La comunidad judía ha formado parte de la historia libanesa desde hace 13 siglos, pero para la mayoría de los libaneses es un tema tabú. Hoy apenas queda medio centenar
Para la mayoría de los habitantes del Líbano, referirse a los judíos de ese país es un tema tabú. Ausente de la conciencia colectiva, la pequeña comunidad judía libanesa se ha acostumbrado a mantener un perfil bajo, a menudo ocultando sus nombres y su religión con el fin de evitar el ostracismo o la hostilidad, alimentados por casi siete décadas de conflicto con el vecino Israel. Y sin embargo, los judíos han formado parte de la historia del Líbano desde hace trece siglos. El judaísmo es una de las 18 sectas oficialmente reconocidos en la Constitución libanesa.
A diferencia del resto de los estados árabes, de los cuales los judíos se marcharon en masa después de la fundación del Estado de Israel en 1948, Líbano vio crecer su comunidad judía en la década de 1950. Pero las sucesivas guerras árabe-israelíes hicieron que el número de sus miembros se redujese de 12.000 en 1970 a apenas 2.000 en las dos décadas siguientes.
Para los que se quedaron, las cosas pronto se pusieron peor. Durante la guerra civil de 1975-1990, el histórico barrio judío de Beirut se encontró a lo largo de la línea defensiva que dividía la ciudad en las zonas este y oeste. En 1982, el ejército israelí llegó incluso a bombardear la sinagoga como parte de una campaña aérea en la zona contra los combatientes de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP). El clima de violencia y los continuos enfrentamientos convencieron a casi todos los restantes miembros de la comunidad judía de abandonar el país. Apenas queda medio centenar.
“Los miembros de nuestra comunidad evitan asistir a las funciones públicas. Prefieren mantenerse en el anonimato por seguridad y oran en silencio en sus hogares”, indica a El Confidencial Simon Behur. Este empresario judío libanés que ronda los sesenta ha sido el encargado de promover y conseguir los fondos para la restauración de Maghen Abraham, la última sinagoga construida en 1926 por la familia Dishy en el barrio Wadi Abu Jamil, en el centro de Beirut.
“Queremos que los judíos vuelvan a tener un lugar de culto, como el resto de las otras 17 confesiones religiosas que hay en El Líbano”, exclama el también secretario general del Consejo de la Comunidad Judía del Líbano. “La reapertura de Maghen Abraham es, pues, un recordatorio muy necesario de la convivencia religiosa. Todos los partidos políticos del Líbano, incluido Hezbolá, ofrecieron suapoyo a los esfuerzos de la reconstrucción”, destaca Behur, sentado en el despacho del abogado Bassam al-Hout, que se encarga de los asuntos legales de los nacimientos, matrimonios y defunciones de la comunidad judía, al igual que hizo su padre Mahmud, también abogado, antes de jubilarse.
Al Hout es musulmán suní, pero se crió entre los judíos libaneses. “En el Líbano no tenemos ningún problema con los judíos. Lo que no apoyamos es al Estado de Israel”, manifiesta el abogado frente a su cliente judío. Behur añade que él también, como libanés, está en contra de “la política belicista” del Estado de Israel respecto al Líbano. “Nunca he estado en Israel ni estaré. Es mi forma de protestar por los ataques de las fuerzas israelíes en el sur del Líbano”, asegura.
La sinagoga de Maghen Abraham, en Beirut, tras su restauración (Foto: Bassam Lahoud)
Una sinagoga sin rabinos
Isaac Arazi, presidente de la Comunidad Judía del Líbano, inició por primera vez el proyecto de restauración de la sinagoga en 2008. “La mayoría de los fondos recaudados provienen de la diáspora judía libanesa, que incluye a los Safras, una familia prominente de banqueros”, explica Behur.
