros días de marzo comienza en Venezuela los homenajes al presidente Chávez, cuyo tercer año de fallecido se cumple el día 5, buen momento para que los jefes de Estado y Gobierno y activistas sociales que se darán cita en Caracas, reflexionen sobre estos hechos.
Frei Betto decía recientemente en un artículo que en "el capitalismo cualquier sistema axiológico (valores y juicio) constituye un estorbo". Por lógica, los líderes populares son la principal molestia de los conservadores.
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