En estos días, la mayor parte de los conflictos devastadores del mundo se registran en Oriente Medio y en el continente africano.
Dichos lugares cuentan con estratégicas situaciones geopolíticas y abundantes recursos naturales, como petróleo, gas y uranio, entre otros, que los convierten en objetivos importantes para las superpotencias.
En el siguiente artículo pretendemos estudiar las raíces de los conflictos, las razones de su prolongación y el caos en estas dos regiones. El motivo del desplazamiento de millones de personas en Irak, Afganistán, Yemen y Siria, además de los secuestros y la reinante inseguridad en países africanos como Libia, Malí, Níger, etc.
Sin duda alguna, determinar la raíz de los conflictos y los enfrentamientos sangrientos en diferentes partes del mundo, es una gran incógnita para la opinión pública mundial. El tema radica en que tras más de medio siglo del establecimiento de numerosas organizaciones regionales e internacionales, especialmente de la ONU, cuyos objetivos es promover la solución de conflictos bélicos, crisis, enfrentamientos…, estos aún persisten en diversas regiones del mundo; una realidad cuyas raíces hay que buscarlas en el nuevo orden mundial.
Entre los grandes analistas de las relaciones internacionales existe hoy un consenso de que el orden mundial se encamina hacia la multipolaridad. Por un lado están los países occidentales, encabezados por EE.UU., y por otro, Rusia y los países antimperialistas. No obstante, hay que añadir que los occidentales carecen de la convergencia e integración con la que contaban en la Guerra Fría, y están alejándose de EE.UU. para encaminarse hacia la recuperación de su posición en esta esfera. Esta situación nos da a entender que estamos viviendo en un sistema multipolar, en el que cada potencia domina o por lo menos busca dominar las zonas que le interesan.
Esa situación, en la estructura del poder mundial, sin duda alguna, dificulta la toma de decisiones en los asuntos internacionales y complica las ecuaciones. En este sentido, se puede comprender la prolongación de los conflictos y las crisis en la región de Oriente Medio, así como de otras zonas del mundo sumergidas en el caos, como fruto del choque de intereses de las superpotencias. Es decir, cada uno de los poderes, basado en su ideología, interés y poderío, promueve sus políticas en la región de su interés. Como es notorio, el número de países interesados, en casos como el de Siria, Ucrania, Irak o Afganistán, es muy natural que aumente el choque de intereses de las superpotencias.
Si comparemos esta situación con hace 50 años, nos percatamos que los choques han aumentado notablemente. Por ejemplo, durante la Guerra Fría, la estructura y el orden mundial eran algo predeterminado, por lo tanto, el campo de coacción y contradicción también resultaba claro y evidente. Por lo tanto, si se formaba una crisis entre las superpotencias, es decir el bloque de EE.UU. y el de la Unión Soviética, se solucionaba con menos gastos y tiempo. Sin embargo, en la actualidad, debido a la diversidad de actores influyentes en la arena mundial, como los organismos internacionales, gobiernos y grupos terroristas, además de sus tendencias e intereses, los problemas se prolongan y se profundizan y es más difícil encontrar una solución. Esta realidad es bastante palpable en los acontecimientos que se viven en Oriente Medio, especialmente en Siria. En la crisis de este país árabe, hay numerosos actores, los cuales apoyan a una tendencia o a un grupo de acuerdo con sus propios intereses. El fruto de esa situación no ha sido menos que su prolongación y la transformación de Siria en un campo de batalla sectaria.
En este contexto hay que decir que un factor importante en la inestabilidad de la región de Oriente Medio y de África ha sido la formación de grupos terroristas, como Al Qaeda, Daesh, Boko Haram…. los cuales al cabo del tiempo dejan de obedecer a sus creadores y motivan la prolongación del caos en donde operan.
Una prueba de ello es la fundación del grupo terrorista de Al Qaeda, por EE.UU., lo que de cierto modo puede considerarse como un paso previo al establecimiento de Daesh. En este contexto, se puede comparar con la presencia del Ejército Rojo de la Unión Soviética en Afganistán, a finales de la década setenta, principal motivo de la formación del grupo de Al Qaeda. EE.UU., como no quería enfrentarse directamente con la Unión Soviética en el país asiático, intentó crear grupos formados por radicales y salafistas que pudieran satisfacer sus intereses en la región. De este modo este, la organización terrorista se puso en marcha, a finales de la década setenta, para entrenar, apoyar y equipar a los salafistas en su lucha contra los soviéticos, tal como lo reconoció Hillary Clinton en una entrevista concedida a Fox News.
“Cuando la Unión Soviética invadió Afganistán, tuvimos la brillante idea de ir a Paquistán y crear una fuerza de muyahidines o milicianos; los equipamos, les dimos misiles y todo lo demás, para que se enfrentaran a los soviéticos en Afganistán, tuvimos éxito. Los soviéticos se retiraron de Afganistán y dejamos a estos milicianos fanáticos entrenados y bien armados en Afganistán y Paquistán”.
Una estrategia que, al parecer, se puede catalogar como errónea a causa de los enormes daños y las amenazas que, a veces, representan para sus propios fundadores. También se puede calificar como primordial a la hora de conseguir los objetivos de sus organizadores, de allanar el camino para su intervención en otros países, bajo el pretexto de restablecer la seguridad.
No obstante, esa situación ha motivado el desplazamiento de más de 11 millones de personas en un país con 22 millones, algo que ha dado como resultado también una ola sin precedente de refugiados hacia el continente europeo.
Así que si hoy somos testigos de numerosos actos de violencia y de olas de refugiados, sus motivos se esconden en la falta de consenso entre superpotencias y sus estrategias, no en los gobiernos de los países afectados por el terrorismo o las guerras internas. Además, son los pueblos quienes pagan por estos choques de intereses de las superpotencias, que cada día buscan una nueva estrategia para beneficiarse más de las crisis que provocan, sea mediante el establecimiento de grupos terroristas como Daesh, Al Qaeda y las divisiones religiosas en Oriente Medio o a través de conflictos internos en Sudán, Níger, Burkina-Faso y Malí, en África.
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