lunes, 23 de marzo de 2015

¿Qué tal si hablamos de las armas nucleares de Israel?

William Greider

Fuente: What About Israel’s Nuclear Bomb?The Nation, 13/03/2015

Manifestantes convocados por Code Pink en EEUU visten máscaras del primer ministro israelí Benjamín Netanyahu en una concentración ante la sede del grupo de presión sionista AIPAC, 1 marzo 2015. (Foto: Reuters / Jonathan Ernst)

Tras el discurso provocador de Bibi Netanyahu ante el Congreso [de EEUU],The New York Times ofreció una serie de útiles aclaraciones en un artículo titulado “What Iran Won’t Say About the Bomb” (“Lo que Irán no dirá sobre la bomba”). Escrito por dos periodistas muy expertos, William Broad y David Sanger, el artículo expuso las complejidades técnicas para los no expertos (incluido yo mismo) y explicó cuestiones clave que los iraníes no habían respondido.
Pero esto me lleva a hacer una pregunta distinta: ¿qué hay de la bomba de Israel? ¿Por qué no forma parte de la discusión?
En la multitud de informaciones que sobre las intenciones nucleares de Irán se están difundiendo, no he visto todavía mención alguna del arsenal nuclear de Israel (si las ha habido, deben de haber sido excepcionales).