También grupos empresariales y políticos libaneses hicieron su contribución. La firma inmobiliaria Solidere SAL, creada por la familia del ex primer ministro asesinado, Rafiq Hariri, “se comprometió a donar una cantidad de 150.000 dólares”, detalla Behur antes de agregar que el costo total de la restauración, ronda entre 4 y 5 millones de dólares.
Las obras finalizaron a principios de 2014, y Maghen Abraham iba a volver a abrir sus puertas tras décadas de marginación, detrás de unos muros con grafitis antisemitas y olor a orín. Sin embargo, el clima de inestabilidad política, y con el Estado Islámico a las puertas del Líbano, se decidió posponer la apertura. “Por seguridad, decidimos que no era el momento adecuado”, puntualiza Behur, sin dar más explicaciones. No obstante, desmiente que hubieran un par de incidentes mientras se realizaban las obras. “No es cierto que hayan intentado atacar la sinagoga. Son informaciones falsas”, asegura el empresario judío.
Si bien Maghen Abraham ha sido restaurada después de décadas de abandono, no hay rabinos disponibles para oficiar servicios en el país de los cedros. El último rabino jefe, Yakoub Chreim, dejó el Líbano en 1978. No importa cuando, finalmente, se vuelve a abrir el templo, ya que quedará simplemente como gesto simbólico.
Existen otras cuatro sinagogas más antiguas repartidas por todo el Líbano -en Bhamdoun, Deir al Qamar, Sidón y Trípoli-, todas abandonadas o cerradas durante décadas. Los cementerios judíos del país están descuidado y cubierto de arbustos o zarzales, y los antiguos hogares judíos están habitados por ciudadanos libaneses cristianos o musulmanes.
Restos subterráneos de una antigua sinagoga en Amchit (Foto: Bassam Lahoud)
"Desaparecerán en dos décadas"
Aún así, “no hay que olvidar que los judíos son parte de la cultura y la historia del Líbano. No debemos ignorarlo”, defiende a El Confidencial el historiador Nagi George Zeidan, que ha escrito un libro sobre la comunidad judía en el Líbano, pero todavía no ha encontrado una editorial que se lo publique. Este investigador ha dedicado varias décadas de su vida a recopilar información, obtenida de periódicos árabes, listas electorales y registros de defunción para establecer una gran base de datos, y la historia de las familias judías que vivieron en el Líbano hasta finales del siglo XX.
Zeidan reconoce que los judíos que se quedaron prefieren mantenerlo en secreto. “Tienen miedo y, a menudo, ni siquiera dicen que son judíos”, advierte. El historiador estima que la pequeña comunidad del Líbano “desaparecerá dentro de una o dos década”. "La mayoría de ellos son viejos, y los que se fueron no mantienen ninguna esperanza de volver", puntualiza Zeidan ante de agregar que “todo lo que tienen aquí son sus recuerdos."
Al final de la era del profeta Mahoma, se produjo un gran éxodo de los judíos que quedaban en la región de Khaibar ( Arabia Saudita), que emigraron a Irak, Damasco (Siria) y Trípoli (norte del Líbano), explica con detalle el historiador libanés. Durante siglos, los judíos se establecieron en la ciudad portuaria de Trípoli, así como Sidón (al sur), otro puerto importante en aquellos tiempos.
También hubo presencia de esta comunidad en la región de Monte Líbano, feudo de la comunidad drusa pero también de cristianos maronitas, e incluso en la romana ciudad de Biblos y la vecina Amchet. Los judíos vivían en sus propios barrios, donde construyeron sinagogas y escuelas. Además tenían líderes políticos y religiosos.
En Deir Al Qamar se encuentra la sinagoga más antigua del Monte Líbano, que fue construida en el siglo XVII por el Emir Fakhreddine II “como parte de su palacio para atender a la población judía local", señala el historiador libanés. “El templo se encuentra aun en buenas condiciones pero fue cerrado en 1998 por cuestiones de seguridad”, explica Zeidan. Las hostilidades entre los drusos y maronitas a principios del siglo XIX llevó a muchos judíos a partir de las montañas de Chouf, en busca de mejores oportunidades en Beirut durante la década de 1840, y vendieron sus propiedades antes de mudarse. Después de la guerra, la posesión del emir fue transferida al gobierno libanés, que lo restauró junto con el resto del barrio histórico de Deir Al Qamar.
