Kurdistán es un sueño.
De hecho, es uno de los sueños más importantes de la actualidad.
Le da una patada al tablero. Es un oasis. Un campo de batalla.
Tiene muchas aristas, dependiendo de quien sea el que está soñando. Y ha visto a fuerzas políticas contradictorias en todo el espectro político acercarse a el.
Pero no es solo un sueño.
Oficialmente no existe, en parte porque las potencias internacionales solo ven mapas y números en vez de personas. Pero no importa cuanto hayan intentando ignorar el sueño del pueblo kurdo los regímenes de Siria, Turquía, Irán o Iraq; este persiste. Y poco a poco, pero con paso firme, han derribado los muros que les separan de convertir sus sueños en realidad.
¿Pueden romperse las cadenas del pasado?
Siempre es difícil condensar en pocas palabras varios siglos de acontecimientos políticos complejos; mucho más todavía hacerlo de una forma sencilla de entender. Pero en el mismo corazón de la cuestión kurda está la búsqueda de la libertad – una lucha común de gente de todo el mundo que quieren controlar sus propios destinos.
La historia de la humanidad ha estado plagada de gobernantes fuertes, explotadores o engañosos que buscan controlar a la gente a su alrededor. Para conseguir y retener el poder, invocan al enemigo religioso, étnico o ideológico – ya sea dentro de las fronteras o en el exterior. Y, claro, reivindican ser los únicos capaces de derrotarles. Pero tarde o temprano la naturaleza opresiva de estos gobernantes queda al desnudo.
Pero ¿está condenada cualquier otra opción que trate de romper esta regla? ¿acaso no somos egoístas por naturaleza las personas o estamos destinadas a guerrear, engañar o explotarse mutuamente para toda la eternidad?
Bueno, aparte de ser un punto de vista extremadamente pesimista, es también poco preciso.Estudios científicos han demostrado que la cooperación es una parte de la naturaleza humana de la misma forma que lo es la competición. Nuestros antepasados, por ejemplo, se dieron cuenta de que tendrían más oportunidades de sobrevivir si trabajaban cooperativamente.
En otras palabras, la lucha por una coexistencia libre y en paz con otros humanos no carece de sentido. Si acaso, representa una vuelta a esa parte de la naturaleza humana que ha sido olvidada ya hace demasiado tiempo. Los kurdos progresistas están actualmente en primera linea en está lucha en Oriente Medio, junto a sus aliados.
La lucha kurda por la libertad
Después de la caída del Imperio Otomano a principios del siglo XX, los lideres kurdos han elegido generalmente cooperar con sus vecinos turcos, árabes o persas. Pero con la creciente popularidad del nacionalismo étnico en los entonces nuevos países Iran, Siria, Turquía e Iraq los kurdos se han visto cada vez más expulsados al margen convirtiéndose en una minoría oprimida.
A raíz de estos acontecimiento surgió la resistencia, pero la guerra no consiguió mucho. Por esta razón cuando Abdullah Ocalan – el líder del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK)- fue capturado en 1999, se produjo un cambio en las conciencias de las comunidades kurdas que fue adquiriendo impulso – particularmente en Turquía y Siria. El PKK anunció varios alto el fuego de forma unilateral y trató de negociar con el estado de Turquía; en un intento de evitar más guerra y poder alcanzar un final pacifico a la negación de los derechos de los kurdos por parte del estado.
Ocalan argumentó en 2011 que mientras que todos los seres humanos tienen derecho a la auto-determinación, la creación de un estado nación no era sinónimo de la libertad. La libertad, dijo Ocalan, sería conseguida a través de una participación del pueblo en la toma de decisiones.
En el 2012, las áreas del norte de Siria, en gran medida de población kurda, vieron como potencias extranjeras financiaban a fuerzas chovinistas y yihadistas contra el gobierno autoritario y nacionalista de Bashal Al-Assad. A medida que el conflicto entraba en una espiral descontrolada, estas comunidades eligieron no sumarse a ninguno de los dos bandos. En cambio, liderados por la rama siria del PKK, el PYD, se centraron en defender su propio territorio. Así empezó la Revolución de Rojava, que buscaba crear una alternativa tanto al islamismo como al nacionalismo en medio de una guerra cruel.
Una luz en tiempos oscuros
En Rojava, un “Contrato Social” fue publicado en enero de 2014. En nombre de todos los grupos étnicos y religiosos que viven en la región, el contrato trataba de blindar el derecho de los pueblos a la auto-determinación, la autodefensa, libertad religiosa y la igualdad de género. También buscaba proteger el medio ambiente y proveer de servicios educativos y sanitarios y de vivienda a todos los habitantes de Rojava.
Pero mientras los revolucionarios no buscaban la independencia de Siria, si pretendían la autonomía del régimen de Damasco. Oponiéndose al concepto centralizador, fundaron una democracia basada en las asambleas y en los propios ciudadanos tomando sus propias decisiones. También fomentaron la formación de sindicatos, cooperativas y colectivos. La revista ROAR describió en 2014 como el sueño de Ocalan de substituir al capitalismo, a la nación-estado y la industrialización por una “nación democrática, una economía comunal y una industria ecológica.” En Rojava, esto significaba una economía sostenible y autónoma, la cooperación entre distintas comunidades y una democracia en Siria.
Ha quedado claro en Rojava que el sueño de Kurdistán ya no es solo un sueño para kurdos. Es un sueño para la humanidad: autogobierno y cooperación multicultural – representando una quiebra en relación a la historia de regímenes títeres del imperialismo, dictadores nacionalistas y élites que han tergiversado sus ideas religiosos en interés propio.
El cambio está de camino en Oriente Medio desde el 2010. Algunos dictadores han caído, pero otros se han enrocado. Los ciudadanos han encontrado de nuevo sus voces, pero las han visto secuestradas una vez más. Y mientras los crímenes de los aliados de Occidente como Arabia Saudí o Israel han sido ignorados, los crímenes de los enemigos de Occidente han sido usados como excusa para más muerte y destrucción. En este contexto, resulta que la mayor transformación ha ocurrido en Rojava – rápidamente se ha convertido en una plasmación moderna de la búsqueda de la libertad, la justicia social y una coexistencia pacifica.
Pero la batalla está lejos de ser ganada. A no ser que se tomen medidas para detener la expansión de la ideología Wahhabi del Daesh, que promociona la familia real Saudí, el movimiento del Daesh no podrá ser completamente derrotado. Y hasta que un modelo pluralista y de democracia directa, como en Rojava, no sea aceptado como la mejor solución para solventar los conflictos sectarios de Oriente Medio la guerra continuará.
En el sueño kurdo, que poco a poco se convierte en realidad, todos tenemos que ser protagonistas. Pensemos lo que pensemos; seamos como seamos; creamos lo que creamos. Por que sin nuestro apoyo y participación, el resultado final de estos conflictos que devastan Oriente Medio hoy podría parecerse más al sueño de los poderosos y ricos en vez de los sueños de los explotados y oprimidos.
El PKK y sus aliados son la mayor esperanza para la paz, la justicia y la democracia hoy en día en Oriente Medio. Apoyémosles en su lucha.
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