Arabia Saudí y otros miembros del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG, integrado por los países árabes ribereños del Golfo Pérsico) añadieron al Movimiento de Resistencia Islámica de El Líbano, Hezbolá, como un grupo terrorista.
El hecho se traduce como un paso de retroceso de estos países árabes ante Israel, ya que este movimiento es el que mayores golpes ha provocado al régimen de Tel Aviv, en las últimas dos décadas.
En el siguiente artículo pretendemos estudiar los aspectos de este plan, además de estudiar sus consecuencias y qué podrían suponer para la región de Oriente Medio.
Las presiones contra el movimiento libanés, por parte de algunos de los países del CCG, comenzaron en 2013, al sancionar a varios de sus miembros por su presencia en Siria. Sin embargo, por varios factores que estudiaremos a continuación, Arabia Saudí lanzó una operación sicológica contra el movimiento, con vistas a eliminarlo del mapa político libanés y denigrar su imagen en Oriente Medio.
En este sentido, el pasado 19 de febrero, Riad anunció la suspensión de su apoyo militar al Ejército libanés, en protesta por las posiciones de Beirut en contra de la política regional de la monarquía saudí. Poco después, mediante su influencia en el Consejo de Cooperación del Golfo (Pérsico), logró alistar a Hezbolá como un movimiento terrorista. De esta forma, Arabia Saudí pretende crear caos en El Líbano y presionar al Gobierno para que aísle a Hezbolá en la escena política, tal como anunció el secretario general del Movimiento de Resistencia Islámica de El Líbano, Seyed Hasan Nasrolá: “Tras la suspensión del apoyo militar a El Líbano (por parte de Riad), se ha desencadenado una ola de ataques políticos y campañas propagandísticas contra el país, orquestada, en gran medida, por Arabia Saudí y algunos países del Golfo (Pérsico)”.
Existen varios factores, por los que Riad ha cargado su fusil contra Hezbolá. El primero radica en la colaboración de este movimiento con el Gobierno sirio en la lucha contra los terroristas, de los que una gran parte es financiada por los saudíes. Además, Hezbolá está ayudando al Movimiento Popular de Ansarolá en Yemen, en su lucha contra Arabia Saudí y los terroristas de Al Qaeda, hecho que resulta intolerable para el reino saudí.
En este contexto, hay que tener en cuenta otro factor que parece crucial y es el tema de Irán. Cuando Teherán y el Grupo 5+1 llegaron a un acuerdo sobre el programa nuclear iraní, que suponía una mayor interacción del país con la escena internacional y el aumento de su poderío e influencia, Riad recurrió a diversas medidas para desafiar a su rival, así como coadyuvar a la reducción del precio del petróleo, mediante el aumento de su producción, el ataque a Yemen, entre otros. No obstante, cuando vio que tales medidas no incitaron a Irán a cometer ningún error, como entrar en una guerra, comenzó a presionar a su aliado, Hezbolá, para así limitar su influencia en la región.
De hecho, Siria, Irak y El Líbano son los tres países que Arabia Saudí ha elegido para presionar a Irán, ya que este tiene mucha influencia y estrechos vínculos con estos tres, por lo que de esta forma pretende retar a Teherán.
No obstante, este tipo de reacciones apresuradas y no bien calculadas por Arabia Saudí le podrían conllevar enormes gastos sociopolíticos. Cuando Riad se percató de que sus políticas de presión a Irán no tuvieron éxito en Siria, Irak y El Líbano, eligió otro camino para hacerlo, restablecer lazos con el régimen israelí. De hecho, los enemigos del pasado son amigos de hoy, una realidad que afecta la imagen de Al Saud, un autoproclamado padrino del mundo árabe.
Los países árabes y el régimen israelí, desde 1948 cuando venció el mandato británico de Palestina, se han visto involucrados en un profundo caos, al punto de que los primeros, encabezados por Siria y Egipto, declararon la guerra al régimen de Israel en 4 ocasiones; 1948, 1956, 1967 y 1973, y se opusieron a su establecimiento en los territorios ocupados de Palestina. No obstante, en todas estas contiendas, los árabes fueron los perdedores, dejando tal sentimiento de rencor entre los pueblos árabes que ninguno de ellos reconoció al régimen de Israel como Estado e, incluso, pretendían su eliminación.
Sin embargo, ahora, los saudíes están promulgando planes y proyectos israelíes en la región de Oriente Medio. En este contexto, se puede señalar el apoyo a los rebeldes y a los terroristas en Siria, Irak y el más evidente y claro, la clasificación de Hezbolá como un grupo terrorista.
Hay que destacar que el Movimiento de Resistencia Islámica de El Líbano, en las últimas dos décadas, ha dado duros golpes a Israel. Los israelíes que no habían perdido ninguna de sus guerras, en 2006, durante la guerra de los 33 días, experimentaron su primera derrota ante los árabes a manos de Hezbolá. Es por ello que los ataques de Riad contra este movimiento libanés se encuentran exactamente en línea con las políticas israelíes, cuyo eco se apreció en los diarios israelíes.
El acercamiento de Riad a Israel y su presión a Hezbolá significan un paso de retroceso de Al Saud ante los israelíes y su alejamiento de su autoproclamación como padrino del mundo árabe, algo que denigra su imagen y reduce su influencia en las ecuaciones regionales.
La rivalidad saudí con Irán, hasta ahora, ha conllevado enormes gastos para su gobierno. Con la caída del precio del petróleo se enfrenta a un déficit fiscal sin precedentes por sus intervenciones en Yemen, Siria e Irak. Además su existencia se ve amenazada por la pobreza extrema y, según el Fondo Monetario Internacional, se quedará sin “activos financieros” dentro de cinco años.
Ahora, después de ver fracasados sus planes en Siria, Irak y Yemen de cortar la influencia iraní en la región de Oriente Medio, en caso de mantener su presión a Hezbolá, es posible que pierda también El Líbano, si Teherán fortalece sus vínculos con el gobierno de ese país y asume la ayuda militar que necesita.
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