El opulento Emirato de Qatar es un estado que alimenta el terrorismo, un gobierno que desde hace tres años tiene las manos manchadas de sangre en la cruentas cruzadas jihadistas del Terror que sufren pueblos árabes del norte de Africa y del Bilad El Cham, tal como se llamaba a estos países antes que británicos y franceses acuñasen el nombre de Próximo Oriente u Oriente Medio. Era un secreto de polichinelas que, sin embargo, ha necesitado la exacerbación de la bárbara guerra de Siria y de Irak para que quedase expuesto a la vindicta pública. Pese a que se divulgaron documentadas denuncias, al principio especialmente a partir de Francia, donde la familia principesca de los Al Thani ha efectuado colosales inversiones, ejerce muna poderosa influencia, organizando incluso un proyecto de ayuda para la banlieu parisina, como la del libro Qatar ou les secrets du cofre fort de Georges Malbrunot y Christian Chesnot, solo hasta ahora ha empezado a sensibilizarse la opinión internacional ante este descomunal escándalo. La muy reciente acusación de un ministro del gobierno alemán que, sin ambages, le ha acusado de fomentar el terrorismo jihadista, le ha puesto en tela de juicio.
Disponiendo de una fabulosa riqueza, originada en sus yacimientos de gas y de petróleo y actuando sin escrúpulos con su diplomacia del talonario de cheques, el Estado de Qatar se ha blindado con los intereses credos de todo el mundo. Estadounidenses, árabes, israelíes, europeos, palestinos de Hamas, talibanes del Afganistán, le necesitan. Con la tendenciosa propaganda de Al Jazera extendieron la gran mixtificación de las ¨primaveras árabes¨. Mas que nunca hay en el denominado ordenamiento jurídico internacional –tan maltrecho con las modificaciones impuestas en el Derecho de Gentes por los americanos para justificar intervenciones armadas contra régimenes acusados de cometer genocidio contra sus pueblos- una ley en vigor de ¨dos Pesas y dos Medidas¨. En Oriente Medio el caso histórico de Israel es el ejemplo más patente al no cumplir ninguna de las resoluciones adoptadas por el Consejo de Seguridad de la ONU desde 1948.
Con Qatar se ha producido otra situación excepcional. Podría argumentarse que no hay pruebas fidedignas sobre su suministro de dinero y armas a los jihadistas más criminales. De todas maneras, incluso en este ambiente de aterciopeladas intrigas diplomáticas sus vecinos del Golfo, como Arabia Saudí, La Federación de los emiratos árabes, le han pedido cuentas de sus maquinaciones, llamando a sus embajadores en Doha a consultas. Pero nadie ha querido dar un paso más decisivo, retirándolos de Qatar, y ni mucho menos amenazando con romper sus relaciones diplomáticas con el principado. Qatar es intocable en el entramado de sórdidos intereses geopolíticos internacionales, pese a las enemistades que se va granjeando en el mundo árabe. Su política ha pasado de ser la ¨del amigo del mundo¨ hasta que en el 2010 se convirtió en la de ¨Qatar en guerra¨. La reciente subida al trono del príncipe Tamim podría amortiguar su tendencia belicista. Mientras nadie ha querido importunar a Qatar, desde el principio de la insurrección de Siria del invierno del 2011, la comunidad internacional se precipitó casi en bloque condenando al régimen de Bachar el Asad de todas las atrocidades inimaginables contra su pueblo, tratando de asfixiarle por todos los medios, militares, económicos, diplomáticos. Su supervivencia contra viento y marea, ha roto todos los esquemas previstos. Los bárbaros del Estado islámico le sirven para justificar su acción a calificada siempre de lucha antiterrorista, y hacerse al mismo tiempo necesario para contener esta vorágine infernal que amenaza al mundo.
Por Tomás Alcoverro publicado en blogs.lavanguardia.com
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