Guerras, terremotos y cólera
En Bhamdoun, una estación de montaña de veraneo, hay otra sinagoga, todavía lo suficientemente intacta para dar una idea de lo que una vez fue. “Las fuerzas palestinas y drusas la protegieron durante la guerra civil. Al final, la sinagoga fue el único lugar religioso que resistió.Todo lo demás fue arrasado", detalla Zeidan.
En las frescas montañas de Aley, otro retiro vacacional de todas las religiones durante los meses más calurosos, se encuentra los restos de un edificio sin techo, que fue a finales del siglo XIX hogar espiritual de la comunidad judía. Construido alrededor de 1885, “la sinagoga estuvo abierta hasta que comenzó la guerra civil y miles de libanes de todos los credos comenzaron a huir del país”, explica Zeidan. Al igual que millones de edificios, la sinagoga fue saqueada y sufrió graves daños durante los combates que se produjeron en Aley. Lo único que queda son las ventanas de arco, el único distintivo de lo que una vez fue la estructura de una sinagoga.
Algo similar ocurrió con la comunidad judía de Sidón, que prácticamente desapareció hace un par de siglos. Pero en este caso no fue la guerra, sino el terremoto de 1768 y la epidemia de cólera de 1813, lo que la llevó a marcharse. Ohel Jacob fue la primera sinagoga, construida en 1850 en el barrio judío de Sidón. “Se abrió para unos 250 miembros”, señala el historiador libanés, antes de agregar que, según el censo de 1855, “había 453 judíos entre una población de 5000 musulmanes y cristianos”. A día de hoy, la sinagoga de Sidón se ha convertido en un atractivo turístico para extranjeros. “La sinagoga es una vivienda particular, alquilada ahora a una familia de origen palestino, que permite a los turistas visitar la casa”, indica Zeidan. El templo se encuentra en el que fue el “Barrio Judío” de Saida, pero después de 1948, tras la creación del Estado de Israel y la guerra del 57, se olvidó que la zona vieja de la ciudad fue durante mucho tiempo hogar de los judíos.
El historiador explica que hasta el siglo XIX apenas había presencia de judíos en Beirut. La sinagoga de Abraham, fue la primera que se construyó en el centro de la capital libanesa en 1817, en Bab Idris, el antiguo barrio judío. “La sinagoga fue destruida en 1930 y el solar se compró para construir el Hotel Suit”, lamenta. La pequeña comunidad judía de Beirut, mayoritariamente comerciantes, se trasladó después a Wadi Abu Jamil, donde compraron viviendas, establecieron sus comercios y construyeron la sinagoga de Maghen Abraham.
Uno de los secretos mejor guardados sobre la existencia de los primeros judíos que habitaron el Líbano está en la vivienda familiar del arquitecto Bassam Lahoud, en Amchet. Bajo los pilares de la casa se encontraron los restos de una sinagoga familiar y un pequeño cementerio judío. Su casa es una de las más antiguas e históricas de la zona, celosamente custodiada por la familia. Lahoud nos explica una anécdota que le contó su primo, un general del ejército libanés. Sucedió en 1982, en el verano, después de que los israelíes invadieron Líbano: “Unos soldados del ejército israelí llegaron a Amchit, y fueron frente de mi casa. En ese momento, mi primo estaba en el barrio. Uno de los oficiales israelíes le preguntó si sabía de la existencia de una sinagoga en esta área, y él respondió que él no sabía nada”, recuerda. “De hecho, él sabía que existía debajo de nuestra casa, pero no lo diría, sin saber cuáles eran sus intenciones”.
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