La intervención rusa en Siria parece haber tomado de sorpresa al régimen de Erdogan, que se halla en un estado de shock por los acontecimientos que están ocurriendo últimamente tanto en el exterior como el interior de Turquía. Esto demuestra, según los expertos, la debilidad de la Inteligencia turca, que fue incapaz de prever este hecho.
La intervención rusa ha dado lugar a un incremento de las tensiones entre Rusia y Turquía, en especial después de la entrada en el espacio aéreo turco de dos aviones rusos que participaban en acciones antiterroristas en Siria. Turquía es uno de los principales patrocinadores de los grupos terroristas en su vecino árabe.
Desde el primer día de bombardeos aéreos rusos, varios oficiales turcos ilegalmente desplegados en territorio sirio resultaron muertos durante las acciones de la aviación rusa, algo que Ankara ha preferido ocultar por razones obvias. La realidad es que Rusia está combatiendo ahora contra el ejército turco, que sigue dirigiendo a los grupos terroristas que operan en Siria y proporciona refugio y ayuda a los militantes que huyen de los bombardeos rusos.
La entrada de los dos aviones rusos en el espacio aéreo turco fue probablemente un mensaje de Moscú para que Ankara comprenda que en la actualidad no hace frente sólo a Siria, sino también a Rusia, que su apoyo a los grupos terroristas es algo peligroso para la propia Turquía y que sus intentos de crear una zona de exclusión aérea y una zona colchón en el norte de Siria son sueños del pasado que nunca se cumplirán.
A pesar de su enorme apoyo al terrorismo en estos cuatro años, Turquía no ha podido tampoco derribar al Estado sirio ni a su presidente, Bashar al Assad. Y su tercer fracaso ha sido su intento frustrado de debilitar a las milicias kurdas sirias, que operan, sobre todo, en el noreste del país. Lejos de lograr esto, Erdogan hace frente ahora a un conflicto con el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), que él mismo provocó, por intereses electorales, al poner fin a la tregua de dos años que Ankara y este grupo habían acordado. El gobierno turco ha visto además con preocupación e irritación el hecho de que los kurdos de Siria hayan mostrado su apoyo a la intervención rusa y se muestren más dispuestos ahora a cooperar con el Ejército sirio.
Esto viene a sumarse a la bloqueada situación política interna de Turquía. Erdogan fracasó en junio de ese año no sólo en conseguir una mayoría de dos tercios para cambiar la Constitución del país y convertirlo en una república presidencialista a su medida, sino también en mantener la mayoría absoluta de que disponía su Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP). Irritado por este fracaso, Erdogan hizo lo posible para forzar la convocatoria de otras elecciones con el fin de probar suerte de nuevo, pero las encuestas realizadas sobre los próximos comicios de noviembre ofrecen unos resultados similares a los de junio, con una ligera tendencia a la baja del AKP. Habrá que ver ahora si la intervención rusa en Siria y los incidentes aéreos tienen una influencia en estas elecciones al incrementar el cansancio que una buena parte de la población turca siente ya hacia las políticas de Erdogan, que han empujado al país a una serie de conflictos internos y externos.
Dado que una segunda repetición de las elecciones es prácticamente imposible desde el punto de vista político, un resultado previsible sería que el AKP se vería obligado a formar una coalición con los “aliados turcos de Bashar al Assad”, como el Partido Popular Republicano (CHP) y otros. Esto forzaría al gobierno turco a adoptar otra política distinta hacia el conflicto en Siria.
Pese a las afirmaciones de Erdogan de que Rusia se arriesga a “perder la amistad” de Turquía por su intervención en Siria, la verdad es que el presidente turco no puede hacer frente a Rusia por razones de tipo militar, estratégico y económico. En este último campo, Turquía atraviesa en la actualidad serios problemas por lo que no podría soportar una ruptura con Rusia o Irán, otro aliado de Siria, debido al tema sirio. Además, Turquía es altamente dependiente de Rusia en el terreno energético. Ankara recibe el 54% de sus necesidades de gas de Rusia (a lo que hay que sumar las importaciones de gas de Irán) y ha firmado un contrato con Moscú para construir una central nuclear. Turquía recibe también a millones de turistas rusos cada año. De este modo, sería Turquía, mucho más que Rusia, la que sufriría un daño si estas relaciones económicas se vieran perjudicadas.
En lo que se refiere al punto de vista estratégico la intervención rusa significa que Turquía está ahora prácticamente rodeada por aliados de Siria, en especial desde la adhesión de Crimea a Rusia. Al norte de Turquía está Rusia y el Mar Negro, dominado por la Flota rusa. Al sur está Siria, donde Rusia tiene ahora una importante presencia militar. Al oeste está el Mar Mediterráneo, también con una Flota rusa desplegada allí, y al este está Irán.
El experto sirio en temas turcos, Mohammed Nureddin, considera que “uno de los mayores perdedores con la intervención rusa en Siria será Turquía” y no hay duda de que esto es así. La política neotomana de Erdogan, el primer ministro Ahmet Davutoglu y otros dirigentes turcos busca recrear en la práctica el Imperio Otomano y exportar el modelo de los Hermanos Musulmanes, que el propio Erdogan sigue, en el mundo islámico y concretamente en sus vecinos. Esto es por lo que el gobierno de Erdogan ha sido el gran promotor de la idea de crear una zona de exclusión aérea y una zona colchón en el norte de Siria, con el fin de proteger allí a sus aliados terroristas del Frente al Nusra, Ahrar al Sham y otros grupos. Sin embargo, estos planes han quedado definitivamente arruinados debido a la intervención rusa.
A esto hay que añadir la creciente desconfianza de sus socios europeos hacia un gobierno al que se ve como cada vez más inclinado a apoyar el extremismo y el terrorismo en Oriente Medio. Esto explica la reticencia de los aliados occidentales de Turquía a implicarse en los acontecimientos que tienen lugar en la frontera turca con Siria.
Hace pocas semanas, EEUU y Alemania retiraron sus misiles Patriot de Turquía. Estos sistemas antimisiles habían sido desplegados en la frontera turco-siria en momentos en que la OTAN pretendía impedir que el Ejército sirio recuperara el control del norte de Siria. La OTAN ignoró los reclamos de Ankara para que mantuviera los Patriot en su territorio y siguió adelante con la retirada de los mismos.
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