Sin embargo, la bomba de Israel es evidentemente relevante para la controversia. Los hechos son deliberadamente turbios, pero Israel ha tenido armas nucleares desde hace al menos 40 años, aunque nunca ha reconocido oficialmente su existencia. La política diplomática israelí ha sido denominada “ambigüedad nuclear”.
Le pregunté a un amigo, que es corresponsal de seguridad nacional en Washington, por qué las noticias no mencionan la bomba de Israel. Se encogió de hombros y me dijo: “Porque todo el mundo lo sabe”. Probablemente, eso es cierto entre las elites y los políticos, pero no estoy seguro de que sea ampliamente conocido entre los estadounidenses medios.
En cualquier caso, si todo el mundo sabe que Israel tiene la bomba, ¿por qué no lo reconoce en el debate público?
Le pregunté a otro amigo (un periodista bien informado que simpatiza con la causa palestina) por qué los periodistas no hablan sobre la bomba de Israel. “Pensamiento gregario —me dijo—. Es como si Israel recibiera una semana de descanso de los medios de comunicación”.
Los iraníes, añadió, han planteado la cuestión de la bomba israelí muchas veces en el pasado, pero sus quejas han sido ignoradas por lo general en la prensa occidental. Los diplomáticos iraníes han señalado que Irán ha firmado el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNPN) y se ha sometido a las inspecciones internacionales, tal como requiere el tratado (aunque Irán todavía esconde cosas, como sostiene el artículo del The New York Times). Israel nunca ha firmado el TNPN y, por consiguiente, nunca ha aceptado inspecciones de sus instalaciones.
Lo que quiero decir es que la existencia de la superioridad nuclear de Israel es un hecho fundamental en la vida de los caóticos conflictos y las guerras ocasionales de Oriente Medio. No hay que olvidar esto.
La bomba de Israel podría ser un incentivo importante para que Irán buscara tener armas nucleares propias (aunque Irán niega que tenga esa intención). También podría ser el mensaje oculto de las advertencias belicosas de Netanyahu y sus ocasionales llamadas a bombardear las instalaciones nucleares de Irán.
El país de Bibi perdería una baza importante si dejara de tener el monopolio nuclear en la región. Sin embargo, podría considerarse como un acto provocativo si Israel reconociera abiertamente que tiene un arsenal nuclear.
Según la Wikipedia, que se basa ampliamente en opiniones de expertos, Israel tiene entre 75 y 400 bombas nucleares (otros dicen que la cifra oscila entre las 100 y 200). Nunca ha amenazado con utilizarlas en ningún lugar, aunque durante la guerra del Yom Kipur de 1973, los líderes israelíes colocaron en alerta a ocho de sus F-4, armados con bombas nucleares. Sus adversarios, sin duda, se dieron por enterados.
Otros países con armas nucleares son Pakistán, India y Corea del Norte, así como EEUU, Rusia, China, Gran Bretaña y Francia. Estados Unidos es el único país que ha utilizado alguna vez bombas atómicas contra personas de otro país, en concreto contra los japoneses al final de la Segunda Guerra Mundial.
El Centro para la Integridad Pública, de Washington, publicó un artículo en septiembre de 2014 de Douglas Birch y Jeffrey Smith, en el que describían la intrincada historia del secreto a voces de Israel. En su opinión, algunos expertos se quejaban de que la falta de franqueza complicaba los esfuerzos para hacer frente a la amenaza iraní, puesto que el gobierno de EEUU actúa con el falso supuesto de que no sabe.
Ya en 2009, al presidente Obama le preguntaron si Israel poseía armas nucleares. “Con respecto a las armas nucleares, no quiero especular”, dijo el presidente. En cuanto a EEUU se refiere, es un secreto de estado. El gobierno puede incluso procesar a personas con responsabilidades en los servicios de seguridad si dicen la verdad a los ciudadanos estadounidenses.
En cierto sentido, las armas nucleares de Israel han sido una especie de “mano invisible” que amenaza a los vecinos hostiles y les impide ir demasiado lejos. Al mismo tiempo, sin embargo, Israel ha adoptado una “opción por la prevención”, que consiste en atacar a vecinos como Irak y Siria, que no tienen armas nucleares, si pareciera que estuvieran desarrollándolas.
El argumento fundamental de Israel ha sido descrito por varias fuentes citadas en Wikipedia: “No puede permitirse el lujo de perder ni una sola guerra y, por tanto, las evita manteniendo un poder de disuasión que incluye la opción del ataque preventivo”.
Y esto nos devuelve de nuevo a Bibi. Durante veinte años, Netanyahu ha pedido de vez en cuando bombardear Irán para acabar con sus intenciones nucleares. El gobierno Obama está tratando de lograr el mismo resultado a través de medios pacíficos, es decir, mediante negociaciones.
Como ha escrito Juan Cole en The Nation, esto puede ser una falsa opción, porque los servicios de inteligencia y un ex ministro de defensa de Israel han admitido que Irán no tiene un programa de armas nucleares. Según Cole, “las armas nucleares tienen un papel defensivo, no ofensivo, e Irán no podría desplegarlas (si las tuviera, que no las tiene) contra Israel porque los israelíes reaccionarían borrando a Irán del mapa”.
En otras palabras, incluso en el caso de que Teherán estuvieran intentando construir armas nucleares, no podría utilizarlas contra Israel. Los dos países se convertirían en prisioneros de una situación de tablas como la que caracterizó a los 40 años de Guerra Fría entre EEUU y la URSS. La doctrina fue conocida como “Destrucción Mutua Asegurada” o sus siglas MAD.
Ese es un resultado poco satisfactorio, no solo para los halcones de Israel sino, también, para los halcones de EEUU. ¿Se acuerdan de la frívola cancioncilla del senador John McCain? “Bombardea, bombardea, bombardea, bombardea, bombardea Irán”.
¿Acaso no es preferible conversar hasta la saciedad si así no nos arriesgamos a una masacre humana masiva y la destrucción de los países? Evidentemente, el partido de la guerra de Washington no piensa así. Inspirado por Bibi, los aspirantes a guerreros están destrozando al presidente Obama. Su lógica supone que los mulás de Teherán son unos locos fanáticos y que los locos no se dejan intimidar por la perspectiva de la autodestrucción.
Si las negociaciones de Obama fracasan o las maniobras republicanas las hacen descarrilar, entonces los estadounidenses se verían ante la siguiente cuestión: ¿quieren realmente ir otra vez a la guerra en Oriente Medio? Israel podría enfrentarse a una cuestión diferente: ¿quieren realmente los ciudadanos israelíes bombardear Irán si sus amigos americanos dicen “no, gracias; esta vez haz la guerra por tu cuenta”?
Quizá los periodistas del Times, Broad y Sanger, podrían escribir otro artículo sobre la bomba israelí, ausente hasta ahora del debate.

William Greider es un detacado autor y periodista político y ha trabajado durante más de 35 años para diversos periódicos, revistas y televisiones. Algunos libros suyos son los best-sellers One World, Ready or Not (1997), Secrets of the Temple (1988) y Who Will Tell the People? (1992).
Traducción: Javier Villate (@bouleusis)

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